Esta noche ha sido peor que la de ayer. Calor, vueltas de un lado a otro, me despierto varias veces, la última a las 7:59…y a las 8, la llamada del “inefable” seguida de la alarma del móvil de Iraitz. Toda una sinfonía matutina. Ducha y a desayunar. Hoy también la predicción meteorológica por un lado, y datos de interés sobre Islandia en el otro.
Tal y como nos prometió el hombre, se ha encargado del trámite del coche mientras desayunábamos. Nos dice que el pequeño de Àtak está a 73000 IKR, y que en otra casa, un categoría 2 automático, en 77000 IKR. Aunque el tipo intente camelarme, le digo que lo siento pero que, como sólo voy a conducir yo, lo quiero con cambio manual. Él insiste; “is easier”, pero yo que no, que nunca he manejado un automático, que no conocía las carreteras ni las formas de conducir…¡manual!
Ha ido a hacer la gestión, y nos ha venido con “malas” noticias. No hay coche pequeño en Àtak…pero nos dejan un coche de la siguiente categoría al mismo precio. Nosotros, de acuerdo, claro está, y nos pregunta a ver a qué hora queremos que nos vengan a recoger. “A las 10 está bien”, y antes de subir a la habitación hemos empezado a recoger los platos…y como platos se le han puesto los ojos al señor. Otras veces que nos ha vacilado, siempre ha puesto cara de tenerlo todo bajo control. Ahora en cambio le hemos pillado.
Subimos a la habitación, acabamos de recoger todo e Iraitz ha tenido una idea; una buena idea. Dejarle una nota en respuesta a la que nos dejó anoche. Me parece cojonudo, pero, ¿qué le ponemos? Nuestro islandés es inexistente (“takk fyrir” y ya está); nuestro inglés lo suficientemente precario como para no atrevernos. Descartado queda el euskera…tiramos pues de la lengua de Cervantes, y le ponemos una frase que cualquiera pueda entender: “hasta la victoria siempre” y firmamos como el Ché. Toma.
Bajamos, firmamos en el libro de visitas, y a las 10 en punto le decimos adios y takk fyrir, pues ha aparecido el chico de Àtak. Toda una experiencia este Phoenix Hotel; y el encargado, todo un personaje. Me recordaba al Carlucci de “¿qué ocurrió entre tu padre y mi madre?” de Billy Wilder, cuando Jack Lemmon le pregunta: “Carlucci, ¿usted no duerme nunca?” y éste le responde “si señor, en invierno”. Igual igual.
Dejamos atrás el hotel, y un Mazda 5 nos lleva, saltándose todos los límites de velocidad, a la central de Àtak, a unos siete kilómetros, pero aun en la zona metropolitana de Reykiavik. Todo bien. Según hemos entrado en la oficina, la señora que nos ha atendido ya estaba al corriente de todo y sólo me ha pedido el pasaporte, la Visa y el permiso de conducir. Echar un par de firmas y ya está. Nos ha correspondido un Mazda 3 dorado. Ya tenía ganas de meterle mano a uno de éstos. Tiene 26000 kilómetros, bebe gasolina y lleva calzados los neumáticos de invierno (creo que) obligatorios hasta el 15 de abril. Damos un vistazo al vehículo por si tiene alguna marca; el chico que nos ha traído ha señalado y marcado dos o tres. Firmamos, le decimos takk fyrir, y le intentamos enseñar a decir eskerrik asko; lo intenta varias veces, nos reímos todos, y tras comprobar espejos, marchas etc, nos ponemos en marcha.
Nuestro primer objetivo, tomar la carretera 41 que lleva al aeropuerto de Keflavik, y de ahí por la 93 al Blue Lagoon, Bláa Lónið, como le dicen aquí. Casi tres cuartos de hora más tarde, hacia mediodía, hemos llegado a destino.
El único edificio en la zona, aparte de la central geotérmica, claro, es el de la instalación. De camino a la entrada se puede ver, a un lado, el agua que disfrutaremos en el interior. Es un azul claro bastante aturquesado, y el aroma, pues el que ya estamos acostumbrados.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Llegamos a recepción, y tras preguntarnos si necesitamos bañador, toalla o algo (no gracias, ya tenemos), nos explican cómo va el asunto (todo se hace con una pulsera) y nos cobran la entrada; unos 20 € por cabeza.
