Poco después de las 13:00 llegamos a Nagasaki. Al llegar la estación de Futsukaichi justo perdimos un tren y nos tocó esperar un buen rato hasta el siguiente así que se nos hizo un poco tarde. En Nagasaki no teníamos muy claro el plan: a parte del parque de la paz y el memorial de la bomba atómica, el mayor atractivo de Nagasaki suele ser el jardín Glover y los barrios de antiguos comerciantes holandeses, pero la verdad es que no nos seducía mucho la idea de ver arquitectura y barrios de estilo europeo cuando casi no habíamos empezado a ver templos japoneses! Así que decidimos hacer una ruta menos típica. Lo primero que hicimos fue coger el tranvía hasta Tsuki Machi para dar una vuelta por el barrio chino. Nos decepcionó un poco, yo esperaba más comida callejera, más ambiente… no sé. Acabamos comiendo en un restaurante que hay junto a la entrada del barrio, queríamos probar el ramen típico de Nagasaki (se llama champon) pero eso también me defraudó un poco.
Después de comer fuimos callejeando mapa en mano hasta llegar al primero de los templos, el Sofuku-ji (¥300 cada uno). La gracia de este templo es que fue contruido en el s. XVII por un monje chino, así que es algo distinto a los demás, se nota la influencia china. Dentro hay un caldero inmenso que se usaba para preparar arroz en épocas de hambrunas. Estábamos solos y nos pareció muy tranquilo. Os dejo algunas fotos del templo:
A partir de aquí empieza la tera-machi o calle de los templos, así que nos pusimos a andar y fuimos viendo varios pequeños templos, algunos eran también escuela de futuros monjes. Hubo uno de ellos que nos gustó especialmente, el Kodai-ji, que tiene una entrada espectacular y una de las mejores parejas de guerreros-guardianes que hemos visto en el viaje (el hecho de que nos pillara de lleno la floración de los cerezos ayudó bastante):
El último templo de la calle es el Kofuku-ji, también con influencias chinas, pero se nos estaba haciendo tarde y no entramos. Seguimos andando para ver un último templo, más alejado, el Suwa-jinja. Este templo es la sede del matsuri más importante de Nagasaki, en octubre. Tiene un buen trecho de escaleras hasta que llegas arriba, pero merece la pena, y nos ofreció un anticipo de lo que nos esperaría en Fushimi Inari.
Medio muertos ya de cansancio, volvimos a bajar los muchos escalones y cogimos el tranvía hasta Matsuyama-machi para terminar el día en el parque de la paz. Lo malo es que no habíamos calculado bien el tiempo y llegamos al museo justo pasadas las 5 y ya no admitían más visitantes. Bueno, lo veríamos en Hiroshima, pero nos dio rabia. Lo bueno es que podíamos ver el parque tranquilamente y disfrutar de los cerezos, que no eran pocos. El parque tiene dos zonas: en la primera, más al sur, están el museo y el monolito que marca el hipocentro de la bomba (el punto exacto donde explotó), y en la segunda está la famosa estatua de la paz.
La parte del parque con la estatua (se puede ver al fondo en la foto) tiene también un “jardín de esculturas” que han ido aportando diferentes países a lo largo de los años. Algunas son muy chulas.
Con esto nos despedimos de Nagasaki y volvimos a coger el tranvía rumbo a la estación central para coger el tren de vuelta a Fukuoka. Cuando llegamos ya era la hora de cenar así que decidimos buscar un sitio en la propia estación de Hakata. Tuvimos la feliz idea de comprobar si había algún piso del centro comercial que fueran sólo restaurantes, y no había uno sino dos! Nos dieron un panfletillo muy útil donde venían todos los restaurantes con fotos, precios y tipo de comida. Nos llamó la atención uno de teppanyaki donde cocinaban en la propia barra, y allá nos fuimos. Qué acierto! Alucinamos con la destreza de los cocineros y nos encantó la comida. Nos gustó tanto que muchos días después, ya al final del viaje, pasamos por Hakata al volver desde Osaka hacia Kumamoto y decidimos hacer un alto, con maleta incluída, para cenar ahí otra vez. No fue nada caro (¥2400 con cerveza) y a lo largo del viaje no volvimos a ver ningún restaurante parecido.
Y ya con la tripa llena nos fuimos de vuelta al hotel, que al día siguiente teníamos reservado nuestro primer shinkansen hacia Hiroshima.