Para poder recorrer el extremo occidental de Noronha es necesario hacerlo mediante la reserva previa del sendero Capim-Açu y contratando un guía que te acompañe, lo que ya dije que hicimos el día de la llegada.
Este sendero es el más largo y exigente de todos los que se pueden hacer en la isla. Su dificultad estriba en que sus tres últimos kilómetros discurren sobre piedras basálticas pulidas y redondeadas por la acción del mar.
La noche anterior al día estipulado para hacerlo llovió y tronó sin parar, de tal manera que el guía consideró muy peligroso acometerlo y hubo que posponerlo a dos días después, o sea, el último entero que pasaríamos en la isla.
Aunque el día anterior a la excursión también llovió (el día del catamarán), por la tarde amainó y, finalmente, nos encontramos en el acceso a Golfinho Sancho, desde donde empezamos la caminata.
La primera parte del sendero discurre por el bosque primario, con una gran variedad de especies endémicas, de las que era buen conocedor el guía, que nos iba diciendo sus nombres y propiedades.
Al igual que en el sendero de Golfinho Sancho, aquí nos íbamos encontrando con cangrejos amarillos y rojos, mocós, el lagarto overo y sapos del tamaño de un melón. Entre las especies vegetales más curiosas se encontraba la “Burra Leitera”, un árbol que produce un látex caústico que quema la piel. Las burras leiteras próximas al sendero tenían un letrero advirtiendo de su peligro.

Desde el sendero principal se accede al Mirante VOR y, más adelante, un ramal se desvía hacia el Faro de la isla (trilha do Farol), cerca del cual están dos miradores más: Mirante Ponta do capim açu, el cual tiene una vista espectacular de la vegetación que cubre esta parte de la isla y Mirante Ponta Sapata, en la cual estuvimos en la navegación. En todos ellos da vértigo mirar hacia abajo.

Retornando al sendero principal, se inicia el descenso hacia la costa del Mar de Fora, al mismo tiempo que se va saliendo del bosque y se va teniendo vista de los acantilados de basalto. Este descenso, después de las lluvias pasadas era una pista de patinaje.
En este punto termina el sendero de Capim Açu, propiamente dicho, donde se encuentran unas pequeñas piscinas naturales, de agua salada, a resguardo del mar embravecido y en las que nos estuvimos bañando un rato antes de empezar la parte complicada de la excursión.
A unos cien metros de las piscinas está la Caverna de Capim Açu, horadada por las batidas del mar y que tiene salida a los dos lados del cabo que es el extremo suroeste de la isla. Tiene una bonita variedad de tonalidades verdes, negras y rojas, con las olas del mar entrando por el fondo.

Desde la caverna hasta la Praia do Leao quedaban aún tres kilómetros de caminata por la costa. Cuando tomas el camino, miras para el frente y ves mucha roca negra y una manchita anaranjada en la lejanía, que es la arena de la playa. La pregunta que te haces es “¿dónde está aquí el sendero?”, haciendo spoiler, la respuesta será “pues no hay sendero”.

El guía echó a andar a un ritmo de marcha militar y nosotros le seguíamos a alguna distancia, mirando continuamente al suelo para ver dónde pisabas y comprendiendo que las zapatillas de deporte que llevábamos no era el calzado adecuado para moverse por aquí.
Cuando llegábamos a un paso complicado, el guía se paraba, y nos echaba una mano no fuera a ser que termináramos despeñándonos. Después volvía a coger su ritmo y lo veíamos tomar unas decenas de metros de ventaja.
El propio guía nos había dicho un rato antes que, en el pequeño hospital de la isla sólo hay asistencia de ambulatorio y curas de urgencia y que para lo más grave era necesaria la evacuación al continente en un pequeño avión del que los había dotado el gobierno. Con esta idea en la cabeza, no sentías la tentación de intentar seguirle el ritmo.

Las segundas piscinas naturales, éstas más grandes que las primeras, están situadas como a propósito para hacer una parada que ya era más que merecida. Aquí estuvimos bañándonos otro rato entre pececillos de vivos colores azules y naranjas y con la vista de las olas saltando por encima de los bonitos estratos calcáreos que protegen a las piscinas.

Desde las piscinas a Pria do Leao queda aproximadamente un kilómetro, principalmente de cantos rodados muy pulidos, por los que se camina quizás con más dificultad que por el acantilado.
Despues de cuatro horas y media de dura caminata, en un día con mucho sol pero con un viento fresco que hacía la sensación térmica más baja, llegamos a la punta occidental de la Praia do Leao, en la que ya habíamos estado con anterioridad llegando por donde casi todo el mundo: por la carretera.
El guía nos indicó el único punto de esta playa seguro para el baño, justo en frente del Morro da Viúva, no sometido a las corrientes que hacen especialmente peligroso este litoral. Aquí nos dimos el tercer chapuzón de la jornada.
A esta playa, junto con la Praia de Sueste y al final de nuestra estancia en Noronha dedicaré la siguiente etapa de este diario.
En cuanto a la valoración de esta jornada de senderismo, me quedo con la parte que termina en la Caverna de Capim Açu. ¿El resto?, pues bueno...hecho está. Eso sí, las piscinas muy bonitas (pero podían estar un poco más accesibles).
Llegados al centro de recepción de este sector del parque, en la parte oriental de la playa, el guía se marchó en su moto que dejó allí aparcada antes de encontrarnos por la mañana y nosotros cogimos un taxí para irnos a Praía do Sancho a hacer el snorkel que ya he contado.