ZION Y BRYCE
Amanece en Kanab. Nosotros con las sábanas pegadas ¡ojalá no tuviésemos que madrugar! Pero la vida del turista es dura, y más la de un turista friki como nosotros: íbamos al sorteo presencial de un permiso para visitar The Wave. El sorteo por internet no nos tocó, pero no íbamos a tirar la toalla tan pronto. Como el permiso sería para el día siguiente hoy teníamos planeado visitar Zion y subir al Angel’s Landing, ¡qué día tan emocionante!

Si no recuerdo mal el sorteo era a las nueve en punto. Eso quiere decir que hay que rellenar el papeleo para participar y entregarlo antes de esa hora. Nosotros que no sabíamos cómo iba llegamos a las 8.30, por si acaso. No éramos los primeros. Nos dijeron qué sala era y nos entregaron un formulario para leer y rellenar. Salimos, entramos, volvimos a salir… qué nervios. Cada vez más gente. “Voy al baño, si no he vuelto en 10 minutos ven a buscarme, alguien me habrá encerrado allí para sacarnos de la competición” jajaja, que bueno.
En la sala nos ocurrió algo curioso, mientras rellenábamos el papel íbamos charlando, y una chica que tenía sentada al lado me dijo si éramos españoles, que de dónde, etc. ¡Pero todo en castellano! Por estos lares ya no es nada habitual que la gente lo hable. Resulta que ella había estado estudiando (no sé qué) un tiempo en Valencia (creo). Qué fuerte, ¿no? Pues ella me pregunta, ¿y qué os ha traído por aquí? Le digo, nada, de vacaciones. Se quedó flipando, me dice, “¿¿¿Vacaciones EN KANAB???” Jajaja, supongo que para nosotros sería como encontrar un australiano de vacaciones en Fuentealbilla, jajaja.

Ella era una chica americana, del mismo Kanab, y por lo visto había participado miles de veces en el sorteo porque la conocían todos los rangers, la llamaban por su nombre… Supongo que viviendo allí alguna vez le habrá tocado el sorteo, pero se notaba que tenía ganas de repetir.
Lo bueno del sorteo presencial es que no había que pagar para participar. Éramos unos treinta en la sala, todos los grupos entregamos la solicitud, a la que le ponían un numerito, por riguroso orden de entrega. Primero la ranger nos dio una breve charla, además de informativa creo que para acobardar al personal: que si el camino para llegar es muy difícil, que si es un camino de tierra, que si no tenemos 4x4 nos olvidemos, que si empieza a llover nos vendrá una riada y es peligrosísimo, que si hay que llevar trescientos mil galones de agua, que si el camino es muy difícil y las condiciones extremas… bla, bla, bla. Bueno, objetivo cumplido, yo ya no sabía si quería que me tocara o no, jajaja.

Luego empezó a poner bolitas en un bombo de lotería, le dio vueltas y empezó a sacar numeritos. Unos japoneses a los que les tocó gritaron de la emoción. Aquí estábamos todos chiflados, está claro. Yo súper nerviosa, me decía hoy es nuestro aniversario de boda, nos tiene que tocar, nos va a tocar, ¡lo intuyo! Bolita, tras bolita… no salía. Le tocó a un señor que venía con su familia, su mujer, dos hijos (supongo) quinceañeros , y otro un poco más pequeño. Solo quedaban cuatro plazas, así que el señor decidía si tomar el permiso y dejar a uno en tierra o renunciar. ¡Qué fuerte! Y el tío renunció, con un par. Otra bolita, y otra más… y fin del sorteo. Oooooooh. No ha podido ser. Bueno, da igual, mañana lo volveremos a intentar. Tantos nervios para nada. Salí un poco decepcionada, al terminar el sorteo solté toda la tensión y me vino el cansancio otra vez, pero bueno, solo había que buscar un sitio para desayunar y reponer fuerzas que la excursión de hoy prometía ser dura.
Kanab es un pueblo agradable y pequeñín. Parece como atrapado en el tiempo… en los tiempos del viejo oeste. Me gustó. Desayunamos más mal que bien una especie de sándwiches en un ¿bar, restaurante, cafetería? No sé qué era aquél lugar, pero no repetimos. Después de un par de zumos aguados y los sándwiches fríos y medio rancios, ¿sabes cuando el pan de molde está como humedecido…? Pues eso. No nos levantó mucho el ánimo, pero la idea de visitar Zion era mi motivación. Solo teníamos una hora de camino por delante, llegaríamos antes de las once.

Paramos a poner gasolina y al retomar la carretera nos equivocamos en el cruce, tuvimos que volver para atrás. El camino era entretenido, pasamos por unas cuevas museo, el desvío a Sand Dunes, de lejos vimos (o nos parecieron) las montañas de “Escalante”, etc. Llegamos al cartel de entrada al parque y nos hicimos la foto de rigor, había bastante gente pero no nos preocupamos hasta que… ¡caravana otra vez! Definitivamente en la próxima ocasión tenemos que venir fuera de temporada alta, esto de las caravanas es un rollo.
Resulta que, además de mucha gente, hay un túnel que abren con paso alternativo pese a tener dos carriles. Por seguridad. Una vez lo estás pasando es emocionante, no hay ni una luz instalada, está prohibido detenerse dentro evidentemente, y puedes ver fugazmente el exterior porque tiene como un par de ventanas que le han hecho. Al salir estás arriba de la montaña, y ves la carretera que va bajando sinuosa.

