![]() ![]() IRLANDA CABREADO ✏️ Blogs de Irlanda
Espantoso viaje con muy adversa climatología y por un destino de escaso interésAutor: Abaquo Fecha creación: ⭐ Puntos: 4.2 (29 Votos) Índice del Diario: IRLANDA CABREADO
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Etapas 4 a 6, total 7
![]() El desastroso anillo de KerryOtra enorme decepción, el famoso y, supuestamente maravilloso Anillo de Kerry, se queda en bisutería barata El día siguiente amaneció nublado, frío, gris, húmedo y lluvioso. Estupendo, pensé. A pesar de mi enemistad con el Altísimo, que tan mal se estaba portando conmigo en este viaje regalándome un tiempo más propio de Groenlandia, fui a visitarle en la catedral de Killarney. Es neogótica, es decir, moderna, pero grande y con bonitas vidrieras imitando el estilo medieval. Si sobra tiempo… Killarney es un pueblo agradable y poco más. Para dar un paseo de 20 minutos, salvo que vayas muy lento por algún problema en las piernas, que entonces te puede llevar unos 22 o incluso 24 minutos. Y si no vas porque prefieres quedarte en la habitación viendo el sorteo de la primitiva, pues la verdad que no te pierdes nada. A continuación venía uno de los momentos culminantes del viaje, el famoso Anillo de Kerry. Yo, pobre de mí, tenía mucha ilusión por hacer esta ruta, sobre todo después de tanto fracaso y pensaba que esto compensaría los momentos de sufrimiento que estaba viviendo en Irlanda. Pues bien, esta excursión de un día fue una de las mayores decepciones, no solo de este viaje, sino de buena parte de mi vida viajera, y no solo por el nefasto tiempo. Veamos paso a paso, o rueda a rueda, porque iba en coche: Comencé por el “Gap of Dunloe”. Calificado por la guía Trotamundos con la máxima nota por su interés, es todo un fiasco. Tiene cierto encanto por lo solitario, lo aislado del resto al ser un estrecho entre montañas y por ser la carretera más “de juguete” que nunca he visto…Pero las “fabulosas” vistas del lago superior son de lo más insulsas, ya que en realidad no recorre una zona alta, como pensaba, con lo que no hay buenas panorámicas. Las numerosas curvas y la extrema estrechez de la carretera, casi justa para un coche, la hacen poco recomendable para conductores bisoños, que no es mi caso, pero de cualquier forma, no vale la pena. La casa de O´Connell, un político del siglo XIX, llamada Derrynane House, en Caherdaniel, es otra gran decepción, solo he visto un par de muebles atractivos; el resto, totalmente prescindible, es decir, no vale la pena. Quizás lo más útil son los servicios, para ir a echar una meadita. Me gustaron más los jardines, pero, qué novedad, estaba lloviendo sin tregua, con lo cual me retiré sin poderlos disfrutar… Entrada gratuita con la tarjeta. Menos mal que no pagué por ver esto. ![]() La siguiente parada es Waterville. Ohhhhhh, un sitio mítico con mayúsculas por un superfamoso de veraneo. El que Chaplin pasara aquí unos veranos y tenga una simpática estatua suya en el paseo de la playa, no es para mí suficiente aliciente para justificar la visita a este pueblo, que me ha parecido bastante insulso. Salvo que uno nunca haya visto el mar, claro, entonces sí. Pero viajando por Irlanda, una isla, será difícil no verlo en cualquier otro lugar lugar. La gente lo incluye en sus rutas por el país, como si fuera, no sé, Toledo o Santiago de Compostela… En resumen, no vale la pena, no alcanzo a comprender el interés de un poblacho como éste, salvo que no haya otra cosa mejor, que debe ser el caso. Paisaje costero. El que la guía lo considere fascinante es una cosa, y el que realmente lo sea, es otra muy distinta. Reconozco que con buen tiempo, el recorrido ganaría mucho, pero no calificaría este tramo de costa como especialmente llamativo, aunque tiene algunos puntos que se merecen una