Hoy lo dedicamos a ver aquello que nos falte y relajarnos en el balneario.
En primer lugar nos dirigimos a la Basílica de San Esteban, de estilo neoclásico, fue construida en el siglo XIX. Su planta es de cruz griega coronada por una cúpula que llega a los 96 metros de altura. Mediante el pago de 3 € puedes coger un ascensor y subir al tambor de la cúpula desde donde tienes unas vistas espectaculares de la ciudad.

Después tomamos la avenida Andrassy completa hasta la plaza de los Héroes pasando por la Casa del Terror, un museo de los horrores vividos en Hungría por el fascismo y el comunismo, y aunque no entramos, había cola fuera y puedes ver las fotografías de las víctimas en la fachada y la palabra terror en la cornisa que cuando hace Sol la dibuja en el asfalto.
La avenida finaliza en la Plaza de los Héroes, rodeada por el Museo de Bellas Artes y la Galería de Arte Mücsarnok, y presidida por una gran columna con el arcángel Gabriel simbolizando la victoria y en su pie, de nuevo homenajeando con siete estatuas a los líderes de cada una de las tribus magiares fundadoras de Hungría, co
mo vimos en el Bastión de pescadores, detrás otro monumento con catorce estatuas de héroes de su historia.
La plaza supone la entrada al parque de la ciudad donde podemos encontrar el castillo Vajdahunyad una reproducción del castillo de Transilvania, Rumania, pero empleando diferentes estilos arquitectónicos.
En ese parque se encuentra el balneario Schezenyi y nos acercamos a la entrada para preguntar por las entradas, a ver si podemos sacarlas anticipadas en taquilla para esta tarde, ya que on line nos cobran unos 8 euros de gastos de gestión. Nos dicen que no, que en taquilla solo para entrar al momento, pero que no suele haber colas, al contrario de lo que dicen en todas las webs de entradas.
De modo que nos vamos al centro a comer en una pizzería y al apartamento a descansar.
Por la tarde volvemos al balneario. Debo decir que nuestra primera opción era ir al Gellert pero leyendo las informaciones descubrimos que aún no están abiertas las piscinas exteriores que son de temporada, de modo que para hacernos una foto en la central que encima leemos que es fría y recorrer las antiguas interiores, cambiamos de planes y nos dirigimos al Schezenyi en metro.
Como nos dijeron no hay cola, sacamos una entrada de cabina para la familia y tres de taquilla. En la cabina dejamos las cosas de los 4 y salimos a las piscinas exteriores.
Es lo que más mola, las dos piscinas calentitas con algún chorrito y la piscina de nado central.
Cuidado, llevamos nuestras toallas personales pero una de ellas era blanca como todas las que abundan por allí y a los cinco minutos de entrar en el agua miré y ya había desaparecido. Quiero pensar bien y creer que fue por error por ser la blanca semejante a las demás, pero…
Tras probar la primera piscina y dar algunas vueltas en la corriente circular que se crea entramos al edificio de enfrente a hacer el recorrido por las interiores.
Debo decir que decepciona mucho, es cierto que son muchísimas, pero con una decoración estilo sanatorio, agua algo turbia y en alguna zona un olor a cañerías...si bien, escuché hablar a alguien que se quejaba de que las Gellert estaban aún peor. Entramos en las distintas saunas y fuimos probando piscinas hasta salir por el extremo opuesto de las exteriores. Lo que más me apetecía en ese momento era haberme puesto el gorro y hacer unos largos en la fresquita de nado, que era la más grande y vacía de gente, pero bueno.

En total casi tres horas estuvimos por allí, nos cambiamos en la cabina por turnos y nos fuimos al apartamento a ducharnos bien.
Tras esto volvimos a salir yendo a la zona del río en Pest, nos comimos unas salchichas húngaras en los puestos de comida y recorrimos la orilla del Danubio para ver la iluminación desde la orilla opuesta otra vez.