Con lo que nos gusta estar parados en el camino no podía ser de otra forma: obras en la carretera. Tardamos infinito en llegar, aunque el paisaje es bien bonito. En el parking solo habíamos tontos dando vueltas esperando que alguien se marchase, sin suerte. Me acordé que planeando los alojamientos vi que había un pueblo en la otra entrada de Zion, Springdale, a cinco minutos quizás, y desde allí llegaba un bus hasta el parque. Decidimos dirigirnos hacia allí esperando encontrar aparcamiento y volver en autobús. Pero justo después de la salida encontramos un parking de pago. Nos quedamos.
Entramos a pie, tuvimos que enseñar nuestro pase igualmente claro. Antes de tomar el shuttle hicimos la llamada de rigor a casa, hoy es día 25, nuestro tercer aniversario de boda (cómo pasa el tiempo) y además de saber cómo llevamos la aventura nos quieren felicitar. Damos la “mala” noticia, hoy no nos ha tocado el sorteo de la ola. Nos dan ánimos, besitos, recuerdos… Como llevo un año con preparativos ¡tengo a mi suegra al corriente de todo! Aun así no tengo permiso para decir lo que nos toca hacer hoy, subir al Angel’s Landing, para no preocuparles dice. La verdad es que he tenido meses rallado a Jordi por querer hacer esta excursión. Él quería ir cada fin de semana por la montaña a caminar porque decía que no estábamos preparados. Aunque luego no hemos ido andando ni a la esquina. Con 28 años tampoco me planteo que haya cosas que no pueda hacer, no sé, no digo subir al Himalaya ni cruzar el estrecho a nado, pero si puedo estar de compras o de paseo cinco horas por Barcelona podré andar cuatro por la montaña, ¿no? Y si me canso, pues me paro un rato. Y punto. Él y yo lo veíamos de forma muy distinta, no sé qué se imaginaba…

La una y media pasadas… por fin en el shuttle llega nuestra parada. Unos con ilusión, otros con ofuscación, nos dirigimos al sendero. Tenemos las provisiones que compramos en el súper esta mañana, agua, frutos secos, patateo, fruta, pan… Yo qué sé. ¡En marcha! Cuatro fotos, vemos el río, pasamos el puente y… cartelito informativo: HOY está cerrado el Angel’s Landing porque están realizando tareas de limpieza en esa zona. ¿¿¿¿Cómo????? Chasco total. Para mí, claro. ¿Y ahora qué? Mañana tengo que ir a Bryce y pasado a The Wave (¡me tiene que tocar!) Veo desmoronarse mi planning como un castillo de naipes.
Volvemos al shuttle con la idea de hacer el sendero de los Narrows, por lo menos... Vamos barajando las opciones, y ya habiendo empezado la caminata nos decidimos: vendremos mañana a hacer el Angel’s y hoy nos vamos a Bryce. Como hay mogollón de gente en este caminito y no le vemos mucha gracia (ya hemos visto el río en varios puntos, va paralelo a la carretera del shuttle) renunciamos a los Narrows y nos vamos. Otra vez al shuttle. Vimos el helicóptero haciendo las tareas de mantenimiento, era cierto. Nos aseguramos, preguntando a los rangers, que al día siguiente habrían terminado, decían que en principio sí. Bus para arriba, y bus para abajo, camino arriba y camino abajo… llevamos más de dos horas dando vueltas.

Vamos a comer algo más decente que plátanos y cacahuetes en el restaurante que hay cerca de nuestro coche. Aunque es muy tarde parece que la cocina no cierra. Pedimos en el mostrador, y nos sentamos. Yo no pido nada para beber, porque además del agua tengo una coca cola en la mochila, no es lo más correcto pero a estas alturas del día ya me da igual todo. Casi terminando me da por abrirla, y entonces… “pfshhhhhhhhhhhh” coca cola volando por todos lados, se había desbravado. Me puse chorreando, y el suelo, y la mesa… Jordi tenía un ataque de risa, recogimos como pudimos y salimos de allí pitando. El plan era ir a Bryce así que tendría que aguantarme con la camiseta (antes blanca y nueva) chorreando hasta que se secara, además del bonito estampado que me acompañó el resto del día, parecía que era así la camiseta. ¡Qué risa!

Otra vez retenciones en la carretera para salir, caravana en el túnel… y por fin salimos de Zion. Todo salió al revés, pero no nos rendimos fácilmente, así que mañana volveremos a por más. El camino a Bryce, aunque largo, es precioso, mucho más tranquilo, con poquitos coches. Por el camino paramos en un baño de estos públicos, que por desgracia era de agujero (en Zion los baños en el restaurante y los de las cabinas telefónicas eran normales). Me lo pensaba dos veces antes de entrar, hubiese preferido esconderme tras un matorral, pero eso era como un parking y no había vegetación. Proseguimos, pero antes de llegar todavía paramos un par de veces a hacer fotos, nos encantaba el paisaje, las formaciones rocosas… Se supone que hay dos horas de camino pero con las caravanas a la salida de Zion fueron casi tres.

Entramos al parque poco después de la foto con el cartel (hacemos colección). La idea era parar en los distintos miradores, así lo hicimos. En el primero, le hice cerrar los ojos a Jordi y lo llevé por el caminito hasta la barandilla, le daba un poco de corte per accedió. Él no sabía nada de este lugar, así que fue una sorpresa total, le encantó el paisaje, lo recuerda como lo que más le impresionó de todo el viaje. Como vas por una carretera de bosque todo el rato no se te pasa por la cabeza que puedas encontrar algo así adentrándote unos metros con el coche por un caminito.