Hay muchos vestuarios. De todas formas, quizá porque no sea época, bastantes están cerrados. Van por sexos, y hay zonas para dejar el calzado, secadores de pelo y taquillas de cierre electrónico. El suelo está caliente, perfecto para andar descalzo. No anda mucha gente por nuestra zona, quizá porque nos hemos ido a meter en un vestuario un poco alejado de la salida. Tras pasar por la ducha, hemos bajado al lago. Las instalaciones tienen muy buna pinta, y la gente parece legal y abierta. Antes de salir a la calle, hemos recordado el consejo que nos dio María, y nos hemos metido en la parte de lago que está dentro del edificio. Una buena toma de contacto, de todas formas, no hemos salido a la calle por ahí, sino que hemos salido a pie. En la calle un poco de fresco, unos 5 o 6 grados. Colgar la toalla junto a las demás, y despacito al agua, que está muy resbaloso. Ni chanclas ni gorro. Guay. El agua está más caliente que dentro del edificio. Normal. La sensación, muy extraña. El agua es diferente, de textura, sabor, olor y color. Parece ser que contiene silicio y sulfuros, por lo que se dice que está bien para tratar enfermedades de la piel como la soriasis y similares. ¡Si se dejara traer mi hermana!
*** Imagen borrada de Tinypic ***
No tiene mucha profundidad, entre metro y metro y medio, y en la zona por la que entra el agua desde la central, la corriente es fuertecilla. No controlo el dato, pero el agua del complejo se renueva completamente muy a menudo.
El lago, como creo que ya dije antes, es artificial. Sus aguas provienen de la central geotérmica de Svartsengi. En esa central, el agua, tanto de mar como de lluvia, desciende hasta un kilómetro bajo tierra, ahí se calienta, y el vapor resultante mueve las turbinas para generar electricidad. De paso, calientan el agua que va a la ciudad, y después, el agua restante, se deposita en el lago. En ese momento, el agua tiene entre 37ºC y 40ºC.
Se ve bastante gente, no tanta como pudiera haber en temporada alta, pero está bien, como para andar tranquilos. Comentar, que no tienes límite de tiempo alguno, desde que entras, puedes estar hasta que cierren, bañándote en el lago, tomando algo en el bar, puedes echarte en las tumbonas, tomar algún masaje…lo que se marcará en la pulsera, para pagar a la salida (¡las tumbonas son gratis eh!). Aparte del lago en sí, hay una cascada, fantástica para poner la espalda, baños turcos, sauna, una especie de cueva…y vigilantes/socorristas al loro de que todo vaya bien. Hemos estado un rato en las tumbonas (están dentro, no os penséis) y he ido por la cámara de fotos, y le hemos pedido a uno de esos amables socorristas que nos sacara una foto metidos en el lago. Parece ser que no hemos sido nada originales, que la gente lo hace a menudo. A las 14 pasadas hemos decidido salir. Pasamos por la ducha (el silicio deja muy mal el pelo), y nos vamos del Blue Lagoon. En resumen, un lugar donde pasar horas y horas aunque la piel acabe como una uva pasa. Quien sabe si a lo mejor volvemos el último día. Salimos de las instalaciones, nos metemos en el coche y damos comienzo oficial a la turné.
El Blue Lagoon se encuentra en el término de Grindavik, cuyo núcleo urbano se encuentra bastante cerca. Grindavik tiene un puerto bastante hermoso en cuanto a tamaño, aunque el pueblo sea pequeño. Hemos parado para comprar algo para comer luego (1350 IKR), y hemos seguido por la carretera de la costa, 427, hacia el este. A lo mejor es pretencioso llamarle carretera, pues desde el momento que hemos salido de Grindavik, la 427 era una pista de tierra y piedras. Eso si, prácticamente sin tráfico. El panorama a su vez, es magnífico. No hay torres de electricidad, postes de la luz, casi no hay edificios…una gozada.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Grindavik
*** Imagen borrada de Tinypic ***
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En un momento dado, decidimos detenernos para hacer honores a lo que hemos comprado antes: una especie de mortadela, pan de molde, queso (bastante caro por cierto), y bebidas “espirituosas”. En mitad del festín, vislumbramos a lo lejos nubarrones negros acercándose bastante rápido. Recogemos en un plis-plas, y total que no caen más que dos gotas. Ya sabemos lo que tienen las islas; el viento tan pronto te trae las nubes como te las lleva. Como nos pasaba en Irlanda o en Escocia.