foto. Con lluvia y niebla, ni eso. Desastre absoluto. ![]() ![]() ![]() ![]() Llegamos al Skelling Ring, otra rutilla más cortilla dentro del anillo de Kerry. La Trotamundos considera que el paisaje agreste es asombroso. A mí me parece asombroso decir eso. Ballingskellis no tiene nada de especial, salvo la playa y las ruinas de un convento en plena orilla, pero todo suena mejor de lo que realmente es, sobre todo con lluvia. De camino a la isla Valentia unas fuertes pendientes llevan a un punto de cierta altura desde donde las amplias vistas de ambas bahías con la isla mencionada, la recortada costa, las playas de fina arena y los campos brillantes de un luminoso verde parece que configuran un magnífico panorama que emocionaría al más crítico viajero, a mí incluido, ávido de encontrar algo bonito o interesante, aunque ya a punto de tirar la toalla, una toalla de bidé, además, no me quedaba otra cosa moralmente. Pues bien, aun lloviendo, este persistente conocedor del mundo al que le encantan las vistas desde las alturas, tenía la esperanza de poder ver algo desde el mirador. Una pequeña dosis de belleza natural que me animara un poco en aquella desoladora situación, una vista sublime o por lo menos simplemente atractiva, que, contemplada desde un punto alto, siempre hace que la gente con la autoestima muy baja, y yo la tenía por los suelos en aquel momento, sienta un chispazo de euforia, positividad, optimismo y energía que te eleva el espíritu a las más altas cotas de bienestar, sin tener que recurrir a uso de sustancias peligrosas como esnifar pegamento, por ejemplo. Así, recuerdo maravillosos momentos de éxtasis místico desde las alturas, como contemplando los 7 lagos desde lo alto de St Gilgen, cerca de Salzburgo, las vistas de la Lagoa de Sete Cidades en las Azores o el increíble Preikestolen de Noruega. En fin, dejando las comparaciones, realmente odiosas en este caso, y empezando la fuerte subida, tanto que tuve que meter primera, una espesísima y de lo más cabreante niebla, impide ver absolutamente nada más allá de 5 metros. Nooooo...Si ya me estaba decepcionando la ruta e Irlanda en general…esto fue una buena estocada, me sentí mal, me faltaba el aire, creo que estuve varios minutos sin respirar… Bueno, no creo, serían un par de segundos, pero angustiosos. Si sufriera ataques de ansiedad seguro que me daba uno, pero, por suerte, no me da de eso, aunque la situación lo merecía. El caso es que ese viaje, por más oportunidades que le daba, no había forma de arreglarlo. Tras bajar los pocos metros que había subido, que aquello tampoco es el Himalaya, no se vayan a pensar, se despeja un poco la niebla, ya la visibilidad alcanzaba por lo menos los 10 metros, y llego al rato a la isla de Valentia. Bonito nombre, lugar famoso por su paella. Ya desmoralizado, todo tiene un límite, mi ilusión estaba destrozada, solo crucé el puente, hay carretera y paré en una especie de centro de visitantes. Es de pago, no es barato y no se incluye en la tarjeta. El hecho de que la guía lo califique solo de “muy interesante” ya me hizo sospechar… dudo mucho que valga la pena. La única ventaja es que dentro no llovía ni había niebla. Supongo. Del resto de la isla, para no ver nada del paisaje, ya prescindí, me habría frustrado y cabreado aun más. ![]() Todavía me quedaba un cartucho, un balín más bien en este caso, las ruinas de un castillito en Cahirsiveen, el de Ballycarbery. Me acerqué a verlas, es un pequeño desvío desde la carretera general. Recuerdo que me puse a rezar, desde el Padrenuestro hasta el Señor Mío Jesucristo, pasando por el Jesusito de mi vida, para que no hubiera una espesísima niebla, el castillo no se hubiera derrumbado del todo o los campesinos hubieran cortado la carretera en protesta por los precios del nabo.... Bueno, tuve