Fuimos hasta el final del parque como se recomienda por el foro, para volver poco a poco parando en los miradores; estuvimos en Bryce Point, Inspiration Point, y llegamos a Sunset Point. Desde todos se ve lo mismo, el llamado anfiteatro, pero desde distintas perspectivas. La idea era ver la puesta de sol allí, así que aparcamos bien, pero como todavía faltaba más de una hora hasta el atardecer nos decidimos a hacer el trail Navajo Loop. En principio es una ruta de dificultad moderada porque hay pendientes fuertes, pero no es muy larga, tiene poco más de dos kilómetros. Según la información del parque se tarda entre una y dos horas, depende del ritmo de cada uno y de las fotos que haga… Si no nos entreteníamos nos daría tiempo.

Nos gustó mucho este camino. Como es circular, es decir que empieza y termina en el mismo punto, había gente que hacía el camino a la inversa, bajando por la derecha, nosotros primero tiramos hacia la izquierda, por el martillo de Thor, y subimos por el otro lado. Tardamos poco más de media hora, parando a hacer algunas fotos, observar las ardillas... Ésta, y la que hicimos en Yosemite, nos sirvieron de referencia en lo que a tiempos se refiere: media hora y fácil, era el equivalente a diez minutos a paso rápido sin esfuerzo. Una hora y dificultad moderada sobre papel era el equivalente a media hora a paso rápido, con algo de esfuerzo.

La bajada, a parte de algunas fotos, es un momentillo, inevitablemente íbamos rápido, como teníamos buen calzado nos dejamos llevar sin miedo. Luego es casi un paseo, entre árboles, a esas horas el sol estaba bajo y aunque hacía calorcillo había sombra en todo el camino. Caminito que baja, un desvío a otro trail, caminito que sube… y llegas a una parte muy estrechita en el cañón. A partir de aquí es la subida de verdad, en zigzag, es algo dura, pero como todo el rato ves la meta “allí arriba”, parando un par de veces a echar un trago de agua lo hicimos bien. Llegamos arriba acalorados, eso sí. Nos recuperamos viendo la puesta de sol. Nos encantó que había muy poca gente haciendo esta excursión, nos cruzamos como mucho con seis personas, y nos envolvía la calma, el silencio, la tranquilidad… fue genial. Solo en el último tramo del zigzag había niños jugando y gente haciéndose fotos. Creo que fuimos más rápido de lo normal, podríamos haber ido más despacito, pero no nos queríamos perder el momento puesta de sol en el anfiteatro.

Llegamos pronto arriba, todavía faltaba media hora para la puesta de sol que sería a las 20.45. Cogimos un buen sitio y como en Glacier Point, volvimos a descubrir que la gracia en este lugar no es ver desaparecer el sol, sino contemplar cómo la luz va cambiando sobre el anfiteatro, cómo cambian las sombras, los colores… Es muy bonito, pero de nuevo nada que ver con nuestra idea preconcebida de puesta de sol. No esperamos hasta la hora ya que los rayos habían dejado de bañar el anfiteatro un rato antes.

Y ya súper contenta con la visita nos marchamos de Bryce. Por el camino todavía pudimos ver cervatillos en los prados, y gente agazapada en los matorrales para hacerles fotos… qué risa, “el foto-cazador acecha a su presa…” ¿se creerán que trabajan en un documental del National Geographic?

Creo que Bryce es el parque más pequeñito, y aunque se pueden hacer muchas excursiones por el anfiteatro me di por satisfecha haciendo el Navajo Loop. Nos llevamos la esencia del parque con el paseo a pie, las vistas desde distintos miradores, la puesta de sol… Solo estuvimos una tarde pero muy bien aprovechada, y nos llevamos la sensación de haber conocido un poco el lugar. Por el camino de vuelta se nos hizo de noche, paramos a cenar en un restaurante justo en la entrada de Kanab. Estaba bueno, lástima que tenían el aire acondicionado a tope y lo pasé fatal. Pese a que pedí que nos cambiasen de mesa nos dijeron que no hacía falta, que nos quitaban el aire, pero no lo hicieron hasta pasada media hora cuando ya casi habíamos terminado. Por fin nos marchamos del Polo y llegamos a nuestra acogedora habitación después de una larga jornada…

Gastos del día (141 $)
Desayuno 16$
Supermercado 10$
Gasolina 40$
Almuerzo 25$
Parking en Zion 10$
Cena 40$
ANGEL'S LANDING, ZION
Con el nuevo día llega una nueva oportunidad de participar en el sorteo para The Wave. Así que allá vamos, ahora ya sabemos cómo funciona. Rellenamos la solicitud, esperamos a que sea hora, charla del ranger, bolita, bolita, bolita… y nada. Hoy tampoco hay suerte. Una lástima, pero no dejemos que nos afecte, mañana tendremos una última oportunidad. Pasamos por el supermercado para aprovisionarnos y pedimos el desayuno para llevar en un restaurante cercano. Esta vez queríamos llegar más pronto porque ya contábamos con la caravana y el túnel, la posible falta de aparcamiento… ¡Nos volvíamos a Zion!
Aparcamos en un arcén cerca de la parada del shuttle Canyon Junction, por fin íbamos a poder subir al Angel’s. Íbamos preparados con comida, agua… antes de subir, una breve visita al baño, que por suerte era de los normales aunque está en mitad del parque (me hizo hasta ilusión). Leímos que el camino era largo, ida y vuelta casi 9 kilómetros, de dificultad “extenuante” por el desnivel que hay (400m), y que se tardaba unas cuatro horas. Pero sabiendo que calculan los tiempos al alza, con suerte no tardaríamos tanto.

