Por fin íbamos al Gran Palacio. En circunstancias normales la mejor forma de llegar a esta zona es en barco hasta Tha Chang, pero nosotros nos fuimos en taxi porque con el tema de las inundaciones los barcos no funcionaban con normalidad.
Los taxis en Bangkok son bastante baratos: Para que os hagáis una idea, un trayecto medio podía costarte unos 80 baht (2 €). Precisamente lo máximo que pagamos fue para ir al Palacio Real y nos costó 120 baht. Eso sí, cuando entréis en el taxi, no os olvidéis de decirles que pongan el meter, que si no te cobran lo que les da la gana. Si no quiere poner el taxímetro os bajáis y punto. Será por taxis en Bangkok
La entrada al Palacio Real son 400 bahts por cabeza (10 €). En cuanto llegamos me dijeron que tenía que ponerme una rebeca. ¡Con el calor que hacía! Definitivamente no tengo remedio. Después de leer tantas veces que en el Wat Phra Kaeo no te dejan entrar con los hombros descubiertos, cuando vi el solazo que hacía por la mañana mientras nos vestíamos, me puse una camiseta de tirantes sin pensarlo. Por lo menos llevaba pantalones largos, y me libré de tener que alquilar el modelo Ali Baba.
El complejo del Gran Palacio se consagró en 1782, el primer año de la capitalidad de Bangkok tras la destrucción de Ayutthaya por los birmanos. En el recinto del palacio hay salones de audiencia, espacios residenciales, oficinas de la casa real, y por supuesto el Templo del Buda Esmeralda, de estilo clásico tailandés y el Palacio Chakri Maha Prasat, una imponente mezcla de arquitectura tailandesa y europea construido en 1882.
Estas y otras cosas íbamos repasando mientras esperábamos en la cola pero cuando por fin estuvimos dentro lo que hicimos durante un buen rato fue cerrar la guía de golpe, quedarnos con la boca abierta y gritar una y otra vez ¡Que pasada! ¡Qué maravilla! Un mundo de estupas y agujas doradas, tejados multicolores, figuras mitológicas, mosaicos de cerámica y pinturas lacadas en negro y oro...
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Yaksha o gigantes míticos custodiando la entrada al recinto
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Stupa dorada en la terraza de arriba del templo. Las stupas o chedis son monumentos en forma de montaña que rinden tributo a la perdurabilidad del budismo.
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Phra Mondon, (antigua biblioteca) y el panteón real (Prasat Phra Thepbidorn), que alberga las estatuas de los reyes de la dinastía Chakri.
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Theppaksi, criatura mitológica mitad humana, mitad animal y espíritus protectores.
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De todas las imágenes de Buda que hay en Tailandia (y hay muchísimas) el Buda Esmeralda del Wat Phra Kaeo es la más venerada.
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Es diminuto y la verdad es que cuando entras en el templo es en lo que menos te fijas, entre tanta decoración espectacular. Cuando os sentéis en los templos acordaos de que siempre hay que sentarse a lo indio o poniendo los pies hacia atrás, pero nunca apuntando a Buda, porque eso para ellos es una ofensa.
El Palacio Real no es la residencia habitual del actual monarca Bhumibol Adulyadej (Rama IX), que sólo lo utiliza en ocasiones especiales.
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Rama IX es el jefe de estado que más tiempo lleva en el cargo en todo el mundo. Lo de los tailandeses con el rey es pasión, veréis fotos suyas por todas partes.
Después de más de 3 horas dando vueltas por allí y viendo que Lorenzo seguía atizando y que las reservas de agua estaban bajo mínimos, decidimos que aunque daba pena, era hora de despedirnos del Gran Palacio. Teníamos curiosidad por ver el Mercado de los Amuletos, que no está lejos de allí. Supimos que no nos habíamos equivocado cuando vimos las famosas dentaduras postizas ¡agggg!!. Respetando la opinión de otros viajeros y de la Lonely Planet a mí no me gustó nada.
El mercado está muy cerca del río y en algunas de las calles que desembocaban en la zona del mercado había algo de agua (como para mojarte los pies). Entonces me acordé de que ese día había marea alta, así que nada, un momento perfecto para coger otro taxi que nos llevara a Chinatown de nuevo para ver el Wat Traimit, el templo del Buda de oro.
De camino a Chinatown, comprendimos porque la gente suele mencionar lo del cableado eléctrico ¡Es horroroso! La prevención de riesgos no les suena de nada.
