El plan inicial para nuestro último día en Kyoto era ir a Kurama, pero el pronóstico del tiempo no era demasiado bueno y nos apetecía algo más tranquilo, así que dedicamos el día a ver lo que se nos había ido quedando colgado los días anteriores: Fushimi Inari y Gion, sin prisas.
Nos levantamos tarde por una vez y fuimos a desayunar a la estación. Desde allí cogimos el tren (JR) hasta Inari. La estación está justo en la entrada del recinto. Este templo es de entrada gratuita, y es muy famoso por la cantidad de toriis que tiene. El recinto es bastante grande, y de hecho el camino de toriis va ascendido la montaña y puedes tirarte una mañana entera si quieres recorrerlo todo.
Este templo estaba tomado por los escolares, y hubo algún grupo que fue más allá del típico “hello” nervioso y tímido y se atrevió a pedirnos una foto con nosotros. Como todo templo sintoísta, Fushimi Inari tiene sus altares y sus tiendas de amuletos, pero lo más destacado son las hileras de toriis, en algunos tramos tan juntos que dicen que si llueve no te mojas estando debajo.
En las tiendas dentro del recinto vendían pequeñas réplicas de los toriis en madera, donde la gente escribe sus peticiones y luego los deja allí como “ofrendas” para que se cumplan sus deseos. Había zonas con miles y miles de pequeños toriis escritos. Nosotros compramos uno, pero para traérnoslo de recuerdo, y ahora adorna nuestro salón con nuestros nombres escritos en katakana.
Como veis, este sitio es único para hacer mil fotos, ofrece muchos detalles y te puedes pasar allí las horas recorriéndolo. Como no teníamos prisa, nosotros estuvimos un buen rato, aunque no terminamos el recorrido por la montaña. Una visita imprescindible!
Al terminar, en lugar de volver directamente a Kyoto, decidimos parar en otro templo: Tofuku-ji. Este templo está muy recomendado en otoño, pero como nos pillaba de paso (…y la entrada era gratuita…) y no teníamos nada mejor que hacer decidimos dedicarle un rato. No había prácticamente nadie, estaba medio lloviendo.
Tiene un jardín zen al que estuvimos tentados de entrar, pero al final decidimos dejarlo. Nos pareció un templo de lo más normal después de haber visto ya tantos en Kyoto, pero entonces nos asomamos al Hondo o hall principal, miramos hacia arriba, y descubrimos esto:
Qué pasada! El techo estaba cubierto por una pintura que parecía sacada de Bola de Dragón, y os aseguro que era impresionante, la foto no le hace justicia. Sólo por verla nos mereció la pena la visita.
Ahora sí, volvimos hacia la estación para coger el tren rumbo a Kyoto. Por la mañana habíamos visto un pequeño (diminuto) restaurante en los pasillos de la estación con buena pinta, de esos que eliges los platos en una máquina en la entrada, pagas, y sacas el tiket que luego le das a la chica para que te lo preparen. Después de pelearnos un rato con nuestro mini diccionario y con un poco de ayuda de la chica (medio en inglés medio en japonés) conseguimos pedir la comida: un menú con un bol de udón y otro de arroz con carne para cada uno por el módico precio de ¥1200. Y estaban buenísimos! Es bastante típico ver sitios así en las estaciones, tan pequeños que la gente come de pie para aprovechar el espacio, baratos y rápidos, el fast food japonés, vamos.
Después de comer volvimos al hotel a descansar y dormir un poco, que para un día tranquilo que teníamos… A eso de las 5 nos pusimos otra vez en marcha y cogimos el bus para ir a Gion, el barrio de geishas por excelencia. Es mejor visitar Gion a esa hora, a partir de las 6, si queréis ver a alguna geisha camino de una cena.
Últimamente, por lo visto, ha habido muchas quejas por parte de las geishas sobre turistas apostados en las calles de Gion, cámara en mano, cosiéndolas a fotos nada más verlas como auténticos paparazzis. Nosotros vimos gente, pero nos parecieron bastante correctos y educados, y ellas, aunque no paraban, tampoco parecían molestas. Tuvimos la suerte de ver un par de ellas bajarse de taxis, pero lo mejor vino cuando de casualidad nos metimos por la calle donde está la puerta trasera del Gion Corner y nos encontramos con 3 ó 4 personas cámara en mano, esperando. También había 2 policías en la puerta, no sé si para evitar problemas o qué… el caso es que a eso de las 6.30 empezaron a salir geishas de allí (bueno, maikos, pero son igual de impresionantes) y pudimos hacer alguna foto, siempre con respeto y guardando la distancia:
Nos quedamos por la zona y llegamos a contar hasta 17 geishas/maikos, pero no sé si es algo normal o es que tuvimos mucha suerte. Es una experiencia curiosa. También vimos un grupo de monjes desfilando por la calle, pero nunca llegamos a saber qué hacían exactamente:
Dejamos atrás esta zona y cruzamos al otro lado de la calle, a la zona de Shirakawa, que estaba preciosa con los cerezos, la iluminación y el canal.
Dimos un paseo por allí tranquilamente y volvimos a la zona del hotel para cenar. Por variar, fuimos al McDonalds, pero nos comimos una hamburguesa de gambas que nos hizo gracia y estaba bastante buena (¥1300). Con esto nos despedíamos de Kyoto, ya que al día siguiente poníamos rumbo a los Alpes Japoneses después de 4 días intensos en la capital cultural de Japón.