Nos levantamos y recogido el equipaje, bajamos los 3 malditos pisos para desayunar en aquel oscuro y casi lúgubre comedor, donde, siendo las siete, no había nadie. Calentamos el café y nos apañamos con aquel remedo de desayuno que el recepcionista nos dejó preparado en el frigorífico. Terminado éste, subimos a por los equipajes y, siendo las siete y media, cuando estábamos a punto de salir, se abrió la puerta y apareció el empleado del hotel. Nos despedimos y tiramos de nuevo de maletas hasta la terminal del ferri, a unos 350 m de donde estábamos. A las 07:45 ya estábamos enseñando nuestros billetes al personal de la naviera Colonia Exprés, cuyo barco salía a las 08:30 hacia Buenos Aires.
Esta vez fue todo mucho más rápido y sencillo, ya que seríamos solo un centenar de pasajeros. Por ello el ferri era mucho más pequeño (más parecido a un «bateau-mouche» del Sena que al monstruo que nos trajo). Un asistente no colocó el equipaje en los nichos habilitados para ello y nos sentamos bastante delante, en las ventanillas de babor, coincidiendo con un señor en la fila de 3 asientos. A la hora, aquello se pudo en marcha y nos adentramos en el Río de la Plata. Hay unos 50 km desde Colonia a Buenos Aires, por lo que a las 10 y poco estábamos atracando en la terminal que esta otra compañía tiene en Puerto Madero.
Descendimos y aprovechando el wifi de la terminal nos enteramos de la malísima noticia a que hice referencia al inicio de mi relato: un familiar directo estaba ingresado en un hospital de su ciudad de residencia en España con pronóstico grave.
Lógicamente ante tal aviso se te cae el mundo a los pies y lanzas mil preguntas entre agobios y angustias. Aunque teníamos previsto pasar 5 días en la capital (hasta las 21:00 del sábado) con sus correspondientes visitas y excursiones, nos planteamos por primera vez la opción de volver a España cuanto antes.
Pero había que ser realistas. Ahora estábamos en una terminal de ferri, ligados al mundo con un wifi temporal y cargados con el equipaje. Optamos por llegar al apartamento que teníamos reservado y desde allí, a la vista de cómo se desarrollasen los acontecimientos, obrar en consecuencia, aunque el espíritu viajero había caído a un nivel ínfimo.
Tomamos un taxi de los que allí están en cola (cuyo precio acordamos previamente: 4.000 pesos) que nos llevó en veinte minutos hasta el referido alojamiento, ubicado en un edificio nuevo en el cruce de la calle San Juan y la Avenida 9 de julio (por donde pasan muchos autobuses urbanos). Allí esperamos (poco) a que apareciera nuestro contacto, quien nos acompañó al sexto piso donde entramos y nos explicó lo habitual cuando recibes las llaves. Le pagamos los 78.000 pesos (uso 78€) que nos costaban los 5 días de la estancia, si bien le advertimos que igual teníamos que salir antes de tiempo, de lo que, llegado el caso, le avisaríamos.
El apartamento estaba nuevo y tenía un salón con un cómodo sofá, grandes ventanales (con estores opacos) con buenas vistas, TV (Netflix pero no canales de noticias), wifi potente (pero que si poníamos la antena de la TV a los canales de noticias, se perdía, así que optamos por quedarnos con el wifi seguro). A la izquierda estaba la cocina, bien de electrodomésticos y también casi nueva. Un baño grande, con piezas de diseño y nuevas, pero con una ducha inexplicablemente pequeña (un plato cuadrado con cortinas) aunque bien de agua y de toallas. Y una cama grande (todo en la misma estancia, como en un loft) bien de colchón y sábanas y con mesillas y armario. Nivel de limpieza alto y sin ruidos del exterior por los gruesos cristales.
Justo debajo había un supermercado Día bastante completo y con horario de 8 a 22, la ya mencionada boca de metro y en las calles adyacentes, además de la UAI (Universidad Abierta Iberoamericana), todo tipo de comercios y tiendas (incluso un Carrefour Exprés). Además, estábamos a poco más de kilómetro y medio de la Plaza de Mayo y a unos dos del Obelisco, es decir, relativamente céntricos, siendo San Telmo un barrio totalmente normal y que no se veía inseguro.
Acordamos, mientras llegaban nuevas noticias desde España, seguir en lo posible con lo planificado (aunque las mentes no estaban para casi nada) y, así, bajamos a comprar un mínimo de alimentos y bebidas para las cenas y los desayunos.
