Roma ha sido siempre un destino pospuesto a lo largo de estos años. Siempre estará la ciudad eterna allí, decíamos. Y es que éste es uno de los lugares que merece recorrerse con tranquilidad y profusión por todo lo que tiene que ofrecer y eso sería solo posible con un viaje específico a la misma. Quien me iba a decir que después de tanto tiempo al final iba a pisar sus calles pero no con el tiempo necesario y sin quien habría sido acompañado cuando pronunciamos aquellas palabras... La vida sigue, la escala de crucero es lo que tiene y la compañía actual es grata, con eso hay que quedarse.
A la hora de afrontar el reto de la visita a Roma son muy ilustrativos los versos del poeta Rafael Alberti:
Trata de no mirar sus monumentos,
caminante, si a Roma te encaminas.
Abre cien ojos, clava cien retinas,
esclavo siempre de los pavimentos.
Trata de no mirar tantos portentos,
fuentes, palacios, cúpulas, ruinas,
pues hallarás mil muertes repentinas
—si vienes a mirar—, sin miramientos.
Mira a diestra, a siniestra, al vigilante,
párate al ¡alto!, avanza al ¡adelante!,
marcha en un hilo, el ánimo suspenso.
Si vivir quieres, vuélvete paloma;
si perecer, ven, caminante a Roma,
alma garaje, alma garaje inmenso.
Por todo esto no voy a ser excesivamente prolijo a la hora de describir todas las visitas realizadas porque para ello hay en este foro muchos y muy buenos diarios que cuentan con precisión y largueza cada monumento, cada calle, cada contexto histórico. A ellos me remito para quien quiera información más exhaustiva.
La preparación de la escala también ha tenido su aquél por los últimos acontecimientos en el Vaticano desde el empeoramiento de salud del Papa Francisco, su fallecimiento, exequias, cónclave y elección del nuevo Papa. Según iban pasando las fechas nos temíamos muy mucho que nos iba a pillar toda esta vorágine durante nuestra visita pero afortunadamente todo pasó unos días antes y ello no le añadió un plus de gente a la que ya hay de por sí.
¡Al lío…!
Roma, Città Eterna, es la capital de la región del Lacio y de Italia y es la tercera ciudad más poblada de la Unión Europea. Fue fundada, según la tradición, por Rómulo y Remo, en el año 753 a. C. En el transcurso de su historia, que abarca tres milenios, llegó a extender sus dominios sobre toda la cuenca del Mediterráneo y gran parte de Europa, Oriente Próximo y África del Norte. Como capital de la República y del Imperio romano, llegó a ser la primera gran metrópolis de la humanidad y es la ciudad con la más alta concentración de bienes históricos y arquitectónicos del mundo.
Roma Termini es una estación inmensa, más de lo que yo pensaba por lo que sólo para salir nos lleva un rato. A este respecto avisar de esta circunstancia a la hora también de los regresos porque, por ejemplo, los trenes de vuelta a Civitavecchia los suelen poner en los andenes más alejados y se tardan sus buenos diez minutos desde que uno entra a la estación hasta que llega a coger el tren de turno.
Tenía apuntado salir por el acceso a Via Giolitti y terminamos saliendo por la misma pero tocó andar un rato hasta dar con Via Gioberti que era la calle que nos daría acceso, tras un paseo de diez minutos, al primer punto de interés de la ruta, la iglesia de Santa Maria Maggiore.
La Basílica de Santa María la Mayor es la única de las cuatro basílicas mayores de Roma (las otras tres son San Pedro del Vaticano, San Juan de Letrán y San Pablo Extramuros) que conserva intacta su planta paleocristiana, tal como fue construida en el siglo V. Su historia está unida a la leyenda según la cual fue la misma Virgen María quien señaló el lugar donde quería que se construyera la basílica, haciendo caer una copiosa nevada sobre la colina del Esquilino en pleno mes de agosto. Por ello es el primer templo cristiano en todo el mundo que fue dedicado a la Virgen siendo en el Concilio de Éfeso del año 431 donde se dejó establecida la figura de la misma como"madre de Dios".
[align=center]EXTERIOR DE SANTA MARIA MAGGIORE EN ROMA
A la hora de afrontar el reto de la visita a Roma son muy ilustrativos los versos del poeta Rafael Alberti:
Trata de no mirar sus monumentos,
caminante, si a Roma te encaminas.
