Actualmente estoy viviendo en La Paz, Bolivia. En navidades voy a pasar unos días en Arica, en la playita, y de ahí bajo a Santiago de Chile a pasar navidades con una amiga.
A partir de ahí tengo unos 10-11 días libres, desde el lunes 27 hasta el 5-6 de enero, y mi sueño es poder visitar Torres del Paine y el glaciar Perito Moreno.
Aquí vienen algunas preguntas:
- Es factible en esos 10-11 días ir y volver desde Santiago de Chile a las Torres del Paine y Calafate/Perito Moreno en bus?
- Cual seria el recorrido logico para ver (y pasear por) estas dos maravillas? (supongo que seria aconsejable parar a mitad de camino para ver algo mas y que no sea tan largo el viaje).
- Cual seria el costo aproximado en buses?
Ahora mismo estoy pensando que no me dara tiempo (por ahí podria aumentar un par de días mas) pero necesito vuestros consejos para saber si me planteo ir o no!
Gracias por adelantado
Katu
De ningún modo te recomiendo hacerlo por bus, son unos 3.500 kilometros, y el valor del bus comparado con un pasaje de avion no tiene una gran diferencia. Cotiza el vuelo y disfruta esos días en punta arenas o puerto natales
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De acuerdo, parece que en bus imposible. Entonces la opción seria si enuentro algun vuelo barato, pasar unos 10 días entre el 26-27 de diciembre y el 5-6 de enero.
En 10 días me da tiempo a hacer Punta Arenas - Puerto Natales - Torres del Paine - Calafate - Perito Moreno - Punta Arenas ??
Cual seria el recorrido a hacer para poder visitar Torres del Paine y el Perito Moreno?
En Chile en casi todo los restaurantes se puede pagar con tarjeta y no cobran comisión ni precios diferentes en ninguna parte pro ello.
En Argentina en las compras a veces me dan un precio distinto como 5% más por pagar con tarjeta, aunque cada día es menos.
_________________ Soñando con nuevos destinos
Vero
76.992
Estuve el día 2 de novienbre en el refugio guardado de Los Cuernos del Paine. Cena, alquiler de saco, dormir y desayuno 74 dolares. El refugio está muy bien y no pasamos nada de frío. El servicio correcto. Hicimos dos días de travesía facil, en total 30 kms. Desde Hostería Las Torres, por el refugio citado, un poco del Valle Francés, un poco del valle del Grey y regreso desde Lodge Paine Grande en el catamarán del Lago Pehoé que sale a las seis y media de la tarde y enlaza con el autobús de vuelta a Puerto Natales. Para hacer el trekkig de la W tendrás que contar con un día más y dormir el primer día en el refugio Chileno en condiciones parecidas porque es de la misma empresa, Fantástico Sur. Un saludo patagónico. Gabi
Hola,
Tores del Paine es realemente hermoso. Pero no es barato lamentablemente...
En enero o febrero, va a caminar con un monton de gente en los senderos.
Tienes que considerar también opciones menos conocidas como la carretera austral, los lagos (chile).
A ver si alguien me puede aclarar las dudas
El día 5 de diciembre llegaré a puerto natales procedente de Calafate y dormiré allí.
El día 6 de diciembre saldré hacia Torres del Paine donde he cogido alojamiento para ese día y para el siguiente (7 de diciembre). Me alojaré en el Hotel Rio Serrano, que creo que está a la entrada del parque
El día 8 bajaré de Torres del Paine a Punta Arenas para coger un vuelo a Puerto Montt.
¿Qué me recomendáis para hacer todos los desplazamientos ¿alquilar coche? ¿ir en autobús?
Dentro del parque, partiendo que solo vamos a estar dos días ¿que recorridos me recomendais? ¿Debería dirigirme a alguna agencia en Puerto Natales?
Si hay alguien que haya hecho algo parecido y me puede aclarar se lo agradecería enormemente
Si alh
Como te quedaras a dormir en el parque te recomiendo el bus ya que en auto alquilado son aprox.110 kms de los cuales la mitad es pista de ripio y como pilles un día de lluvia se pone fatal.
Tienes buses por la mañana desde P.Natales que hacen parada en al menos 3 sitios del parque, primero en la puerta de entrada en la zona de Serrano, luego en Pudeto (donde se toma el catamaran para cruzar el lago Pehoe) y finalmente en la puerta sarmiento en la zona de Laguna Amarga.
Si estais en Serrano, lo mas cerca seria ir a Pudeto, cruzar el lago Pehoe y subir caminando hasta el refugio Grey y aproximaros al glaciar (4 horas), otra opción es desde donde deja el catamaran ir hacia el campamento italiano y de allí remontar el Valle del Francés pero recordar que las distancias son largas porque para ir al mirador del campamento Britanico son aprox. 5,30-6 horas de camino y para volver otras tantas (quiza algo menos).
Hablar con la gente del hotel Rio Serrano para ver como os moveis del hotel al lago Pehoe o otras zonas del parque (Grey o hosteria Las Torres)
Para ir de P.Natales a P.Arenas podeis ir en bus o alquilar coche un día, el tema del coche os permitiria parar en la pingüinera del Seno Otway que es mas pequeña que la de la Isla Magadalena en el estrecho de Magallanes pero podrias ver los pingüinos en su salsa (unas 5000 parejas).
Y para hacer compras podeis probar la zona franca de Punta Arenas donde parece ser que los precios son supercompetitivos.
Que lo disfruteis
_________________ 2024 USA+Hawai 2023 Tailandia i Camboya 2022 Oeste americano 2022 Isla Mauricio 2021 Islas Canarias 2020 Andalucia 2019 Australia+Tasmania 2018 Mexico 2017 Guatemala + Inonesia 2016: Vietnam 2015: Indonesia 2014: Costa Rica 2013: Istanbul; 2012: Nueva Zelanda; 2010: Patagonia y Tierra del Fuego; 2009: Praga; 2008: Quebec y Ontario; 2007: Lisboa y Paris; 2006: Egipto; 2005: California; 2004:Paris
Si lo hacemos es en Abril, y ya te vas a enterar, porque tenemos ganas de hacer los lagos del lado de Chile, ya nos quedamos con ganas cuando fuimos y llegamos hasta puerto Varas justo en la Frontera, ¿como son los pasos por la cordillera? tengo entendido que son mas faciles de hacer que el de Mendoza
Son muy buenas las rutas especialmente el paso cardenal samore. Y si no andas en vehiculo puedes hacer el ceuce de los lagos desde bariloche, yo te busco en petrohue pasas unos días pir mi casa y yo te devuelvo a Bariloche.