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©gothika05
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Otra cosa que nos llamaba mucho la atención era ver tres y hasta cuatro personas en una moto y sin casco, muchas veces familias con niños pequeños. El record del viaje está en cinco personas en la moto, pero no nos dio tiempo a sacarles una foto. La seguridad vial tampoco es lo suyo, pero todo se puede superar porque días después en Camboya los tailandeses nos llegaron a parecer abuelitas prudentes conduciendo.
Ya habíamos visto unos cuantos Budas dorados, pero es que el de este templo es el más grande del mundo de oro macizo, con más de 5 toneladas de peso, así que había que verlo sí o sí.
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Se nos ocurrió que podíamos ir a comer al MBK. Teníamos curiosidad por ver el famoso centro comercial y por lo menos allí estaríamos fresquitos un rato.
Desde el Wat Traimit fuimos andando hasta Hua Lamphong, cogimos el metro y después el Sky Train. La parada del MBK es la de National Stadium, la misma que para ir a la casa de Jim Thompson.
¡Pues sí que es grande el MBK! Un paraíso para los amantes de las compras y una pesadilla terrorífica para mi marido, que las odia. No podía parar de reírme cuando vi el careto de susto que se le quedó al ver esa cantidad de tiendas juntas. Le dije que no sufriera, que por ese día lo perdonaba, pero que fuera haciéndose a la idea de que en Chiang Mai íbamos a ir al mercadillo todas las noches.
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©depth
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Comimos en la 5ª planta, en la zona de restauración. No está mal para una comida rápida, hay muchos puestos de comida: tailandesa, china, vietnamita...Compramos tickets por valor de 200 bahts para pagar la comida y bebida de los puestos y lo que no nos gastamos nos lo devolvieron cuando terminamos de comer.
El plan era volver al hotel para darnos un bañito en la piscina y llegar al Parque de Lumpini al atardecer para ver los lagartos y a los tailandeses haciendo tai chi. Ni lagartos, ni tai chi, ni Lumpini. Eran casi a las cuatro cuando nos tumbamos en la piscina y cuando fuimos a levantar el campamento a las cinco y poco nos dimos cuenta de que para cuando llegáramos al parque ya sería de noche.
Pues nada, no nos quedaba más remedio que sufrir otro ratito en la piscina y después duchazo y a por nuestro primer masaje.
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Nos lo dimos en Dahra Beauty & Spa, que estaba a menos de 100 metros del hotel saliendo a mano izquierda. Elegimos el Foot Reflexology Massage (270 bahts cada uno – unos 7€). Nos encantó el sitio y nos dejó como nuevos, pero no es que nos hicieran cosquillas precisamente. Cuarenta y cinco minutos estirándote los pies y haciéndote crujir los dedos y luego otros quince de aporrearte el cuello y los hombros.
Así que de camino al Mango Tree para cenar decidimos que en Chiang Mai, mejor que el masaje tradicional thai, nos íbamos a dar uno aromático relajante.
De la cena de esa noche última noche en Bangkok sí nos acordamos, ¡cómo para olvidarnos!! Pedimos una piña rellena de arroz, unos pinchitos de cerdo con salsa agridulce y unos trocitos de pollo que venían cocinados y envueltos en unas hojas parecidas a las hojas de parra en los griegos.
Y allí estábamos tan tranquilos con la cervecita y los trocitos de pollo cuando aparece la camarera corriendo y gritando: Madam, don’t eat the leaves!!! Ainsss, qué bochorno resulta que las hojas (que al final eran de plátano, creo) no había que comérselas. La parte comestible de la cena estuvo muy bien y nos salió por 1150 bahts los dos (algo menos de 28 €).
De vuelta al hotel pensamos que lo único que nos había fastidiado el agua y nos quedamos con ganas de hacer fue la excursión por los klongs (canales) pero que menos mal que no habíamos ido directamente a Chiang Mai por lo de las inundaciones, porque Bangkok es caótica y agobiante, pero también espectacular y llena de sorpresas. Al día siguiente temprano al aeropuerto: próxima parada Chiang Mai.
Dahra Beauty & Spa
www.dahra-spa.com/
Restaurante Mango Tree
www.coca.com/mangotree/
Plano de rutas de Chao Phraya Express Boat
www.chaophrayaexpressboat.com/ ...-print.asp