Amaneció con un sol precioso, así que decidimos volver a Gullfoss para verla en todo su esplendor. Mereció la pena nuestra decisión, estaba preciosa, con un pequeño arco iris y todo. Gracias “Lorenzo”!!!
Hoy tocaba un día duro, atravesar la isla por el medio de los glaciares Langjökull y Holfsjökull, por la carretera 35, un día movidito!
Según pasaba el tiempo, el paisaje se hacia cada vez mas desértico, no se veía ni un alma en kilómetros a la redonda. Solamente un camino pedregoso, los dos glaciares a cada lado y nosotros con los ojos como platos mirando por la ventana.
El plan era visitar la zona geotermal de Hveravellir pero decidimos cambiar de planes y visitar Kerlingarlfjöll, una montaña con glaciar los 12 meses del año alrededor de una zona geotermal. La carretera para llegar es la F347 y esta zona es accesible solo en verano, donde los días despejados son escasos, y los días sin viento se cuentan con la mano. Por suerte, era uno de esos días. Tras comernos los sándwiches, tiramos para arriba del monte, el camino era para 4x4, menuda cuestecita que subimos con el coche.
El lugar es impresionante, montañas con una paleta de colores dignos del mejor pintor, fumarolas, pozas calientes y el glaciar a escasos metros. Uno le los lugares mas bonitos que he estado sin duda! Estuvimos unas 3-4 horas por la zona, arriba y abajo visitando las diferentes zonas.
Nos tomamos un baño en una poza natural bien caliente, una experiencia única! Eso si, nos llevamos un poco de barro con nosotros al salir, nada que no se pudiera solucionar con una ducha y un buen lavado de la toalla!
Tras un largo día, llegamos a la zona norte de la isla ¡por fin algo de asfalto! El paisaje había cambiado por completo, otra vez había cogido un tono verde, con innumerables ríos y el mar al fondo.
Esa noche dormiríamos en una casita de madera en Leifshus, rodeada de vacas y caballos, que se situaba en el fiordo Skagafjordur, entre las carreteras 75 y 76, en medio de una isla fluvial.