suerte, no ocurrió nada de eso, las ruinas no son gran cosa, pero tienen su encanto, y están cerca del pueblo. En un día tan frustrante es de lo poco positivo que me encontré. Pude explorarlo sin lluvia, está en un prado solitario, entrada libre, siempre abierto. Del resto de la ruta, nada que comentar, salvo una torre en ruinas, como yo en ese momento, de camino a Killarney. ![]() En definitiva, esta ruta supone 235 km de carretera de curvas y baja velocidad, más paradas, hay que dedicarle una jornada completa y aprovechando el tiempo. Y con una meteorología adversa como la que yo he padecido, no recomiendo este recorrido. Es decir, una vez más, no vale la pena. Al menos para mí, este anillo que parecía de oro con diamantes finos, se ha quedado en bisutería cutre para una choni. Con buen tiempo, pues mejor, claro, pero tampoco me parece que sea gran cosa, en general diría que está en la línea media de Irlanda, que se mueve entre el 6 y el 6,5. Etapas 4 a 6, total 7
El día siguiente amaneció frío, nublado, gris, húmedo y lluvioso. Esto me suena, pensé. O a lo mejor lo dije en alto, aunque estaba solo. Mucha gente, chusma generalmente, cree que es de locos hablar solo. Para nada, es algo sano y recomendable, sobre todo cuando pasas bastante tiempo sin compañía, como un viaje en solitario. Yo hablo con frecuencia conmigo mismo, incluso a veces no estoy de acuerdo con mis propias ideas, pero nunca llego a una discusión fuerte, y menos aun a las manos. A veces, incluso, hago apuestas, por ejemplo con el número de km hechos en un día. Uno dice: “pues hoy serán entre 150 y 200”; otro, que soy yo también, claro, dice: “pues yo digo que entre 200 y 250”. Lo bueno de esto, es que así casi siempre acierto. Pensaba visitar la península de Dingle, pero como seguía lloviendo, qué novedad, lo descarté. Otro palo como el del día anterior sería mi hundimiento definitivo. De camino a Galway, donde haría dos noches, me dirigí a Tralee. Tiene un museo recomendado en la guía, pero no era barato y no se incluye en la tarjeta. Además, un canal y un enorme molino de viento cuya foto en la oficina de turismo me animó a no visitarlo. El núcleo urbano, nada especial. Visita prescindible, al menos para mí. Sin embargo, a unos 7 km se encuentra Ardfert. Pueblo pequeño pero que tuvo una catedral y un par de iglesias sencillas, hoy todo en ruinas. Se paga por entrar en el local cubierto donde apenas hay nada, pero estaba cerrado por ser festivo. El resto, entrada libre, al menos cuando yo fui no había nadie y estaba abierto. Bueno, no es gran cosa; pero si hay tiempo y se visita lo siguiente, vale la pena acercarse hasta aquí. Y lo siguiente, a solo 1 km, son las ruinas de otro monasterio. Una vez más, rodeadas de campo, solitarias, la torre, restos de la iglesia y hasta de un pequeño claustro muy sencillo forman un romántico conjunto que se merece una visita. En la ruta, el Desmond Hall en Newcastle West. Un castillo-palacio cuya visita se incluye en la tarjeta. Pero solo pude verlo por fuera, (lo que es prescindible) ya que estaba cerrado. Otra frustración. Poco antes de Limerick, se llega a Adare. En este pueblo hay un castillo en ruinas al borde del río. Vale la pena echarle un vistazo, pero no conseguí visitarlo porque el recinto estaba cerrado también, supongo que porque era Jueves Santo y todos se habrían ido a visitar los monumentos o a una procesión en la ciudad. Enfrente, un convento con una iglesia cuyo interior no tiene nada de especial y un miniclaustro muy simple. Perfecto para aparcar aquí y de paso hacer la foto al castillo. Pasé de largo la ciudad de Limerick sin parar en ella, lo que vi no me pareció atractivo y creo que no tiene interés. A pocos km, siguiendo hacia Galway, otro castillo: Bunratty, mejor conservado, pero