Abre cien ojos, clava cien retinas,
esclavo siempre de los pavimentos.
Trata de no mirar tantos portentos,
fuentes, palacios, cúpulas, ruinas,
pues hallarás mil muertes repentinas
—si vienes a mirar—, sin miramientos.
Mira a diestra, a siniestra, al vigilante,
párate al ¡alto!, avanza al ¡adelante!,
marcha en un hilo, el ánimo suspenso.
Si vivir quieres, vuélvete paloma;
si perecer, ven, caminante a Roma,
alma garaje, alma garaje inmenso.
Por todo esto no voy a ser excesivamente prolijo a la hora de describir todas las visitas realizadas porque para ello hay en este foro muchos y muy buenos diarios que cuentan con precisión y largueza cada monumento, cada calle, cada contexto histórico. A ellos me remito para quien quiera información más exhaustiva.
La preparación de la escala también ha tenido su aquél por los últimos acontecimientos en el Vaticano desde el empeoramiento de salud del Papa Francisco, su fallecimiento, exequias, cónclave y elección del nuevo Papa. Según iban pasando las fechas nos temíamos muy mucho que nos iba a pillar toda esta vorágine durante nuestra visita pero afortunadamente todo pasó unos días antes y ello no le añadió un plus de gente a la que ya hay de por sí.
¡Al lío…!
Roma, Città Eterna, es la capital de la región del Lacio y de Italia y es la tercera ciudad más poblada de la Unión Europea. Fue fundada, según la tradición, por Rómulo y Remo, en el año 753 a. C. En el transcurso de su historia, que abarca tres milenios, llegó a extender sus dominios sobre toda la cuenca del Mediterráneo y gran parte de Europa, Oriente Próximo y África del Norte. Como capital de la República y del Imperio romano, llegó a ser la primera gran metrópolis de la humanidad y es la ciudad con la más alta concentración de bienes históricos y arquitectónicos del mundo.
Roma Termini es una estación inmensa, más de lo que yo pensaba por lo que sólo para salir nos lleva un rato. A este respecto avisar de esta circunstancia a la hora también de los regresos porque, por ejemplo, los trenes de vuelta a Civitavecchia los suelen poner en los andenes más alejados y se tardan sus buenos diez minutos desde que uno entra a la estación hasta que llega a coger el tren de turno.
Tenía apuntado salir por el acceso a Via Giolitti y terminamos saliendo por la misma pero tocó andar un rato hasta dar con Via Gioberti que era la calle que nos daría acceso, tras un paseo de diez minutos, al primer punto de interés de la ruta, la iglesia de Santa Maria Maggiore.
La Basílica de Santa María la Mayor es la única de las cuatro basílicas mayores de Roma (las otras tres son San Pedro del Vaticano, San Juan de Letrán y San Pablo Extramuros) que conserva intacta su planta paleocristiana, tal como fue construida en el siglo V. Su historia está unida a la leyenda según la cual fue la misma Virgen María quien señaló el lugar donde quería que se construyera la basílica, haciendo caer una copiosa nevada sobre la colina del Esquilino en pleno mes de agosto. Por ello es el primer templo cristiano en todo el mundo que fue dedicado a la Virgen siendo en el Concilio de Éfeso del año 431 donde se dejó establecida la figura de la misma como"madre de Dios".

Llegamos a la iglesia y contemplamos su fachada barroca y el campanario de estilo románico que tiene 75 metros y es el más alto de toda Roma. Buscamos la entrada y la misma se encuentra a la izquierda pero tenemos que avanzar hasta encontrarnos con la primera en la frente: hay cola para entrar y bastante, además. Sin duda, el hecho de que en recientes fecha el Papa Francisco haya sido enterrado aquí hace que la afluencia a esta basílica sea aún mayor si cabe si lo unimos a que este 2025 es año jubilar.
Un Año Jubilar, o Año Santo, es un período especial de gracia en la Iglesia Católica, que se celebra cada 25 años. Durante este tiempo, los fieles pueden obtener indulgencias plenarias, que son la remisión de la pena temporal debida por los pecados. El Jubileo 2025, bajo el lema "Peregrinos de la Esperanza", anima a los fieles a reflexionar sobre la misericordia, la solidaridad y la construcción de un mundo más justo. El evento busca inspirar a los creyentes a vivir la esperanza en sus vidas personales, en sus relaciones con los demás y en la sociedad en general.
