Ya que no podemos salir de la Comunidad de Madrid durante la Semana Santa (bueno, ya nunca casi… ), decidimos ir también a contra corriente en nuestra provincia para no encontrarnos multitudes en la sierra los días de mayor afluencia, así que programamos nuestras habituales rutas de senderismo semanales para el lunes y el martes, procurando elegirlas en zonas que, pensábamos, no iban a estar demasiado saturadas de gente. Y acertamos, más o menos.
Una de las rutas que preparé fue la de la subida al Cerro Larda desde Puebla de la Sierra, en la Sierra
del Rincón, situada al noreste de nuestra comunidad, ya muy cerca de la provincia de Guadalajara, que está integrada por los municipios de La Hiruela, Horcajuelo de la Sierra, Prádena del Rincón, Montejo de la Sierra y Puebla de la Sierra, y que obtuvo en 2005 por parte de la UNESCO la calificación de Reserva Mundial de la Biosfera “por su gran riqueza paisajística, la representatividad de sus ecosistemas mediterráneos y su modelo de conservación de la biodiversidad y de aplicación práctica de desarrollo sostenible”. Con abruptas laderas salpicadas de arroyos, todo el entorno es una maravilla, especialmente en otoño, cuando se tiñe de colores ocres y marrones, sobre todo por sus extensos robledales; y tampoco hay que olvidar que en Montejo de la Sierra subsiste uno de los hayedos más meridionales del continente europeo. Por lo demás, hay pinares, vegetación de ribera y matorrales como piornales y jaras. Así que cualquier momento del año es bueno para darse una vuelta por la Sierra del Rincón.
Desde hace tiempo tenía en lista de espera esta ruta, una de las Sendas Verdes incluidas en la recopilación de la Comunidad de Madrid. Y se me ocurrió que al estar Puebla de la Sierra situada en uno de los extremos más remotos de la provincia de Madrid, habría menos gente que en otros lugares de la sierra en la primera parte de la Semana Santa. Además, tampoco cabía esperar demasiada afluencia familiar en una subida a un cerro poco conocido, con lo cual no se ha convertido en una de esas rutas emblemáticas que convocan a un gran número de senderistas. Además, tenía curiosidad por esta caminata después de visitar la zona hace algunas semanas y haber visto desde la carretera los paisajes imponentes que domina el Cerro Larda.
SITUACIÓN EN EL MAPA PENINSULAR Y EN EL DE LA COMUNIDAD DE MADRID.
La distancia desde el centro de Madrid capital hasta Puebla de la Sierra es de 116 kilómetros, si se va por Buitrago del Lozoya, lo cual requiere en torno a 1 hora y 40 minutos. Para ello hay que circular por la A-1 hasta Buitrago y allí tomar la M-137 hasta Prádena del Rincón, donde seguiremos por la M-130 hasta Puebla, luego de pasar una sinuosa carretera plagada de curvas con puerto de montaña incluido. Otra posibilidad es ir por la A-1 hasta la salida 60 (El Berrueco) y allí tomar la M-127 hasta Robledillo de la Jara, donde pasaremos a la M-130 hasta Puebla, en un trayecto de 108 kilómetros y 1 hora y tres cuartos, más o menos, opción que tampoco nos librará de una vía casi tan virada como la anterior, con la que comparte, eso sí, unos paisajes impresionantes. Lo más recomendable (al menos es lo que nos gusta hacer a nosotros) para no perderse nada es algo tan fácil como ir por un lado (Buitrago) y volver por el otro.