El paisaje es fabuloso; montañas que caen casi hasta el mar, poco tráfico, poca gente, pocos pueblos, y la naturaleza poco manipulada.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Cuando hemos llegado a Þorlákshöfn, ya ha parado de llover. Estacionamos el coche junto a un gimnasio, caminamos hasta una iglesia y visitamos el primer cementerio del viaje, muy llamativa cruz con cuatro bombillas rojas que hemos topado por cierto. El viento anda un poco cabrón, aunque he de confesar que la culpa es mía por no ponerme el forro. En fin. De vuelta al coche, vemos que hay mucha gente en el gimnasio, y que en el campo de fútbol adyacente unos cuantos valientes le están dando patadas al balón. ¡Cómo tiene que picar!
*** Imagen borrada de Tinypic ***
De Þorlákshöfn hacia Selfoss, por la 42, hemos atravesado Eyrarbakki. Nuestro objetivo en este momento es visitar el cráter Kerið. Para ello pensamos que nos conviene tomar la carretera 34. De todas formas, antes de ir en busca del cráter, decidimos que es mejor que cojamos alojamiento en Selfoss.
Empezamos a mirar en la guía, y vemos un par de sitios que parecen atractivos; un hotel con pinta de caro, y otro que parece un motel de carretera de los de las películas americanas. Lo intentamos con éste último, y parece que son viviendas particulares, no hemos encontrado ninguna recepción, y “¡a la porra!”, seguimos adelante, ya miraremos en Hella a la vuelta de Kerið…pero no hemos encontrado Kerið. Casi acabamos en la carretera de Gullfoss; de hecho en este trayecto erróneo, hemos visto otra foss, un río muy bonito…y nada de tráfico. Media vuelta.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
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Llegamos a Hella tras darnos una buena paliza. Es de noche. Deambulamos por el pueblo cerca de un cuarto de hora sin ver nada claro, excepto una gasolinera, y decidimos seguir hasta el siguiente pueblo; siempre hacia el este. Antes de llegar a Hvolsvöllur, encontramos uno de los hoteles que hemos buscado en Hella. El Rangà.
Son las 21:30, y estamos bastante cansados, a ver si no nos piden demasiado…Entramos en el hotel, vamos a recepción y vemos el enorme oso polar que tienen disecado; desde aquí se ven tanto el comedor, como dos largos pasillos hacia ambos lados del edificio. No hay nadie en recepción, de todas formas, rápidamente ha aparecido un hombre de una habitación contigua; masticaba. Estaría cenando. Iraitz le pegunta por una habitación y nos responde que si. Le preguntamos cuánto y nos dice que 18000 IKR, pero que nos la deja en 15000 IKR. Bonito detalle. Le damos los datos y vamos por las cosas.
El hotel es bastante elegante; todo madera, televisión, mueble-bar, y en el baño, jacuzzi. El hombre nos ha dicho que dan cenas hasta las 22. Preguntamos al camarero y nos dice que va a preguntar en la cocina…y desgraciadamente, dice que está cerrada; de todas maneras, nos dice que existe un servicio de habitaciones, y que si queremos alguna hamburguesa, nos la pueden llevar a la alcoba. ¡Cojonudo! Pedimos un par de hamburguesas, bebida, e Iraitz aparte, una sopa. Nos vamos a la habitación, Iraitz abre el grifo del jacuzzi y para cuando nos damos cuenta, el camarero ya ha traído la sopa y las bebidas. Nos pregunta si queremos otra cuchara para la sopa, y le decimos que OK, pensando que la traería con las hamburguesas. Pues no, ha hecho un viaje sólo con la cuchara…las hamburguesas vinieron después.