Efectivamente, el mogollón se encuentra en la larga cola que llega hasta un puesto de control de metales previo a la entrada al recinto en sí con la particularidad de que aquélla se bifurca para quienes tienen entrada con reserva y sin reserva. ¡Mira que he mirado en la web de la iglesia hace poco y no ponía nada de poder reservar el acceso…. ¡ Pues nada, a esperar la cola y ello nos va a comer el tiempo de margen que tenía reservado en la planificación para contingencias varias!. Afortunadamente va la cosa ágil y tras esperar quince minutos podemos por fin llegar hasta la entrada, junto a la Puerta Santa, donada a la basílica por la Orden Ecuestre del Santo Sepulcro de Jerusalén.
A nuestro lado hay una congregación peruana encabezada por monja y sacerdote. Éste se dirige a los que dan paso a los visitantes y les pregunta si pueden entonar un cántico mientras atraviesan la santa puerta a lo que le responden de manera afirmativa. Una señora nos dice que como estamos al lado suyo que también tenemos que cantar con ellos. “Claro que sí, guapi,” musito para mis adentros.
Vamos caminando
a la casa del Señor
Juntos como hermanos
en un gran lazo de amor.
Atravesamos la Puerta Santa en procesión y cantinela, pasamos por delante de la Capilla Sforza y entre ésta y la Capilla Paulina se encuentra el lugar donde han puesto el sencillo túmulo del Papa Francisco, donde se arromolina todo el mundo. Aprovechamos la tesitura para hacer un adelantamiento múltiple por la derecha y ya, por fin, accedemos a la nave central de Santa Maria Maggiore.
El motivo de querer visitar esta iglesia, aparte de que pillaba de camino para ir al Coliseo, es el admirar sus mosaicos del siglo V. Estos mosaicos se encuentran a lo largo de la nave central y en el arco de triunfo. En la nave central relatan cuatro ciclos de Historia Sagrada cuyos protagonistas son Abraham, Jacob, Moisés y Josué. Los correspondientes al arco triunfal, que formaban la pared frontal original del ábside, datan del año 430 y el tema tratado es la infancia de Jesús o la revelación de Dios a su pueblo en Cristo, hijo de la Virgen María.

Mi acompañante mi pregunta si no tuve ya suficiente con el empacho de mosaicos del año pasado en Rávena y yo le respondo, parafraseando al personaje de la serie “El Pacificador”, que “siempre es buen momento para el rock n’ roll”, o sea mosaicos. A este paso voy camino de tener la denominación tan torera de “el niño de los mosaicos”.
Lo que se ofrece a la vista es destacable pero, personalmente, me quedo con los admirados en Rávena. Cuestión de gustos.
Por la zona, en el suelo, se supone que está la lápida de la familia Bernini donde están enterrados Gian Lorenzo y su padre Pedro, con el siguiente epitafio: «La noble familia Bernini aquí espera la Resurrección.».
Gian Lorenzo Bernini fue un escultor, arquitecto y pintor italiano considerado el más destacado escultor de su generación, creador del estilo escultórico barroco. En su haber están proyectos como la Plaza de San Pedro del Vaticano, la Fuente de los Cuatro Ríos en la Plaza Navona o la escultura del Éxtasis de Santa Teresa.
Saco esto a colación y mi interés por contemplar dicha lápida por la escultura mencionada anteriormente, El Éxtasis de Santa Teresa, que se encuentra en la actualidad en la Iglesia de Santa Maria della Vittoria en la misma Roma.
Hace mucho, mucho tiempo, en una galaxia muy lejana….. servidor y sus compañeros de clase de COU se enfrentaban a la temida Selectividad para el acceso a la Universidad (EBAU, la llaman ahora) en la materia de Historia del Arte. Llegado el examen, en una de las preguntas, se nos presentaron dos láminas a elegir para su comentario y desarrollo y una de ellas, precisamente era esta obra de Bernini. Imagínese el lector perspicaz cómo salimos todos, chavales de instituto, del aula del examen al exterior del recinto:
Esta anécdota se me ha quedado grabada a fuego y no podía por menos rendir mis respetos estando como estaba allí mismo. El problema es que aquello está a rebosar de gente y por más que miro no la encuentro y como ya vamos mal de tiempo lo dejo correr. Se queda en el tintero para un futuro regreso a Roma, incluso delante de la propia escultura mencionada y con todos mis respetos.
A continuación pasamos, a la carrera ya, a visitar la Capilla Paulina.