estéticamente poco vistoso por fuera. Incluye un museo de muebles de entrada cara, me quedé fuera porque no se incluye en la tarjeta Heritage. Está pegado a la autopista de la que se entra y sale cómoda y muy rápidamente. Camino de Moher, el pueblo de Ennis que tiene nada menos que 4 monasterios en ruinas, todos medievales. Visité en las afueras el de Santa Clara, similar al de Ardfert, aislado, solitario y romántico. Abierto siempre, libre. Y en el centro del pueblo el de Innis, entrada 4€, gratis con la tarjeta. No está mal, vale la pena, aunque no dejan de ser siempre construcciones más bien sencillas, de reducidas dimensiones y sin apenas decoración. Este conserva algunos restos de relieves en una tumba. La chica da toda clase de explicaciones; en inglés, claro. Y siempre sobre el monasterio, no sobre su vida sentimental y mucho menos sexual, pero esto hay que comprenderlo, los sajones no son tan abiertos y comunicativos como nosotros los latinos, que enseguida lo contamos todo, sin tapujos. El más interesante es el de Quin, a unos 14 km al sur, pero cerrado hasta temporada de verano. Lástima, con lo que me gustan los monasterios. Demasiado lejos para verlo solo por fuera. Otro, unos 12 km al norte, tampoco fui. En Innis visité también el Museo de la ciudad, gratuito, pero no vale mucho. Atención, viene ahora la mayor atracción turística de Irlanda, su más famoso lugar, tatatachánnnn, su seña de identidad, el non plus ultra, el imprescindible para cualquier mortal, o no, que visite el país, porque los dioses también deben venir a conocer este único espacio natural: los acantilados de Moher. Todos hemos oído hablar de este mítico lugar desde que éramos bebés, incluso antes. Aunque en Innis a ratos me acompañó la lluvia, siempre tan cariñosa conmigo en este viaje, me dirigí al Olimpo irlandés con una gran excitación, la cosa no era para menos, nadie puede visitar el país sin venir a ver esto, incluso en excursión de un día desde Dublín, aunque sea un auténtico disparate. Mucha gente no piensa, solo actúa por imitación, generalmente de otros seres humanos, pero también hay casos de personas, muy simples, eso sí, que acaban imitando gestos y actitudes de otros primates menos evolucionados, como los orangutanes o chimpancés. Tiene que haber de todo entre 7.000 millones de personas. En Moher no hay orangutanes, lo que hay son unos acantilados de unos 200 metros de altura, que no es poco, pero en España los hay más altos. El lugar se ha ganado el honor de ser un sitio mítico, o casi. Lo raro es que no sea una tradición venir aquí a contemplar la puesta de sol, como en otros lugares, donde la gente, generalmente sin personalidad, que hace lo que los demás, sin pararse a pensar en su sentido, se juntan con cientos o miles de otros seres humanos, que también actúan por imitación, para disfrutar ese momento mágico y místico. Así ocurre en Angkor Wat, Capadocia o Ibiza. Para ver amaneceres se van a Borobudur en Java o al Sinaí, adonde llegan tras una furiosa pateada cuesta arriba desde las 2 de la mañana. Con la lengua fuera y sin haber dormido, claro, qué planazo, maravilloso. Todo el mundo vuelve fascinado de estos encuentros en la tercera fase, nadie reconoce que no compensa, hasta algunos parece que sufren una metamorfosis y se vuelven muy espirituales. ¿Sabrán que la salida del sol también se puede ver desde la terraza o el tejado de su casa? Yo creo que no. Se me ocurre una propuesta muy interesante, por ejemplo, ver el amanecer en Borobudur y la puesta de sol en Ibiza, ¡¡¡pero el mismo día!!! Basta que lo haga uno y lo cuente en el Foro para que se convierta pronto en una moda y lo hagan miles. La cosa tiene su punto, ¿eh?, hay que imaginarse un amanecer en el Sinaí y luego venga a correr para llegar a la puesta de sol en la