El itinerario previsto para hoy en Capri es el siguiente:
• Desde la Piazzetta coger Via Vittorio Emmanuelle y Via Camerelle hasta el mirador de Tragara.
• Regresar hasta coger Via Matteotti para llegar a los Jardines de Augusto.
• Volver al funicular, bajar a puerto y darse un baño en la playa de Marina Grande a la izquierda de las taquillas del funicular.
Los baños públicos a disposición del viajero son los siguientes.:
- Marina Grande: enfrente de la taquilla del teleférico.
- Largo Fontana
- Piazzetta: donde deja el teleférico.
- Inicio de via AcquaViva
- Cerca de los jardines de Augusto: Viale Giacomo Matteotti, 3.
Partiendo de la piazetta nuestro primer destino es el Belvedere de Tragara, al que queremos acercarnos en primer lugar para evitar coincidir con demasiada gente. Según nos vamos alejando del centro y de las tiendas de postín el recorrido es placentero y silencioso. Nos movemos rodeados de flores y con el mar azul a nuestra diestra. Hoteles de cinco estrellas se van sucediendo y podemos echarle un ojo a sus instalaciones entre la maleza.
[align=center]VISTA DESDE EL CAMINO QUE LLEVA AL MIRADOR DE TRAGARA EN CAPRI
• Desde la Piazzetta coger Via Vittorio Emmanuelle y Via Camerelle hasta el mirador de Tragara.
• Regresar hasta coger Via Matteotti para llegar a los Jardines de Augusto.
• Volver al funicular, bajar a puerto y darse un baño en la playa de Marina Grande a la izquierda de las taquillas del funicular.
Los baños públicos a disposición del viajero son los siguientes.:
- Marina Grande: enfrente de la taquilla del teleférico.
- Largo Fontana
- Piazzetta: donde deja el teleférico.
- Inicio de via AcquaViva
- Cerca de los jardines de Augusto: Viale Giacomo Matteotti, 3.
Partiendo de la piazetta nuestro primer destino es el Belvedere de Tragara, al que queremos acercarnos en primer lugar para evitar coincidir con demasiada gente. Según nos vamos alejando del centro y de las tiendas de postín el recorrido es placentero y silencioso. Nos movemos rodeados de flores y con el mar azul a nuestra diestra. Hoteles de cinco estrellas se van sucediendo y podemos echarle un ojo a sus instalaciones entre la maleza.

Tras un paseíto muy agradable llegamos al Belvedere di Tragara.
El Belvedere di Tragara es un pintoresco mirador ubicado en Capri, conocido por sus impresionantes vistas panorámicas de la costa y los famosos Farallones de Capri. Este mirador es un lugar ideal para disfrutar de la belleza natural de la isla y sumergirse en la tranquilidad del paisaje.
Hay poca gente en esos momentos por lo que podemos recorrer visualmente los farallones con total tranquilidad. Como ya se ha comentado una cosa son las fotos y otra el riguroso directo y la estampa que se nos aparece no hay megapíxel que lo iguale.

Los Faraglioni, palabra proveniente del griego pharos, se utilizaron como faros, al encenderse enormes hogueras que les señalaban la ruta a los marineros. El Faraglione de Tierra o Saetta es el más alto de todos ellos con 109 metros de altura y el único que aún permanece unido a la tierra. El Faraglione Medio o Stella recibe este nombre probablemente en honor a la Madonna della Libera o Madonna della Stella, es el que tiene una apertura en el centro que forma una pasaje de 60 metros de largo y que puede recorrerse en bote. El Faraglioni Fuori o Scopolo es el más externo de los tres como un promontorio que surge del mar que es hábitat natural del lagarto azul de Capri.
Desandamos camino en dirección a los jardines de Augusto. En un momento dado nos topamos con una placa dedicada al poeta Pablo Neruda.
En el año 1952, el poeta chileno pasó unos meses en la isla que a posteriori los describió como los más felices de su vida. Ya en el exilio y expulsado de Roma el historiador Erwin Cerio le invitó a hospedarse en su villa de Capri porque estaba seguro de que la isla era lo que el poeta necesitaba para volver a escribir. De entonces proviene el poema, “la pasajera de Capri”:
Lo cierto es que hoy, mirándote al pasar
entre las aves de pecho rosado
de los farellones de Capri,
la llamarada de tus ojos, algo
que vi volar desde tu pecho, el aire
que rodea tu piel, la luz nocturna
que de tu corazón sin duda sale,
algo llegó a mi boca
con un sabor de flor que conocía,
algo tiñó mis labios con el licor oscuro
de las plantas silvestres de mi infancia,
y yo pensé: Esta dama,
aunque el clásico azul derrame todos
los racimos del cielo en su garganta,
aunque detrás de ella los templos
nimben con su blancura coronada
tanta hermosura,
ella no es, ella es otra,
algo crepita en ella que me llama:
toda la tierra que me dio la vida
está en esta mirada, y estas manos sutiles
recogieron el agua en la vertiente
y estos menudos pies fueron midiendo
las volcánicas islas de mi patria.
El paseo sigue siendo agradable sólo interrumpido por los carricoches de maletas que sortean los angostos pasos entre calles.
Llegamos a los Jardines y esperamos la cola para comprar la entrada. La misma cuesta 2,50 euros y se puede adquirir un situ en efectivo o tarjeta o a través de un código QR pagando con tarjeta. La compra presencial es surrealista porque se hace a través de una máquina con panel táctil que maneja el taquillero y que falla continuamente lo que nos hace perder un buen rato porque o no va la pantalla o no reconoce la tarjeta o no acepta el billete de turno.
Por fin accedemos a los jardines.