Entre pitos y flautas empezábamos la caminata a mediodía. Llegamos un poco antes que el día anterior y por suerte estaba abierto el camino, aunque nos habíamos asegurado antes por teléfono, llamando al parque. Cruzamos el puente y empezamos a caminar por el sendero. Es estrecho y por desgracia, a mediodía da el sol de pleno, no hay apenas sombras. Eso fue terrible para mí, después de diez minutos andando empecé a sentir mucho agobio por el sol. Solo podía andar de sombra a sombra y tiro porque me toca. Andábamos dos minutos y parábamos cinco. Se hizo larguísimo el ascenso, pero no quería abandonar por nada del mundo. Jordi lo llevaba mucho mejor que yo, pero no soportaba subir a ese ritmo. Yo no tenía prisa, pero además necesitaba hacerlo así.
Tardamos una vida en hacer este primer tramo. Yo tenía mil excusas, un sorbo de agua, una foto, una galletita… Paramos tanto que nos adelantaba todo el mundo. Un pelotón de jovencillos corriendo, parejas jóvenes y más mayores… hasta una mujer mayor enorme que iba con bastón. Creo que en ese momento me puse un poco las pilas, jeje. Llegó un momento que nos seguía una ardilla, cada vez que ponía el culo en el suelo se acercaba a ver si pillaba algo de mi mochila, pero me daba tanto susto que cuando se acercaba cerraba las cremalleras y volvía a caminar, creo que alguien la tenía en nómina para que me hiciese caminar…

Por fin llegamos a un tramo sombreado, que fue un alivio. Aquí paramos lo justo, un par de fotos y algo para picar. Luego llegamos a los zigzags. Cogimos aire antes de empezar para mentalizarnos, pero fue más fácil de lo que creía. Ya estábamos arriba.

Ahora, una vez hecho el trail, puedo dividirlo en cuatro partes bien diferentes. El primero es en la ladera de la montaña que se ve desde la carretera. Es un camino primero casi llano y poco a poco empieza a crecer su inclinación, hasta que es muy empinado. En las horas centrales del día da el sol de lleno. Para mí fue lo más duro, en tiempo este tramo supuso más de un tercio de la subida. El segundo tramo se interna por la montaña. Nada que ver con el anterior. Es entre árboles, con sombrita, y sin desniveles bruscos, aunque tampoco es llano es una gozada de recorrer, se hace incluso corto. La tercera parte es el famoso zigzag de veinte tramos. El sol está al otro lado de la montaña, con lo cual aunque no es pan comido, se sube bastante bien. Además hay un factor psicológico importante, ves la meta todo el rato y cada vez está más cerca. Después de esto llegas arriba, donde todo el mundo descansa bajo un gran árbol y las ardillas tienen el tamaño de un gato. Aquí además hay un baño de estos de parque, increíble pero cierto. Y entonces todavía queda la cresta de la montaña, por la que subes agarrado a unas cadenas porque el precipicio quita el hipo.

Nosotros hicimos tres tramos y cuarto. Empezamos a hacer la cresta, agarrados por las cadenas, yo llevaba hasta guantes para no pellizcarme, quemarme o cualquier cosa, además que me hacía gracia, jejeje. Jordi sufría mucho, creía que me iba a despeñar. Pero no me pasó nada. Entonces empezaba un tramo de bajada, y al final otro que subía. Yo tengo una especie de vértigo, aunque soy súper kamikaze, sabía que no era recomendable esta excursión pero tenía muchas ganas. La verdad es que no fueron las cadenas lo que me impidió seguir, ni el vértigo, sino ver todo ese tramo, a tope de gente subiendo en fila india, a pleno sol. Sin una triste sombrita ni la posibilidad de parar cuando lo necesitaba, y entonces comprendí que no debía seguir.

Pero la verdad que llegar hasta allí valió la pena, las vistas eran increíbles. Estuvimos un rato contemplando el paisaje, haciendo fotos y observando a los compis excursionistas subir por la cresta como hormiguitas. Estábamos de nuevo al sol, así que en unos minutos decidimos volvernos, y buscar una sombrita para comer algo. Bajamos por las cadenas, muy despacito y más adelante encontramos una roca donde sentarnos, allí me dio un pequeño bajón, me sentía un poco mareada pero descansamos y parecía que se me pasaba.

En un rato nos volvimos a poner en marcha. No me sentía a tope pero estaba muy contenta por haber hecho la excursión y haber llegado hasta ahí. Fuimos deshaciendo el camino, sin prisa pero sin tanta pausa como antes… Llegamos al último tramo, ahora una parte ya estaba a la sombra porque el sol se había desplazado hacia Springdale y estaba un poco más bajo. Todavía no eran las cuatro, de haberlo sabido hubiésemos subido más tarde evitando las horas centrales del día. Sabiendo que anochece a las ocho, y que parando cada dos minutos a paso de caracol es cuando se tardan cuatro horas, yo recomendaría hacer la excursión por la tarde.

Llegamos a bajo. El shuttle nos llevó hasta nuestro coche en un periquete, y nos fuimos muy satisfechos hacia Kanab. No nos habíamos cansado físicamente, la verdad que al ritmo que íbamos era imposible, pero yo me sentía un poco débil por el calor que habíamos pasado, al mismo tiempo estaba muy contenta e iba haciendo fotos por todos lados y disfrutando del camino de vuelta. Vimos un prado son búfalos, animalejo que tenía ganas de contemplar y todavía no habíamos tenido la oportunidad.