En auto es lindo hacer el cruce por san martin navegando el lago pirihueico donde subes el auto a ubs barcaza, y llegas anouerto fuy visitando lago panguipulli, allí hay unos comllejos turisticos buenos. Y luego puedes volver por osorno hacia villa la angostura. Desde el compu te doy mas datos
_________________ Soñando con nuevos destinos
Vero
76.992
Alimar: La carretera austral chilena es maravillosa. Nosotros la hemos hecho desde Puerto Montt hasta Punta Arenas, de ahí cruzamos en ferry a Tierra del Fuego, a Ushuaia y de regreso al continente hicimos la parte argentina de las zonas de glaciares y lagos.
Saludos!!
_________________ Los más de 60.000 kms recorridos en auto por Europa, son mi mayor tesoro.
En mi viaje por Argentina voy a zarpar desde Ushuaia en el crucero Australis que me dejará en Punta Arenas (Chile). Para volver a Argentina había pensado alquilar un coche y dejarlo en Calafate, pero me sale carísimo por el drop-off. ¿Alguien me puede recomendar alguna opción para volver a Argentina desde Punta Arenas por un módico precio?
Muchas gracias
_________________ Desde Svalbard a 78ºN hasta Cabo de Hornos a 56ºS y desde Torres del Paine a 73ºE hasta Wellington a 174ºO, 49 países recorridos de todos los continentes.
Hay buses que salen a diario desde Puerto Natales y desde Punta Arenas hasta Calafate
¿Podrías indicarme algún enlace? No encuentro ninguna compañía que haga el trayecto directo desde Punta Arenas hasta Calafate.
_________________ Desde Svalbard a 78ºN hasta Cabo de Hornos a 56ºS y desde Torres del Paine a 73ºE hasta Wellington a 174ºO, 49 países recorridos de todos los continentes.
Copia un reportaje muy bueno que salió ayer en la Revista del Domingo de el Diario El Mercurio de Chile
Diario de la Carretera Austral
Más que un camino lleno de cumbres, glaciares y ríos caudalosos, Carretera Austral es un mito que los gringos conocen mejor que los chilenos, y que nosotros tratamos de entender manejando ida y vuelta de Coyhaique a Tortel.
Texto: Rodrigo Cea, desde la Carretera Austral, Región de Aysén. Fotos: Felipe González.
Día 1:
Lecciones de Carretera
En la Carretera Austral, la prisa es un error. Todavía faltaba media hora para llegar a Caleta Tortel y ya estaba claro que recorrer en sólo 11 horas los 465 kilómetros que separan a Coyhaique de nuestro destino había sido un error.
Entonces pensé que ésta sería la primera anotación de este diario: "Usted no lo haga".
Junto a una estufa a leña, ahora estoy en Tortel. Después de una ducha no tan caliente como me hubiera gustado, por la ventana de la residencial Estilo veo cómo el día se transforma lentamente en noche. Tengo una sensación amarga al repasar el viaje de hoy. A Felipe González, copiloto de lujo, responsable de las fotos que ilustran este artículo, le pasa algo parecido y me dice que el recorrido de hoy ameritaba dos detenciones: dormir en Puerto Tranquilo y Cochrane, por ejemplo.
Estamos de acuerdo. No nos resta más que abrir un par de cervezas para revisar las fotos y, por mi parte, empezar a escribir cómo diablos fue que llegamos a este nostálgico presente.
Es medianoche. Llueve en Tortel.
Salimos de Coyhaique las ocho de la mañana. El estanque de la 4x4 estaba casi lleno, pero de todos modos lo recargamos. El día anterior nos advirtieron que sólo habría combustible en Cochrane: "donde pueden pasar semanas sin diésel, amigo". Y ésta es otra lección del viaje: la Ruta CH-7 -el nombre burocrático de esta Carretera de mucho ripio y poco asfalto, que en 1.240 kilómetros une a Puerto Montt con Villa O'Higgins- es, además de un camino, un mito. Sobre todo para los chilenos.
La noche antes de partir casi todas las personas con que hablamos en Coyhaique nos advirtieron sobre los riesgos de nuestra travesía y, en especial, sobre la escasez de combustible y el mal estado del camino. Ahora, tras haber recorrido 465 kilómetros de Carretera Austral, puedo asegurar que ninguna de esas cosas es cierta. Primero: hay combustible (gasolina de 95 y diésel) en Puerto Tranquilo y en Cochrane la bomba local no vende el combustible en bidones como nos dijeron en Coyhaique.
Y sobre el estado del camino, aunque se trate de un apreciación subjetiva puedo asegurar de manera responsable que es posible transitar a 50 kilómetros por hora con seguridad y que la calamina es muy poca, al igual que los socavones.
Volvamos al viaje: salimos de Coyhaique y después de pasar el desvío que lleva al aeropuerto de Balmaceda, avanzamos por un camino marcado por cumbres nevadas, ríos y quebradas, hasta llegar a Cerro Castillo, donde termina el asfalto. Nos detuvimos un minuto para llevar a una pareja de israelíes. Tenían ya un par de meses dando vueltas por Patagonia y esa misma mañana acababan de terminar el sendero de tres días que recorre Cerro Castillo: destino que va al alza y que muchos comparan con Torres del Paine por razones que se ven desde la carretera.
Seguimos: aceleramos bordeando la Laguna Verde y más allá se veía el llamado "Bosque Muerto", testimonio de la erupción del volcán Hudson en 1991. En total, entre Cerro Castillo y Puerto Tranquilo hay 118 kilómetros, marcados por una vegetación cada vez más verde y por el primer encuentro con el Lago General Carrera, donde es imposible no detenerse para fotografiarlo.
Llegamos a Puerto Tranquilo en un par de horas y nos despedimos de los israelíes, que de inmediato partieron a ver opciones para navegar a las Catedrales de Mármol. Nosotros, por cierto, no teníamos tiempo para eso y seguimos al sur. A poco andar comprobamos que es cierto lo del microclima del General Carrera. Bajo un sol radiante, hacía calor y corría poco viento. De paso, verificamos que casi todos los viajeros eran gringos. Alemanes, estadounidenses, franceses, suizos, italianos son mayoría en la Carretera y, por lo mismo, son quienes más saben del camino: trekkings poco conocidos, sitios buenos y baratos, locales con wifi, dónde encontrar café de grano.
Recogimos a uno de estos viajeros cerca de Puerto Bertrand. Daniel, ingeniero de Munich, venía de caminar por el Valle de Los Leones. Sin ver a nadie en tres jornadas, había ido hasta Campo de Hielo Norte, completamente solo, con una carpa y una cocinilla.
