Madrugamos un poco porque teníamos que subir al autobús de las 08:15 para llegar a Colonia del Sacramento, ciudad típicamente colonial que, fundada en 1680 por el general portugués Manuel Lobo, fuera el primer asentamiento europeo en este lado del Río de la Plata. Posteriormente fue motivo de continuas conquistas y reconquistas entre portugueses y españoles. En 1995 la UNESCO declaró patrimonio mundial su casco histórico, una mezcla de arquitectura española, portuguesa y poscolonial que merece la pena conocer.
Tras dos horas de viaje, llegamos a la terminal terrestre de la ciudad, que está a escasos 500 m del hotel que habíamos reservado, el Viajero Posada B&B. No tuvimos problema en que nos dieran la habitación antes de la hora de entrada. Habíamos reservado por Booking una premium con desayuno por 54€. Primer problema: las dos habitaciones premium estaban en los últimos pisos (un 3º) y no había ascensor, por lo que tuvimos que armarnos de valor para acarrear los maletones hasta las alturas. Segundo problema: si el cuarto que nos dieron era el premium… (y debía serlo, porque era idéntico a las fotos) ¡cómo serían las habitaciones normales! Paredes mal de pintura, cama grande pero con un colchón de tortura, sábanas poco atractivas… a cambio una televisión, una neverita y aire acondicionado. Un balcón más destartalado que el dormitorio y desde el que no se veía casi nada porque la vegetación exterior lo superaba. Y lo peor, el baño, con paredes en mal estado, olor a humedad, piezas antiguas y viejas y una ducha con poca agua y que inundaba toda la estancia. Toallas para renovarlas y ausencia de amenities. Un desastre por un buen puñado de dólares. Además, los desayunos empezaban a partir de las 9, por lo que al día siguiente nos harían el favor de dejarnos una cafetera (tipo Melitta) preparada y leche y zumo en el frigorífico, junto a unos dulces y poco más. Bueno, más se perdió en Cuba.
Hacia el mediodía salimos del hotel para descubrir el caso antiguo de Colonia. Al menos nuestro alojamiento estaba a menos de 200 m de la Plaza Mayor, del Callejón de los Suspiros, del Faro… Teníamos un cielo entreverado de nubes que, cuando dejaban asomarse al sol, sacaban vivos colores de las fachadas de las antiguas casas, muy pintorescas y fotogénicas.
[align=center]A COLONIA DEL SACRAMENTO
Tras dos horas de viaje, llegamos a la terminal terrestre de la ciudad, que está a escasos 500 m del hotel que habíamos reservado, el Viajero Posada B&B. No tuvimos problema en que nos dieran la habitación antes de la hora de entrada. Habíamos reservado por Booking una premium con desayuno por 54€. Primer problema: las dos habitaciones premium estaban en los últimos pisos (un 3º) y no había ascensor, por lo que tuvimos que armarnos de valor para acarrear los maletones hasta las alturas. Segundo problema: si el cuarto que nos dieron era el premium… (y debía serlo, porque era idéntico a las fotos) ¡cómo serían las habitaciones normales! Paredes mal de pintura, cama grande pero con un colchón de tortura, sábanas poco atractivas… a cambio una televisión, una neverita y aire acondicionado. Un balcón más destartalado que el dormitorio y desde el que no se veía casi nada porque la vegetación exterior lo superaba. Y lo peor, el baño, con paredes en mal estado, olor a humedad, piezas antiguas y viejas y una ducha con poca agua y que inundaba toda la estancia. Toallas para renovarlas y ausencia de amenities. Un desastre por un buen puñado de dólares. Además, los desayunos empezaban a partir de las 9, por lo que al día siguiente nos harían el favor de dejarnos una cafetera (tipo Melitta) preparada y leche y zumo en el frigorífico, junto a unos dulces y poco más. Bueno, más se perdió en Cuba.
Hacia el mediodía salimos del hotel para descubrir el caso antiguo de Colonia. Al menos nuestro alojamiento estaba a menos de 200 m de la Plaza Mayor, del Callejón de los Suspiros, del Faro… Teníamos un cielo entreverado de nubes que, cuando dejaban asomarse al sol, sacaban vivos colores de las fachadas de las antiguas casas, muy pintorescas y fotogénicas.

El Museo de Colonia está ubicado en una casona portuguesa de simpática visita. Creo que la entrada costaba 150 pesos (3,5€) y con ella se podían visitar las nueve colecciones que conforman el museo, que están repartidas por todo el casco viejo.

En la realidad, algunas estaban cerradas (el museo del azulejo, el espacio del telégrafo y los espacios indígena y paleontológico) por lo que solo visitamos cinco: el espacio del Dr. Bautista Rebuffo, el espacio portugués, la vivienda portuguesa, el archivo histórico y el espacio español, posiblemente la mejor colección de todas (también en otro edificio) y donde se explica perfectamente la historia de la ciudad y sus antecedentes, así como ver modelos de navíos y pequeños objetos antiguos.

También se puede acceder (suele estar abierta) a la Basílica del Santísimo Sacramento, templo antiguo pero no demasiado atractivo. El resto del día se nos fue en callejear, entrar a los pequeños comercios que venden un poco de todo (aparte de recuerdos) y en hablar con las amables gentes de esta localidad venida a menos, ya que los buenos años del turismo fueron a mediados del siglo pasado. Un poco cansados ya de tanta carne, nos apeteció cambiar el menú y nos sentamos a comer una enorme pizza en Archie’s, agradable y limpio restaurante, decorado con estética yankee, donde estuvimos muy a gusto y comimos por poco más de 20€. Nos acercamos luego hasta la Plaza 25 de agosto (a partir de aquí empieza la ciudad nueva) y el muelle de yates (cerrado), desde donde el Río de la Plata se veía enorme.

Seguimos caminando por la costa y disfrutamos de un atardecer magnífico en ocres y nacarados, para terminar el paseo (y aunque había heladerías y cafeterías abiertas, no había un alma por las calles) en el faro (que todavía funciona con sus potentes luces) y de ahí, en pocos minutos al hotel.

Una visita que no estuvo mal, para disfrutar de la total tranquilidad de este antiguo enclave colonial y quitarnos el mal sabor de boca de una capital, Montevideo, ajada, sucia y poco atractiva, que al menos nos devolvería de nuevo a Argentina habiendo conocido otra faceta de un Uruguay más rural, amable y pintoresco.[/align]