Capítulo 6 - Kompong Cham, entrando en la Camboya más profunda ✏️ Diarios de Viajes de CamboyaA las 7:00 nos vino a recoger una pick up a la guesthouse, pero no fue hasta las 8:00 cuando salió el autobús de una de las estaciones de Phnom Penh. Creíamos que en un día nos había sobrado tiempo para ver la capital, pero no nos dimos cuenta de...Diario: Camboya, más allá de los Templos de Angkor⭐ Puntos: 5 (56 Votos) Etapas: 24 Localización: CamboyaA las 7:00 nos vino a recoger una pick up a la guesthouse, pero no fue hasta las 8:00 cuando salió el autobús de una de las estaciones de Phnom Penh. Creíamos que en un día nos había sobrado tiempo para ver la capital, pero no nos dimos cuenta de las cosas que nos habíamos dejado por descubrir hasta la segunda visita al final del viaje. De momento dejábamos el ajetreo de la ciudad para adentrarnos en la Camboya más pura, la auténtica. La Camboya genuina, sin mezclas. Nuestra siguiente parada era Kompong Cham “puerto de los cham”, capital de la provincia que lleva el mismo nombre, situada a orillas del Mekong a unos 120 km al noreste de Phnom Penh y punto estratégico para el comercio hacia la capital del país. Empezamos con los autobuses destartalados La distancia no es excesiva, pero cuando se hace el recorrido por carreteras en pésimo estado y con un autobús que parece que haya sobrevivido siete guerras, se hace un poco largo. Aunque la poca seguridad vial, más bien nula, la menor conciencia de los peligros y la falta de medios de transporte decentes, no hacen que una carretera mala y un autobús aun peor sean un impedimento para desafiar cualquier ley física y pretender que el autocar alcance una velocidad imposible. Aun así tardamos cuatro horas para recorrer lo que aquí se hace perfectamente en una hora escasa. El pueblo de Kompong Cham es pequeñito, tanto que cuando el bus ya está llegando lo oyen todos y van enseguida al acecho; aun no nos habíamos levantado del asiento y la gente ya nos preguntaba por la ventana si necesitábamos una moto o si queríamos comprar algo de comida. Viéndonos venir el percal, habíamos sido previsivos y antes de llegar ya habíamos buscado en la Lonely Planet un sitio para alojarnos, así que nada más bajamos nos escabullimos de la muchedumbre y partimos hacia la zona del río. ¡¡¡Cuantas veces he dormido al lado del Mekong!!! Entrada a Kompong Cham Fuimos cautelosos a la hora de coger la habitación y pedimos verla, ya que había un par de hostales juntos y como el primero no nos convenció fuimos al segundo, y menos mal, ya que por un solo dólar más tuvimos una habitación con las camas más grandes y mucho más limpia en Phnom Prak Irochak Chet guesthouse. Mr. Chhaylim, hijo de los dueños de la guesthouse, conductor de tuk-tuk y firme candidato a ganar el guinnes de los records de uñas largas, nos ofreció sus servicios para ir a ver los alrededores del pueblo, y como nos convenció nos fuimos con él. Chhay, “like Chi-na”, que así es como se nos presentó, se esperó a que almorzáramos algo y nada más terminar partimos a ver el extrarradio. Con el peculiar inglés con acento oriental, que no por ello incorrecto, nos explicó lo que nos iba a mostrar, aunque luego tuvimos que cambiar un poco el plan por las lluvias. Comenzamos el trayecto con el tuk-tuk Cruzamos el amplísimo puente que atraviesa el Mekong, el primero y último que vi, y después de pasar el viejo faro francés desde el que se puede tener una panorámica fantástica, nos fuimos en dirección a las plantaciones de caucho. El camino era largo, tardamos un buen rato en llegar, pero una vez allí pudimos observar como recogen este producto haciendo un corte