En los 20 kilómetros previos a Cochrane, el camino sube y baja por curvas en todos los ángulos. Manejar deja de ser un placer, pero seguro no se trata del sacrificio que implicó la creación de toda la ruta: a partir de 1976, más de 10 mil soldados trabajaron en una de las obras de ingeniería más costosas y difíciles en la historia del país. Un megaproyecto vial que costó la vida de varios soldados en diversos tipos de accidentes, y que recién en septiembre de 1999 alcanzó a Villa O' Higgins, que así dejó de considerarse uno de los sitios más aislados de Chile.
En Cochrane paramos para dejar al alemán y descansar un rato. Iban ocho horas de viaje. 334 kilómetros. Eran las cuatro de la tarde. Después de cargar combustible caminé un par minutos. En la calle no había mucha gente. A unas cuadras vi las letras blancas y gigantes que forman la palabra "COCHRANE" sobre una colina, al estilo Hollywood, y de las que muchos santiaguinos, que se creen muy cosmopolitas, se ríen.
Faltaban 123 kilómetros hasta Tortel y partimos. Fue entonces que pensé eso de "Usted no lo haga". Me di cuenta de que me hubiese quedado feliz en Cochrane y que había sido un completo error planificar así el viaje. En paralelo, otra idea comenzó a aparecer en mi cabeza: la de volver.
Es extraño, pero antes ya me había pasado lo mismo con un par de sitios (Putre y Raivavae, una isla pequeña del Archipiélago de las Australes en la Polinesia Francesa), donde a poco de llegar quería volver, sabiendo que el tiempo no sería suficiente. Con esa sensación y en extremo cansado manejé los últimos kilómetros hasta Tortel, bordeando los lagos Esmeralda y Vargas, atravesando una vegetación cada vez más verde y salvaje. Con Felipe ya no hablábamos, sólo mirábamos las decenas -quizá cientos- de glaciares y cascadas a lo lejos.
A las siete de la tarde, después de 11 horas de viaje, por fin llegamos a Tortel. Desde el sector alto bajamos con el equipaje. Las hermosas pasarelas fabricadas con ciprés de las Guaitecas, que parecían tan lindas desde lejos, fueron un infierno los 20 minutos que tardamos en llegar a Estilo.
Supongo que no hace falta aclarar que Estilo, no tiene nada de "estilo" en el sentido en que las revistas de moda y decoración entienden la palabra. Pero tiene todo lo que necesito para escribir este diario: una silla, una mesa, una estufa a leña y vista a la caleta más bonita de la Patagonia.
Día 2:
Epifanía y represas
Como pocas veces -puede llover un mes sin parar-, Tortel amaneció con pocas nubes. En el desayuno con Felipe decidimos no movernos y aprovechar el día soleado en la caleta.
Por las pasarelas sobre el agua partí hacia el sector donde se encuentra la playa. En el camino comprobé la gran variedad de aves que habita la zona: escuché el canto de un chucao y vi pasar un martín pescador. Subí y bajé pasarelas y apuré el tranco para cruzar al otro lado de la bahía y alcanzar el mirador desde donde se obtiene la clásica postal de Tortel. En silencio me dediqué a mirar los efectos de los cambios de luz sobre el agua y me entretuve con las lanchas que entraban y salían de la bahía. "¿Hay algo más que hacer aquí?", me pregunté. Probablemente sí, concluí, pero en ese momento yo no quería hacer más que eso: contemplar y respirar de manera consciente el aire frío y limpio de la Patagonia.
Si me preguntaran ahora, cuando ya es de noche y llueve con furia en Tortel, diría que el del mirador fue un instante epifánico. O algo así. El nombre da lo mismo. Lo cierto es que, por un par de minutos, dejé de pensar en mi vida -cuentas de luz, agua y gas; e-mails, y toda esa clase de tonterías- y estuve ahí con la certeza de que en ese momento no quería estar en ningún otro sitio. Sólo ahí. Y eso no pasa mucho, ¿no? Al menos no a mí.
La mentada epifanía terminó de la manera más mundana y calórica posible: con una "pichanga típica de Tortel" en una cocinería sin nombre cerca de Estilo. Cuento corto: el plato (para dos) consistía en un cerro de carne y papas fritas, salchichas, trozos de palta y tomate, queso fundido y aceitunas, todo coronado por un par de huevos fritos. ¿Bueno? Sí. Pero más que eso, demoledor.
Escondido en el sector alto del centro de Tortel, el lodge Entre Hielos es una construcción de madera de líneas simples, decorado de manera sencilla. En el estar principal está el comedor, la cocina a la vista y el living. Ahí me senté a conversar con María Paz Hargreaves, arquitecta santiaguina que vino por primera vez a Tortel hace más de diez años. Desde entonces, volvió decenas de veces, se casó con el tortelino Noel Vidal, con quien levantó y administra hoy Entre Hielos.
Hablamos un par de minutos sobre las trivialidades que un periodista de viajes acostumbra preguntar -número de habitaciones (6), precios (desde 120 dólares diarios), ese tipo de cosas-, y no recuerdo bien cómo empezamos a conversar del tema sobre el cual todo el mundo habla en la caleta: las represas.
Partí luego a recorrer el sencillo trekking de dos horas que sube a la cima del cerro Bandera, desde donde se aprecia el Baker llegando al Pacífico, después de zigzagueantes 180 kilómetros de recorrido desde el lago Bertand.
Cuando volví a Estilo no estaba cansado, pero sí embarrado. Cerca de las 10 de la noche partimos al restorán Mirador. Ordenamos salmón. Estaba excelente.
Día 3:
La gringa y la confluencia
Llovía cuando hoy, a las 8 de la mañana, salimos de Tortel. El camino estaba resbaladizo y me di cuenta de una cualidad que pocas carreteras poseen: la Ruta CH-7, en sentido inverso, vuelve a sorprender con glaciares, cascadas y cumbres que antes no viste.
Cerca del mediodía, después de tres horas, estábamos de vuelta en Cochrane, el único punto de este recorrido donde hay señal de celular. El restorán que nos habían recomendado, Adas, aún no abría. Justo afuera conocimos a Danille Evenson. Nacida en Nueva Jersey, Dani, a sus 40 años, es una experta en salmones que trabajó por más de cinco años para el gobierno estadounidense en Anchorage, Alaska. Hace cinco meses, sin embargo, decidió renunciar a su trabajo para venir a escalar a Sudamérica por una cantidad aún indeterminada de tiempo. Eso fue parte de lo que ella nos contó en Ñirrantal, un restorán-cafetería que, según le habían comentado otros gringos, era muy bueno. Y, desde luego, lo era: las hamburguesas caseras que pedimos se convirtieron en lo mejor que comí en el viaje.
