Este es de uno de esos lugares a los que quieres ir nada más ver una foto, una única foto. Porque hay casos en que se hace bueno el dicho de que una imagen vale más que mil palabras, y aquélla parecía digna de la portada de un folleto de viajes. Y lo curioso es que, cuando se contempla in situ, el original todavía gusta más. Por eso, desde que vi su imagen en una revista, tuve deseos de conocer estas chorreras. Aunque ésta no es la imagen exactamente, ahí va un anticipo del entorno.
Sin embargo, aunque no están lejos de carreteras que solemos transitar con frecuencia, como la A-3 (autovía de Valencia) o la A-31 (que va a Alicante), no encontraba manera de cuadrar una visita que prefería hacer en primavera, para encontrar su mejor versión en cuanto a agua y evitando el calor; y, además, en día laborable, ya que tanto en verano como los fines de semana están demasiado concurridas y pueden perder parte de su encanto por algunas cuestiones que luego comentaré.
El momento propicio pareció presentarse un día de finales de mayo, pues íbamos desde Cuenca hasta Santa Pola. Por cuestiones que no vienen al caso, nos retrasamos en el viaje y nos presentamos en la zona más tarde de lo que habíamos previsto, casi a las dos. Llevábamos bocadillos, así que no había problema en cuanto a la comida, pero la jornada salió muy calurosa y el sol pegaba de lleno, con lo cual tuvimos que variar nuestros planes y modificar la ruta senderista prevista, que quedó convertida en un paseo para ver solo las cascadas, que eran, por otra parte, nuestro objetivo principal.
SITUACIÓN DE LAS CHORRERAS DEL CABRIEL (ENGUÍDANOS) EN EL MAPA PENINSULAR.
Las chorreras se encuentran entre los términos municipales de Villora y Enguídanos, en la provincia de Cuenca, de cuya capital distan unos 79 kilómetros, lo que supone una hora y cuarto de viaje, por las carreteras N-420, CM-2109 y CUV-5014, según el itinerario que he sacado de Google Maps y cuya captura pongo a continuación. Como simple referencia, comentar que desde Madrid la distancia es de unos 240 kilómetros y 161 desde Valencia.
Existen varias formas de visitar este sorprendente enclave, declarado monumento natural en junio de 2019 y, también durante el mismo año, Reserva de la Biosfera por la UNESCO, por lo cual ahora goza, o eso se pretende, de una especial protección. En cualquier caso, hay que caminar un rato para llegar a ellas, siendo el trecho más o menos largo y complicado dependiendo de lo que se quiera hacer y ver. El principal problema es el aparcamiento, ya que solamente se puede estacionar en los dos habilitados, uno por la parte de Enguídanos, que dista cinco kilómetros del pueblo, y otro por la parte de Villora. En los días de máxima afluencia, hay que reservar plaza online y cuesta 10 euros por vehículo, tarifa que se abona por jornada completa, independientemente del tiempo que se utilice. Está prohibido dejar el coche en la cuneta y se ponen multas. En cuanto al baño, únicamente está permitido en las pozas. Como las normas son un tanto profusas y, en ocasiones, incluso confusas, pongo el enlace de la web que lo explica www.chorrerasdelcabriel.es/ ...nformacion
El aparcamiento está marcado con una flecha.
En esas condiciones, parece que hay gente a quien no le compensa ir, pues he leído varias críticas en internet comentando lo abusivo de la tarifa, la masificación del sitio y la falta de limpieza en el mismo. No voy a entrar en ese debate porque cada cual debe saber lo que va buscando. Nuestra idea no era bañarnos ni pasar un día de campo con merendola, sino conocer un lugar natural bonito. De manera que, al ser un viernes por la mañana y en mayo, pudimos aparcar sin problemas y sin pagar. Además, nos encontramos las chorreras prácticamente vacías. Y de ese modo, tal como las vimos, daré mi opinión.
LA RUTA SENDERISTA OFICIAL.