en el tronco para que aparezca la savia, y como luego esta se desliza por un hilo que le marca el camino hacia un cubo que la recoge en el suelo. Recolección de caucho El mal tiempo volvió a hacer acto de presencia y nada más volver a subir al tuk-tuk volvió a caer una buena. Tan inoportuna como siempre, esta vez la lluvia nos fastidió más porque tuvimos que poner las telas para no mojarnos y no pudimos disfrutar del paisaje tan hermoso como era por allí. Nos seguía una moto en medio del diluvio Más tarde pudimos bajar del vehículo; estábamos aturdidos de tanto salto allí dentro, todo cerrado y con el único entretenimiento de la cámara de vídeo. Asomamos la cabeza y vimos que por fin el agua nos volvía a respetar y nos dejaba ver con tranquilidad la pagoda de madera, el Wat Maha Leap. Aunque la Pagoda de Plata ya nos impresionó poco y esta tenía pocas opciones, no dejó de parecernos un templo hermoso, sobretodo por su memoria. Nos contó Chhay que la peculiaridad de este templo era su historia, ya que a pesar de ser de madera consiguió sobrevivir al dominio de los jemeres rojos porque durante ese tiempo fue reconvertida en hospital. Allí murieron muchos jemeres que fueron obligados a trabajar en campos de los alrededores. Entrada a la pagoda de madera Mientras andábamos alrededor del templo pudimos ver como los monjes preparaban el recinto para las celebraciones que iban a tener lugar los siguientes días, y los niños contentos nos saludaban y nos perseguían detrás de las cámaras. Vimos también unas canoas que guardaban allí, según nos contó para hacer competiciones entre pueblos en Phnom Penh. Había una vieja y una nueva. La vieja , de 50 personas de capacidad ya no se utilizaba. La nueva, con capacidad para 70 era la que utilizaban ahora, y si no fue un embuste del guía para jactarse, este poblado quedó segundo el año pasado. Barcazas para competir El camino de vuelta fue de lo más ameno, lo que más tarde se convirtió en una costumbre, ese día fue la novedad. Ya no llovía y por fin pudimos levantar las telas, y fue a partir de entonces cuando descubrimos a los camboyanos, más concretamente a la juventud. No hubo un solo niño que no nos saludase al pasar, 20 km con el tuk-tuk hasta llegar a Kompong Cham con la mano levantada y gritando “Hello”. Ni la fallera mayor de Valencia, que digo, ni los mismísimos reyes de España hubiesen repartido tantos saludos por metro cuadrado como hicimos nosotros. Lo mejor era cuando nos veían venir de lejos y los veíamos bajar corriendo emocionados de las cabañas para llegar a tiempo de saludarnos. Que inocentes, solo con que les contestases el saludo ya se iban de los más contentos. Guardo un bonito recuerdo de ese rato. Saludos Y más saludos Media hora más tarde estábamos de vuelta, pero antes de dejarnos en algún sitio para comer Chhay nos paró en una barriada musulmana de las afueras. Curiosísimo, sobretodo cuando tienes asociadas las facciones asiáticos al budismo, al menos a mi me impactó ver unos ojos rasgados con velo o chilaba. Algo allí era diferente en el ambiente, no se si el modo en el que nos miraba la gente, que parecía que hacía tiempo que no recibían visitas, o simplemente que en vez de pagoda había mezquita. Recorrimos algunas casas en las que se encontraban mujeres mayores con telares en la parte inferior de la cabaña, haciendo faldas y kramas, y nos recibieron con una sonrisa pero sin parar un asegundo de trabajar. Mujer confeccionando telas El krama es un pañuelo de cuadros típico de Camboya hecho de algodón que se usa para casi todo, aunque también puede ser de seda y del color que se quiera. La mayoría de ellos se