Dani quería ir a Puerto Tranquilo igual que nosotros y, por supuesto, la llevamos (me hubiese dado lo mismo que no se hubiera bañado en una semana). En el camino hablamos de su trekking los tres días anteriores por el Valle de Chacabuco, de por qué había viajado más de 15 mil kilómetros para escalar en Patagonia -"estoy buscando un gran cambio en mi vida", dijo- y de la famosa Confluencia. ¿Qué es eso? El punto donde los ríos Neff y Baker se unen y que, por ir apurados cuando íbamos a Tortel, pasó inadvertido.
Media hora antes de llegar a Puerto Bertrand, el sitio para detenerse y caminar a la Confluencia no está bien señalizado, pero lo usual es ver autos estacionados. Dejamos la camioneta y caminamos hasta los roqueríos desde donde se aprecia, a un par metros, cómo las aguas turquesa del Baker se unen a las grises del Neff (provenientes de glaciar del mismo nombre, en Campos de Hielo Norte). Postal cliché y todo lo que se quiera, el lugar es el indicado para medir el volumen y potencia del Baker, que con un promedio de hasta 1.000 metros cúbicos por segundo es el río más caudaloso de Chile (sólo para hacerse una idea: 150 veces más que el Mapocho). Al comienzo atemoriza pararse junto a la orilla. El tronar del agua fomenta al miedo, pero luego se siente confianza, uno se relaja y al rato disfruta como un niño fotografiándose con el río de fondo.
Volvimos a la camioneta y traté de conducir lento para disfrutar la carretera junto al Baker, que cerca de Puerto Bertrand adquiere un color cian indescriptible. Nos detuvimos sólo 10 minutos en Bertrand para tomar un par de fotos de registro. Habíamos decidido comprobar el dato que un par de gringos nos había dado: ir a las famosas formaciones de mármol del General Carrera desde Bahía Mansa, unos 10 kilómetros al sur de Puerto Tranquilo. ¿Cuál era el valor del dato? Desde ahí los paseos son más baratos y, además, se ahorra más de 30 minutos del viaje ida y vuelta desde Puerto Tranquilo.
Llegamos a Bahía Mansa cerca de las 7 de la tarde. Pagamos 25 mil pesos por el paseo, que efectivamente resultó más económico y mejor que desde Puerto Tranquilo: el embarcadero está a un par de minutos de la Capilla, la Catedral y los túneles de mármol por donde paseamos más de media hora (ahí vi una lancha que venía desde Tranquilo: dio una vuelta de apenas 5 minutos y regresó).
Llegamos a Puerto Tranquilo cerca de las 9 de la noche. Estaba claro aún y partimos a buscar un lugar para dormir. Era viernes y, después de preguntar en cinco sitios -había mucha demanda ese día, nos decían-, dimos con una cabaña donde nos quedamos con Dani, que a esas alturas ya era una más del equipo.
Día 4:
Despedida en el bus
Cuando desperté, Dani daba vueltas alistando su mochila para cuatro días de trekking por Cerro Castillo, donde la dejaríamos mientras nosotros seguíamos nuestro viaje hacia el aeropuerto. Afuera, el día otra vez era la imagen de un folleto promocional de la Patagonia. Partimos a las 9 de la mañana. En un par de horas las singulares cumbres nevadas de Cerro Castillo y el resto de montañas a su alrededor anunció que estábamos cerca del asfalto.
Llegamos a Villa Cerro Castillo, donde antes de despedirnos de Dani decidimos almorzar en la Cocina de la Sole: una fuente de soda que funciona en un par de viejas carrocerías de buses junto a la Carretera, con buenos sándwiches, estufa a leña y la mejor vista a Cerro Castillo. En el aire había algo de nostalgia. Entonces, supe que el viaje se terminaría ahí.
A la espera de las hamburguesas (sabrosas y contundentes; muy buenas por 2.500 pesos), Soledad Almonacid, la dueña, contó que atendía todo el año, pero que el verano era su mejor época.
Cuando trajo la comida tomé mi lápiz y la libreta y los guardé dentro del bolso. Ahora sí, pensé, el viaje terminaba. Miré a Felipe, a la gringa y la cumbre nevada de Cerro Castillo por la ventana. Estoy seguro de que sonreí.
La Carretera Austral es una de las obras de ingeniería más costosas y difíciles de la historia de Chile.
Comer
La cocina de la Sole: buenos sándwiches e insuperable paisaje de montaña. Parada obligada. Carretera Austral 10, Villa Cerro Castillo.
Darka: residencial con buena cocina casera, abierta a todo público (no sólo pasajeros). Los Arrayanes s/n, Puerto Tranquilo.
Mirador: el restorán más formal de la caleta Tortel. Buenos pescados y vista a la bahía. Sector Centro s/n.
Sabores locales: excelente comida en base a productos de la región. Sector Rincón Bajo s/n, Caleta Tortel.
DATOS PRÁCTICOS
Llegar
Lan vuela a Balmaceda desde 96.500 pesos, más impuestos (precio referencia marzo).
Dormir
La Estrella: Cabañas sencillas y equipadas desde 35 mil pesos para cinco personas. Los Arrayanes 389, Puerto Tranquilo.
Green Baker Lodge: cabañas para dos a seis personas desde 50 mil pesos. Carretera Austral, km. 3 pasado Puerto Bertrand; www.greenlodgebaker.com
Estilo: en Tortel, sencillo y cálido. 10 mil diarios por persona. Sector Base; tel. (67) 234 815.
Lodge Entre Hielos: en Tortel, sofisticado, excelente cocina. Dobles, 120 dólares. www.entrehielostortel.cl
Es un error planificar este viaje en pocos días. Como mínimo hay que tener una semana para ir parando en el camino.
Texto: Rodrigo Cea, desde la Carretera Austral, Región de Aysén. Fotos: Felipe González..
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Vero
76.992
Y aquí otro reportaje de restaurantes en la zona de Puerto Aysen, Carretera austral nuestra
Bajando pa'Puerto Aysén...
Con suculenta excusa -la Expo Gourmand de las Carnes-, el cronista se las emplumó hasta la Patagonia para probar qué se teje y cuece en estas australidades y hasta dio con un chef celebrado en revistas viajeras internacionales. Según Ruperto, éstos son los restaurantes de Coyhaique y Puerto Aisén que uno debiera conocer.
Por Ruperto de Nola, desde la Región de Aysén.
