Estuvimos en Lugo hace casi cuarenta años, durante nuestra primera visita a Galicia. Tras una semana en las Rías Bajas, nos dirigíamos hacia Asturias para pasar la segunda semana de nuestras vacaciones de verano. En una ruta demencial que duró dieciséis horas desde Sanxenxo a Luanco (¡menudas carreteritas las de entonces…!), hicimos un alto en Lugo para conocer su muralla, donde tengo una foto. Del resto no recordaba prácticamente nada; bueno, sí, que compré en una tienda de recuerdos un juego de jarra y tazones para el ribeiro con sus correspondientes dibujitos folclóricos. Todavía lo tengo.
.Foto vintage.
Circulando por la A-8, se volvió a operar la operación Dr. Jekyll y Mr. Hyde de la climatología gallega y en cuestión de tres minutos pasamos de la niebla y la lluvia de Mondoñedo a un sol espléndido, que anticipaba bastante calor en la capital lucense, adonde llegamos bien pasadas las ocho y media de la tarde.
Nos alojamos en el Hotel Méndez Núñez, de cuatro estrellas, fenomenalmente situado en pleno centro, junto a la Playa Mayor. Nos costó 70 euros (sin desayuno). Como solemos hacer en estos casos, aparcamos el coche en la zona exterior de la muralla, en la Rúa de San Roque, en una zona libre de pago, apenas a siete minutos caminando del hotel, lo que no supone ningún inconveniente para nosotros, ya que dejamos la maleta en el coche y solo llevamos una bolsa con las cosas de aseo y la ropa estrictamente necesaria. Nos proporcionaron una habitación en la cuarta planta con unas vistas traseras pero muy curiosas, que alcanzaron un plus con la puesta de sol mucho más resultona en directo que en foto. Había hecho bastante calor y se notaba, algo que arregló enseguida el aire acondicionado.
Lugo es la ciudad gallega más antigua, ya que fue fundada en el año 25 a.C. por Paulo Fabio Máximo en las proximidades de un castro con el nombre de Lucus Augusti. En la actualidad, su población casi alcanza los cien mil habitantes. Aparte de sus monumentos, destacan sus paisajes, por los que corre el río Miño y que forman parte de la Reserva de la Biosfera “Terras do Miño”. También riegan la ciudad otros dos ríos, el Fermedoira y el Mera, entorno a los cuales se han creado varios parques.
Lugo de noche.
Cuando salimos a tomar unas raciones para cenar, ya estaba anocheciendo. Y, nada más salir del hotel, nos encontramos con la fachada del edificio donde se ubica la Gran Farmacia Central.
Después, hicimos un pequeño recorrido por el centro, en un pequeño anticipo de lo que veríamos por la mañana. Y, de paso, aproveché para tomar algunas fotos nocturnas, de las que pongo un pequeño resumen.[/align]
Aunque había gente por las calles, tampoco vimos demasiado ambiente. Pero eso no nos importaba en absoluto. Me gustó la iluminación de las Murallas, si bien me sorprendió la falta de luz en la zona del ábside de la Catedral y su torre posterior. En cambio, el Pazo Episcopal sí estaba iluminado.
Última mañana de las vacaciones.
La mañana amaneció brumosa, pero ya sabíamos que en un par de horas el cielo luciría despejado y el sol ayudaría a subir mucho –quizás demasiado- la temperatura. Después de desayunar café con churros en una cafetería de la Plaza Mayor, fuimos cada uno a hacer nuestro particular visita de Lugo, aprovechando así la última mañana de nuestras vacaciones en Galicia.
Siguiendo el detallado mapa que me entregaron en el hotel, dividí mi itinerario en tres partes: perímetro interior y exterior de las murallas, casco viejo y paseo por el adarve.
Recorriendo las murallas.
La muralla romana fue construida entre los años 260 y 310, y conserva todo su perímetro de 2.140 metros. Subsisten 71 de las 86 torres que llegó a tener, 60 de planta circular y 11, cuadrangulares. Se supone que estaban coronadas por dos torres con ventanas, ya que todavía permanecen en el cubo de A Mosqueira.
En principio, constaba de cinco puertas de acceso que se corresponden con las actuales Porta de San Pedro, Porta Nova, Porta de Santiago, Porta Miña y Porta Falsa, aunque solo las dos últimas mantienen la estructura original, si bien fueron modificadas posteriormente. Entre 1853 y 1921 se abrieron otras cinco debido a la expansión de la ciudad. De las 10 puertas, seis son peatonales y cuatro permiten el tráfico rodado; algunas son monumentales y otras meros arcos en unos muros que tienen una anchura de más de cuatro metros, aunque alcanzan los siete en ciertos tramos. Fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el año 2000.
Como punto de inicio, elegí la espectacular Puerta de San Pedro, que nos había recibido a nuestra llegada de camino al hotel. Fue remodelada en 1781 y por ella entran los peregrinos del Camino de Santiago.
Caminando en sentido de las agujas del reloj, pasé por la Puerta de Campo Castelo (también llamada Porta de la Cárcel), enfrente de la cual, por el exterior, se encuentra la Plaza de la Constitución.
Tras descansar un ratito a la sombra de un árbol en la plaza anterior, continué por la lPuerta del Obispo Aguirre (1894) y la Puerta de Santiago, desde la que se tiene una vista completa de la fachada principal de la Catedral, que es neoclásica, del siglo XVII.
La Porta Miña o Porta do Carmen, que es la más antigua y la que menos modificaciones ha sufrido. Tiene bóveda de cañón, está flanqueada por dos torres y posee un recinto para cuerpo de guardia que se utilizó como capilla hasta el siglo XIX. Enfrente, se halla la Capilla del Carmen, del siglo XVIII y estilo barroco. Se hallaba en restauración, con toldos y andamios; así que no le hice fotos.
Seguí hacia la Porta do Obispo Odario (1921) y la Porta Nova (1900), muy cerca de las cuales se encuentra la Capilla de Santa María, junto al edificio del antiguo hospital.
Un poco más adelante, llegué al edificio donde se halla el colosal graffiti de Julio César, obra de Diego As, que fue elegido mejor mural urbano del mundo en el año 2021. Muy llamativos sus tonos grises. Merece la pena verlo.
Seguí rodeando la muralla y en esta zona afronté una empinada cuesta hacia abajo, donde algunas casas llamaron la atención de mi cámara de fotos.
Más tarde, pasé sucesivamente por la Porta de San Fernando (1853), la Porta Falsa y la Porta da Estación -no tengo foto-, (1875) antes de llegar nuevamente a la Porta de San Pedro, donde había comenzado un recorrido que me resultó bastante interesante. Todo el perímetro está ajardinado.
Tras dar toda la vuelta por el exterior de la muralla, me dispuse a recorrer el interior, parte del cual ya había visitado la tarde y la noche anterior. Igualmente me apetecía divisar las panorámicas de la ciudad desde el adarve de la muralla. Pero eso lo cuento en la etapa siguiente.