Llega el undécimo día de viaje, que ya se está aproximando a su fin. Nos encontramos en Kyoto y esta mañana nos vamos en tren de excursión a Nara, donde llegamos aproximadamente sobre las 10. Nara es la segunda ciudad de Japón con más legado cultural después de Kyoto, con hasta 8 lugares Patrimonio de la Humanidad. Fue además la primera capital fija del imperio nipón, a finales del siglo VIII. El traslado de la corte imperial a esta ciudad se debió en buena parte a la intromisión cada vez mayor del sacerdocio budista en los asuntos de palacio, así como de las intrigas de la aristocracia.
Lo primero que llama la atención al llegar al parque de Nara-koen, la zona donde están todos los templos, son los ciervos que hay en libertad. En total hay sobre 1200. Con anterioridad a la expansión del budismo por Japón, se pensaba que los ciervos eran mensajeros de los dioses. Así, hoy en día, estos animalillos están declarados Tesoro Nacional. Observamos que estos ciervos no son nada tímidos, están esperando que la gente les de comida y hasta persiguen a los niños para robarles la merienda (Cual si fueran el mismísimo oso Yogui ). Por 150 JPY se pueden comprar unas galletitas para los ciervos (shika-sembei). Lo veo y no lo creo. En cuanto algunos compañeros de mi viaje compran esas galletitas y se ponen por allí a la vista, los ciervos en grupo se abalanzan sobre ellos a la caza y captura de esos manjares, y te persiguen si es necesario. De hecho, uno de ellos casi muerde a mi compañero de habitación.
Lo primero que llama la atención al llegar al parque de Nara-koen, la zona donde están todos los templos, son los ciervos que hay en libertad. En total hay sobre 1200. Con anterioridad a la expansión del budismo por Japón, se pensaba que los ciervos eran mensajeros de los dioses. Así, hoy en día, estos animalillos están declarados Tesoro Nacional. Observamos que estos ciervos no son nada tímidos, están esperando que la gente les de comida y hasta persiguen a los niños para robarles la merienda (Cual si fueran el mismísimo oso Yogui ). Por 150 JPY se pueden comprar unas galletitas para los ciervos (shika-sembei). Lo veo y no lo creo. En cuanto algunos compañeros de mi viaje compran esas galletitas y se ponen por allí a la vista, los ciervos en grupo se abalanzan sobre ellos a la caza y captura de esos manjares, y te persiguen si es necesario. De hecho, uno de ellos casi muerde a mi compañero de habitación.
Tras la gracia de los ciervos hacemos una corta visita al santuario Kasuga Taisha, fundado en el siglo VIII por el clan Fujiwara, el que tenía todo el poder e influencia sobre la corte imperial. Seguimos de camino hacia el templo Todai-Ji, con ciervos por todos lados que están como Pedro por su casa. Para entrar al recinto del templo hay que atravesar la gran puerta Nandai-mon, con una estatua en madera de un guerrero Nio a cada lado. Estas tallas son del siglo XIII y se dice de que son de las más bellas de Japón.
La sala Daibutsu-Den es la principal atracción de Nara, y el edificio de madera más grande del mundo. El Daibutsu (Gran Buda) que hay en esta sala es de los más grandes del mundo, 16 m de altura. Es la representación del Dainichi Buda o Buda cósmico. Se cree que esta estatua fue mandada construir por el emperador para protegerse de la viruela, que había hecho estragos en Japón en años anteriores. Detrás de la estatua hay una columna de madera con un agujero. Se dice que el que atraviesa el agujero adquirirá sabiduría para siempre. Es divertido ver a la gente mayor intentar salir del agujero, aunque lo sería más si algún mentecato se quedara atascado
Una vez fuera de la sala Daibutsu-Den, tomamos la senda que sube hacia el templo de Nigatsu-do, donde se celebra el Omizutori Matsuri o ceremonia de la extracción del agua. Los monjes del Todai-Ji desfilan por la terraza del Nigatsu-do con grandes antorchas en llamas y dejan caer una lluvia de ascuas sobre los espectadores para purificarlos. La ceremonia de extracción del agua ocurre después de medianoche.
Atravesando de nuevo Nara-koen volvemos a la estación de tren, donde tenemos un tiempo libre antes de regresar a Kyoto.
Al regresar a Kyoto, paramos a comer en un restaurante italiano de la estación. Yo me como una tontería, lo más barato, y después me voy a un restaurante de sushi y me compro una cajita, que me como tan tranquilamente en el hotel. A primera hora de la tarde nos acercamos al templo Higashi Hongan-Ji, que está a 10 minutos de nuestro hotel y la entrada es gratuita. Ya por la noche salimos de nuevo por Pontocho para cenar. Esta calle es de lo más variada: mientras que a la derecha (según vienes de Gión) están todos los restaurantes, cafeterías, etc..., al otro lado están todas las salas de ambiente más sórdido. Al final, como no encontramos ningún lugar donde cenar a un precio razonable, terminamos en un centro recreativo tomando carne a la parrilla. ¡Puajj!. Lo mejor, que de regreso por Pontocho, entramos en un pub donde hay una actuación de jazz en directo. El bar es tan pequeño que tengo el saxo y el chelo detrás de mi cogote. A eso de las 23:30 ó 0:00 nos marchamos para el hotel, ya que al día siguiente salimos temprano en shinkansen hacia Hiroshima.