Cuando, en medio de sacudones, meneos y renuencias impresos al avión por los contrarios vientos pamperos, termina Ud. Por depositar su afligida humanidad (digamos la firme) en Balmaceda, seguramente no le pasará por la mente, preocupado como está en aparentar un spleen de viajero frecuente -"esto no es nada"-, la idea de que ha aterrizado en una de las pocas partes de Chile que han merecido una tonada propia. Nadie ha cantado jamás endechas a Perquenco, ni ha añorado los atardeceres de Melipilla. Todos esos cuartetos de huasos finos de que se reía tanto la Violeta cantan inespecíficamente a la región central, donde habrán de encontrarse los "mantelitos de la humilde mesa", o los "curas de mi pueblo" y otros bocados del ingente manjar folclórico de hace unos sesenta años, dulcísimo, polifónico.
Pero hete aquí que Los Cuatro Huasos, los primeros de una casi ya extinta especie, lanzaron uno de sus grandes gemidos musicales a la vista de Puerto Aysén, enriqueciendo, al fin y al cabo, esos espléndidos montes y valles con algo de que carece la mayor parte de los accidentes geográficos chilenos: densidad emocional suficiente para transformarlos en paisajes.
Pero vamos por partes. Nuestro primer destino, como llaman ahora a los lugares que uno visita, era Coihaique o Coyhaique, según prefiera Ud. Aprovechando la bienvenida toletole ortográfica imperante. Porque ha de saber, Madame, que en esta linda ciudad, en que de repente hay treinta y dos grados de calor y, luego, unas nevazones de un metro y medio que casi se transforman en emergencia humanitaria, se ha desarrollado, para ejemplo y enseñanza de tantas otras, una interesante "Expo Gourmand de las Carnes de Aysén 2011" en el paseo Horn, que da a una de las cinco -no cuatro- esquinas de la alucinante plaza de armas, limpia, arbolada, construida como genial tropiezo geométrico al plano en damero de la ciudad (es una pena que el prosaico damero no tarde en imponerse al lindo desorden vial a medida que uno se aleja de la plaza; pero no lo queramos todo).
Detrás de esta iniciativa han estado la Municipalidad, Sernatur, Inacap, Inia y organizaciones de los ganaderos regionales (Ogana y Cluster Ganadero), más muchos restoranes y hoteles, acicateados todos por la incansable Miriam Chible desde su restorán Ricer. Ha sido muy de ver el espectáculo de chefs y cocineros demostrando al público cómo confeccionaban sus diversos trozos de carne: ahí estaban doña Rosa, del Patagonia House, acompañando su carnecita con papas doradas al romero y jengibre; Leonardo Chacón, despostando un cordero con destreza admirable (fantástico cómo le saca el hueso al gigot dejando éste intacto, sin un corte); Eugenio Melo, agregando a la salsa de sus filetes un poco más de mantequilla "para el brillo y el colesterol"... Mientras estos diestros hacían lo suyo, varios puestos ofrecían delicatesen de la región, como el gran queso Las Juntas con ciboulette, merkén u orégano, o el jamón de cordero patagónico. Lo mejor del pueblo estuvo congregado ahí esa mañana bajo un sol brillante (contribución gratuita de la Providencia, en un lugar donde si no llueve, diluvia). Hasta Su Ilustrísima asomó su itálico naso un momento pero, no queriendo prodigar demasiado la púrpura episcopal, saludó y se fue. Se perdió los "apruebes" de las carnes, que era a lo que todos iban...
Con estos comienzos, el recorrido gastronómico que nos propusimos por la zona partió con viento de cola.
Lo primero, Madame, es entrar al restorán Histórico Ricer y, para más señas, ir directamente al segundo piso, donde hay un ambiente cálido a más no poder, creado por la gran cantidad de objetos antiguos que se amontonan ahí como en un museo: viejas fotografías de las familias pioneras, antiguos enseres y utensilios y todo eso que los ingleses llaman "trivia", o sea, cosas hoy desechables pero que, dentro de cien años, serán valiosas y codiciadas. La carta ofrece pescados (salmón, trucha, congrio), carnes de cordero, vaca y chancho, unas cuantas pastas, y sánguches enormes, más una parrilla muy bien abastecida. Excelentes las empanadas fritas de queso y las de pulpo, la carne a la cacerola en enorme trozo y muy blandita, y el cordero arvejado con papas fritas, guiso entrañable. Todo ello muy bueno y a punto, servido por amables señoras y no por mozos engolados. No hay a la vista hostigosos sommeliers: se toma lo que hay, que siempre es bueno. Recomendamos no saltarse las "tortas", especie de pequeñas sopaipillas sureñas (o sea, sin zapallo) cortadas en rectángulos, que vienen junto con el pan y la mantequilla (usadas a veces para acompañar platos de carne). Un gran postre es el flan de ron con canela, que reina sobre una variedad de kuchenes y tortas. Beba cerveza d'Olbek, de las grandes artesanales de la zona: muy buena. Y los precios, sumamente convenientes, en especial considerando las cantidades servidas. Un plus de este restorán: la noche que ahí comimos tocaba un excepcional dúo de guitarra y clarinete. No es común encontrar esta calidad de música en restoranes chilenos.
En el restorán del hotel El Reloj encontrará Ud. Algo más en la línea de la mesa de gran ciudad. Unas grandes pinzas de jaiba nos abrieron el almuerzo de ese día, acompañadas de mayonesa y una rica ensaladita. El asado de pierna de cordero, acompañado de su jugo y de unas verduritas a la plancha, fue muy satisfactorio en calidad y cantidad (cosa esta última que suele sacrificarse a la calidad, mal haya). Y lo mismo la "mousse" de calafate: la verdad es que esta baya patagónica no tiene mucho sabor, dicho sea con perdón; pero en el postre aquel estaba deliciosa. Nos ofrecieron, por vía de amuse gueule, unas rebanadas de jamón de cordero y tostadas; pero, qué quiere Ud.: somos amigos del chancho y el jamón es de chancho...