Después, encaminamos nuestros pasos hacia el centro de la ciudad, subiendo por la calle Defensa, que nos llevó, entre tiendas de antigüedades, hasta la plazoleta Dorrego y el Mercado de San Telmo, donde siendo la hora adecuada, nos sentamos a comer en el restaurante De Lucía, cuyo propietario es un fanático del guitarrista español Paco de Lucía y que nos ofreció una mesa en un recinto acristalado donde comimos más que bien y por unos 26€. Aquel recinto nos ocupó un buen rato más, primero porque es un conglomerado de tiendas de todo tipo (especialmente artesanía y antigüedades) y segundo, porque fuera estaba lloviendo.
[align=center]RTE "DE LUCÍA" - BUENOS AIRES
Esta vez fue todo mucho más rápido y sencillo, ya que seríamos solo un centenar de pasajeros. Por ello el ferri era mucho más pequeño (más parecido a un «bateau-mouche» del Sena que al monstruo que nos trajo). Un asistente no colocó el equipaje en los nichos habilitados para ello y nos sentamos bastante delante, en las ventanillas de babor, coincidiendo con un señor en la fila de 3 asientos. A la hora, aquello se pudo en marcha y nos adentramos en el Río de la Plata. Hay unos 50 km desde Colonia a Buenos Aires, por lo que a las 10 y poco estábamos atracando en la terminal que esta otra compañía tiene en Puerto Madero.
Descendimos y aprovechando el wifi de la terminal nos enteramos de la malísima noticia a que hice referencia al inicio de mi relato: un familiar directo estaba ingresado en un hospital de su ciudad de residencia en España con pronóstico grave.
Lógicamente ante tal aviso se te cae el mundo a los pies y lanzas mil preguntas entre agobios y angustias. Aunque teníamos previsto pasar 5 días en la capital (hasta las 21:00 del sábado) con sus correspondientes visitas y excursiones, nos planteamos por primera vez la opción de volver a España cuanto antes.
Pero había que ser realistas. Ahora estábamos en una terminal de ferri, ligados al mundo con un wifi temporal y cargados con el equipaje. Optamos por llegar al apartamento que teníamos reservado y desde allí, a la vista de cómo se desarrollasen los acontecimientos, obrar en consecuencia, aunque el espíritu viajero había caído a un nivel ínfimo.
Tomamos un taxi de los que allí están en cola (cuyo precio acordamos previamente: 4.000 pesos) que nos llevó en veinte minutos hasta el referido alojamiento, ubicado en un edificio nuevo en el cruce de la calle San Juan y la Avenida 9 de julio (por donde pasan muchos autobuses urbanos). Allí esperamos (poco) a que apareciera nuestro contacto, quien nos acompañó al sexto piso donde entramos y nos explicó lo habitual cuando recibes las llaves. Le pagamos los 78.000 pesos (uso 78€) que nos costaban los 5 días de la estancia, si bien le advertimos que igual teníamos que salir antes de tiempo, de lo que, llegado el caso, le avisaríamos.
El apartamento estaba nuevo y tenía un salón con un cómodo sofá, grandes ventanales (con estores opacos) con buenas vistas, TV (Netflix pero no canales de noticias), wifi potente (pero que si poníamos la antena de la TV a los canales de noticias, se perdía, así que optamos por quedarnos con el wifi seguro). A la izquierda estaba la cocina, bien de electrodomésticos y también casi nueva. Un baño grande, con piezas de diseño y nuevas, pero con una ducha inexplicablemente pequeña (un plato cuadrado con cortinas) aunque bien de agua y de toallas. Y una cama grande (todo en la misma estancia, como en un loft) bien de colchón y sábanas y con mesillas y armario. Nivel de limpieza alto y sin ruidos del exterior por los gruesos cristales.
Justo debajo había un supermercado Día bastante completo y con horario de 8 a 22, la ya mencionada boca de metro y en las calles adyacentes, además de la UAI (Universidad Abierta Iberoamericana), todo tipo de comercios y tiendas (incluso un Carrefour Exprés). Además, estábamos a poco más de kilómetro y medio de la Plaza de Mayo y a unos dos del Obelisco, es decir, relativamente céntricos, siendo San Telmo un barrio totalmente normal y que no se veía inseguro.
Acordamos, mientras llegaban nuevas noticias desde España, seguir en lo posible con lo planificado (aunque las mentes no estaban para casi nada) y, así, bajamos a comprar un mínimo de alimentos y bebidas para las cenas y los desayunos.