Iraitz se ha aburrido bastante pronto del jacuzzi; al principio parecía que no iba bien, a lo mejor porque no pulsaba el botón adecuado. Cenamos, escribo, y a dormir. Estamos reventados, pero el día nos ha salido bastante redondo. Parece que en la calle hace frío, pero no tiene pinta que como en las postales que venden aquí, aparezca la Aurora…
Tal y como nos prometió el hombre, se ha encargado del trámite del coche mientras desayunábamos. Nos dice que el pequeño de Àtak está a 73000 IKR, y que en otra casa, un categoría 2 automático, en 77000 IKR. Aunque el tipo intente camelarme, le digo que lo siento pero que, como sólo voy a conducir yo, lo quiero con cambio manual. Él insiste; “is easier”, pero yo que no, que nunca he manejado un automático, que no conocía las carreteras ni las formas de conducir…¡manual!
Ha ido a hacer la gestión, y nos ha venido con “malas” noticias. No hay coche pequeño en Àtak…pero nos dejan un coche de la siguiente categoría al mismo precio. Nosotros, de acuerdo, claro está, y nos pregunta a ver a qué hora queremos que nos vengan a recoger. “A las 10 está bien”, y antes de subir a la habitación hemos empezado a recoger los platos…y como platos se le han puesto los ojos al señor. Otras veces que nos ha vacilado, siempre ha puesto cara de tenerlo todo bajo control. Ahora en cambio le hemos pillado.
Subimos a la habitación, acabamos de recoger todo e Iraitz ha tenido una idea; una buena idea. Dejarle una nota en respuesta a la que nos dejó anoche. Me parece cojonudo, pero, ¿qué le ponemos? Nuestro islandés es inexistente (“takk fyrir” y ya está); nuestro inglés lo suficientemente precario como para no atrevernos. Descartado queda el euskera…tiramos pues de la lengua de Cervantes, y le ponemos una frase que cualquiera pueda entender: “hasta la victoria siempre” y firmamos como el Ché. Toma.
Bajamos, firmamos en el libro de visitas, y a las 10 en punto le decimos adios y takk fyrir, pues ha aparecido el chico de Àtak. Toda una experiencia este Phoenix Hotel; y el encargado, todo un personaje. Me recordaba al Carlucci de “¿qué ocurrió entre tu padre y mi madre?” de Billy Wilder, cuando Jack Lemmon le pregunta: “Carlucci, ¿usted no duerme nunca?” y éste le responde “si señor, en invierno”. Igual igual.
Dejamos atrás el hotel, y un Mazda 5 nos lleva, saltándose todos los límites de velocidad, a la central de Àtak, a unos siete kilómetros, pero aun en la zona metropolitana de Reykiavik. Todo bien. Según hemos entrado en la oficina, la señora que nos ha atendido ya estaba al corriente de todo y sólo me ha pedido el pasaporte, la Visa y el permiso de conducir. Echar un par de firmas y ya está. Nos ha correspondido un Mazda 3 dorado. Ya tenía ganas de meterle mano a uno de éstos. Tiene 26000 kilómetros, bebe gasolina y lleva calzados los neumáticos de invierno (creo que) obligatorios hasta el 15 de abril. Damos un vistazo al vehículo por si tiene alguna marca; el chico que nos ha traído ha señalado y marcado dos o tres. Firmamos, le decimos takk fyrir, y le intentamos enseñar a decir eskerrik asko; lo intenta varias veces, nos reímos todos, y tras comprobar espejos, marchas etc, nos ponemos en marcha.
Nuestro primer objetivo, tomar la carretera 41 que lleva al aeropuerto de Keflavik, y de ahí por la 93 al Blue Lagoon, Bláa Lónið, como le dicen aquí. Casi tres cuartos de hora más tarde, hacia mediodía, hemos llegado a destino.
El único edificio en la zona, aparte de la central geotérmica, claro, es el de la instalación. De camino a la entrada se puede ver, a un lado, el agua que disfrutaremos en el interior. Es un azul claro bastante aturquesado, y el aroma, pues el que ya estamos acostumbrados.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Llegamos a recepción, y tras preguntarnos si necesitamos bañador, toalla o algo (no gracias, ya tenemos), nos explican cómo va el asunto (todo se hace con una pulsera) y nos cobran la entrada; unos 20 € por cabeza.