Para visitar las chorreras, existe el sendero PR-CU 53, que parte de Enguídanos, trepa por las laderas de los montes cercanos al cauce del río y luego, completando una ruta circular, regresa en paralelo al cauce del río Cabriel, descubriendo sus pozas a lo largo de varios miradores. Según los datos del folleto del ayuntamiento de Enguídanos, su longitud total es de 15 kilómetros, la duración de unas cuatro horas y el grado de dificultad, medio. La ficha correspondiente puede descargarse aquí: www.senderosdecuenca.org/ ...CGSC_x.pdf
NUESTRA RUTA.
En principio, teníamos planificado hacer la ruta anterior, pero como llegamos bastante tarde, hacía mucho calor y parte del recorrido se aparta de las chorreras, decidimos abreviar e ir a grano, con lo cual nos salió una ruta lineal de 5,34 kilómetros en total, con el perfil que pongo a continuación según mi copia local de wikiloc.
Dejamos el coche en el aparcamiento, sin que tuviésemos que pagar nada, ya que ese día era libre. Apenas había media docena de coches. Para llegar a las chorreras hay que seguir a pie una pista que, por un puente, cruza el río Guadazaón.
Seguimos después hacia la derecha y llegamos hasta las casas que fueron de los trabajadores del Salto de Villora. Conforme a las indicaciones, que aparecen en todo momento del recorrido, llegamos hasta el lugar donde se encontraba un bar/restaurante que no funcionaba, pero que estaba preparándose para abrir en la temporada estival. Desde aquí, continuamos por un sendero de tierra que nos llevó hasta la orilla del Cabriel. Tardamos unos diez o doce minutos en llegar junto al agua.
Lo cierto es que fue un lujo asomarnos y ver aquella delicia natural sin nadie, toda para nosotros solos. ¡Y qué sitio más bonito! Toboganes de roca de color amarillo por los que se deslizaba un agua cristalina, que se tornaba turquesa al caer a las pozas. Precioso.
Con precaución, fuimos caminando sobre las piedras, disfrutando de las caprichosas formas esculpidas por el río Cabriel a lo largo de milenios en un proceso que todavía continua, por el cual las rocas se retuercen y modelan, convirtiéndose en lo que se denominna “tobas”.
De acuerdo con lo que leímos en un panel informativo, la clave de esta transformación radica en la existencia en el entorno de carbonato cálcico, lo que ocurre aquí por la abundancia de rocas calizas. “El agua rica en este material provoca un proceso de fosilización, en el cual la calcita o carbonato cálcico se deposita sobre plantas acuáticas o pequeños invertebrados vivos, que actúan como molde”. Así, plantas y animales se integran en esta sustancia impermeable, impidiendo que el agua y el oxígeno los descomponga, dando lugar con el paso de los siglos a la formación de una roca fósil, que terminará por convertirse en las tobas que podemos admirar aquí.
Independientemente de las explicaciones geológicas, el lugar en sí lucía fantástico. Poco a poco, avanzamos río arriba, bien por un sendero lateral, si lo había, o bien por las propias rocas. Ni que decir tiene que hay llevar mucho cuidado para evitar caídas o resbalones.
Y es que no nos encontramos en un lugar donde se busca una cascada en concreto, sino un itinerario de unos 300 metros de longitud donde el Cabriel, en su curso medio, se encajona, emprendiendo sus cristalinas aguas un sinfín de saltos, cascadas, rápidos y deslizamientos entre rocas de mil formas y colores, dando lugar a pozas y pequeñas lagunas, que alternan el verde esmeralda y el azul turquesa.
Después de hacer un montón de fotos, decidimos comer bajo una roca. En este punto, hay que insistir en algo obvio, pero mucha gente todavía no practica: nunca dejar basura o cualquier tipo de residuo, en especial botes o plásticos, y llevarse todo lo que no pertenezca a la naturaleza. De ese modo, nadie se encontrará con lo que no quiere ver cuando vaya detrás.