pirámide de Chichén Itzá. Hay que estudiar esto, promete. Pero claro, en Irlanda se ve poco al astro rey, por eso no se ha popularizado. Lástima de sol para ver esto, pensaba yo ingenuamente de camino, verlos nublado y con lluvia no es lo mismo. Qué ingenuo, con lluvia, dice, ojalá fuera eso. A pocos km, el destino ya se cebó en mí climatológicamente hablando, y una de las más espesas nieblas que he visto y me ha impedido ver jamás, aparece casi de repente y sin avisarme. Yo creía que no podía haber algo peor que la lluvia en ese momento crucial de mi existencia. Desde mi Primera Comunión estaba esperando ese momento, contemplar esta maravilla geológica de la naturaleza. De geo algo podía tener, pero de lógica no tenía nada. Por la pinta, juraría que es la misma niebla cojonera del anillo de Kerry, la muy asquerosa y jedionda ella. Me persigue, parece que no tiene otra cosa que hacer, nadie más a quien fastidiar el viaje. Hundido ya en la miseria al no ver nada e imaginarme el panorama tratando de ver y unido al hecho de que aquí van a la caza del turista obligándote a dejar el coche en un aparcamiento de pago y caro, cuando en realidad estás en pleno campo, decidí no parar y asumir definitivamente que este era ya sin duda el peor viaje de mi vida. Y que no podría hacer nada para evitarlo. A algún país le tenía que tocar, le tocó a Irlanda, y mira que me caía bien. Maldita la hora en que decidí venir aquí en Semana Santa, ahora entiendo perfectamente lo que padeció Jesús aquella semana, porque para mí es también como una Pasión: en Glendalough me latigaron, en Rock of Cashel me azotaron, en Kerry me colocan una corona de espinas y en Moher me clavaron las manos . Todo encajaba, ese día era Jueves Santo. La acumulación de frustraciones y decepciones era ya demasiada y hasta la visión se me nubló con las lágrimas. Pensé, solo me falta darme un tortazo con el coche. Me di cuenta de que no eran lágrimas, sino que volvía a llover, porque le di al limpiaparabrisas y se me despejó la visión. Menos mal, ya me preocupaba este exceso de sensibilidad. Pero la visibilidad llegaba solo hasta los 7 metros, claro, porque la puta niebla seguía allí. Como no pude hacer foto de los acantilados -me quedé con las ganas y seguramente para siempre, porque no creo que vuelva a Irlanda- pongo una de los que hay cerca de mi casa, hoy he estado allí y no creo que sean menos espectaculares. Y a los pobres nadie les hace caso ![]() ![]() ![]() Muy deprimido y cabreado, cabreadísimo en realidad, traté de consolarme con el resto de las aparentemente numerosas atracciones de Burren, incluida una zona de sorprendentes formaciones calizas que debieron quedar ocultas por la niebla o porque no cogí la carretera adecuada, el caso es que no vi nada de esos otros paisajes sorprendentes, solo el castillo de Dunguaire, sencillo, pero en bonito emplazamiento en plena orilla del mar. Y llegué a Galway, directo al alojamiento a lamerme las heridas: el Anno Santo Hotel, sencillo, bien, buen precio, 35 € la noche, tuvo el honor de ser mi casa las dos noches siguientes. Galway. No he visto nada llamativo en esta ciudad. Hay quien dice en el Foro que es una ciudad muy interesante, me pregunto yo qué ciudades conocerá quien esto afirma. Solo he visto ligeramente atractivo el paseo junto al mar, algo que siempre supone un aliciente en cualquier núcleo urbano. De todas formas, es un buen lugar para tomarlo como base y visitar zonas cercanas. Evidentemente, quien busque alguna zona animada con bares y pubs seguramente lo acabe encontrando, pero eso para mí no significa que sea un lugar para visitar. Y cené en uno de los restaurantes más conocidos de la ciudad, famoso por su pasta. Tuve que esperar, estaba petado, no entiendo tampoco esa veneración y mitificación de un vulgar plato de espaguetti. Etapas 4 a 6, total 7