Los Jardines de Augusto, un conjunto de terrazas adornadas con esculturas neoclásicas y con fantásticas al Mar Tirreno, los farallones, la Marina Piccola y la Via Krupp, es otro de los lugares imprescindibles que visitar en Capri. Estos cuidados jardines botánicos con plantas y árboles autóctonos fueron construidos en el borde de un acantilado por el industrial alemán Friedrich Alfred Krupp a principios del siglo XX junto a su mansión veraniega en Capri, hasta que en 1918 pasaron a llamarse «Jardines de Augusto».
Según avanza la mañana cada vez hay más gente y ello se nota. Todos sin excepción nos dirigimos a las balaustradas exteriores para contemplar el mar. Debajo de la Via Krupp el agua es de un color turquesa tal que hipnotiza la mirada y aquí me quedaría yo minutos y minutos sin apartar la vista de las tonalidades que se arrancan mientras el agua bate contra el acantilado y el sol se refleja con toda su fiereza en la arena blanca que apenas sobresale de la costa. Hago una y otra foto, ora con el móvil ora con la cámara, pero es imposible capturar la belleza que desprende esta panorámica.

Creo que todos estamos embargados del hechizo de los jardines porque no se oye una voz más alta que otra. La gente deambula por los bancales, observa la amplia panoplia de flores extendidas por la zona, clava su pupila en el horizonte y busca con ahínco la mejor perspectiva para esa foto perfecta que guardarán para siempre en el recuerdo o que, sin solución de continuidad, subirán a sus redes sociales y olvidarán de seguido. En un momento dado hasta contemplamos una pedida de mano en este marco incomparable. ¡Qué bonito, amigos! Ellos han encontrado “l'altra metà della mela” (su media naranja), que dirían en estos parajes.
Nuestra mirada se dirige de nuevo hacia la zona de los farallones y es que desde aquí, a una altura superior al Belvedere de Tragara, más alejados y con una vista más frontal, la perspectiva roqueña varía sustancialmente. Las cámaras y móviles echan humo….

Recogida y admirada la vista costera nos adentramos al jardín propiamente dicho que está diseñado de tal forma que se expone en terrazas escalonadas donde se ubican diversas variedades de la flora de la isla de Capri, destacando una amplia selección de geranios, dalias y retamas. Para un mayor deleite del conjunto sería deseable una menor presencia del género humano que en estos momentos asalta todo el espacio disponible pero como son lentejas (“o mangiar quella minestra o saltar quella finestra”, que dice el proverbio italiano) pues nos acomodamos a la situación.

Llega la hora de marcharse porque vamos justos de tiempo según el itinerario previsto. Volvemos al teleférico y de camino observamos que hay pocas opciones de adquirir algún recuerdo para llevar a casa por lo que probaremos abajo a pie de puerto. Puesto que a la ida ya compré los billetes de la vuelta no es necesario nada más que acceder al vagón y descender hasta Marina Grande. Una vez allí junto a los bares y terrazas junto al muelle sí hay una amplia selección de comercios de venta de todo tipo de recuerdos. Sin duda, merece más la pena, tanto por variedad como por precio, hacer las compras aquí que no en la parte superior de la isla.
Aún quedan cosas que vivir en esta isla y se lo seguiremos contando, ávido lector, en la próxima y completa etapa.
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