Nuestra siguiente parada fue -prepárese- en un restorancito que la revista yanqui Condé Nast Traveller visitó y recomendó hace un par de años como "top" de Chile. Se trata del Dalí, que atiende sólo a la hora de comida (recomendable reservar; son sólo unas ocho mesas). Su chef, Marcelo Balboa, no abandona la cocina ni transige en materia de crecimiento y expansiones. No, señor. Siguiendo el consejo de algunos chefs franceses que lo admiran se ha quedado en ésta, su tierra natal, desarrollando lo que tiene alrededor. La calidad aquí es realmente fuera de lo común; en Santiago habrá uno o quizá dos restoranes que lo igualen. Las cuatro entradas valen $4.500 y los ocho platos de fondo, $8.900. Las primeras eran "Vuelo de una avestruz un segundo antes de despertar" (carpaccio de este bípedo), "Escultura en centolla estucada con palta", "Cubismo de un filete consumido por una bandada de ostiones" (otro carpaccio) y "Cardumen de puyes sobre una ola de palmitos". Admirador de Dalí el chef... Elegimos la surrealista tortilla de puyes que, confesamos y proclamamos, es obra maestra tanto en concepción como en ejecución y presentación. Llegado el momento de los fondos y entusiasmados, mandamos preguntar si nos podían dar de todo un poco, a lo que respondió positivamente la cocina, no faltaba más. Y así probamos la delicada mantarraya (el único lugar en Chile donde hemos visto aletas de este pez, tan apreciado en Francia), cocida a punto; pejerreyes con puré, rebozados y fritos ("Nobles vestidos de harina por sus plebeyos"), tres distintos suflés (de centolla, de picos -vulgo picorocos- y de locos), y canelones de jaiba con salsa de tres quesos. Si la Parca no hubiera estado acechándonos, habríamos seguido con el apruebe; pero, no. Será para otra vez, que no nos perderemos este lugar por nada del mundo.
Después de esta estupenda experiencia, decidimos que ya había que mirar un poco el paisaje, para que no digan. ¡Y qué paisaje, Madame, qué de vistas y perspectivas! Encaramados en un van nuevecito que nos puso a disposición Sernatur, emprendimos viaje rumbo a Puerto Aysén: no circularon por nuestras manos cimarrones de ninguna especie, como en la tonadita, porque el día fue de los más soleados y calurosos de que se tenga memoria en la región. Ah, esos parajes que ni en Suiza encuentra uno con tanta frecuencia: cascadas por aquí, rocas abruptas por allá, empinados bosques de enormes árboles, glaciares, lagos, vegas y lagunas. Más los queridos potreros con vacas y corderos por doquier. Algunos valles se alejan ya al sur, ya al norte del camino, adentrándose en zonas todavía vírgenes. Algunos gringos astutos han comenzado a practicar lo que llaman, en su media lengua, mountain top time travelling, o sea, viaje por el tiempo desde la cima de las montañas: hay cerros a los que no ha subido pie humano alguno y desde los cuales se puede divisar el mismo paisaje, intocado, que había aquí hace decenas de miles de años.
Puerto Aysén a pleno sol es limpia y pintoresca: nada del llanterío de la tonada. Con esa lindura de campo, nos fuimos a conocer el Quincho La Pancha, unos siete kilómetros al norte: es uno de los muchos quinchos bien protegidos donde se come asados logrados lentamente, con esteritos para pesca, y escalamiento de cerros, cabalgatas y, en fin, toda esa multitud de entretenciones a que se entregan quienes no aprecian bien el repantigarse a la sombra de un coigüe frondoso, con una cervecita en las manos, a la espera de la empanada.
En Puerto Aysén puede Ud. Almorzar en el restorán Isla Verde, que ofrece una carta larguísima de mariscos y pescados. Pero, si natura no exige inmediata satisfacción, puede Ud. Irse a Puerto Chacabuco, en el fondo amplio, verde y azul del fiordo desde donde parten las embarcaciones hacia la Laguna San Rafael. Qué paz y armonía en este puerto marino en medio de la cordillera de Los Andes, que aquí se quiebra y precipita en el océano. Junto a esas aguas azules está el excelente hotel Loberías del Sur, donde desde $ 71.000 por pieza individual, puede encontrar Ud. Alojamiento de primera, si es que la vista de esos glaciares costeros le han fascinado, o si se ha dejado tentar por un paseo al lago Riesco, rodeado de espléndida selva valdiviana y rico en pudúes y huemules, aparte de toda la volatería del caso. "¿Pumas también?", preguntaba con remilgo una señora temerosa de la integridad de sus carnes. "Sí, pero son muy tímidos", decía el guía, tranquilizando a su grey.
En el Loberías del Sur encontrará Ud. La cocina tradicional de los buenos hoteles chilenos, sin estridencias ni rarezas: buenos congrios Margarita (con enormes mariscos), buenos lomos a lo pobre, buenas pastas, y un postre de "tres leches" que es una crema volteada notable, como la limeña. Los platos, de buena calidad, giran en torno a los $7.000.
En Coyhaique le recomendamos un hotel boutique, el Patagonia House, que tiene unas pocas piezas, donde podrá tomar un rico desayuno en mesa común, como en trattoria, plantada en la cocina grande y bien montada, mientras conversa con la cocinera y las niñas que atienden, en ambiente familiar gratísimo que le harán volver a su avión con el recuerdo no de esas tristezas de esos cuatro huasos cantores y llorones, sino de una porción preciosa de la Patagonia, al borde de una de las pampas más yermas del orbe.
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Direcciones
* Histórico Ricer: Paseo Horn esquina de la Plaza de Armas, Coyhaique; tel. (67) 232 920.
* Dalí: Lautaro 82; tel. (67) 245 422, Coyhaique.
* Hotel El Reloj: Baquedano 828; tel. (67) 231 108, Coyhaique.
* Isla Verde: Teniente Merino 710, a un costado de la plaza, Puerto Aysén.
Y aquí otro reportaje de restaurantes en la zona de Puerto Aysen, Carretera austral nuestra
Bajando pa'Puerto Aysén...
Con suculenta excusa -la Expo Gourmand de las Carnes-, el cronista se las emplumó hasta la Patagonia para probar qué se teje y cuece en estas australidades y hasta dio con un chef celebrado en revistas viajeras internacionales. Según Ruperto, éstos son los restaurantes de Coyhaique y Puerto Aisén que uno debiera conocer.
Por Ruperto de Nola, desde la Región de Aysén.
Cuando, en medio de sacudones, meneos y renuencias impresos al avión por los contrarios vientos pamperos, termina Ud. Por depositar su afligida humanidad (digamos la firme) en Balmaceda, seguramente no le pasará por la mente, preocupado como está en aparentar un spleen de viajero frecuente -"esto no es nada"-, la idea de que ha aterrizado en una de las pocas partes de Chile que han merecido una tonada propia. Nadie ha cantado jamás endechas a Perquenco, ni ha añorado los atardeceres de Melipilla. Todos esos cuartetos de huasos finos de que se reía tanto la Violeta cantan inespecíficamente a la región central, donde habrán de encontrarse los "mantelitos de la humilde mesa", o los "curas de mi pueblo" y otros bocados del ingente manjar folclórico de hace unos sesenta años, dulcísimo, polifónico.
