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Este día comenzamos yendo en metro desde nuestro alojamiento, en Queens, hasta Coney Island. Fue muy curioso ver la zona temprano por la mañana y en temporada baja, ni siquiera el parque de atracciones estaba abierto. Dimos un paseo por la playa, estuvimos viendo a los pescadores (¡y presenciamos una captura!) y comimos un perrito en Nathan's (que no estaba nada mal). Sólo metimos los pies, pero no estaba taan fría. Eso sí, la calidad del agua no sé la que sería y el pescado que comió el señor, yo prefiero no haberlo probado.
Al subir, salimos del metro en Prospect Park para dar un paseo por este grande y bonito parque de Brooklyn, pues también nos apetecía visitar algún punto menos conocido. Sin darnos cuenta, cuando cogimos de nuevo el metro en Grand Army Plaza, habíamos pasado allí más de una hora...
Es verdad que Prospect Park es bastante grande, pero no entraba en nuestros planes pasar tanto tiempo allí, sobre todo porque habíamos decidido subir al T.O.R. esa tarde para ver allí el atardecer; así que, como gracias a este foro teníamos mucha información, trazamos un plan alternativo a lo que teníamos previsto: cogeríamos el ferry para probar otro transporte de Nueva York y así hacer un pequeño tour hasta Roosevelt Island.
Embarcamos en el Pier 11 de Manhattan y fue una chulada pasar por debajo de los puentes de Brooklyn, Manhattan, Williamsburg y Queensboro. También desde el ferry vimos el famoso cartel de Pepsi Cola.
En Roosevelt Island hay un campus y coincidimos con la salida, por lo que estaba animado. No la recorrimos entera porque teníamos que llegar al T.O.R. a ver el atardecer, pero recorrimos desde el muelle del ferry hasta el extremo sur, es decir, el Parque Franklin D. Roosevelt Four Freedoms, donde había hasta tumbonas para disfrutar del solecito. Nos terminamos los pretzel comprados el día anterior, en el mercado de productores de Union Square, ahí sentados y volvimos para coger el telecabina de vuelta a Manhattan (¡otro transporte más probado!), pasando por el Smallpox Memorial Hospital.
Iba avanzando la tarde bajamos hacia el Rockefeller Center, por la 5ª Avenida, con la Catedral de San Patricio y el Radio City Music Hall al lado. Y ya, por fin, llegó nuestro turno para subir. Y fue grandioso. No pensábamos estar tanto y estuvimos horas cambiando de una esquina a otra y de una terraza a otra. Otro atardecer memorable. Y fue un gran acierto, porque al día siguiente amaneció nublado, por lo que el atardecer no fue lo mismo, por lo que ese día cerramos nuestra serie de atardeceres míticos en Nueva York: en The Battery, en la 6ª Avenida (desde Byant Park con el sol colándose entre las calles perpendiculares y reflejado en las fachadas de cristal de los rascacielos), en D.U.M.B.O. con el Puente de Brooklyn y en lo alto del Top of the Rock.
Y qué decir, si es que una foro vale más que mil palabras:
Al lado de Central Park, casi en línea recta está el Empire State, se ve el East River, aún mejor el Hudson y, aunque es verdad que es el que peor se ve, el Chrysler también se pilla desde algún punto... Encima, una vez cae la noche, la mayoría de la gente se va al poco y ya nos movimos a nuestro antojo (porque en el momento álgido no cabía ni un alfiler).
Y después de esto, nos volvimos al hotel, puesto que habíamos cogido a propósito una habitación con microondas para desayunar y cenar allí y así, abaratar un poco.
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