A las 4.30 de la mañana me despertó lo que Fernando denominó la saeta y yo la llamada de la selva, vamos la llamada a la oración. Desde esa hora hasta las 7.00 dormimos a saltos por miedo a quedarnos dormidos, pues en el hotel no dimos la orden de que nos despertaran a ninguna hora.
El desayuno espectacular, había de todo, hasta chicharos, madre que panzadas de comer. El autobus de travelplan llegó más tarde de lo acordado, pues el tráfico estaba muy mal, más de lo normal.
A las 9.00 llegamos al recinto de las pirámides, y el guía, que fue de nuevo Willi, nos dijo que podíamos comprar por nuestra cuenta la entrada al interior de la pirámide de micerinos. Muchos lo hicieron, pero nosotros estabamos pensando en un plan para el día siguiente que era bastante más tentador, así que pasamos de las colas, el calor y los agobios. Cuando todos habían comprado sus entradas pasamos por el torno y accedimos al pie de la primera pirámide y la más grande, la de keops. Impresionante, enorme, colosal, pero no te haces consciete de sus dimensiones hasta que no te acercas y comprouebas el tamaño de cada sillar de piedra. Podías escalar por ellos y hacerte una foto, en la que no se ve toda entera, pero si se pueden apreciar esas dimensiones de las que os hablo.
Antes de bajarnos del bus Willi nos hizo varias recomendaciones, entre ellas que no nos alejaramos mucho y que no nos montaramos en los camellos, ni aceptaramos regalos. Al parecer te ofrecen montar en camello por 1 €, pero luego te piden 50€ para bajar, o te regalan algo y luego se lleban horas detrás de ti para cobrarlo. Es cierto que vimos a una pareja que iba por su cuenta bastante agobiados, pues ella esta arriba de un camello y él le exigía al dueño que la bajara y el otro le afirmaba que quería más dinero, la verdad que se les veía apurados. Después del tiempo acordado volvimos al bus, y pasamos al segundo aparcamiento para ver la pirámide mediana, la de Kefren y la última. Aquí había muchos puestos de cachivaches y recuerdos y vendeores de agua fresca.
Los compañeros que entraron el la pirámide decían que no les había merecido la pena, volvieron todo agobiados, sudando, colorados, decían que no se podía respirar, que había bajando, dentro y subiendo demasiada gente, que no se disfrutaba.
Una vez que estabamos todos en el bus, Willi nos llevó a un mirador, una elevación natural en el terreno, desde donde se pueden ver las tres pirámides y hacerse fotos graciosas, de esas que tienes la piramide en la mano, o estás sentado encima, etc. Algunos se dieron paseos e hicieron fotos en camello, con un hombre que era conocido del guia y era de fiar, vamos un negocio para el guía y su amigo.
Luego pasamos a ver la esfinge y tomamos algo fresco en el chiringuito.
Un vez que estabamos todos reunidos nos llebaron en bus a un museo de papios, lo que en España se llama una tienda.
La verdad es que había cosas muy bonitas, y te explicaban en tu idioma cómo se hacían los papiros, se pintaban y cómo se podía saber si era auténtico y no, de plátano. Basta con arrugarlo dentro de la mano, si vuelve a su ser es bueno, de otro modo es imitación.
Nos interesó uno de la diosa Nut, pero era demasiado grande y no lo tenían de otras dimensiones, así que pasamos de la fiebre consumista que sufrieron los demás. Bueno es cierto que en las pirámides compre por 1 € 10 marcapáginas de plátano, muy monos y otros 10 de tamaño mucho mayor por 1.50 € y 2 chicles de fresa.
Cuando salimos del museo la sigueinte parada era un restaurante para comer marisco, para quienes hubieran contratado esa excursión opcional y la otra opción era vuelta al hotel. Entonces hablamos con Rami y le preguntamos que si sería posible que nos dejaran en un camino intermedio, que no queriamos volver al hotel, sino ir al museo. Entonces nos comentó que nos podiamos montara en el bus 1 de travelplan, que era el que llevaba a los clientes alojados en el Hotel Ramses Hilton, que estaba justo frente al museo y así lo hicimos.
Frente al hotel Ramses hay un cenrtro comercial de 7 plantas y en a últimas vimos que había un Mc Donal´s, allí que fuimos a degustar las hamburguesas egipcias. Lo cierto es que los menús son idénticos a los de España, Praga e Italia, pero el sabor de la carne es totalmente diferente, sabe mucho a especias, pero se deja comer y es super barato.