Al día siguiente hice la excursión a Connemara y alrededores para visitar lo siguiente: La primera parada fue el castillo de Aughnanure, que, aunque sencillo, el emplazamiento rodeado por un río, la hierba tan verde y brillante, la maravillosa piedra gris...hacen que el conjunto resulte bastante atractivo y valga la pena visitar el recinto, que está incluido en la tarjeta. Aunque una vez más, me acompaña la mala suerte, ya que no hay luz, se ha ido, no sé si para ahorrar o para recrear la época medieval y no abren la torre por ser muy oscura. Dejan entonces entrar a todo el mundo al recinto. Otra bofetada, para eso pagué la tarjeta... La siguiente atracción era la famosa Sky Road. Alguno puede pensar que eso significa que es una carretera de eskay, como un sofá barato, pero no es eso. Es, traducido, la carretera del cielo, un nombre que vamos, con tener un mínimo de imaginación, nos puede sugerir un paisaje sublime y celestial, nunca mejor dicho. O un panorama sobrecogedor visto desde una gran altura, tipo fiordo noruego, Nada de eso. Simplemente es una carreterita costera que permite contemplar el paisaje desde una pequeña altura, nada impactante, ya que es una línea de costa baja con unas rocas, nada de vertiginosos acantilados o costa abrupta. Si se viene por aquí, vale la pena, sobre todo si vives en Soria o Albacete, donde no hay mar. Pero para alguien que, como yo, casi siempre ha vivido junto al mar, no le llama gran cosa la atención. Continué hasta la isla de Omay y conseguí algo que hasta me hizo algo de ilusión, como si fuera un crío, y fue circular con el coche, un normalito Opel Corsa, por la enorme playa que se forma entre la costa y la isla de Omay cuando baja la marea. La explanada es amplia y la arena parecía firme, aunque no las tenía todas conmigo. Solo me animé cuando vi que otro vehículo, normal y corriente, viniendo de la isla, llegaba sin problemas a mi lado. Metí entonces el coche y di una vuelta, sin llegar a la isla, pero suficiente para satisfacer mi curiosidad. Me sentí un poco macarra o chulo de playa, es una sensación muy agradable, la recomiendo sin duda. No quería quedarme allí mucho pensando en el Mont San Michel, donde la marea, al ser tan llano, sube tan deprisa que te puede arrastrar. Creo que el coche también disfrutó con la experiencia, seguro que nueva para él y que podría contar a sus aburridos compañeros del aeropuerto de Dublín a la vuelta, que seguramente solo se movieron por carreteras asfaltadas de toda la vida. ![]() Tras esa aventura, que ni Ulises en sus mejores momentos, me dirigí al no menos famoso Parque Nacional de Connemara, creo que el número uno de los del país. Tenía expectativas relativamente altas por comentarios del Foro, que ponían a este enclave en los cuernos de la Luna: magníficos paisajes de montañas y costa, unas rutas a pie por aquí y por allá, que si blablabla. En teoría ya había visto en el mapa la altura de las montañas y... Pues otra decepción, aunque decidí hacer una ruta de una media hora por la colina cercana al centro de visitantes en el que te informan de 4 paseos posibles, todos más bien cortos. Una vez que caminas y subes un poco, las vistas de la costa no están mal, pero no es como para echar cohetes, sobre todo si está nublado Al menos aguantó sin llover y llegamos a los 10 grados, casi me da un sofocón. Este Parque Nacional es muy pequeño, y en toda la zona que lo rodea las montañas no pasan de los 817 metros y están peladas. Por falta de lluvia no es, eso seguro. No entiendo como con tanta agua los picos no hayan crecido más. La mayoría de las veces la espectacularidad y belleza de los paisajes depende de las montañas, cuanto más altas, más sorprendentes resultan las panorámicas. Irlanda carece