De San Quirico d’Orcia sale la carretera SS-2 en dirección a nuestro primer destino del día, Bagno Vignoni. Es un pequeño núcleo rural que ya lo explotaron Etruscos y Romanos en su momento, dado que de allí manan diversos manantiales de agua caliente, y donde, en la actualidad, se concentran varios Centros Termales de cierto nivel, por lo que nos pareció observar. Pero lo bonito del lugar es la antigua balsa donde los habitantes y turistas tomaban las aguas. Existen varios restaurantes alrededor de la piscina. En un paseo de una hora puedes ver lo esencial. Es una parada muy agradable y te viene de camino si vas a las Termas de San Filippo.
Poco después llegamos al aparcamiento de las Termas de San Filippo. Es zona azul. No era tarde, sobre las 11 horas de la mañana. Se trata de unas termas en plena naturaleza, no hay vestuarios, ni WC, ni ningún otro servicio, solo el aparcamiento. Si llevas el bañador puesto, bien, si no te cambias allí mismo o en el coche; eso sí, usa unas cangrejeras para no resbalar. Y al agua, que está calentita!!. También le llaman al lugar la Balena Bianca por motivos evidentes. Cuando llegamos había muy poca gente, dado que era febrero, y la temperatura exterior era de unos 10 grados centígrados. Una vez dentro del agua no sientes el frio. Eso sí, al tratarse de unas termas de origen calcáreo, sales bastante blanco del lugar, y no hay duchas ni nada que se le parezca
. Seguimos adentrándonos en la Toscana profunda para poder visitar los pueblos de Sorano, Sovana y Pitigliano. Este trio de pueblos no te los puedes perder. El paisaje cambia. Ya no hay suaves lomas adornadas por esbeltos cipreses. Aquí el paisaje es más agreste, pero no por ello menos encantador.
Llegamos a Sorano sobre las 13 horas. Aparcamos el coche y nos adentramos en el pueblo.
Llegamos a Sorano sobre las 13 horas. Aparcamos el coche y nos adentramos en el pueblo.
Como los italianos comen pronto nos dirigimos al restaurante que había leído que recomendaba algún forero: La Osteria del Borgo. Pues ya os lo podéis imaginar: cerrado. Y sin más dilaciones nos dirigimos al primer restaurante que vimos al entrar al pueblo: pizzeria Il Buongustaio. Hacen también comida para llevar, pero como había mesas libres nos sentamos: ensalada caprese, tabla de embutidos, dos porciones de pizza, vino, grappa y café 36€ en total. Un regalo, porque comimos de categoría en un ambiente italiano cien por cien y con productos de calidad.
Ayudados por la grappa supongo, subimos a la a Fortezza Orsini, desde donde se puede contemplar unas vistas extraordinarias del Sorano y alrededores. El primer pueblo de la trilogía, de momento, un 10.
Después de un buen paseo para quemar calorías, nos fuimos en dirección a Pitigliano donde dormiríamos esta noche. Si durante el día de hoy ha sido toda una maravilla, pues aún queda lo mejor. Reservamos una noche en el agriturismo Locanda Pantanello. Este agroturismo se encuentra situado a las afueras de Pitigliano, ya que habíamos leído que había problemas de aparcamiento en el pueblo y la oferta hotelera se encontraban, en su gran mayoría, escondidos entre sus estrechas calles. Por lo tanto, como Pitigliano lo íbamos a visitar al día siguiente, es por lo que decidimos reservar este lugar más accesible, aunque estuviera más alejado.
Se trata de una gran hacienda, con una pradera inmensa donde pastaban un par de caballos que al vernos se nos acercaron. También había ovejas, gallinas, patos.
Después de un buen paseo para quemar calorías, nos fuimos en dirección a Pitigliano donde dormiríamos esta noche. Si durante el día de hoy ha sido toda una maravilla, pues aún queda lo mejor. Reservamos una noche en el agriturismo Locanda Pantanello. Este agroturismo se encuentra situado a las afueras de Pitigliano, ya que habíamos leído que había problemas de aparcamiento en el pueblo y la oferta hotelera se encontraban, en su gran mayoría, escondidos entre sus estrechas calles. Por lo tanto, como Pitigliano lo íbamos a visitar al día siguiente, es por lo que decidimos reservar este lugar más accesible, aunque estuviera más alejado.
Se trata de una gran hacienda, con una pradera inmensa donde pastaban un par de caballos que al vernos se nos acercaron. También había ovejas, gallinas, patos.
Una vez allí, nos atendió Francesca, ya en la casona que hacía de hotel. Nos entregó las llaves de la habitación y nos dijo si queríamos cenar esa noche allí y desayunar al día siguiente, a lo que le dijimos que sí. 99€ alojamiento, y 80€ cena y desayuno para dos. Cena a las 19’30 horas. Como era pronto nos dimos un paseo por la hacienda, acariciamos a los caballos y vimos el resto de animales. Luego Francesca nos dijo si queríamos tomar algo en el interior, a lo que accedimos. Nos sentamos en un sofá junto a la chimenea y le pedimos dos copas de vino tinto. No sé si era por el entorno o qué, pero me supo a gloria.
Cuando se hizo la hora de cenar, no tuvimos más que levantarnos del sofá y acomodarnos en una mesa que ya estaba preparada para dos personas. Todo estaba colocado en la mesa con exquisito gusto. No había nadie más en la casa aparte de los padres de la anfitriona que ayudaban a Francesca en sus tareas.
Antipasti: crostini (una especie de montaditos), parpadelle de segundo y guiso de jabalí de tercero. Crema de Ricota de postre. Para beber una botella de vino blanco de la tierra que estaba muy correcto, pan y café. Bueno, no sé cómo contar la experiencia, pero ha sido de lo mejor que nos ha pasado estando de viaje (y no estándolo). Estaba todo buenísimo, y se notaba la mano de la gente que sabe cocinar.
Antipasti: crostini (una especie de montaditos), parpadelle de segundo y guiso de jabalí de tercero. Crema de Ricota de postre. Para beber una botella de vino blanco de la tierra que estaba muy correcto, pan y café. Bueno, no sé cómo contar la experiencia, pero ha sido de lo mejor que nos ha pasado estando de viaje (y no estándolo). Estaba todo buenísimo, y se notaba la mano de la gente que sabe cocinar.
El trato de Francesca y de sus padres merece mención aparte.[/align]