Llegamos a media tarde, todavía muy de día, y a Jordi se le antojó parar en el McDonalld’s a comer algo. Se merecía el capricho, por haber hecho frente a la excursión que le tenía torturado durante meses, y por haberme acompañado a un ritmo de tortuga insufrible. Yo no tenía hambre porque durante la excursión había ido picoteando. Luego fuimos a descansar un rato, yo no me sentía muy bien así que habiendo cumplido con el programa del día quería darme una duchita y dormir una siesta. Una vez en cama le propuse a Jordi que aprovechase un rato la piscina del motel, ya que me había hecho reservar todos los alojamientos posibles con internet y piscina, pero solo usaba lo primero… Me dijo que prefería no dejarme sola en la habitación sintiéndome mareada, pero además creo que le daba corte ir solo (seis metros habría entre el agua y nuestra puerta) ya que había una familia con críos dándose un chapuzón.
Dormí hasta la hora de cenar. No quería levantarme pero hice un esfuerzo por acompañarle ya que él tenía hambre y me dio pena que tuviese que irse por ahí solo, además sabiendo que le da mucho corte hablar en inglés y a veces duda si entiende bien lo que le preguntan. Encontramos un restaurante tipo buffet muy auténtico, con música en directo, y decorado al estilo del lejano oeste. Disfrutó de lo lindo probando todo tipo de carnes… yo solo comí una rodajita de tomate con aceite, y me estaba conteniendo las náuseas. Creía que me iba a encontrar mejor después de dormir pero me sentía peor. Por fin volvimos a la habitación y me puse de nuevo a dormir. No podía descansar, me notaba dando vueltas hasta que… devolví. Saqué todo y entonces sí me quedé mucho mejor. Jordi me cuidaba, qué guapo. Por fin me dormí, y descansé toda la noche del tirón.
Gastos del día (100 $)
Desayuno 12$
Supermercado 7$
Gasolina 45$
Merienda en Mc Donalld’s 9$
Cena 27$
CORAL PINK SAND DUNES, HORSESHOE BEND & LAKE POWELL
Desperté mucho mejor. Llegamos a la conclusión que había sufrido una pequeña insolación. De todos modos me puse el termómetro y estaba a 37. Ya me sentía bien pero creímos que no era conveniente una nueva exposición prolongada al sol. Si nos tocaba el sorteo para The Wave nos enfrentábamos a una dura jornada por el desierto al día siguiente, y pensamos que mejor no sufrir esas condiciones climatológicas tan pronto. Con mucho pesar no iríamos al sorteo, así que nos ceñiríamos al plan B: si nos hubiese tocado hoy (plan A) tendríamos que haber anulado la excursión de Antelope por teléfono, llegar hasta Page y contratarla para hoy en el turno que hubiese disponible, en el Lower o el Upper. Si no nos tocaba (plan B) visitaríamos el Coral Pink Sand Dunes y seguiríamos con la reserva para Antelope Canyon de mañana. Y esto último es lo que tocaba, así que se presentaba un día muy tranquilo…

Hicimos las maletas tranquilamente, desayunamos ligerito (fruta que nos sobró del día anterior) y dejamos el motel. Hoy no tenemos prisa, vamos a tomarnos todo con mucha calma, como si estuviésemos de vacaciones, jejeje. Además sabíamos perfectamente a donde teníamos que ir, ya habíamos pasado los dos días anteriores por el desvío de Sand Dunes. Está muy cerca de Kanab, llegamos en un momento. Este es un parque estatal, no nacional, es decir que pertenece al estado de Utah, no como los otros parques (Yosemite, Zion, Bryce…) que son nacionales. ¿Y qué? Pues que aquí no vale el “Annual Pass”, pero tranquilos que la entrada es muy asequible, son seis dólares.

Tampoco debería valer mucho más, ya que a menos que contrates alguna actividad (como ir en quad por las dunas) no hay mucho por hacer. Hay un pequeño mirador, y un par de dunas justo al lado por las que puedes subir, hacer algunas fotos… Existe la opción de adentrarte un poco caminando, pero solo hasta el límite de las cuerdas porque a partir de ese punto se hacen las actividades a motor y puede ser peligroso. Nosotros nos limitamos a escalar la duna más cercana, estuvimos solo diez minutos, por precaución, pero estuvo divertido. Lo disfruté ya que me encantan los paisajes con dunas, no sé por qué.

Enseguida nos fuimos, volviendo encontramos vacas en mitad del camino, ¡qué gracia! A mí me encantan todos los animales, pero todos me dan susto jajaja. Pasamos muy despacito y seguimos, ya rumbo a Page. Cruzando Kanab nos pusimos nostálgicos… Resulta que en la zona de esta pequeña ciudad se han rodado muchas pelis de western, y tienen una tienda museo con algunos decorados originales. Decidimos pararnos a verlo, ¡y fue un acierto! No te creas que es nada del otro mundo, tienen un patio trasero grande, donde han colocado los distintos decorados. Algunos tienen placas donde está escrito en qué peli fueron utilizados. Nosotros no somos muy de este género, no negaré que hemos visto estas pelis con entusiasmo, y que de pequeños seguíamos Bonanza… lo típico, pero no recordamos apenas las historias de las pelis y mucho menos los decorados.

Estuvimos un ratito curioseando, haciendo fotos… incluso compramos un imán en la tienda, y dejamos una propinilla para el museo en un bote que tienen, para colaborar en su conservación y restauración. Me gustó haber parado allí un momento, tres días en Kanab y ¡nos lo estuvimos a punto de perder! Nos despedimos del falso policía al que cada día saludábamos (un maniquí que dejaban como señuelo dentro de un coche patrulla, había varios por la zona pero reconozco que el primer día nos dio un buen susto) y ahora sí que sí, rumbo a Page, tenemos poco más de una hora de coche por delante.

Llegamos sobre la una y media. Era pronto para hacer el check in (lo hacían a partir de las tres), pero de todos modos fuimos a preguntar. Como era de esperar no tenían todavía la habitación lista, pero delante nuestro llamaron a la chica que limpiaba las habitaciones para que preparase la nuestra lo antes posible. Decidimos que, para no esperar allí tontamente, nos íbamos a ver el Horseshoe Bend. Grave error.

