Puntualmente llega nuestra caravana. Es un momento emocionante. Nuestro guía se llama Abdil y habla un poco el castellano. Nos explica como ponerse en el camello para no caerse a la hora de montar y desmontar.
Al principio todos íbamos bien agarrados por miedo a caernos. Donde más riesgo se tiene es en las bajadas de las dunas, ya que el camello se inclina hacia delante y la inercia te hace hacer lo mismo. Pasado un rato le pillas el truquillo y ya empiezas a soltarte y sacar fotografías.
Poco a poco nos vamos alejando de la fortaleza y a los pocos minutos la perdemos de vista.
El paisaje es impresionante, arena por delante por detrás, a los lados y el sol acompañándote.
Una leve brisa nos acompañó durante el viaje, lo que hizo que fuera más soportable. Eso sí, a veces la brisa arrastraba la arena y te daba en la cara. Sí, estas en pleno desierto. Cuantas veces lo habías visto en revistas, televisión y ahora lo tienes a tu alcance. Parece mentira que esté sobre un camello, rodeado de arena y hacia un campamento en la nada. Solamente se oye silencio, interrumpido únicamente por nuestras voces. Estamos viviendo una aventura que nunca la olvidaremos.
Por el camino vimos varias caravanas, que también se adentraban en el desierto.
Llevamos casi una hora de ruta y las posaderas empiezan a notar el movimiento del camello. A lo lejos, pero muy lejos vemos lo que parece un campamento. Estamos cerca. Después de casi media hora llegamos al campamento, pero si lo pasamos de largo. Vaya chasco. Le pregunto a Abdil cuanto falta y me dice que poco. Eso dijo hace un buen rato…
Por fin!!!!!, nuestro campamento. Como lo agradece mi trasero. Bajamos de nuestro vehículos todoterreno. Que descanso la verdad es que ya no sabía como ponerme sentado.
Tras dejar todos los camellos aparcados no vamos a ver el campamento por dentro.
El campamento se encuentra en la base de una gran duna. La verdad es que está muy bien. Hay la zona común donde hay una tienda para cenar en caso de no poder fuera. Luego hay una mesa con taburetes para disfrutar de una cena al aire libre, bajo las estrellas. Las habitaciones están pero que muy bien, tienen colchones en el suelo. Y yo que pensaba que dormiría en una tumbona o en el suelo. Fuera del campamento están los aseos.
Empezaba a ponerse el sol y decidimos ir a ver la puesta. Para verla teníamos que subir una duna bastante grande. Grande es poco enorme. Estaba superinclinada, se nos hundían los pies en la arena, que estábamos molidos del viaje y que lo hacíamos todo deprisa para llegar antes de la puesta del sol, llegamos arriba reventados.
Ya estábamos arriba del todo y todavía no se había puesto el sol. Nos sentamos a descansar en el filo de la duna. Se levanto un poco de viento que arrastraba la arena. Nos entró en las cámaras algo de arena. Al pobre Edo se le atascó el diafragma y ya no pudo sacar más fotos.
Esperamos con impaciencia la puesta y toma… Unas nubes se ponen en el horizonte y lo podemos ver con el sol se pone. Vaya put… Al menos pudimos ver los últimos rayos de sol.
La verdad es que el espectáculo es digno de ver, una fotografía no puede transmitir las sensaciones que se siente al estar allí rodeado de ese maravilloso paisaje.
Nos hubiéramos estrado más tiempo, pero teníamos que bajar la mega-duna y no había farolas en el camino. Llegamos al campamento y nos sentamos para comer. Mientras esperábamos la cena, Abdil nos puso unos frutos secos y un té.
Esa noche teníamos para comer tajine de pollo, buenísimo.
Agua congelada en medio del desierto, alucina. La cena fue muy agradable. El cielo estaba superestrellado. Hicimos una sobremesa hablando con Abdil. Nos hubiéramos estado más tiempo pero teníamos que madrugar para ver el amanecer.
Son las 5 de la mañana y ya estamos levantados. Recogemos todas nuestras cosas y a los camellos.
El sol está saliendo, vaya espectáculo. Paramos en una duna y disfrutamos.
Me doy un sprint hasta la duna de enfrente. Mis compañeros flipan de mi carrera. Llego a lo alto y levanto los brazos con el sol a mi espalda.
Tengo con Abdil una conversación al estilo berebere en medio del desierto. La verdad es que es un chico muy enrollado.
Reanudamos la marcha hacia la fortaleza. Tomamos un camino distinto al de ayer. A medio camino Maribel se baja del camello por molestias en la espalda y sigue el camino a pie.
A lo lejos vemos la fortaleza, ya hemos llegado. Nos despedimos de Abdil y nos pegamos una ducha para quitarnos toda la arena que llevamos encima. La verdad es que nos da mucha pena marcharnos pues la experiencia ha sido maravillosa.