Pese a lo mucho que nos gustaba todo lo que estábamos contemplando, sabíamos que faltaba la guinda: la panorámica del famoso mirador, la vista que enamora a quienes la ven. Y, mirando los mapas, nos dimos cuenta de que se encontraba remontando otro poco el cauce, pero en la otra orilla.
Así que cruzamos el río por un punto en que el cauce lo permitía sin necesidad de quitarnos las botas ni mojarnos los pies, saltando de piedra en piedra y con todas las precauciones posibles. Una vez en la otra orilla, tras fotografiar otro recoveco sorprendente que descubrimos detrás de la vegetación, utilizamos el track que llevábamos en el teléfono móvil para enlazar con el sendero PR-CU-53.
El sendero empezó a tomar altura rápidamente, mostrándonos unas vistas muy bonitas de todo el entorno, que presentaba un estupendo aspecto al estar en primavera, bastante verde y con multitud de flores. El lado negativo era que, al quedarnos fuera de la protección de la vegetación, el sol pegaba de plano y el calor nos empezó a agobiar, lo que hace sospechar que en verano las temperaturas deben ser muy altas aquí.
Pensábamos que, tras la subida, el sendero descendería para bajarnos al borde del agua de nuevo, pues el track lo mostraba en paralelo al cauce y muy cerca del mismo. Sin embargo, nos encontramos con la sorpresa de que cada vez subíamos más. Y, de pronto, vislumbramos una balconada de madera: un mirador, sin duda. ¡Y qué mirador! ¡El de la foto de la revista!
Y si las fotos atraen, la vista in situ nos sedujo totalmente. El lugar es realmente precioso. De película. Desde lo alto, contemplamos las cascadas, formando unas pozas de un increíble color azul turquesa.
El mirador rodea la gran poza, ofreciendo diversas perspectivas, a cual más bonita. Además, no había nadie, con lo cual el aspecto salvaje incrementaba su belleza. Recuerdo que para llegar a este mirador hay que caminar un buen rato desde las chorreras próximas al aparcamiento de Enguídanos. Por este motivo he incluido esta excursión en el diario de senderismo en lugar del de viajes por España. Desconozco si es más fácil llegar aquí desde el de Villora. En cualquier caso, me pareció el punto más fotogénico y sorprendente de todo el recorrido. Y ya es decir.
Seguimos un rato río arriba por el sendero, en este lugar prácticamente llano. La vegetación impedía, a veces, vislumbrar el cauce, pero en algunos sitios era posible asomarse y verlo. Si se va con niños, en estos sitios hay que tener mucho cuidado, ya que fuera del mirador no hay protecciones y la altura es muy considerable.
Avanzamos hasta que vimos que el sendero empezaba a trepar por la ladera, alejándose del agua. Por la otra orilla, creíamos vislumbrar otro sendero, pero imposible cruzar el río por allí, al menos sin entretenernos demasiado buscando un paso. Así que, como hacía mucho calor, dimos la vuelta y regresamos al punto en donde habíamos cruzado el río. Y de allí, al coche. En total, estuvimos unas tres horas en el lugar, incluyendo el que nos llevó tomar los bocatas de la comida
. Cuando nos fuimos, sobre las cinco de la tarde, había llegado bastante gente. Se notaba que, al ser viernes, muchos habían salido del trabajo con ganas de aprovechar el fin de semana con buen tiempo y aperturas perimetrales. Aunque continuaba siendo bonito, un poco del encanto del lugar se había perdido y la sensación no era la misma. Me imagino lo que debe ser esto los sábados y domingos, sobre todo en verano. Por cierto que, según he leído, el año que viene se va a establecer un aforo máximo de visitantes.
Ya en el vehículo, pasamos por Enguídanos pero sin detenernos, pues no disponíamos de tiempo. Nos gustó su estampa, con el castillo en lo alto, dominando el valle y el río. Tendremos que volver algún día, explorar todo su entorno y hacer el itinerario completo de las Chorreras.
Foto de los alrededores de Enguídanos tomada desde el coche.