Itinerarios hasta Puebla de la Sierra en Google Maps:
Como de costumbre, fuimos por Buitrago del Lozoya, donde ingenuamente pretendíamos hacer una parada para tomar un café al igual que en ocasiones anteriores, pero rápidamente desistimos de nuestras intenciones al ver la gran cantidad de coches que había aparcados por todos sitios, habilitados, no habilitados y en pleno campo (ya eran más de las doce, la verdad es que no madrugamos demasiado). Estaba claro que la Semana Santa había llegado plenamente a este precioso pueblo medieval madrileño. Así que seguimos adelante hacia Puebla, con la esperanza de que allí no hubiese tanto personal. Sin embargo, nos quedamos sorprendidos ante la gran cantidad de vehículos (turismos, furgonetas y autocaravanas) que había aparcadas en el alto, de donde salen varias rutas senderistas, una de las cuales, la de la Peña de la Cabra, tenemos ganas de hacer próximamente. Seguimos adelante hasta llegar a Puebla de la Sierra, en torno a la cual también había bastante gente, si bien bastante más repartida en los accesos y a lo largo de la carretera que la atraviesa, pues esta pequeña localidad de menos de cien habitantes, además de diversas rutas senderistas, cuenta con varias áreas recreativas a lo largo del río de la Puebla, cerca de las cuales se puede aparcar.
LA RUTA.
Como he mencionado, se trata de una de las Sendas Verdes de la Comunidad de Madrid, cuyo catálogo completo se puede consultar en sendasdemadrid.es , página web en la que se proporciona todo tipo de información, incluyendo descarga de folletos, tracks y fichas resumen, como la de esta ruta, de la que pongo una foto.
Los datos de la Subida al Cerro Larda recogidos en dicha ficha son los siguientes:
Longitud: 8,4 kilómetros
Duración: 3 horas 30 minutos
Tipo de ruta: Circular
Grado de dificultad: Media.
NUESTRA RUTA.
Los datos de mi copia local de wikiloc no difieren mucho de los de la ficha oficial, pues nuestros 10,01 kilómetros se deben a un pequeño despiste en la ruta y a un paseo extra al final para tomar una cerveza. La altitud mínima fue de 1.100 metros y la máxima de 1.446. El tiempo en movimiento fue de poco más de tres horas; en total 4 horas y tres cuartos, con paradas para comer, fotos y cervecita. Pongo el dibujo de nuestra ruta y su perfil.
Como ya conocíamos el pueblo de otras veces, fuimos directamente a buscar aparcamiento (no nos resultó difícil) y enseguida iniciamos la caminata, para la cual utilizamos un track que encontré en wikiloc. Habíamos dejado el coche en la entrada del pueblo, en una calle lateral que asciende a las eras, así que no tomamos la calle principal (calle Mayor), que sigue la carretera y cruza el pueblo, sino una que baja a la derecha (calle de la Fuente de Abajo) y que nos llevó a un sendero a la derecha, que cuenta con unos indicadores. Cruzamos el río y, enseguida, a la izquierda, llegamos a otro sendero con una baliza del inicio de la ruta, que está marcada con colores rojo y blanco.
Tras cruzar el arroyo de los Hermosillos, el sendero (antiguo camino hacia Robledillo de la Jara), amplio y relativamente cómodo, avanzaba en continuo ascenso por la ladera de un monte donde abundan los robles, algunos de repoblación y otros, bastante numerosos, de gran tamaño y porte, presumiendo de sus muchos años. No en vano, en Puebla hay una ruta senderista que se denomina “de los robles centenarios”.
Por el camino también nos encontramos con un panel informativo y, al leerlo, nos enteramos de algunas curiosidades, como que la repoblación con pinos, que se llevó a cabo en los años 60 del pasado siglo en esta zona, representó un beneficio posterior para el terreno y los propios robles, pues era costumbre entre los ganaderos del lugar quemar las laderas de robles y matorral para obtener pastos, lo que erosionaba gravemente el suelo. Los pinares regeneraron el suelo un mínimo y proporcionaron sombra para que los robles y otros arbustos autóctonos estén volviendo poco a poco a recuperar su sitio preponderante.
También leímos que la peculiar apariencia que presentan estos robles es consecuencia de la poda requerida por la actividad carbonera, un medio de vida propio de la zona, aparte de la agricultura y la ganadería. En cualquier caso, me pareció un recorrido lleno de encanto aquella subida entre tantos robles desnudos de hojas, lo que atraía más la atención sobre los troncos retorcidos, presentando llamativas formas. Quizás haya quien encuentre un poco tétrico este panorama, pero a mí me gustan los árboles de hoja caduca en invierno, adornados solamente con sus ramas.
