Dejamos nuestro apartamento a eso de las 10 de la mañana después de reservar dos noches más para nuestra vuelta a Teherán y nos fuimos en taxi a la estación Terminal e-Joonob desde donde salen los autobuses hacia el sur del país. También se puede llegar en metro puesto que la terminal se encuentra a unos 400 m al salir de la estación.
Se notaba que era viernes, día festivo, porque el tráfico era bastante menos que el día anterior. En cuanto nuestro taxi nos dejó delante de la terminal ya se nos acercó un hombre uniformado preguntándonos por nuestro destino. Esto es algo habitual en las estaciones iraníes, hay multitud de empleados de las compañías de autobuses que están fuera, en los accesos de la estación y que ya te llevan hasta el mostrador de las compañías. Es una forma de captar clientes pero que a nosotros nos viene muy bien para saber a donde ir. Sacamos nuestros billetes para Kashan y nos dijeron cual era nuestro andén. Allí ya estaba nuestro bus (hay mucha frecuencia a Kashan) cuyo destino final era Isfahan. Los buses en los que viajamos son VIP y son realmente estupendos puesto que en un lado solo hay un asiento y en el otro dos, pero con gran distancia entre las filas lo que te permite ir con mucha comodidad. Además siempre te van a dar galletas, bollos y algún zumo como cortesía de la compañía, con lo que puedes desayunar en el bus sin problemas, ¡y por un precio irrisorio!.
El trayecto a Kashan dura unas dos horas y media aunque tardamos más porque el bus paraba continuamente hasta que salió de Teherán. Dedujimos que no hay paradas, sino que para donde la gente le haga una señal para subir, con lo que paramos unas 15 veces, sin exagerar.
De todas formas el trayecto nos pasó rápido. Como ya sabíamos, el bus no entra en Kashan sino que para en una rotonda en las afueras (igual que anteriormente en Qom) donde nos bajamos y donde ya hay taxis esperando para llevarte a Kashan. Por 50.000 riales (1,25 euros) cogimos un taxi que nos acercó hasta nuestro hotel, el Manouchehri House. Por el camino ya pudimos ver lo que era Kashan, una ciudad de adobe con callejuelas y con gran cantidad de casas abandonadas y en ruinas, en gran parte como consecuencia de terremotos. El taxi se metió por estrechas callejuelas que evidentemente no estaban diseñadas para los coches y nos dejó en la puerta del hotel.
Manouchehri House es un estupendo hotel en una antigua casa de comerciantes de gran tamaño totalmente restaurada y con un precioso patio central con fuentes y estanques, que crea un espacio muy agradable. Un auténtico oasis dentro de una ciudad de adobe.
Como ya eran casi las 3 de la tarde decidimos comer en el restaurante dell hotel el consabido Kebab antes de emprender la visita. Como al día siguiente teníamos que salir para Isfahan debíamos de aprovechar el día para ver todo lo que pudieramos.
Caminar por las desiertas callejuelas de adobe de Kashan da la impresión, por un lado, de haberte desplazado el tiempo y, por otro lado, de estar en una ciudad abandonada y sin habitantes. Después de 15 minutos llegamos a la mezquita Agha Bozorg del siglo XVIII y que cuenta con la particularidad de que está construída en un primer piso sobre un patio, lo que la hace única en Irán.
Mientras sacábamos fotos volvimos a disfrutar de la hospitalidad iraní porque un niño se acercó para que probáramos un dulce que venden en Irán con forma de papel o cartulina y que es bastante popular. Le dimos las gracias y lo probamos, aunque era demasiado empalagoso para nuestros paladares. Al lado de la mezquita hay un pequeño mausoleo o Imamzade, el primero de los muchos que veríamos en nuestro viaje.
15 minutos después llegamos a la zona donde están las principales atracciones de Kashan, las antiguas mansiones levantadas por ricos comerciantes y hoy restauradas para el público. Por esa zona ya vimos algún turista más, tanto extranjero como iraní, además de alguna agencia de viajes. En una de ellas acordamos por 40 euros el traslado al día siguiente a Isfahan, visitando por el camino Abyaneh y Natanz. Ofrecían más excursiones como visitas al desierto y otros lugares pero no teníamos tiempo para más.
Sacamos una entrada conjunta por 300.000 riales (7,5 euros) para visitar la casa Tabatabaei, la casa Abasiha y el Haman e-Sultan Amir Ahmad.
Las casas de los comerciantes responden todas al mismo esquema, con un gran patio con estanque y fuentes en torno al cual se articulan las habitaciones de la familia y dependencias para los negocios y los sirvientes (en torno a un patio trasero). Son del último tercio del siglo XIX y se puede decir que llega con ver dos porque son bastante similares, aunque todas tienen alguna particularidad. A nosotros la que más nos gustó fue la casa Tabatabaei, ricamente decorada.
Mención aparte es el Haman e-Sultan Amir Ahmad, unos preciosos baños ricamente decorados pero que guardan su mayor sorpresa en el acceso al tejado donde uno puede pasear alrededor de las pequeñas cúpulas de los baños que recuerdan extráñamente a la arquitectura de Gaudí (más bien al revés) mientras contempla los tejados de la ciudad de Kashan. Lo mejor de todo es que estuvimos totalmente solos mientras lo visitábamos.
Como final del día visitamos también la Borujerdi House que destaca por su decoración pictórica en las paredes, aunque estaba en obras con andamios que la deslucían un poco. Pasamos por delante del Abassi Teahouse Restaurant, pero aunque pensamos ir a cenar ahí, tras volver al hotel y por pereza acabamos cenando en él y disfrutando de la noche en el precioso patio de nuestro hotel.
De Kashan tan solo nos quedó por ver el bazar, que dicen que es uno de los más bonitos de Irán, pero que al ser viernes estaba cerrado y como al día siguiente nos recogían a las 9 ya no pudimos visitar. Kashan ya nos había abierto las ganas de Irán y estábamos impacientes por ver más. Al día siguiente nos esperaba una de las joyas del país: Isfahan.[align=justify]
[/align] Se notaba que era viernes, día festivo, porque el tráfico era bastante menos que el día anterior. En cuanto nuestro taxi nos dejó delante de la terminal ya se nos acercó un hombre uniformado preguntándonos por nuestro destino. Esto es algo habitual en las estaciones iraníes, hay multitud de empleados de las compañías de autobuses que están fuera, en los accesos de la estación y que ya te llevan hasta el mostrador de las compañías. Es una forma de captar clientes pero que a nosotros nos viene muy bien para saber a donde ir. Sacamos nuestros billetes para Kashan y nos dijeron cual era nuestro andén. Allí ya estaba nuestro bus (hay mucha frecuencia a Kashan) cuyo destino final era Isfahan. Los buses en los que viajamos son VIP y son realmente estupendos puesto que en un lado solo hay un asiento y en el otro dos, pero con gran distancia entre las filas lo que te permite ir con mucha comodidad. Además siempre te van a dar galletas, bollos y algún zumo como cortesía de la compañía, con lo que puedes desayunar en el bus sin problemas, ¡y por un precio irrisorio!.
El trayecto a Kashan dura unas dos horas y media aunque tardamos más porque el bus paraba continuamente hasta que salió de Teherán. Dedujimos que no hay paradas, sino que para donde la gente le haga una señal para subir, con lo que paramos unas 15 veces, sin exagerar.
De todas formas el trayecto nos pasó rápido. Como ya sabíamos, el bus no entra en Kashan sino que para en una rotonda en las afueras (igual que anteriormente en Qom) donde nos bajamos y donde ya hay taxis esperando para llevarte a Kashan. Por 50.000 riales (1,25 euros) cogimos un taxi que nos acercó hasta nuestro hotel, el Manouchehri House. Por el camino ya pudimos ver lo que era Kashan, una ciudad de adobe con callejuelas y con gran cantidad de casas abandonadas y en ruinas, en gran parte como consecuencia de terremotos. El taxi se metió por estrechas callejuelas que evidentemente no estaban diseñadas para los coches y nos dejó en la puerta del hotel.
Manouchehri House es un estupendo hotel en una antigua casa de comerciantes de gran tamaño totalmente restaurada y con un precioso patio central con fuentes y estanques, que crea un espacio muy agradable. Un auténtico oasis dentro de una ciudad de adobe.