En recepción nos explicaron cómo llegar. Es cierto que estaba bastante cerca, lo encontramos rápido. Una vez allí, en pleno desierto OTRA VEZ, aparcamos y vamos a ver esta maravilla natural. Subimos una cuestecilla y… ¡maaaadre mía! ¡Pero si está lejísimos! Pensaba que era subir esa cuesta y encontrarlo allí mismo, iba súper mal informada de cómo era esto, no sabíamos si podríamos ir a verlo o no así que haciendo planes no me lo miré demasiado.
A ver, estoy exagerando un poco, en total ida y vuelta es algo menos de dos kilómetros, que en condiciones normales es solo un paseíto, pero claro, a las dos de la tarde con el sol picando de lo lindo y caminando por medio del desierto… Fue una locura. Ya que habíamos subido la cuestecilla pues vamos a bajar hasta el mirador. No pensamos que luego había que volver, y además como no esperábamos tener que andar más de esa primera cuesta, nos fuimos SIN AGUA, y con mis antecedentes. Total, bajamos, muy bien, cuatro fotos… y empecé a sentirme débil otra vez. Pero allí sí que no hay ni una sombra, ni un triste arbusto, desierto total. Lo mejor era marcharse lo antes posible, y ahora era cuesta arriba hasta el coche.

Fue como una tortura, me moría de sed. Los navajos ponen un chiringuito en una especie de gazebo, con techo. Está casi al final del camino pero tuve que meterme allí. La sensación era de desmayo pero Jordi estaba TAN histérico que no me podía permitir ni tumbarme, me senté apoyada en una columna, esperando a ver si me recuperaba un poco. Jordi no sabía si ir a por el agua del coche, tampoco quería dejarme sola… en un rato parecía que mejoraba, hice un último esfuerzo para llegar al coche, una vez allí con el agua y el aire acondicionado mejoré un poquito pero aún me sentía fatal. Nos fuimos para el hotel de nuevo, por suerte ya estaba la habitación lista. El check in se me hizo eterno, tuve que ir al baño y dejar a Jordi que terminase el papeleo porque sentía náuseas y toda la barriga revuelta.

Llegué a la habitación y me puse a dormir un rato, a ver si me recuperaba. Sentía calor, frío, me tapaba, me destapaba… Suerte del wifi porque pobre Jordi estuvo un par de horas allí esperando, además preocupado. Me desperté con hambre, y fuimos al súper a por algo ligero para comer: compre un poco de fruta, una gelatina, yogurt… Nos lo llevamos al hotel, comí un poco, valoramos que la situación estaba controlada aunque nada de esfuerzos ya que todavía estaba débil. Como me sentía mucho mejor decidimos salir a dar una vuelta con el coche para ver el lago Powell. Entramos gratis mostrando el Annual Pass, lo recorrimos parando en distintos miradores. Es impresionantemente grande, aunque como todo en Estados Unidos. El cielo amenazaba lluvia, algunas zonas estaban muy oscuras y en otras entraban claros de sol… salió hasta el arcoíris. Me empecé a preocupar por si al día siguiente llovía y nos cancelaban la excursión a Antelope. Volvimos casi con la puesta de sol.

Los dos estábamos hambrientos, sobretodo Jordi claro, así que nos arreglamos y salimos a cenar. Muy cerquita encontramos un restaurante ambientado en el antiguo oeste. ¡Con un grupo de música en directo! Tuvimos la suerte que nos sentaron en primera fila, y estuvimos genial. El precio no fue tan genial… salió por un pico pero bueno, lo que nos habíamos ahorrado en el desayuno y el almuerzo lo gastamos aquí. Parecía que de nuevo estaba todo superado, no sentía náuseas, me encontraba bien, no me dolía nada, solo fue un susto. Volvimos al hotel y pese a la siesta que llevaba no me costó nada dormirme.

Gastos del día (68 $)
Entrada Coral Pink Sand Dunes 6$
Museo del oeste 4$
Supermercado 8$
Cena 50$
ANTELOPE CANYON
¡Buenos días Page! Amanece muy soleado por suerte. Jordi aún tenía el susto en el cuerpo, pero yo ya estaba bien. Quizás me movía un poco a ritmo caribeño pero vamos… tampoco había prisa. No madrugamos, desayunamos tranquilamente en el hotel ya que estaba incluido, recogimos y nos fuimos hacia el punto de encuentro para la excursión de hoy. Teníamos que estar allí sobre las 11. Yo lo había preparado en secreto, para que fuese una sorpresa para Jordi. Sabía que íbamos a Antelope, pero no se imaginaba ni de lejos de qué se trataba. Por eso estaba preocupado, pero ¿seguro que no hay que andar? ¿No te dará el sol, verdad? Que noooooooooo…
Estuvimos un buen rato allí delante de la tienda, porque te citan media hora antes de que salga la excursión: así da tiempo a que todo el mundo pague, organicen los grupos, etc. Bastante puntuales nos pusimos en marcha, subimos a la parte de atrás de la camioneta que tenía una lona para cubrir a los pasajeros del sol. Íbamos botando por el desierto, muy divertido, aunque Jordi no se fiaba mucho, no estaba seguro de si lo que haríamos me convenía, no sabía en qué consistía la cosa, todavía era sorpresa y él no veía más que desierto y más desierto. Pero al fin llegamos, y se alivió viendo que el paseo sería a la sombra, dentro del cañón. Le encantó el lugar, se quedó alucinado. Verdaderamente es muy bonito.