Pero hete aquí que Los Cuatro Huasos, los primeros de una casi ya extinta especie, lanzaron uno de sus grandes gemidos musicales a la vista de Puerto Aysén, enriqueciendo, al fin y al cabo, esos espléndidos montes y valles con algo de que carece la mayor parte de los accidentes geográficos chilenos: densidad emocional suficiente para transformarlos en paisajes.
Pero vamos por partes. Nuestro primer destino, como llaman ahora a los lugares que uno visita, era Coihaique o Coyhaique, según prefiera Ud. Aprovechando la bienvenida toletole ortográfica imperante. Porque ha de saber, Madame, que en esta linda ciudad, en que de repente hay treinta y dos grados de calor y, luego, unas nevazones de un metro y medio que casi se transforman en emergencia humanitaria, se ha desarrollado, para ejemplo y enseñanza de tantas otras, una interesante "Expo Gourmand de las Carnes de Aysén 2011" en el paseo Horn, que da a una de las cinco -no cuatro- esquinas de la alucinante plaza de armas, limpia, arbolada, construida como genial tropiezo geométrico al plano en damero de la ciudad (es una pena que el prosaico damero no tarde en imponerse al lindo desorden vial a medida que uno se aleja de la plaza; pero no lo queramos todo).
Detrás de esta iniciativa han estado la Municipalidad, Sernatur, Inacap, Inia y organizaciones de los ganaderos regionales (Ogana y Cluster Ganadero), más muchos restoranes y hoteles, acicateados todos por la incansable Miriam Chible desde su restorán Ricer. Ha sido muy de ver el espectáculo de chefs y cocineros demostrando al público cómo confeccionaban sus diversos trozos de carne: ahí estaban doña Rosa, del Patagonia House, acompañando su carnecita con papas doradas al romero y jengibre; Leonardo Chacón, despostando un cordero con destreza admirable (fantástico cómo le saca el hueso al gigot dejando éste intacto, sin un corte); Eugenio Melo, agregando a la salsa de sus filetes un poco más de mantequilla "para el brillo y el colesterol"... Mientras estos diestros hacían lo suyo, varios puestos ofrecían delicatesen de la región, como el gran queso Las Juntas con ciboulette, merkén u orégano, o el jamón de cordero patagónico. Lo mejor del pueblo estuvo congregado ahí esa mañana bajo un sol brillante (contribución gratuita de la Providencia, en un lugar donde si no llueve, diluvia). Hasta Su Ilustrísima asomó su itálico naso un momento pero, no queriendo prodigar demasiado la púrpura episcopal, saludó y se fue. Se perdió los "apruebes" de las carnes, que era a lo que todos iban...
Con estos comienzos, el recorrido gastronómico que nos propusimos por la zona partió con viento de cola.
Lo primero, Madame, es entrar al restorán Histórico Ricer y, para más señas, ir directamente al segundo piso, donde hay un ambiente cálido a más no poder, creado por la gran cantidad de objetos antiguos que se amontonan ahí como en un museo: viejas fotografías de las familias pioneras, antiguos enseres y utensilios y todo eso que los ingleses llaman "trivia", o sea, cosas hoy desechables pero que, dentro de cien años, serán valiosas y codiciadas. La carta ofrece pescados (salmón, trucha, congrio), carnes de cordero, vaca y chancho, unas cuantas pastas, y sánguches enormes, más una parrilla muy bien abastecida. Excelentes las empanadas fritas de queso y las de pulpo, la carne a la cacerola en enorme trozo y muy blandita, y el cordero arvejado con papas fritas, guiso entrañable. Todo ello muy bueno y a punto, servido por amables señoras y no por mozos engolados. No hay a la vista hostigosos sommeliers: se toma lo que hay, que siempre es bueno. Recomendamos no saltarse las "tortas", especie de pequeñas sopaipillas sureñas (o sea, sin zapallo) cortadas en rectángulos, que vienen junto con el pan y la mantequilla (usadas a veces para acompañar platos de carne). Un gran postre es el flan de ron con canela, que reina sobre una variedad de kuchenes y tortas. Beba cerveza d'Olbek, de las grandes artesanales de la zona: muy buena. Y los precios, sumamente convenientes, en especial considerando las cantidades servidas. Un plus de este restorán: la noche que ahí comimos tocaba un excepcional dúo de guitarra y clarinete. No es común encontrar esta calidad de música en restoranes chilenos.
En el restorán del hotel El Reloj encontrará Ud. Algo más en la línea de la mesa de gran ciudad. Unas grandes pinzas de jaiba nos abrieron el almuerzo de ese día, acompañadas de mayonesa y una rica ensaladita. El asado de pierna de cordero, acompañado de su jugo y de unas verduritas a la plancha, fue muy satisfactorio en calidad y cantidad (cosa esta última que suele sacrificarse a la calidad, mal haya). Y lo mismo la "mousse" de calafate: la verdad es que esta baya patagónica no tiene mucho sabor, dicho sea con perdón; pero en el postre aquel estaba deliciosa. Nos ofrecieron, por vía de amuse gueule, unas rebanadas de jamón de cordero y tostadas; pero, qué quiere Ud.: somos amigos del chancho y el jamón es de chancho...
Nuestra siguiente parada fue -prepárese- en un restorancito que la revista yanqui Condé Nast Traveller visitó y recomendó hace un par de años como "top" de Chile. Se trata del Dalí, que atiende sólo a la hora de comida (recomendable reservar; son sólo unas ocho mesas). Su chef, Marcelo Balboa, no abandona la cocina ni transige en materia de crecimiento y expansiones. No, señor. Siguiendo el consejo de algunos chefs franceses que lo admiran se ha quedado en ésta, su tierra natal, desarrollando lo que tiene alrededor. La calidad aquí es realmente fuera de lo común; en Santiago habrá uno o quizá dos restoranes que lo igualen. Las cuatro entradas valen $4.500 y los ocho platos de fondo, $8.900. Las primeras eran "Vuelo de una avestruz un segundo antes de despertar" (carpaccio de este bípedo), "Escultura en centolla estucada con palta", "Cubismo de un filete consumido por una bandada de ostiones" (otro carpaccio) y "Cardumen de puyes sobre una ola de palmitos". Admirador de Dalí el chef... Elegimos la surrealista tortilla de puyes que, confesamos y proclamamos, es obra maestra tanto en concepción como en ejecución y presentación. Llegado el momento de los fondos y entusiasmados, mandamos preguntar si nos podían dar de todo un poco, a lo que respondió positivamente la cocina, no faltaba más. Y así probamos la delicada mantarraya (el único lugar en Chile donde hemos visto aletas de este pez, tan apreciado en Francia), cocida a punto; pejerreyes con puré, rebozados y fritos ("Nobles vestidos de harina por sus plebeyos"), tres distintos suflés (de centolla, de picos -vulgo picorocos- y de locos), y canelones de jaiba con salsa de tres quesos. Si la Parca no hubiera estado acechándonos, habríamos seguido con el apruebe; pero, no. Será para otra vez, que no nos perderemos este lugar por nada del mundo.