Hay muchos vestuarios. De todas formas, quizá porque no sea época, bastantes están cerrados. Van por sexos, y hay zonas para dejar el calzado, secadores de pelo y taquillas de cierre electrónico. El suelo está caliente, perfecto para andar descalzo. No anda mucha gente por nuestra zona, quizá porque nos hemos ido a meter en un vestuario un poco alejado de la salida. Tras pasar por la ducha, hemos bajado al lago. Las instalaciones tienen muy buna pinta, y la gente parece legal y abierta. Antes de salir a la calle, hemos recordado el consejo que nos dio María, y nos hemos metido en la parte de lago que está dentro del edificio. Una buena toma de contacto, de todas formas, no hemos salido a la calle por ahí, sino que hemos salido a pie. En la calle un poco de fresco, unos 5 o 6 grados. Colgar la toalla junto a las demás, y despacito al agua, que está muy resbaloso. Ni chanclas ni gorro. Guay. El agua está más caliente que dentro del edificio. Normal. La sensación, muy extraña. El agua es diferente, de textura, sabor, olor y color. Parece ser que contiene silicio y sulfuros, por lo que se dice que está bien para tratar enfermedades de la piel como la soriasis y similares. ¡Si se dejara traer mi hermana!
*** Imagen borrada de Tinypic ***
No tiene mucha profundidad, entre metro y metro y medio, y en la zona por la que entra el agua desde la central, la corriente es fuertecilla. No controlo el dato, pero el agua del complejo se renueva completamente muy a menudo.
El lago, como creo que ya dije antes, es artificial. Sus aguas provienen de la central geotérmica de Svartsengi. En esa central, el agua, tanto de mar como de lluvia, desciende hasta un kilómetro bajo tierra, ahí se calienta, y el vapor resultante mueve las turbinas para generar electricidad. De paso, calientan el agua que va a la ciudad, y después, el agua restante, se deposita en el lago. En ese momento, el agua tiene entre 37ºC y 40ºC.
Se ve bastante gente, no tanta como pudiera haber en temporada alta, pero está bien, como para andar tranquilos. Comentar, que no tienes límite de tiempo alguno, desde que entras, puedes estar hasta que cierren, bañándote en el lago, tomando algo en el bar, puedes echarte en las tumbonas, tomar algún masaje…lo que se marcará en la pulsera, para pagar a la salida (¡las tumbonas son gratis eh!). Aparte del lago en sí, hay una cascada, fantástica para poner la espalda, baños turcos, sauna, una especie de cueva…y vigilantes/socorristas al loro de que todo vaya bien. Hemos estado un rato en las tumbonas (están dentro, no os penséis) y he ido por la cámara de fotos, y le hemos pedido a uno de esos amables socorristas que nos sacara una foto metidos en el lago. Parece ser que no hemos sido nada originales, que la gente lo hace a menudo. A las 14 pasadas hemos decidido salir. Pasamos por la ducha (el silicio deja muy mal el pelo), y nos vamos del Blue Lagoon. En resumen, un lugar donde pasar horas y horas aunque la piel acabe como una uva pasa. Quien sabe si a lo mejor volvemos el último día. Salimos de las instalaciones, nos metemos en el coche y damos comienzo oficial a la turné.
El Blue Lagoon se encuentra en el término de Grindavik, cuyo núcleo urbano se encuentra bastante cerca. Grindavik tiene un puerto bastante hermoso en cuanto a tamaño, aunque el pueblo sea pequeño. Hemos parado para comprar algo para comer luego (1350 IKR), y hemos seguido por la carretera de la costa, 427, hacia el este. A lo mejor es pretencioso llamarle carretera, pues desde el momento que hemos salido de Grindavik, la 427 era una pista de tierra y piedras. Eso si, prácticamente sin tráfico. El panorama a su vez, es magnífico. No hay torres de electricidad, postes de la luz, casi no hay edificios…una gozada.
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Grindavik
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En un momento dado, decidimos detenernos para hacer honores a lo que hemos comprado antes: una especie de mortadela, pan de molde, queso (bastante caro por cierto), y bebidas “espirituosas”. En mitad del festín, vislumbramos a lo lejos nubarrones negros acercándose bastante rápido. Recogemos en un plis-plas, y total que no caen más que dos gotas. Ya sabemos lo que tienen las islas; el viento tan pronto te trae las nubes como te las lleva. Como nos pasaba en Irlanda o en Escocia.