Al salir de allí nuestra intención era ir al museo, pero Dios, ahora teníamos que cruzar la calle en varios sitios para llegar al Museo, tardamos lo menos 30 minutos, toda una experiencia, pero lo conseguimos.
Al llegar a la puerta del museo se nos ofreció un guía local por 10 €, en español, pero pasamos, nos bastabamos y sobrábamos para ver y reconocer el museo.
Antes de entrar debes dejar en una taquilla la cámara fotográfica. No te hagas el listo e intentes entrar con la camara guardada en la mochila, pues pasas por un escaner, la detectan y te mandan fuera, a la taquilla y tienes que volver a empezar. Además es gratuita.
Las entradas se compran según se entra a la derecha y la taquilla para las camaras está a la izquierda.
Cuando se accede al interior te da la impresión de triste, desangelado, poco cuidado. Debes entrar por la izquierda para hacer el recorrido cronológicamente, sin mirar el nº de las salas. Esto nos lo había dicho Agmed y así lo hicimos.
Tienen cosas prodigisas allí dentro, portadas de templos, sarcófagos, ajuares completos, todo lo que se pueda imaginar. El tesoro de Tutancamón es impresionante, enorme, muy bien conservado y puedes apreciar los objetos expuestos desde muy cerca, pues en su mayoría no tiene barraras de protección, en algunos casos no existe ni siquiera un mampara de cristal o metacrilato. Las condiciones no son las más adecuadas, no miden la temperatua, humedad, luz, etc. No es cómo un museo europeo a los que estamos acostumbrados. No tienen los mismos medios, pero tienen lo más importante, arte que exponer y que muchos paises durante años han expoliado y exportado a estos museos de los que hablamos.
No accedimos a la sala de las momias, pues a Fernando no le agradan mucho esas cosas. De todas formas hay una fuera, y puedes verla sin pagar nada extra. Vista una momia, vistas todas. En el museo puedes pasar varias horas, tienes para largo, de todas las épocas y regiones de Egipto.
Cuando salimos del museo decidimos que nos iríamos al hotel paseando, hacía calor, pero apetecía caminar por aquellas aceras llenas de gente. Casi cuando llegabamos al puente, nuestro hotel estaba en una de las islas del Nilo, se mos ofreció un taxi, le pedimos 5 libras por el trayecto y aceptó. A cambio se llevó todo el camino ofreciéndonos sus servicios para los proximos días.
Un vez que llegamos al hotel, nos cambiamos y fuimos en busca de la piscina, uno de los mayores atractivos de este hotel. Se accede desde la 2ª planta del hall, por el spa. El personal super atento, muy amables y solícitos, nos acomodaron en una amaca redonda, tipo cama de matrimonio y nos ofrecieron la carta del bar de las piscina. La piscina está abierta hasta las 11 de la noche, por lo que puedes cenar en ella o llegar de la calle y refrescarte en el agua. El jugo de manzana de Egipto es el mejor que he bebido en mi vida, lo recomiendo. Desde la piscina, que acaba en cascada, se puede ver el Nilo y parte de la ciudad.
En esos momentos yo era la única europea de la piscina, por lo cual la única mujer en biquini, las demás con burca, bañadores de cuello vuelto y por la rodilla, no es broma, los bañadores de los años 20 son más eróticos que estos que os digo. Incluso las niñas lucían bañadores de manga larga o pantalon con falda para entrar en el agua. El personal del hotel en ningún momento se escandaliza, o al menos no lo aparentan, lo malo son los jeques que todo gordos y metidos en la piscina con su copa, su puro y sus gafas de sol, no dejan de mirarte, parece que te van a comer. Mientras tanto sus mujeres en burca los fotografían desde fuera de la piscina. Bueno al principio te sientes un poco incómoda, luego te acostumbras y disfrutas de lo que estás viviendo.
Luego subimos a la habitación y nos pusimos guapos, pues habiamos reservado mesa en uno de los muchos restaurantes del hotel, uno flotante. Puedes cenar en medio del Nilo por un precio muy razonable y la comida es muy buena.
Tras disfrutar de la vistas, la cena y los espectáculos de barcas con luces y música típica de un lado a otro decidimos irnos a descansar. Mañana continuaba la aventura y debíamos reponer fuerzas.