Después de esta estupenda experiencia, decidimos que ya había que mirar un poco el paisaje, para que no digan. ¡Y qué paisaje, Madame, qué de vistas y perspectivas! Encaramados en un van nuevecito que nos puso a disposición Sernatur, emprendimos viaje rumbo a Puerto Aysén: no circularon por nuestras manos cimarrones de ninguna especie, como en la tonadita, porque el día fue de los más soleados y calurosos de que se tenga memoria en la región. Ah, esos parajes que ni en Suiza encuentra uno con tanta frecuencia: cascadas por aquí, rocas abruptas por allá, empinados bosques de enormes árboles, glaciares, lagos, vegas y lagunas. Más los queridos potreros con vacas y corderos por doquier. Algunos valles se alejan ya al sur, ya al norte del camino, adentrándose en zonas todavía vírgenes. Algunos gringos astutos han comenzado a practicar lo que llaman, en su media lengua, mountain top time travelling, o sea, viaje por el tiempo desde la cima de las montañas: hay cerros a los que no ha subido pie humano alguno y desde los cuales se puede divisar el mismo paisaje, intocado, que había aquí hace decenas de miles de años.
Puerto Aysén a pleno sol es limpia y pintoresca: nada del llanterío de la tonada. Con esa lindura de campo, nos fuimos a conocer el Quincho La Pancha, unos siete kilómetros al norte: es uno de los muchos quinchos bien protegidos donde se come asados logrados lentamente, con esteritos para pesca, y escalamiento de cerros, cabalgatas y, en fin, toda esa multitud de entretenciones a que se entregan quienes no aprecian bien el repantigarse a la sombra de un coigüe frondoso, con una cervecita en las manos, a la espera de la empanada.
En Puerto Aysén puede Ud. Almorzar en el restorán Isla Verde, que ofrece una carta larguísima de mariscos y pescados. Pero, si natura no exige inmediata satisfacción, puede Ud. Irse a Puerto Chacabuco, en el fondo amplio, verde y azul del fiordo desde donde parten las embarcaciones hacia la Laguna San Rafael. Qué paz y armonía en este puerto marino en medio de la cordillera de Los Andes, que aquí se quiebra y precipita en el océano. Junto a esas aguas azules está el excelente hotel Loberías del Sur, donde desde $ 71.000 por pieza individual, puede encontrar Ud. Alojamiento de primera, si es que la vista de esos glaciares costeros le han fascinado, o si se ha dejado tentar por un paseo al lago Riesco, rodeado de espléndida selva valdiviana y rico en pudúes y huemules, aparte de toda la volatería del caso. "¿Pumas también?", preguntaba con remilgo una señora temerosa de la integridad de sus carnes. "Sí, pero son muy tímidos", decía el guía, tranquilizando a su grey.
En el Loberías del Sur encontrará Ud. La cocina tradicional de los buenos hoteles chilenos, sin estridencias ni rarezas: buenos congrios Margarita (con enormes mariscos), buenos lomos a lo pobre, buenas pastas, y un postre de "tres leches" que es una crema volteada notable, como la limeña. Los platos, de buena calidad, giran en torno a los $7.000.
En Coyhaique le recomendamos un hotel boutique, el Patagonia House, que tiene unas pocas piezas, donde podrá tomar un rico desayuno en mesa común, como en trattoria, plantada en la cocina grande y bien montada, mientras conversa con la cocinera y las niñas que atienden, en ambiente familiar gratísimo que le harán volver a su avión con el recuerdo no de esas tristezas de esos cuatro huasos cantores y llorones, sino de una porción preciosa de la Patagonia, al borde de una de las pampas más yermas del orbe.
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Direcciones
* Histórico Ricer: Paseo Horn esquina de la Plaza de Armas, Coyhaique; tel. (67) 232 920.
* Dalí: Lautaro 82; tel. (67) 245 422, Coyhaique.
* Hotel El Reloj: Baquedano 828; tel. (67) 231 108, Coyhaique.
* Isla Verde: Teniente Merino 710, a un costado de la plaza, Puerto Aysén.
* Patagonia House: tel. (67) 211 488; reservar a través del e-mail: jocelyn@salvajecorazón.com
Por Ruperto de Nola, desde la Región de Aysén..
Buen articulo sobre la carretera austral, pero solo de un tercio de ella. En general puedo decir (yo que la conozco toda hasta O´higgins y algunos tramos grandes más de una vez) que lo de que no hay calamina....me pusieron implantes ´dentales después de la última vez. Bueno, "calamina" en Chile, "Serrucho" en Argentina y creo nque también "piano", son lomos transversales que se van formando en la carretera; son como los surcos del arado que pasas sobre sus "lomos". La Austral chilena tiene todo tipo de "firmes", como ripio suelto pero más agudo que el argentino, como piedras firmemente asentadas en el terreno como antiguas carreteras de tierra gallegas, tiene en algunos tramos firme de cenizas volcanicas de la última erupción del Hudson, que aparentemente compactaron y es como un asfalto de primera, tiene tramos de asfalto ampliandose, tiene "baches" variados comunmente cubiertos de agua para pillarte desprevenido. La zona de más calamina es la que desde Puerto Tranquilo lleva a Cochrane paralela al rio Baker que me tiene enamorado. Bueno, paralela desde Puerto Bertrand. Calamina también después y hasta O´higgins, pero de las tres veces que hice el tramo hasta Cochrane y no tan distantes en el tiempo, la última en 2009 fué tremenda en lo de la calamina, tanto que en cada etapa entre eso y la lluvia ( con días de postal) me hacian llegar a dormir pensando en dar vuelta.
Mis australadas no fueron con 4X4, fueron con un vw gol 5 puertas, con un Fiat Palio y con un vw gol 3 puertas (creo que el más patagonico de los "pequeños" por su espacio entre carter y suelo). A tener muy en cuenta que los consumos se disparan y las previsiones de tantos kilometros por deposito se van al traste.
Yo animo a hacer ese recorrido completo o por partes. Todo es imborrable, e incluso la lluvia es como en Compostela "arte". Debe ser por eso que en O´higgins uno de los mejores "hoteles" para dormir sea de un Compostelano "El Mosco"
Saludos
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