de sierras montañosas de cierta envergadura, aquí están casi sus mayores cimas, que no llegan a los 800 metros. En el anillo de Kerry se alcanzan los 1.038, máxima altura del país. Quien vea los paisajes de Irlanda como algo destacado es que poco ha visto, ni siquiera por España, cuya cornisa cantábrica sí que resulta espectacular. Por tanto, y aun sin hacer comparaciones, aunque a veces son necesarias, este Parque Nacional tiene una fama que no se merece en absoluto y que le viene por ser lo más llamativo en un panorama desolador, nunca mejor dicho, en cuanto a espacios naturales atractivos. Tras el paseo por aquellas colinas, que no son otra cosa, continué con mi ruta para ver otro de los grandes alicientes de la zona, imprescindible visita según los defensores del país, el convento de Kylemore: ohhhhhh. Pues siguiendo la línea del viaje, otro chasco. Aunque el aspecto exterior junto a un laguito es llamativo, en realidad todo es del siglo XIX en estilo neomedieval y cobran entrada cara, 13 eurazos, lo mismo que Chambord otra vez. Están tan obsesionados con los castillos del Loira, que hasta les copian los precios. No puede ser casualidad. Al llegar a la taquilla todo el mundo se daba la vuelta, me pareció que la chica que vende las entradas estaba llorando, una tristeza, qué cutre es la gente. Deberían entrar, al menos para darle una alegría a la pobre empleada, quizás hasta es la mismísima dueña del palacio, que necesita ingresos para mantener eso. Yo también fui cutre claro, no voy a consentir que sean más cutres que yo. Desconozco el interés del interior, pero ya una imitación no me atrae mucho. Me limité a hacer las fotos de rigor con la laguna delante, el conjunto está bonito, pero para dedicarle 5-10 minutos. Alojándose en Galway, como yo, es recomendable hacer esta excursión de manera circular para visitar más lugares y no repetir carretera. Así que la vuelta la hice por el otro lado del gran lago Lough Corrib donde hay 3 puntos de cierto interés. El primero es Cong, exótico nombre con reminiscencias africanas, y quizás por eso, al llegar salió el sol, ohhhhhh, pero aquí no hay ni grandes gorilas ni tribus bantúes. Se puede visitar otro convento en ruinas junto al río, entrada libre, vale la pena si se pasa por aquí. ![]() En las afueras de Cong, entré a ver el enorme y lujoso hotel Ashford. Había visto una foto espectacular del mismo como un soberbio y precioso castillo de cuento cubierto por hiedras. En la entrada al enorme recinto todo amurallado, el portero me aseguró que por los 5€ que cobran se puede visitar el edificio. Luego comprobé que solo los jardines, y, nueva decepción, no valen la pena. En las fotos el hotel tenía un aspecto impresionante. El edificio ha sido limpiado, le han quitado las verdes hiedras que trepaban por las paredes y torres del castillo, con lo que ha perdido su encanto, su aura medieval, antigua, prístina y romántica, viéndose una construcción moderna en un “quiero y no puedo”. Sigue siendo bonito, pero ya solo eso, se han cargado todo el romanticismo que tenía. Visita prescindible, nuevo chasco. ![]() La última parada en esta ruta bastante bien aprovechada en cuanto a cantidad de sitios, más que a calidad, fue el monasterio de Ross. De vuelta hacia Galway, merece la pena parar para ver estas ruinas del siglo XV, de las mejores de Irlanda y la más completa y romántica de las 15 que visité. También aislada en pleno campo, siempre abierta y entrada libre, conserva muchas salas, claustro, sencillito, cocina, iglesia etc. Aunque no hay piedras talladas, tiene mucho encanto. Fue, con el primer castillo, lo mejor del día, ya que no solo no fue una decepción, sino que incluso me gustó más de lo que esperaba. ![]() Etapas 4 a 6, total 7
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