El viernes era el día planeado para visitar Bratislava. Bratislava se encuentra en Eslovaquia, y junto con Viena, son las dos capitales de países más cercanas del mundo, así que en apenas una hora en bus te plantas allí. Tomamos el autobús en Erdberg, una pequeña estación junto al metro, donde ya estaba en la calle el autobús a Bratislava esperando, así que no tuvimos que andar buscando dársenas, ni puertas ni nada por el estilo.
Sobre las 10:30 de la mañana nos plantamos en Eslovaquia. Lo primero que nos encontramos fue la Catedral de San Martín (nada ostentosa) y el Danubio, junto con el Castillo de Bratislava. Comenzamos la visita paseando por una céntrica calle que daba a parar al Teatro Nacional Eslovaco. Bratislava hacía justicia a lo que habíamos leído sobre ella. Es una ciudad que no llama la atención por sus altos edificios, ni sus enormes palacios imperiales, pero tiene un encanto especial, que hace interesante recorrerla andando por las calles de su centro histórico. Junto al Teatro Nacional Eslovaco, entramos por una calle donde se encontraban 3 de los principales atractivos turísticos de esta ciudad. El primero de ellos, es una estatua de un obrero saliendo de una alcantarilla. Según pudimos leer, la cabeza de este obrero ha sido arrancada en 2 ocasiones, y para evitarlo colocaron la señal existente en la actualidad, que avisa que bajo la misma hay un "man at work". Si algo llama la atención de esta ciudad es la cantidad de estatuas en bronce que hay por las calles históricas de la misma. Avanzando en esa misma calle, pudimos ver otra de las famosas estatuas. En esta ocasión era una estatua de un vagabundo que deambulaba por las calles de Bratislava y no perdía nunca la sonrisa ni el frac y el sombrero que vestía. Y en la calle de la derecha, la tercera de las famosas estatuas; un paparazzi asoma por una esquina para tomar una instantánea con su cámara de fotos.
Junto a esta calle llegamos a la plaza del Antiguo Ayuntamiento, donde tras hacer unas fotos vimos también dos nuevas estatuas. Una era de un soldado haciendo guardia, y la otra de Napoleón, apoyado sobre un banco y con su típico sombrero cubriendo sus ojos. Continuamos hacia la puerta de San Miguel, una gran torre con un cañón a sus pies, y llegamos hasta el Palacio del Primado, un palacio con la fachada de color rosa, que en su día fue sede del arzobispo y primado de Hungría. Recordemos que Bratislava fue durante años la capital de Hungría.
Tras esto, caminamos un poco más para, tras pasar un pasaje subterráneo llegar al Palacio de Grassalkovich, donde sin haberlo planeado asistimos al cambio de guardia. Si alguna vez habéis visto el cambio de guardia de Buckingham Palace en Londres, esto no tiene nada que ver. Eran 4 soldados sustituyendo a otros 4 y sin música ni nada espectacular. El edificio en sí es bastante bonito, y además cuanta con una plaza con una fuente y una bola del mundo que permite unas fotos muy chulas.
No teníamos muy claro si visitar una Iglesia Azul de la que hablaban en algunos reportajes de Internet. Pero, ¡menos mal que lo hicimos! Fue sin duda lo que más nos gustó de Bratislava. Se notaba que le había pintado hace poco, y era impresionante. Parecía obra de Gaudí. En azul claro era el color predominante tanto por dentro como por fuera. Nos gustó muchísimo, parecía sacada de un cuento de Hansel y Gretel, donde las casas eran de azúcar.
Al salir de la Iglesia Azul fuimos a la Catedral de San Martín, donde hicimos algunas fotos, pero no prestamos atención especial. Ya digo que no es nada ostentosa y está bastante mal conservada. Hicimos un pequeño alto en el camino para comer, y nos llamó la atención lo barata que era la comida. En Eslovaquia, el euro entró a principios de año, y les pasa como nos pasó en España al principio. Que los precios tenían decimales raros. Una Coca-Cola 1,66€ , una pizza 3,23€... vamos, que aún no han redondeado los precios como sí hemos hecho aquí. Lo que si salió caro fue la bebida y el café. 2 Coca-Colas y un café nos costaron más que el menú del restaurante.
Para despedirnos de Bratislava, lo último qe hicimos fue subir al Castillo. Desde arriba ofrece unas vistas espectaculares de la ciudad. El castillo en sí no es nada del otro mundo, es un edificio fortificado blanco con 4 torres, pero vale la pena subir para ver una panorámica así de la ciudad. Bratislava tiene cerca de 500.000 habitantes, pero sin duda desde allí arriba parecían muchos más.
A las 17:00 tomamos el bus de vuelta a Viena, donde aún nos dio tiempo a dar otro paseo por el centro para comprar algunos souvenirs, y visitar el canal del Danubio, donde hicimos unas fotos muy chulas de los puentes que lo cruzan. También vimos un ritual muy extraño, una mezcla entre algo hippie y sectario. Cenamos algo y nos fuimos al hotel. Aquel día habíamos estado en un país nuevo y ya sólo nos quedaba el sábado para disfrutar Viena.
