En los valles del Dordoña y el Vézère se ocultan numerosas cuevas y simas, todo un mundo subterráneo por descubrir, donde estalactitas, estalagmitas y otras formaciones han esculpido auténticas catedrales de piedra. Algunas de ellas son conocidas desde la antigüedad y albergan obras de arte rupestre de nuestros primeros antepasados, como en las cuevas de Lascaux y la Préhistorique des Merveilles. Otras son cuevas donde la reina es la Naturaleza y su obra realizada con esmero y paciencia durante millones de años. En general estas cuevas son muy visitadas y hay que reservar con antelación, lo que exige planificar con cuidado esta parte del viaje y elegir un día para la visita.
Nosotros nos decantamos por la Goufrre de Padirac, la sima más profunda de Francia. Esta formación geológica es espectacular y su visita es más que recomendable, además de por su belleza porque sirve también para cortar el ritmo que llevábamos los días anteriores visitando distintos tipos de pueblos. Quizá lo más llamativo de la visita es que parte de la cueva se recorre en barco, por un río subterráneo que permite admirar la Grande Pendeloque, ¡una estalactita de más de 60 metros de altura! Más de 130 años después de su primer descubrimiento, la sima acoge regularmente actos culturales: espectáculos de inmersión, veladas de exploradores... El Gouffre de Padirac abrió oficialmente su cueva al público el 10 de abril de 1899 y se conserva en excelentes condiciones y no ha cambiado desde entonces. En 1930 se construyó el edificio de recepción para una entrada del público adecuada y cómoda, y posteriormente se añadieron más facilidades como tiendas de recuerdos, restaurantes, parking, etc.


Sus dimensiones son extraordinarias: en primer lugar un pozo de 35 metros de diámetro y 103 metros de profundidad. El descenso se puede realizar mediante ascensor o escalera. En el fondo de la cavidad espera una red subterránea de nada menos que 42 km de longitud, aunque sólo se visita una pequeña parte. El recorrido se hace andando, y aunque no es especialmente complicado quizá no sea adecuado para las personas con problemas de movilidad, sobre todo el la entrada y salida de la cueva. Durante todo el camino vas contemplando las paredes, el techo... todo está muy bien iluminado para resaltar los puntos más interesantes, y al final llegas a un embarcadero donde te montas en una barca y recorres un pequeño tramo del río subterráneo. Cuando bajas de la barca continuas a pie por la cueva, llegando a las salas más impresionantes y dejando volar la imaginación.




A la vuelta se coge de nuevo la barca en sentido contrario y una cámara estratégicamente instalada hace una foto a los pasajeros que luego se puede comprar en la salida si se está interesado, que no fue nuestro caso. Hay que ir algo abrigado porque dentro de la cueva hace fresco, y sobre todo con calzado cómodo. En este caso los perros no están permitidos por lo que tuvimos que dejar al Starito toda la mañana en la residencia.
Al salir al exterior aprovechamos para comer en un restaurante cercano, "Au Xylocharme", en el propio pueblo de Padirac. El restaurante tiene buena nota en Google y buenas reseñas, así que allí que nos plantamos. Sirven comida francesa tradicional: paté, cassoulet, etc. Y la verdad es que comimos muy bien aunque no era nada barato.
De vuelta a Cahors hicimos una parada en el pueblo de Gramat. Esta parada no estaba planificada pero es un pueblo grande para lo que son los pueblos de esta zona y buscamos un sitio para tomar un café, y de paso unos pastelitos, y aprovechamos para dar una vuelta por el centro. Ya en Cahors y después de la siesta aprovechamos la tarde para realizar tareas mundanas que siempre hay que hacer, como buscar una lavandería con máquinas automáticas para lavar la ropa sucia acumulada, ir a repostar gasolina o comprar algunos recuerdos y comidas típicas en el Carrefour que habíamos visto en la entrada sur de Cahors.