Hicimos 200 fotos literalmente. ¡Me parecen hasta pocas! Elegí con muchos meses de antelación la hora de mediodía para hacer la excursión ya que dicen que es cuando los rayos del sol entran de forma más vertical en el cañón y se ve más bonito. También es un poco más caro, hacen negocio con todo oye… Pero valió la pena. Tuvimos incluso una tormenta de arena estando allí dentro, suerte de nuestros gorros de cowboy que nos pusimos delante de la cara para protegernos. Nos explicaron que lo más peligroso eran las tormentas de agua, ya que se formaba como una riada por el cañón, subiendo precipitadamente el nivel del agua y arrastrando todo a su paso.

En la tormenta de arena la sensación en la piel era muy rara, tampoco desagradable… sentías como los granitos de arena te picoteaban con fuerza. Era como cuando te haces una limpieza de cutis y sientes ese cosquilleo de frescor, pues parecido, pero más intenso y constante. Antelope es una experiencia única, genial, cien por cien recomendable. Un lugar casi mágico, aunque a tope de gente. Los guías nos dejaban tiempo para hacer las fotos, los grupos se paraban para dejar tiempo a otros, bastante bien organizado para los que éramos. Aunque poco auténtico, fue muy bonito ir a verlo.

Nos dejaron en el aparcamiento de Page, y como ya era la hora aprovechamos para comer en un restaurante de la misma manzana. Estaba lleno, tuvimos que esperar un poco. Aquí nos dieron por primera vez un cacharro avisador. Yo no lo había visto nunca. Es como un posavasos que vibra o pita cuando el camarero tiene una mesa libre, así no tienes que esperar justo en la puerta, te puedes pasear por las tiendecitas cercanas, ir al baño… muy práctico. Comimos y nos pusimos camino a Monument Valley, teníamos dos horas y pico de trayecto por delante, además el cambio horario iba en contra.

Como ya era costumbre las carreteras en este trayecto fueron largas, rodeadas de desierto y más desierto. El día se estaba poniendo feo, con el cielo muy oscuro, y a lo lejos veíamos caer rayos que iluminaban como el sol, un espectáculo impresionante. Hacía bastante viento y a ratos nos acompañaban pequeños remolinos de arena.

Llegando, decidimos pasar de largo la reserva para ir hasta Mexican Hat, los Groosenecks y a la vuelta parar en el punto donde Forrest Gump dejó de correr en la película. Pero en esa dirección íbamos de cabeza a la tormenta. Viendo que una vez allí no me atrevería ni a salir del coche decidimos llegar solo hasta la milla 10, hacer cuatro fotos y volver antes que nos alcanzasen los rayos. Menudo mosqueo me pillé al ver que entre la oscuridad y la arena que volaba en el ambiente tenía una visión poco nítida y desdibujada de las rocas, seguramente salió la foto más pésima que se haya hecho en este lugar.

Nos volvimos, con un poco de mosqueo y esperando que al día siguiente por lo menos no lloviese a cántaros. Ya me imaginaba lo peor, pagando una habitación carísima por las vistas… sin vistas por la tormenta. Pagamos la entrada al parque y fuimos a hacer el check in. Todavía no había caído ni una gota así que salimos a investigar por los alrededores, a contemplar el maravilloso paisaje que nos ofrecía el entorno. Vimos anochecer entre nubes, y como la idea era madrugar al día siguiente después de una visita a la tienda de regalos nos fuimos a cenar al restaurante del hotel. Bastante caro, pero por lo menos estaba bueno. No hubiese sido tan fácil encontrar un restaurante cerca… Dejamos la cámara preparada y nos pusimos el despertador a las cinco y media, a ver si el espectáculo (y el madrugón) merecería la pena. Antes de acostarnos contemplamos un rato el cielo, plagado de estrellitas pese a algunas nubes, precioso.

Gastos del día (228 $)
Antelope Canyon 92$
Propina para la guía 5$
Comida 31$
Gasolina y agua 30$
Entrada a Monument 10$
Cena en The View 60$
THE VIEW, MONUMENT VALLEY
Clic, clic, me despierta el inconfundible sonido de nuestra réflex. ¡Pero si aún no ha sonado el despertador! Jordi se había levantado para ir al baño y vio que ya no era de noche. Evidentemente tampoco de día, jajaja. Salió al balcón a ver cómo el manto de la noche junto a sus miles de estrellas se iba aclarando lentamente. La gracia de hospedarnos en este hotel es precisamente disfrutar del amanecer desde nuestro balcón, y las vistas valen cada céntimo que se paga, que no son pocos. Así que dejé de remolonear y me puse al lío.

A medida que pasaba el rato la banda sonora de la escena la ponían la manada de réflex que disparaban desde múltiples balcones. Fue muy bonito. Estuvimos un par de horas quizás, observando cómo cambiaban los colores del cielo, las nubes que pasaban despacio… y aunque en principio había pensado volver a dormir un rato nos habíamos desvelado demasiado. Duchita y a desayunar.

Subimos a por las maletas porque nos disponíamos a realizar el circuito por la reserva y después ya nos poníamos en camino al Gran Canyon, siguiente parada de nuestra ruta. Bajamos por el ascensor de cristal por última vez con nuestras maletas…

El caminito, tal como habíamos leído por aquí, tiene tela. Hay una de baches y piedras que van saltando a tu paso… Pero vamos, nada que asuste a unos locos del 4x4 como nosotros, y además el coche era bastante adecuado.

Fuimos parando en casi todos los puntos marcados en el mapa, había bastante gente haciendo el circuito (algunos en un mustang, jaja) pero se estaba bien. Nos bajábamos a hacer fotos y otras tonterías: cantando con Nancy Sinatra, o jugando con nuestras sombras a ser cowboys armados, pero con el calor infernal que hacía volvíamos rápido a refugiarnos al aire acondicionado del coche. ¡Nos lo pasamos en grande! A toro pasado creo que hubiese estado bien dar una vuelta a caballo, pero al amanecer o al atardecer, a según qué hora me hubiese vuelto a dar un soponcio.

