Para comer, fuimos hasta la calle Galera, una zona donde hay muchas tabernas y restaurantes. Sin embargo, cometimos la torpeza de no investigar primero ni reservar previamente, así que cuando llegamos estaba todo a tope. Y las terrazas exteriores tampoco eran una opción apetecible por culpa del sol y el calor. Según nos comentaron, era el día más caluroso en lo que iba de verano.
Caminando por el centro de A Coruña.


Al fin, vimos que se quedaba una mesa libre en un restaurante que anunciaba platos y menús interesantes. Fue un error clamoroso. Una vez dentro, ya con las bebidas servidas, no tenían nada de lo que anunciaban, dándonos solo una o dos alternativas siempre más caras (yo quería codillo y me ofrecieron entrecot, por ejemplo). Transigimos por no levantarnos y empezar a buscar de nuevo. Aun así, lo peor no fue el precio ni tener que tomar lo que no nos apetecía, sino el pésimo servicio en un comedor saturado: no nos trajeron el pan, se equivocaron en el entrante y en el postre… Un despropósito para olvidar. Eso sí, el segundo en tres días.
Paseo por el casco histórico de A Coruña.
Aunque hacía mucho calor, decidí dar una vuelta por la Cidade Vella (ciudad vieja), que se articula en torno a la Plaza de María Pita, en cuyo centro hay una estatua dedicada a la heroína local, que en 1589 luchó en defensa de la ciudad contra la armada inglesa dirigida por Fracis Drake. La Plaza está rodeada por casas porticadas con hermosas galerías. Además, está presidida por el Ayuntamiento, un magnífico edificio modernista, construido entre 1908 y 1912. Casi tuve que hacer malabares para hacer alguna foto decente porque, además de los reflejos del sol, se estaban instalando carpas para las festividades locales.



Por un lateral del Ayuntamiento, subí hasta la Plaza del Marqués de San Martín, desde la que tuve una buena perspectiva de la Iglesia de San Xurxo, del siglo XVIII y estilo barroco. Lamentablemente, estaba cerrada, igual que todas las que vi después. Asignatura pendiente para otra vez. Muy cerca, en la parte posterior, está el Mercado de San Agustín.

A la izquierda de la Plaza, mirando hacia el Ayuntamiento, salen un entramado de calles tradicionales, más anchas las longitudinales y muy estrechas las trasversales, con multitud de comercios, bares y restaurantes, que conforman el antiguo Barrio de la Pescadería. Resultan muy fotogénicas las casas con esas galerías de madera pintadas de blanco y acristaladas que siempre me han llamado mucho la atención.

Entre las calles, destaca la Rúa Real, la que tiene más sabor comercial y cuyo origen se remonta a la época romana. Cuenta con varios edificios históricos, como el Café Moderno y la Farmacia Villar, la más antigua de Galicia.

Pero hablando de galerías acristaladas, las más famosas de A Coruña son, sin duda, las de la Avenida de la Marina, junto a la Dársena y el puerto.




Volví a la Plaza de María Pita y salí hacia el lado contrario, por la calle Marqués de Cerralbo, que me introdujo en el meollo del casco viejo, muy adornado con banderolas y estandartes por las fiestas que estaban a punto de empezar y que suponían un plus para las fotos por el colorido que aportaban a las callejuelas y a las fachadas de las casas.



Metiéndome por aquí y por allá, llegué a la arbolada Plaza del General Azcárraga, punto de reunión típico de los coruñeses. Sin embargo, apenas me entretuve allí, pues estaban instalando las casetas para la feria y había un sinfín de andamios y parapetos que casi impedían moverse. En el centro, la Fuente del Deseo que fue fundida en los talleres Dungem de París en 1870.

Muy cerca, está la Iglesia de Santiago, de estilo románico, la más antigua de la ciudad, ya que su origen se remonta al siglo XII. Este templo también es famoso por ser el inicio de la variante del Camino Inglés de Santiago que parte de A Coruña. En los alrededores, está la casa natal de Emilia Pardo Bazán, sede actual de la Real Academia Galega. En las inmediaciones, se halla la Plaza de la Constitución, con una fuente y dos edificios destacados, la Capitanía General y la Casa de las Enredaderas.
Entorno de la iglesia de Santiago y Pazo de Cornide.




Callejeando, salí junto al Pazo de Cornide, que está frente a la Colegiata de Santa María del Campo, iglesia románica de los siglos XII y XIII, que cuenta con tres bellas portadas. También estaba cerrada.



Me pareció muy agradable la pequeña Plaza de Santa Bárbara, con el Convento de Clarisas. Muy cerca, me tomé unos minutos de relax en la ajardinada Plaza de Santo Domingo, con su fuente y sus banquitos bajo la sombra de los árboles y con vistas a la Iglesia y el Convento de Santo Domingo, cuyo su origen se remonta al siglo XII. Fue reconstruido en el siglo XVII en estilo barroco, si bien sería a finales del siglo XVIII cuando adquirió su aspecto actual.


A continuación, pasé por la puerta del Museo Histórico Militar. Leí después que es gratuito y muy interesante. De haberlo sabido, hubiera entrado a echar un vistazo. Iba en busca de los Jardines de San Carlos, que se hallan en un antiguo castillo defensivo del siglo XIV, donde también ese encuentra el mausoleo de Sir George Moore, el general inglés que murió defendiendo la ciudad del ataque de los franceses en 1809. En su lápida hay un poema que le dedicó Rosalía de Castro. También ofrecen buenas vistas hacia el Castillo de San Antón. Sin embargo, solo pude ver el exterior, ya que el acceso a los jardines estaba cerrado por obras de rehabilitación.