El paisaje es fabuloso; montañas que caen casi hasta el mar, poco tráfico, poca gente, pocos pueblos, y la naturaleza poco manipulada.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Cuando hemos llegado a Þorlákshöfn, ya ha parado de llover. Estacionamos el coche junto a un gimnasio, caminamos hasta una iglesia y visitamos el primer cementerio del viaje, muy llamativa cruz con cuatro bombillas rojas que hemos topado por cierto. El viento anda un poco cabrón, aunque he de confesar que la culpa es mía por no ponerme el forro. En fin. De vuelta al coche, vemos que hay mucha gente en el gimnasio, y que en el campo de fútbol adyacente unos cuantos valientes le están dando patadas al balón. ¡Cómo tiene que picar!
*** Imagen borrada de Tinypic ***
De Þorlákshöfn hacia Selfoss, por la 42, hemos atravesado Eyrarbakki. Nuestro objetivo en este momento es visitar el cráter Kerið. Para ello pensamos que nos conviene tomar la carretera 34. De todas formas, antes de ir en busca del cráter, decidimos que es mejor que cojamos alojamiento en Selfoss.
Empezamos a mirar en la guía, y vemos un par de sitios que parecen atractivos; un hotel con pinta de caro, y otro que parece un motel de carretera de los de las películas americanas. Lo intentamos con éste último, y parece que son viviendas particulares, no hemos encontrado ninguna recepción, y “¡a la porra!”, seguimos adelante, ya miraremos en Hella a la vuelta de Kerið…pero no hemos encontrado Kerið. Casi acabamos en la carretera de Gullfoss; de hecho en este trayecto erróneo, hemos visto otra foss, un río muy bonito…y nada de tráfico. Media vuelta.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Llegamos a Hella tras darnos una buena paliza. Es de noche. Deambulamos por el pueblo cerca de un cuarto de hora sin ver nada claro, excepto una gasolinera, y decidimos seguir hasta el siguiente pueblo; siempre hacia el este. Antes de llegar a Hvolsvöllur, encontramos uno de los hoteles que hemos buscado en Hella. El Rangà.
Son las 21:30, y estamos bastante cansados, a ver si no nos piden demasiado…Entramos en el hotel, vamos a recepción y vemos el enorme oso polar que tienen disecado; desde aquí se ven tanto el comedor, como dos largos pasillos hacia ambos lados del edificio. No hay nadie en recepción, de todas formas, rápidamente ha aparecido un hombre de una habitación contigua; masticaba. Estaría cenando. Iraitz le pegunta por una habitación y nos responde que si. Le preguntamos cuánto y nos dice que 18000 IKR, pero que nos la deja en 15000 IKR. Bonito detalle. Le damos los datos y vamos por las cosas.
El hotel es bastante elegante; todo madera, televisión, mueble-bar, y en el baño, jacuzzi. El hombre nos ha dicho que dan cenas hasta las 22. Preguntamos al camarero y nos dice que va a preguntar en la cocina…y desgraciadamente, dice que está cerrada; de todas maneras, nos dice que existe un servicio de habitaciones, y que si queremos alguna hamburguesa, nos la pueden llevar a la alcoba. ¡Cojonudo! Pedimos un par de hamburguesas, bebida, e Iraitz aparte, una sopa. Nos vamos a la habitación, Iraitz abre el grifo del jacuzzi y para cuando nos damos cuenta, el camarero ya ha traído la sopa y las bebidas. Nos pregunta si queremos otra cuchara para la sopa, y le decimos que OK, pensando que la traería con las hamburguesas. Pues no, ha hecho un viaje sólo con la cuchara…las hamburguesas vinieron después.
Iraitz se ha aburrido bastante pronto del jacuzzi; al principio parecía que no iba bien, a lo mejor porque no pulsaba el botón adecuado. Cenamos, escribo, y a dormir. Estamos reventados, pero el día nos ha salido bastante redondo. Parece que en la calle hace frío, pero no tiene pinta que como en las postales que venden aquí, aparezca la Aurora…