Sobre las doce y media, cuando terminamos el recorrido, nos fuimos. Poniendo un poco de cara de pena Jordi no se pudo resistir a llevarme, OTRA VEZ, a la milla 10 de Forrest Gump. Qué mañana tan soleada, ¡así daba gusto! No nos aventuramos a subir hasta Mexican Hat porque tampoco quería que se nos hiciese tarde, hoy tocaban tres horas y poco de trayecto, ganando tiempo por última vez con la diferencia horaria.

Carretera, y carretera y más carretera. De nuevo nos pilló una tormenta. Una parada para repostar en Kayenta y más adelante otra para comer en Cameron. Según nuestro reloj eran pasadas las dos, pero el restaurante era navajo y llevaba su propio horario, es decir una hora más tarde, como en Monument o Kayenta. Según sus costumbres tocaba servir la merienda más bien, pero fueron majos y nos prepararon algo para comer. Un rato de coche más tarde entrábamos en nuestro último parque, cambiando el paisaje desértico por un frondoso bosque.

El camino entre los árboles esconde esta maravilla de la naturaleza, yo lo creía porqué estaba allí y lo estaba viendo, pero una vez más me parecía impensable.

Entramos por la carretera 64, también llamada Desert View, y entonces fuimos de mirador en mirador. Todos los coches hacíamos lo mismo, al final nos sonaban las caras de los otros y nos intercambiábamos las cámaras para salir en las fotos. De nuevo encontramos bastante gente pero sin agobios. Estos miradores ofrecen vistas espectaculares del cañón, nos gustó mucho poder contemplar semejante paisaje.

Llegamos al Village, hicimos el check in y nos instalamos. Pudimos aparcar en la puerta de nuestra cabaña, ¡qué lujo! Pequeña pero suficiente, y a tres pasos del borde del cañón. Solo era media tarde pero nos volvió a alcanzar la tormenta, y venía con rayos. Decidimos descansar un rato ya que habíamos madrugado bastante, y así esperar a que pasase la lluvia para salir a investigar. Pero al despertar encadenamos una serie de infortunios que tampoco nos permitió disfrutar del parque: fuimos buscar el shuttle para ir a algún mirador a ver la puesta de sol, tenía apuntados Hopi, Yaki o Pima Point. Pues íbamos a subir a uno y nos dice que era el último, que ya no sale más, vamos a otro y nos dio un rodeo por todo el Village, además nos dejó tirados en su última parada, a la espera de otro bus que nos trajese de vuelta. Total, se nos hizo noche cerrada entre bus y bus sin ver nada especial. Después de una cola interminable conseguimos cenar en el mismo restaurante del Bright Angel, y un poco moscas nos retiramos a nuestra cabaña.
Gastos del día (127 $)
Desayuno 17$
Gasolina 45$
Almuerzo 30$
Cena 35$
GRAND CANYON
La idea era ir a ver la salida del sol, pero cuando sonó el despertador a las cinco y media, visto lo visto y con las nubes que amenazaban acompañarnos, lo mandamos a tomar Fanta. Un par de horas más tarde nos levantamos, nos arreglamos y con todo listo fuimos a desayunar ya que a las 9.45 teníamos que estar en Tusayan para nuestra fabulosa excursión en helicóptero.
Contábamos con más de una hora, pero el servicio del restaurante fue tan lento que no pudimos ni terminar, nos marchamos a hacer el check out por miedo a que hubiese mucha gente saliendo del hotel y llegásemos con retraso. Por suerte solo hay un cuarto de hora de trayecto, y como encontramos sitio para aparcar estuvimos a tiempo… Perfecto para hacer una nueva y tremenda cola en el mostrador de Papillon, supongo que por eso (y para mostrar el vídeo de seguridad, claaaaro) te hacen estar allí media hora antes del vuelo.

Nos pusieron la etiqueta según el peso, para colocarnos al subir, y nos hicieron pasar a ver el vídeo de seguridad. Fue todo bastante rápido, en un momento estábamos esperando en la pista. Era rollo autobús; suban, bajen, ¡siguienteeeee! Mis teorías de donde me tocaría sentarme se esfumaron cuando me indicaron mi sitio: en el medio. Había oído que si pesas poco, o si eres de tamaño pequeño te tocaba ir delante… Eso me daba un poco de cague, pero nada, tonterías. Hasta que no montan los grupos no sabes dónde te va a tocar.
En nuestro caso éramos seis, una familia y nosotros dos. Bien, la mujer fue delante, parece ser que tenía un peso parecido al del piloto y se equilibraba bien la parte de delante. Detrás habíamos los dos hijos adolescentes (que hacían más bulto que yo) de espaldas, y nosotros junto con el padre de frente. Adivina quién hacía menos bulto y pesaba menos… Pues me tocó ir en el medio, en plan sándwich.

Estaba un poco incómoda, además hacía mucho calor allí dentro, y para colmo se movía mogollón, parecía una cafetera. No me arrepiento de haber subido, las vistas son fantásticas pero… digamos que en la próxima ocasión prescindiré de repetir la experiencia, jeje. Superado esto, hicimos una llamada a casa para decir que habíamos sobrevivido y proseguimos nuestro camino. Con el Grand Canyon terminamos las visitas a los parques. De este último me llevé la sensación de no haberlo disfrutado demasiado, nos encantó, pero hubiese estado bien dar un paseo por alguno de sus senderos aunque fuese, o llegar a distintos miradores que quedaron pendientes. En fin, ¡habrá que volver!