Después, encaminamos nuestros pasos hacia el centro de la ciudad, subiendo por la calle Defensa, que nos llevó, entre tiendas de antigüedades, hasta la plazoleta Dorrego y el Mercado de San Telmo, donde siendo la hora adecuada, nos sentamos a comer en el restaurante De Lucía, cuyo propietario es un fanático del guitarrista español Paco de Lucía y que nos ofreció una mesa en un recinto acristalado donde comimos más que bien y por unos 26€. Aquel recinto nos ocupó un buen rato más, primero porque es un conglomerado de tiendas de todo tipo (especialmente artesanía y antigüedades) y segundo, porque fuera estaba lloviendo.


Escampada la lluvia seguimos calle arriba hasta el Zanjón de Granados, donde reservamos plaza para la visita guiada de mañana (incluyendo la Casa Mínima que está al lado) y fuimos descubriendo otros puntos de interés, como en el siguiente cruce (calle Chile) el famoso banco de Mafalda, donde había cola (no mucha, porque seguía amenazando lluvia) para hacerse fotos. Unas calles más arriba llegamos al cruce con la Avenida Belgrano, donde abre sus puertas la impresionante Basílica del Convento de Santo Domingo, de visita obligada, y que en su entrada acoge el mausoleo del Almirante Manuel Belgrano.


Al llegar a la plaza de los Héroes de las Malvinas, giramos a la izquierda para visitar la Librería de Ávila, una de las mas antiguas de la ciudad, donde se respira el polvo de miles de libros y un ambiente de cultura vieja y apagada. Al lado, se alza el imponente edificio del Colegio Nacional de Buenos Aires, complejo académico que en su día fue de los jesuitas y que hoy es un instituto de segunda enseñanza. Volvió a llover así que nos resguardamos en el cercano Complejo Histórico Cultural Manzana de las Luces, un conjunto de edificios y naves dedicados a la cultura, a las artes y con colecciones museísticas y hallazgos arqueológicos que igualmente es aconsejable visitar.


Terminada esta visita y viendo lo avanzado de la hora, pasamos de nuevo por la Plaza de Mayo (viendo los majestuosos edificios que la rodean: bancos, ministerios, hoteles…) y tras un buen rato delante de la Casa Rosada y de la Catedral, tomamos el subte que nos llevó en media docena de paradas y un cambio de línea, hasta nuestro apartamento, donde al salir, vimos que volvía a llover.
Hay que señalar que subir al autobús o al metro puede parecer fácil. Nada más lejos de la realidad. No puedes pagar en efectivo los 80 pesitos que cuesta el trayecto, sino que necesitas tener la tarjeta SUBE. Teóricamente la puedes comprar en cualquier parada de subte (no en los autobuses) por 600 pesos, le cargas la cantidad que quieras (con 2.000 pesos sobra) y ya puedes pagar en los tornos del metro y en las máquinas de los buses (la tarjeta vale para dos personas). Pero eso es la teoría. Lo cierto es que en casi ninguna estación de metro «quedan» tarjetas. Entonces te dicen el empleado que en las oficinas de loterías o en los comercios la puedes comprar. Falso, en diez sitios que preguntamos solo nos la vendían en uno y no por 600 pesos, sino por 2.500 (de acuerdo, solo son 2,5€, pero me toca las narices este mercadeo-chantaje abusivo). Por fin conseguimos comprar la nuestra (que guardo celosamente por si volvemos) en la estación de metro de Independencia (una de las más grandes) donde la compramos a su precio y le cargamos esos 2.000 pesos, que resultaron más que suficientes para el uso que le dimos.
En cuanto tuvimos wifi conectamos con España para ver las noticias sobre el estado de salud de nuestro familiar. De momento, todo seguía igual. Bueno, pues planificamos las visitas para mañana miércoles, salvo cambios y nos preparamos algo de cena. Afuera, la lluvia no paraba.
En previsión de lo que lo necesitásemos, intenté contactar con Chapka, la compañía de nuestro seguro de viaje, y al no conseguirlo por teléfono, me bajé su aplicación y por medio de esta APP mandé un mensaje preguntando el procedimiento para programar un regreso anticipado a España por enfermedad (o en su caso, fallecimiento) de un familiar en segundo grado. En previsión de que esta APP no funcionase bien, mandé igualmente un correo electrónico a Chapka.[/align]