Cruzado ya el ecuador del viaje mi madre se levanta con ligeras molestias gastrointestinales (lease diarrea), que no le abandonaran durante unos cuantos días. La verdad sea dicha, en el tema sanitario no estamos empleando mucho esfuerzo: ayer me acordé que traíamos el antimosquitos, lo de lavarse las manos antes de comer se hace cuando se puede (que no es muchas veces),... lo único que sí hacemos a rajatabla es lo de beber únicamente agua embotellada, que suele costar 12 rupias el litro. Tampoco creo que haya que obsesionarse, mosquitos haberlos haylos y algunos nos pican, pero tampoco hay que pensar que porque te pique un mosquito vas a pillar la malaria automáticamente, y en cuanto a la diarrea, yo también la sufrí aunque sólo durante una noche, pero no vas a morir de eso.
Hoy tenemos todo el día para disfrutar de Jaisalmer, quizá la ciudad en la que me he sentido mas cómodo de todas las que hemos visitado; quizás ayuda el hecho de no tener tanto tráfico, un aire mas limpio,...
Subimos a la terracita del hotel con la intención de desayunar, y digo intención porque el fulano que nos atendió ayer en la recepción no ha vuelto a dar señales de vida, y desde entonces el hotel está regentado en su totalidad por un niño de unos diez años que no habla ni papa de inglés. Como somos los únicos huéspedes el pobre se afana en ser servicial, pero evidentemente no llega. Le pedimos un desayuno sencillito (tostadas y té) y tras esperar casi una hora nos trae todo diferente; además, a la hora de pagar, como no sabe leer la carta que viene en inglés, le tenemos que cantar nosotros los precios de lo que hemos tomado. Mi madre se indigna con el trato que, en general, se da a los niños, pero es lo que hay.
Comenzamos nuestra visita a Jaisalmer por el interior del fuerte: una única y monumental entrada da acceso a un laberinto de estrechas callejuelas con bastante gracia para perderte un buen rato hasta encontrarte. Algunas casas pertenecen a las famosas havelis, con sus fachadas profusamente decoradas; se agradece el hecho de que muchas se estén restaurando siguiendo el estilo antiguo.
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Calle del fuerte de Jaisalmer
También dentro del recinto amurallado hay un conjunto de templos jainistas. La mejor hora para visitarlos es de 11 a 12, cuando todos están abiertos (tienen un horario bastante caprichoso). Están unidos unos con otros y, como siempre, están tallados hasta el último centímetro. En esta ocasión conseguimos ver, por fin, un templo jainista donde se está celebrando algo parecido al culto y es que, hasta ahora, siempre habíamos visto los templos jainistas vacíos.
Tras visitar el interior toca recorrer el exterior del fuerte, siendo la parte mas interesante la que se encuentra en la zona norte de la ciudad, donde se pueden ver las mas hermosas havelis, con unas fachadas impresionantes, de lo más bonito que yo ví en todo el viaje.
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Fachada de una haveli
Hay tres o cuatro havelis principales y a la mayoría puede entrarse pagando una módica entrada; desgraciadamente, por dentro están casi todas abandonadas, pero se pueden visitar todas sus plantas y admirar el trabajo de las fachadas de cerca. En las zonas oscuras hay legiones de murciélagos y en las iluminadas, palomas. Esto es común en casi toda la India, la mayoría de sus monumentos están en un estado lamentable de abandono.
También es de lamentar el hecho de que no haya ninguna restricción al tráfico rodado, sobre todo a las motos, que se meten hasta la cocina con sus constantes pitidos; da igual lo estrecha que sea la calle, siempre encontrarás una moto tratando de pasar.
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Vista del fuerte desde la azotea de una haveli
Tras patearnos las calles de Jaisalmer nos dirigimos a ver el lago que se encuentra a un kilómetro escaso, el Gadi Sagar, que tiene algún edificio construído en sus márgenes, pero bastante poca cosa.
Nuestro tren para Jodhpur sale a media tarde, así que aprovechamos nuestras últimas horas en Jaisalmer para hacer algunas compras. Hay muchas tiendas de telas vistosas que afirman ser tejidas a mano por artesanos desfavorecidos del Rajastan, pero viendo que las mismas telas se repiten por todas las ciudades y todos los puestos, parece difícil de creer. En la zona norte encontramos una especie de cooperativa textil donde venden cosas a precio fijo muy baratas, quizás no tan bonitas como las de los puestos callejeros, pero por unos céntimos te llevas lo que quieras. Mi madre se compra un mantel de algodón bordado a mano de 5 x 2 metros por cuatro o cinco euros.
Nos despedimos de Jaisalmer como llegamos, andando por la carretera a la estación. Mi madre se queja de vez en cuando de que andamos demasiado, pero es curioso, a mí me parece que no andamos lo suficiente. Yo no soy de los que cogen la guía y se dedican a ver todos y cada uno de los monumentos, museos, templos,... que aparecen, prefiero pasear y pasear, perderme y ver calles anónimas.
Nuestro tren sale puntual, esta vez tenemos un trayecto de cinco horas en sleeper. Es la primera vez que cogemos esta clase y está bastante bien para viajes por el día: vale, las ventanas no cierran bien, los materiales no están cuidados, de vez en cuando entran nubes de polvo en el vagón, hay incluso ratoncillos corriendo por el suelo,... pero tiene otra vidilla.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Casi no se ve, pero en el círculo hay un ratón de la clase sleeper
A eso de las diez de la noche llegamos a Jodhpur, donde nos apeamos es una estación previa a la de la ciudad ya que el hotel que tenemos reservado, el Durag Niwas, queda mas cerca de esta estación. Es noche cerrada, no hay casi luces, y nos cuesta encontrar el hotel en cuestión, pero al final damos con él.
500 rupias por una habitación limpia, amplia y con baño. A dormir.