Caminar por las desiertas callejuelas de adobe de Kashan da la impresión, por un lado, de haberte desplazado el tiempo y, por otro lado, de estar en una ciudad abandonada y sin habitantes. Después de 15 minutos llegamos a la mezquita Agha Bozorg del siglo XVIII y que cuenta con la particularidad de que está construída en un primer piso sobre un patio, lo que la hace única en Irán.

Mientras sacábamos fotos volvimos a disfrutar de la hospitalidad iraní porque un niño se acercó para que probáramos un dulce que venden en Irán con forma de papel o cartulina y que es bastante popular. Le dimos las gracias y lo probamos, aunque era demasiado empalagoso para nuestros paladares. Al lado de la mezquita hay un pequeño mausoleo o Imamzade, el primero de los muchos que veríamos en nuestro viaje.

15 minutos después llegamos a la zona donde están las principales atracciones de Kashan, las antiguas mansiones levantadas por ricos comerciantes y hoy restauradas para el público. Por esa zona ya vimos algún turista más, tanto extranjero como iraní, además de alguna agencia de viajes. En una de ellas acordamos por 40 euros el traslado al día siguiente a Isfahan, visitando por el camino Abyaneh y Natanz. Ofrecían más excursiones como visitas al desierto y otros lugares pero no teníamos tiempo para más.
Sacamos una entrada conjunta por 300.000 riales (7,5 euros) para visitar la casa Tabatabaei, la casa Abasiha y el Haman e-Sultan Amir Ahmad.
Las casas de los comerciantes responden todas al mismo esquema, con un gran patio con estanque y fuentes en torno al cual se articulan las habitaciones de la familia y dependencias para los negocios y los sirvientes (en torno a un patio trasero). Son del último tercio del siglo XIX y se puede decir que llega con ver dos porque son bastante similares, aunque todas tienen alguna particularidad. A nosotros la que más nos gustó fue la casa Tabatabaei, ricamente decorada.


Mención aparte es el Haman e-Sultan Amir Ahmad, unos preciosos baños ricamente decorados pero que guardan su mayor sorpresa en el acceso al tejado donde uno puede pasear alrededor de las pequeñas cúpulas de los baños que recuerdan extráñamente a la arquitectura de Gaudí (más bien al revés) mientras contempla los tejados de la ciudad de Kashan. Lo mejor de todo es que estuvimos totalmente solos mientras lo visitábamos.



Como final del día visitamos también la Borujerdi House que destaca por su decoración pictórica en las paredes, aunque estaba en obras con andamios que la deslucían un poco. Pasamos por delante del Abassi Teahouse Restaurant, pero aunque pensamos ir a cenar ahí, tras volver al hotel y por pereza acabamos cenando en él y disfrutando de la noche en el precioso patio de nuestro hotel.

De Kashan tan solo nos quedó por ver el bazar, que dicen que es uno de los más bonitos de Irán, pero que al ser viernes estaba cerrado y como al día siguiente nos recogían a las 9 ya no pudimos visitar. Kashan ya nos había abierto las ganas de Irán y estábamos impacientes por ver más. Al día siguiente nos esperaba una de las joyas del país: Isfahan.[align=justify]