Hoy abandonamos el hotel Creta Vitalis. Nos despedimos de sus maravillosos desayunos y de su amable dueño, que a pesar de no entender nada de inglés, ha sido capaz de comunicarse con nosotros con sus sonrisas, gestos y detalles.
Nos dirigimos al sur de la isla, pero tenemos previstas varias paradas por el camino. La primera es Georgiopolis, un pueblo pintoresco costero con playa de 2km con un ambiente relajado rodeado de árboles y su iglesia en medio del mar. Esto último es lo que más nos llama de este pueblo; nos recuerda a nuestras queridas Cícladas. Nos acercamos a ella por el camino de piedras grandes en pleno mar y nos sentamos a disfrutar de las vistas. Sin duda, es un lugar encantador.
Continuamos nuestro camino en coche hacia la siguiente parada, el lago Kournas, situado a solo 4 Kms de Georgiopolis. Este lago es una parte importante del ecosistema griego, ya que es una de las pocas zonas de Creta donde hay abundante agua dulce durante todo el año. Esta es una de las razones por las que el lago de Kournas es un espacio protegido por la Red Natura 2000. El lago está rodeado por un entorno verde con plantas y árboles raros. El color oscuro del lago es causado por las algas provenientes de las profundidades del lago. A un lado hay cafeterías y tabernas, que ofrecen una vista extraordinaria. Se puede bañar en el lago y también coger coches de pedales para explorarlo. El día está un poco nublado y no tenemos ganas de bañarnos; tampoco nos cuadra la hora de comer allí. Así que tras dar un paseo alrededor, cogemos de nuevo el coche para dirigirnos a nuestro siguiente alojamiento en Hora Sfakion.
Tardamos una hora en llegar a nuestro destino, un pueblito en el mar que nada más llegar nos transmite buenísimas vibraciones. Es una monada. No se puede introducir el coche pues el pueblo es muy pequeño y con callejuelas estrechas, así que optamos por dejarlo en el aparcamiento de la entrada al pueblo y buscar el hotel andando. Enseguida lo encontramos y allí nos indican dónde dejar el coche tras sacar las maletas. Junto al parking del hotel, al fondo del pueblo, vemos un mirador con una playa que fichamos para pasar la tarde.
Nos encanta el hotel “Livikon by the sea” y nuestra habitación con vistas al mar. Como llevamos comida, decidimos tomarla en la terraza de la habitación. Una maravilla. Tras comer, nos dirigimos a la playa que hemos visto al aparcar: la playa de Vrisi. Es una playa súper tranquila, con algunas sombrillas y una cafetería en lo alto. Allí pasamos una tarde estupenda entre baños, arena y sol.
Cuando va cayendo el sol regresamos al hotel a asearnos para salir a cenar. La elección no es muy difícil pues hay 4 o 5 locales (tavernas, gyros, cafés) junto al mirador que da al mar. Nos apetece pescadito y encontramos una taverna tranquila en la que podemos elegir una mesa junto al mar:
- Obrosgialos: ensalada griega, pasta con frutos del mar, vino y refresco. 29€.
Nos encanta el sitio, la cena, el servicio y este pueblito tan encantador. Nos vamos felices a dormir.