Ya bastante cansada de tanto caminar bajo el sol, me senté en una cafetería a tomar un granizado. Luego, volví tranquilamente al hotel para descansar un rato, aprovechando para conocer algunas de las zonas céntricas pero más modernas de A Coruña mientras recorría la estrecha franja que separa la Ensenada de Orzán del Puerto.


De paso por los bonitos Jardines de Méndez Núñez, vi, entre otros, el Monumento a Curros Enríquez y los edificios modernistas del Kiosko de Alfonso y La Terraza. Enfrente, cruzando la calle Cantón Grande, se encuentra el Obelisco, columna construida en 1895 al estilo egipcio, coronada por un reloj, y que se ha convertido en punto de encuentro y símbolo de la ciudad. Muy curioso.

Al salir a la Playa de Riazor me fijé con asombro en la enorme cantidad de gente allí congregada. Pero, aunque lo parecía, no estaba en Benidorm sino en A Coruña
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Monte de San Pedro.
Más tarde, cuando pasó un poco la canícula, salimos a dar un paseo, en esta ocasión hacia el Monte de San Pedro, que nos quedaba a unos veinte minutos caminando desde el hotel. Los carteles todavía anuncian el ascensor panorámico (un funicular en forma de bola totalmente acristalada) que asciende hasta la colina desde el Paseo Marítimo. No es cierto, ya no funciona. La estructura sigue allí, pero abandonada a su suerte. Supongo que fracasó económicamente, al igual que parte de la infraestructura turística situada arriba y que veríamos después.


Tras hacer una foto al simpático "banco del pulpo”, iniciamos la subida a pie por uno de los senderos que conducen al parque del Monte San Pedro. No es muy larga, pero tiene bastante pendiente en algunos puntos. Al principio, el jardín parece estar algo descuidado, con abundante maleza. El panorama cambia ya en el aparcamiento, pues al traspasar la verja todo está verde y muy cuidado. Sí, sí: se puede llegar en coche, lo que explica el fracaso del ascensor. ¿Para qué gastarte una “pasta” para subir en un funicular a un lugar al que se puede ir gratis y cómodamente en coche o, incluso, caminando? Además, la tarifa no era barata, precisamente. El parque se cierra por la noche, así que mejor comprobar antes el horario, que varía según la época del año.

Según parece la previsión era hacer aquí un parque muy ambicioso, con todo tipo de instalaciones para mayores y pequeños, incluyendo juegos infantiles, un enorme restaurante, zona deportiva, miradores y museos. Ahora, unas partes se mantienen y otras, no. Están cerrados el ascensor, el restaurante y el sorprendente edificio de la Cúpula Atlántica, cuyo propósito inicial desconozco. Se mantienen, sin embargo, la zona de juegos infantiles, que incluyen un laberinto. También hay varias baterías y cañones procedentes de la Fábrica de Barrow-in-Furness, en Inglaterra, y que fueron trasladadas por mar a La Coruñá en 1929 para su instalación en el antiguo baluarte militar de Monte San Pedro. Son enormes y solo han realizado 19 disparos, el último en octubre de 1977.

En cualquier caso, lo más interesante de este rincón poco conocido por los turistas que acuden a la capital coruñesa son sus fantásticas vistas panorámicas que alcanzan prácticamente a toda la ciudad y sus alrededores, y que al atardecer alcanzan su mejor versión con la Torre de Hércules de estrella indiscutible.

Lástima que el perfil de las casas que se asoman al mar por el lado opuesto no sea demasiado fotogénico, al menos en mi opinión.

Volvimos caminando al hotel. Después de un día tan movido, no nos apetecía regresar al centro y nos quedamos a cenar en la terraza de... un restaurante italiano. Se había levantado una brisa bastante fresca y, al ponerse el sol, la temperatura (32 grados en el centro del día) había bajado hasta los 20. Perfecto. Al fin, tenían lo que ofrecían en la carta y pudimos cenar a satisfacción y con buen precio: pasta con tinta de calamar y ensalada de pasta marinera.

A Coruña de noche.
El día siguiente lo pasamos de excursión fuera de A Coruña, pero al regresar, por la noche, volvimos al centro para cenar. Así que, para no dispersar la información, lo cuento en esta etapa.

Habíamos comido bien y no teníamos mucha hambre, así que tomamos unas tapas en una terraza de la Plaza de María Pita, donde se estaba divinamente, pues soplaba una brisa muy fresquita después de otra jornada con sol y mucho calor.

Después, dimos una vuelta por el casco viejo y aproveché para tomar algunas fotos nocturnas de lugares en los que ha habíamos estado el día anterior.


No es que me queden muy bien las fotos de noche, pero me gustó captar la luz del faro más antiguo que continúa funcionando en la actualidad.

Como resumen, decir que lo pasamos bien en A Coruña y nos gustó la ciudad y su ambiente, aunque nos faltaron muchas cosas por ver, pues en un día no se puede abarcar todo. En cualquier caso, quedamos satisfechos. En otra ocasión, veremos más.
Te mando estrellitas. Abrazos.