fabrican en la provincia de Kompong Cham, pero se pueden comprar en todos los mercados o tiendas de souvenirs del país. Cada viajero que pasa por Camboya compra alguno de recuerdo ya que es algo muy representativo y se encuentra en cualquier rincón; la gente lo usa para todo: de gorro, para protegerse del sol, de bufanda, de pareo, de toalla para secarse, para atar objetos, de cinturón, para llevar al bebe en brazos… yo lo he llegado a ver a modo de asiento extra en la moto atando cada extremo del pañuelo en un lado del manillar quedando en medio suficiente espacio para sentarse un niño. Tan ingenioso como peligroso creí que había sido una ocurrencia temeraria de alguien, pero hace unos días lo vi también en una foto de Steve McCurry Retrato de un señor con el krama Ya era tarde para comer; paramos en el Hao An Restaurant, un restaurante con mezcla de comida jemer y china y pedimos un par de platos típicos. El restaurante era muy grande, pero a esa hora estaba vacío, solo nos hacían compañía los cangrejos y los peces que había en la pecera. Después de conectarnos un rato a Internet en un ciber y de ver el mercado del pueblo nos dirigimos al paseo fluvial a relajarnos un poco, y aun no nos habíamos sentado y tal y como dice la Lonely planet, apareció Mr. Vannat, un guía local. Estuvimos charlando con él y nos comentó un poco las ofertas que nos hacía para subir al este del país. Se ofrecía a llevarnos hacia Kratie con su Jeep para hacer una visita de un par de días por los alrededores. El problema es que el precio era de unos 60 dólares, y nosotros con eso hacemos bastante más. Así que le dijimos que no nos interesaba, y aun así nos llevó hasta la parada del bus para comprar los billetes a Kratie. Se lo agradecimos invitándole a una cerveza en el Lazy Mekong Daze, un local situado justo en el paseo fluvial, y nos estuvo contando cosas sobre sus hijas y de cómo habían cambiado las cosas en Camboya en los últimos años. Aquí estoy con Mr. Vannat Después de un par de cervezas nos despedimos del famoso guía y subimos a la habitación a ver un rato la tele. Menos mal que tenían satélite y al menos nos pudimos entretener con los animales del Nat Geo Wild, porque lo que son los shows de la la televisión nacional… Índice del Diario: Camboya, más allá de los Templos de Angkor
01: Capítulo 1 - Viaje a Camboya
02: Capítulo 2 - Camino a Bangkok
03: Capítulo 3 - Bienvenidos al reino de Camboya
04: Capítulo 4 - Phnom Penh y el genocidio de los jemeres rojos
05: Capítulo 5 - Los campos de exterminio de Choeung Ek y el palacio real
06: Capítulo 6 - Kompong Cham, entrando en la Camboya más profunda
07: Capítulo 7 - Kratie, más Mekong y los delfines Irrawaddy
08: Capítulo 8 - Excursión en bicicleta por Koh Trong
09: Capítulo 9 – Camino a Siem Reap y las tarántulas fritas
10: Capítulo 10 – Primer día en los templos de Angkor
11: Capítulo 11 – Grandes paseos por los templos de Angkor
12: Capítulo 12 – De la jungla a la república de los monos
13: Capítulo 13 – La playa de Serendipity
14: Capítulo 14 - La playa de Otres
15: Capítulo 15 - Kampot
16: Capítulo 16- El Parque Nacional de Bokor y la fantasmagórica Estación de Montaña
17: Capítulo 17 - Escapada en moto por los alrededores de Kampot
18: Capítulo 18 - Despedida de Kampot y vuelta a Phnom Penh
19: Capítulo 19 - Paseando por Phnom Penh
20: Capítulo 20 - Visita al centro escolar de la ONG “Por la sonrisa de un niño”
21: Capítulo 21 – Les paillotes y las casas del vertedero de Phnom Penh
22: Capítulo 22 - Adiós Camboya
23: Capítulo 23 - La noche de Bangkok
24: Capítulo 24 - Bangkok express
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