Poco a poco fuimos ganando altura, de modo que el pueblo iba a quedando atrás, mostrándose como si estuviera colgado de la montaña, con las casas de colores naranjas y ocres destacando en unas laderas de tonos verdes y grisáceos.
El día no era el mejor para contemplar con detalle lejanas panorámicas, y mucho menos para fotografiarlas, porque el sol, aunque lucía, estaba velado por una capa de nubes altas que conferían al cielo un aspecto blanquecino, empeorado, además, por la molesta calima que nos ha estado acompañando estos días y que aún enturbiaba más la luz, deparando unos colores algo extraños. Sin embargo, la temperatura rozaba los 20 grados, que resultaban muy agradables para esta caminata, teniendo en cuenta los tramos que nos aguardaban más adelante, ya desprovistos de sombra. Por eso, pese a encontrarnos a más de mil metros de altitud, esta ruta no parece muy apropiada para los días más calurosos del verano madrileño.
Desde el sendero también pudimos ver varios “tinados”, que son unas construcciones de piedra y pizarra que se utilizan para guardar las ovejas. Algunas han sido rehabilitadas y de otras no quedan más que ruinas.
Dejamos los robles por debajo de nosotros y el camino quedo casi expedito de vegetación a nuestra derecha, si bien a nuestra izquierda algunos arbustos ya mostraban sus flores decorando el paisaje.
Tras varios repechos, el sendero nos proporcionó un descansillo, desde el cual pudimos distinguir claramente el Cerro Larda, al que nos dirigíamos, con sus puntiagudos picachos en forma de sierra coronándolo; igualmente, veíamos perfectamente la senda que nos llevaría hasta allí. Aunque encontrábamos las balizas de vez en cuando, en esta subida no hay posibilidad de pérdida, pues la senda es ancho y resulta inconfundible; y también se puede hacer un alto para descansar y contemplar las magníficas vistas.
Al fondo, el Cerro Larda
Tras girar a la derecha y luego a la izquierda, la sendero enfiló hacia arriba que daba gusto. La pendiente era acusada, pero fue un tramo corto, que superamos sin mayores problemas.
Después llegamos a una pradera con enormes rocas de curiosas formas puntiagudas. El panorama se abría muchísimo, ofreciendo unas vistas muy extensas que llegaban hasta el Embalse de la Pinilla y los picos de Guadarrama, algunos cubiertos de nieve, aunque no se podían apreciar en todo su esplendor por la falta de contraste con el cielo blanquecino.
Allí, ya con la punta del cerro al alcance de nuestra vista, decidimos sentarnos junto a las rocas para tomar nuestros bocatas contemplando un fantástico panorama.
Cuando terminamos de comer, encaramos el tramo final de la subida, que no representó mayor dificultad que el tener que sortear la gran cantidad de piedras que hay en el suelo, del que terminó desdibujándose el sendero. Sin embargo, llegar hasta la alargada cima no tiene ningún misterio, pues las afiladas rocas lo marcan inequívocamente.
Desde el lateral no se contempla la panorámica, así que tuvimos que encaramarnos con precaución, porque las rocas son afiladas y cortantes, sobre los picachos para asomarnos. En realidad, veíamos las mismas vistas que donde habíamos almorzado, si bien desde un punto más alto y un pelín más extendidas, como es lógico por la mayor altura.
Tras las fotos de rigor, nos dispusimos a afrontar un descenso que sabíamos era más largo que el ascenso. En este punto hay que tener mucho cuidado y localizar no solo la baliza que señala el sendero sino también la dirección de la flecha (hacia la izquierda según se baja del pico) y el track, si se lleva, porque es fácil continuar de frente atraídos por una senda aparente, que nos metería en otra ruta, en cuyo caso, para recuperar la correcta no quedaría otro remedio que trastear entre piedras, raices rotas y jaras que alcazaban el metro y medio.