Sobre las 10:30 de la mañana nos plantamos en Eslovaquia. Lo primero que nos encontramos fue la Catedral de San Martín (nada ostentosa) y el Danubio, junto con el Castillo de Bratislava. Comenzamos la visita paseando por una céntrica calle que daba a parar al Teatro Nacional Eslovaco. Bratislava hacía justicia a lo que habíamos leído sobre ella. Es una ciudad que no llama la atención por sus altos edificios, ni sus enormes palacios imperiales, pero tiene un encanto especial, que hace interesante recorrerla andando por las calles de su centro histórico. Junto al Teatro Nacional Eslovaco, entramos por una calle donde se encontraban 3 de los principales atractivos turísticos de esta ciudad. El primero de ellos, es una estatua de un obrero saliendo de una alcantarilla. Según pudimos leer, la cabeza de este obrero ha sido arrancada en 2 ocasiones, y para evitarlo colocaron la señal existente en la actualidad, que avisa que bajo la misma hay un "man at work". Si algo llama la atención de esta ciudad es la cantidad de estatuas en bronce que hay por las calles históricas de la misma. Avanzando en esa misma calle, pudimos ver otra de las famosas estatuas. En esta ocasión era una estatua de un vagabundo que deambulaba por las calles de Bratislava y no perdía nunca la sonrisa ni el frac y el sombrero que vestía. Y en la calle de la derecha, la tercera de las famosas estatuas; un paparazzi asoma por una esquina para tomar una instantánea con su cámara de fotos.
Junto a esta calle llegamos a la plaza del Antiguo Ayuntamiento, donde tras hacer unas fotos vimos también dos nuevas estatuas. Una era de un soldado haciendo guardia, y la otra de Napoleón, apoyado sobre un banco y con su típico sombrero cubriendo sus ojos. Continuamos hacia la puerta de San Miguel, una gran torre con un cañón a sus pies, y llegamos hasta el Palacio del Primado, un palacio con la fachada de color rosa, que en su día fue sede del arzobispo y primado de Hungría. Recordemos que Bratislava fue durante años la capital de Hungría.
Tras esto, caminamos un poco más para, tras pasar un pasaje subterráneo llegar al Palacio de Grassalkovich, donde sin haberlo planeado asistimos al cambio de guardia. Si alguna vez habéis visto el cambio de guardia de Buckingham Palace en Londres, esto no tiene nada que ver. Eran 4 soldados sustituyendo a otros 4 y sin música ni nada espectacular. El edificio en sí es bastante bonito, y además cuanta con una plaza con una fuente y una bola del mundo que permite unas fotos muy chulas.
No teníamos muy claro si visitar una Iglesia Azul de la que hablaban en algunos reportajes de Internet. Pero, ¡menos mal que lo hicimos! Fue sin duda lo que más nos gustó de Bratislava. Se notaba que le había pintado hace poco, y era impresionante. Parecía obra de Gaudí. En azul claro era el color predominante tanto por dentro como por fuera. Nos gustó muchísimo, parecía sacada de un cuento de Hansel y Gretel, donde las casas eran de azúcar.
Al salir de la Iglesia Azul fuimos a la Catedral de San Martín, donde hicimos algunas fotos, pero no prestamos atención especial. Ya digo que no es nada ostentosa y está bastante mal conservada. Hicimos un pequeño alto en el camino para comer, y nos llamó la atención lo barata que era la comida. En Eslovaquia, el euro entró a principios de año, y les pasa como nos pasó en España al principio. Que los precios tenían decimales raros. Una Coca-Cola 1,66€ , una pizza 3,23€... vamos, que aún no han redondeado los precios como sí hemos hecho aquí. Lo que si salió caro fue la bebida y el café. 2 Coca-Colas y un café nos costaron más que el menú del restaurante.
Para despedirnos de Bratislava, lo último qe hicimos fue subir al Castillo. Desde arriba ofrece unas vistas espectaculares de la ciudad. El castillo en sí no es nada del otro mundo, es un edificio fortificado blanco con 4 torres, pero vale la pena subir para ver una panorámica así de la ciudad. Bratislava tiene cerca de 500.000 habitantes, pero sin duda desde allí arriba parecían muchos más.
A las 17:00 tomamos el bus de vuelta a Viena, donde aún nos dio tiempo a dar otro paseo por el centro para comprar algunos souvenirs, y visitar el canal del Danubio, donde hicimos unas fotos muy chulas de los puentes que lo cruzan. También vimos un ritual muy extraño, una mezcla entre algo hippie y sectario. Cenamos algo y nos fuimos al hotel. Aquel día habíamos estado en un país nuevo y ya sólo nos quedaba el sábado para disfrutar Viena.