En su interior se hallan las tumbas de los Papas Pablo V, Clemente VIII y algunos miembros de la familia Borghese, incluyendo Paulina Bonaparte, hermana de Napoleón I. En esta capilla se halla la imagen de la Virgen más sentida por los romanos, la de «Maria Salus Populi Romani», es decir, la «salvación del pueblo romano», en forma de icono bizantino.

Esta iglesia daría para disfrutarla muchísimo más, con detalles como el relicario del altar que contiene, se dice, partes del pesebre donde nació Jesucristo o el techo artesonado a casetones regalo de los Reyes Católicos españoles, pero ya vamos a contrarreloj y tenemos que seguir el recorrido.
Dirigimos nuestros pasos al siguiente punto de interés de la ruta y de camino. En cada esquina hay tenderetes enormes con souvenirs a 1 euro y además, en todas las calles, hay comercios que ofrecen recuerdos. Aprovechamos para comprar alguna cosilla y llegamos, en Via Cavour, a la altura de unas escaleras bastante empinadas, la escalinata de los Borgia. Le digo a mi acompañante que hoy le será más fácil porque ya está entrenado de ayer y, sí, si quiere ver el Moisés de Miguel Angel, hay que subir las escaleras.
Como no hay otra toca realizar la ascensión hasta alcanzar la iglesia de San Pietro in Vincoli.
La Basílica de San Pietro in Vincoli (San Pedro Encadenado) fue construida en el siglo V para albergar las cadenas con las que San Pedro fue encarcelado en Jerusalén. Según cuenta la leyenda, la emperatriz Eudoxia, la esposa del emperador Valentiniano III, ofreció las cadenas como regalo al papa León I el Magno. Cuando éste las comparó a las cadenas del primer encarcelamiento de san Pedro en la cárcel Mamertina en Roma, las dos cadenas se unieron milagrosamente. Las cadenas se guardan en un relicario bajo el altar principal de la basílica.
Entramos a la Iglesia y nos encontramos con una amplia nave central casi desnuda. La mirada se dirige al frente, al altar, y bajando unas escaleras se encuentran las cadenas de San Pedro. No hay mucha gente comparado con la visita anterior y se agradece.

Tras contemplar esa zona nuestra mirada se dirige al plato fuerte del recinto, el mausoleo del Papa Julio II y perteneciente a ella la escultura del Moisés de Miguel Ángel.
La colosal estatua representa un majestuoso Moisés sentado, con las Tablas de la Ley bajo un brazo, mientras con la otra mano acaricia su larga barba. El momento representado por Miguel Ángel es el siguiente a la entrega de los Diez Mandamientos en el Monte Sinaí, cuando Moisés encuentra a los israelíes adorando un becerro de oro, símbolo de la adoración a dioses paganos lo que le provoca un gesto de rabia e ira (la terribilitá tan característica del gran Buonarroti) perfectamente expresada en las venas marcadas y los músculos en tensión.
Hay poca gente delante del conjunto funerario por lo que nos permite ir variando el punto de vista para captar todos los detalles de la estatua principal y del resto del mausoleo. No se llega uno a explicar lo bien que está plasmada la anatomía humana en un bloque de mármol tan pulido que consigue que la luz resbale por el mismo. Es de una expresividad y un realismo tal que le hace a uno enmudecer.

La estatua indudablemente impresiona y eso que nos separa una buena distancia de la misma. Un respetuoso silencio nos rodea hechizados por la fuerza que emana del grupo escultórico.
Una vez más la cuenta atrás nos marca que tenemos que irnos por lo que continuamos camino. Poco a poco nos acercamos al tumulto y ante nuestros ojos se despliega el siguiente punto relevante de la ruta, el anfiteatro Flavio o Coliseo romano.

Sírvanos como aproximación lo que relataba el escritor Edgar Allan Poe al respecto:
¡Símbolo de la Roma antigua! ¡Suntuoso relicario
de sublimes contemplaciones legadas al
tiempo por difuntos siglos de pompa y de poderío!!
Al fin, después de tantos días de fatigante
peregrinaje y de ardiente sed,—sed de corrientes
de la ciencia que yace en ti,—yo, hombre
transformado, me arrodillo humildemente entre
tus sombras y bebo del fondo mismo de mi
alma tu grandeza, tu tristeza y tu gloria.
De lo que sucedió a continuación lo relataré en la próxima e intensa etapa.[/align]