El primer tramo, de fuerte bajada, fue lo más incómodo de todo el recorrido, pues teníamos que ir sorteando piedras de todos los tamaños, formas y colores mientras vislumbrábamos, eso sí, un paisaje espectacular de pedregosas laderas verdes y grises, que culminó en la llamada Peña Atalaya.
La bajadita.
Este trecho malo acabó con un giro a la izquierda, marcado por unos indicadores. Aquí se terminaron las piedras grandes y el desnivel pronunciado. En adelante, el camino mejoró y el desnivel se suavizó, salvo en algunas zonas, donde sendero estaba casi comido por las jaras, que ya estaban apuntando diminutos capullos de las flores que cubrirán estos campos en pocas semanas. Hay tantísimas que cuando florezcan el panorama debe ser precioso.
Tras pasar por un punto que nos mostró una vista espectacular con pintorescos plegamientos y formas afiladas, fruto de la erosión, seguimos caminando durante un par de kilómetros más hasta que el sendero nos sacó directamente a la carretera, con un aviso previo en un indicador.
Esta advertencia estuvo bien, pero ninguna otra (al menos no la vimos) nos señaló que tendríamos que seguir por el lado opuesto de la carretera. Menos mal que llevábamos el track. Hay que cruzar justo en el punto donde se ven unos corrales y coger el sendero que se aprecia a simple vista desde la carretera y que cuenta con una baliza.
A partir de allí, la senda nos condujo a las inmediaciones del río y continuó paralela a su cauce. Llegamos a un área recreativa donde vimos bastante gente (en toda la ruta nos habíamos cruzado solo con media docena de personas), sobre todo familias con niños disfrutando del inicio de la Semana Santa; sin embargo, no había aglomeraciones. Toda esta zona es muy bonita.
Pasamos junto al Molino de Abajo, un edificio rehabilitado con muros de piedra, vigas de madera y cubierta de teja árabe, si bien echamos de menos que la acequia estuviera seca. En el área recreativa de la Tejera nos topamos con un ejemplar de rebollo centenario, que es un árbol singular de la Comunidad de Madrid. También pasamos junto a unos tinados, que se llaman las Casillas de Ciquiruela, y, cruzando la carretera, nos encontramos con otro de los árboles singulares de la Comunidad, un cerezo centenario que, lamentablemente, pese a tener un soporte de apoyo, ha terminado dando con su tronco, desgajado, en el suelo. Una pena, aunque parecía estar todavía vivo. A ver si puede resurgir.
Desde allí apenas nos faltaba un kilómetro para llegar al pueblo, todo cuesta arriba, y ya en sus calles, pasamos junto a la Ermita de la Virgen de la Soledad antes de salir a la calle Mayor y tomarnos una bien ganada cervecita en la hospedería y restaurante El Refugio, que se encuentra en el mismo centro, frente al ayuntamiento y a un lado de la Iglesia de la Purísima Concepción.
En definitiva, una ruta con muy buenas panorámicas de la Sierra del Rincón, en la que la subida, pese a algún tramo bastante empinado, me pareció bastante más cómoda que la bajada, en la que durante el primer trecho conviene moverse con mil ojos por la gran cantidad de piedras grandes que siembran el camino. También hay que llevar cuidado al asomarse a los picos que coronan el Cerro, lógicamente. Supongo que por estos dos detalles está calificada como de dificultad media. Habrá que contar también con las condiciones meteorológicas y no hacerla en días de mucho calor o si hay nieve o hielo; incluso con lluvia puede resultar problemático bregar con las piedras en el primer tramo de descenso que ya he comentado.
Para quien no desee tanto trasiego, hay otras rutas más fáciles en Puebla de la Sierra y en el resto de pueblos de la Sierra del Rincón, que merece mucho la pena conocer.
Otras rutas desde Puebla de la Sierra:
. CAMINANDO POR PUEBLA DE LA SIERRA. SIERRA DEL RINCÓN (MADRID).
Otras rutas en la Sierra del Rincón:
. SENDAS POR LA HIRUELA, SIERRA DEL RINCÓN (MADRID).