Bien, nos despertamos dispuestos a afrontar el último día de circuito. Desayunamos y vuelta al autobús….. el autobús!!!!.....Lo cierto es que en este circuito se hacen muchísimos kilómetros y a veces los desplazamientos en bus eran bastante largos, de hora y media o dos horas para luego estar apenas media hora en el destino en cuestión. Bien es verdad que durante todos los trayectos, Jesús, el guía nos iba comentando mil cosas sobre la historia, la cultura, la política, la alimentación, la mitología y todo lo que os pueda ocurrir en torno a México. Hombre cultísimo, siempre respondía de forma modélica a cualquier cuestión que le planteásemos. Todo un erudito.
Pero insisto, a veces se hacían unos desplazamientos larguísimos perdiendo mucho tiempo en el bus, para luego estar bastante poco tiempo en los sitios a visitar o para llegar a sitios en los que en realidad no había gran cosa que ver, se me ocurre al respecto, por ejemplo, Valladolid.
Al ir al montar al bus un matrimonio comprobó que sus maletas no estaban. Los maleteros del hotel las habían distribuido en los dos buses que marchaba ese día del hotel: el nuestro y el de un grupo de alemanes. Era lógico suponer que las maletas estaban en el bus de los germanos así que Jesús llamó por teléfono al guía del otro grupo y quedamos en vernos en la primera parada de ese día, en el pintoresco pueblo de Izamal, pintoresco sobre todo porque practicamente todos sus edificios están pintados de color amarillo mostaza. El Papa Juan Pablo II visitó Izamal en agosto de 1993, donde coronó la imagen de Nuestra Señora de Izamal, en el Convento de San Antonio de Padua y hay quien dice que por esta razón se pintaron los edificios amarillos y blancos (los colores vaticanos), aunque parece ser que eran ya amarillos anteriormente.
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Según bajamos del bus dimos con el bus “alemán” y, afortunadamente, allí estaban las maletas extraviadas. Tras una sonora salva de aplausos y arreglado el asunto, atravesamos la plaza del pueblo para visitar el imponente Convento de San Antonio de Padua que data del siglo XVI. En el convento está el santuario de la Virgen de Izamal. Una vez visitado el convento, Jesús nos dio tiempo libre para curiosear por los alrededores. Entramos en el mercado cubierto del pueblo, lleno de vida y de actividad. Los mercados que vimos (Ticul e Izamal) parecen ejercer también de centro de reunión social en tornos a sus bares y puestos de tortitas. Paseamos por la plaza y curioseamos en alguna tienda. Como me dijo el guía cuando le comenté que me gustó mucho el pueblo de Izamal: “es que es como muy mexicanote”.
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Nos esperaba ahora la guinda del circuito: Chichen Itza, precisamente elegida ese año 2.008 como una de las Siete nuevas Maravillas del mundo. Una enorme e impresionante zona arqueológica que fue abandonada por los mayas en el s. XIV, aunque su origen es muchos siglos anterior.
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Lo primero que nos llamó la atención tras franquear la entrada al recinto arqueológico fue la ingente cantidad de puestos de artesanía, bisutería, mantas, cuadros, etc que se apiñaban a ambos lados del camino. Como luego pudimos ver, había más diseminados por distintos puntos.
Jesús nos fue explicando, tan ameno como siempre el significado de las distintas ruinas: El Castillo, también llamado Pirámide Kukulkan y al que, al igual que en Uxmal, está prohibido subir. Lo que más me impresionó sin duda de la cultura Maya fueron sus enormes conocimientos de astronomía. Sin ir más lejos está pirámide en realidad es un calendario (por ej: hay tantos escalones como días tiene el año, tantas terrazas como meses tiene el calendario maya, etc)
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De la pirámide fuimos a uno de los ocho juegos de pelota (un deporte que practicaban los mayas). El que vimos es el más grande de México y tiene unas dimensiones impresionantes. Aparte de las dimensiones y las complicadas reglas de juego, impresiona también la fenomenal acústica del recinto. Hicimos varias pruebas con el guía dando palmadas, voces… comprobando ecos y acústica. Algo impresionante.
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Y seguimos caminando y escuchando las interesantes explicaciones, bajo un sol de justicia que convertía a veces el paseo en casi un esfuerzo. A pesar de ello, Jesús, llegados a cierto punto y visto lo más importante, ofreció a quien quisiese la posibilidad de separarse del grupo y seguir a otro ritmo (tomar algo en el bar, buscar una sombra, pasear hasta el cenote Sagrado, curiosear en tenderetes…). Practicamente todo el grupo nos quedamos con Jesús. Le seguimos al Templo de las Mil Columnas, al Observatorio llamado el Caracol, el edificio de las monjas, el osario y varios edificios más.
Y entonces ya sí. Llego el tiempo libre para ir a los puestos que, según nos habían comentado, ofrecían los mejores precios de todo Yucatán. Ciertamente eran más baratos. Mi mujer compró algo de bisutería y también nos trajimos un calendario maya elaborado en resina. Y a la hora especificada nos reunimos con Jesús que nos condujo a un restaurante que se encuentra en el propio recinto arqueológico, donde además de comer, pudimos observar de nuevo bailes yucatecas (jarana).
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Y Chichen Itza era la última parada del circuito. De ahí cada cual a su Resort, a disfrutar de las playas caribeñas. Nos gustó el circuito. No era el primer circuito que hacíamos en nuestra vida (hicimos otro de 15 días por Italia) y ya sabíamos que se pasa bastante tiempo en el autobús, pero aquí se nos hizo en ocasiones, demasiado pesado. Demasiado tiempo. Muchos kilómetros en bus para luego estar muy poco tiempo en el lugar de destino (como en Valladolid o Ticul) o para llegar a un destino poco interesante (las grutas de Loltun o la hacienda henequera). Pero, en verdad, vimos muchas cosas muy interesantes. Varias de ellas como Tulum o Chichen Itza la ven muchos viajeros que van a Riviera Maya, pero otras como Mérida, el mercado de Ticul, la ría de Celestúm, Izamal… es difícil que las lleguen a ver y realmente, merecen la pena. Así pues, una sensación agridulce nos dejó el circuito, nos gustó…. Pero puede mejorar mucho aún.
El autobús fue parando en los distintos hoteles de Riviera Maya y llegó pronto al Complejo Barceló, al Maya Beach concretamente. Nos despedimos de amigos y amigas asturianos, catalanes, madrileños y nos dispusimos a “sufrir” unos cuantos días aún al sol bajo las palmeras. Pero esto ya es parte de otra etapa. La que empieza a continuación.