Después de hacer el check out y cargar el coche decidimos quedarnos a desayunar en el hotel. A veces la gente se entiende menos cuando hablan el mismo idioma, de verdad… Resulta que camarera y cocinero eran de habla hispana, pues bien, no veas lo que les costó entender que queríamos una tortilla con jamón dentro y un huevo frito, todo con unas tostadas. Vamos ¡lo que comen ellos todos los días! ¿No?
En fin, nos pusimos en camino al Tioga y en un ratillo llegamos a la entrada del parque. Había caravana, y como ya había mucha gente en el arcén no pudimos parar en el cartel. Coches y más coches y gente por todos lados. Íbamos parando en distintos puntos de interés, donde nos apetecía; Toulomne Meadows, el lago Tenaya, Olmsted Point, Tunnel View… muy bonito.

Ya en el valle encontramos unas colas que ni en Port Aventura, parados, parados. Para hacer la caravana más llevadera decidimos parar en la Bridalveil Fall. Ponía media horita de caminata pero como mucho tardamos 10 minutos en ir y volver. Allí fuimos a nuestro primer wc de parque, lo peor. De no ser por los cientos de personas que hay allí hubiese preferido regar una planta… Solo diré que sí, hay taza, pero es para cubrir el agujero al que va todo.

Seguimos en la caravana un rato más, y por fin llegamos. Pero claro, aparcar era imposible. Dimos vueltas y vueltas… y por fin encontramos un hueco. Como hasta las cinco no podíamos hacer el check in para instalarnos en nuestra tienda dejamos todo en el coche (sí, aunque está prohibido) y fuimos a comer. Para llegar a la zona de restaurantes otra odisea, no sabíamos si estaba lejos para ir andando así que esperamos un bus, que nunca llegaba, y cuando llegó estaba tan lleno que se fue sin recoger a nadie. Una pesadilla tanta gente.
Al fin pudimos comer algo, pese a que ya era tarde, unos spaguetti con meatballs buenísimos. Dimos una vuelta, vimos la galería del Visitor Center, hicimos fotos de los cervatillos, las ardillas… (¡ay, las ardillas!) y compramos provisiones para más tarde. Al volver fuimos a hacer la cola (una más…) para el check in. Nos instalamos y nos pusimos camino a Glacier Point para ver la puesta de sol, se tarda menos de una hora en llegar pero con tanta gente mejor no arriesgarse.

Cuando salimos de la última caravana del día, después de varias paradas para hacer algunas fotos, empezamos a subir la carretera de Glacier Point. Pocos coches por fin, tranquilidad… disfrutando del paisaje y cantando a algo de mecano a pleno pulmón. Y de pronto, tras una curva, vemos un montón de coches parados en ambos sentidos. No entendíamos nada, quité la música y no se escuchaba ni un alma, hasta que vimos todas las cámaras apuntando… ¡al oso! Increíble. Paseaba solo entre los árboles, a unos quince metros de la carretera, y me pareció pequeño aunque no sé… Me quedé, flipando, no podía parar de mirarlo, era increíble haber visto uno, qué suerte. Y Jordi que solo paró medio minuto, me dice, pero hazle una foto, ¿no? Yo que soy de gatillo fácil estaba tan impresionada que ni recordé que tenía una cámara. Total que cuando reaccioné, saqué la cámara y disparé, el animalito tenía medio cuerpo detrás de un árbol, jajaja.

Bueno, no tendremos foto pero creo que lo recordaremos siempre. Seguimos el camino, todavía alucinados, mirando todo el rato hacia el bosque por si veíamos otro oso, qué obsesión. Pero ya no hubo más suerte. El camino es largo, parecía que nunca llegábamos, pero por fin, cuando se termina la carretera, hay un parking. Entonces no había casi sitio, claro. Los coches se quedaban en medio del aparcamiento sin dejar pasar a los demás cuando veían que otro iba a salir. Más caravana. Maniobras de uno, del otro… Al final aparcamos que faltaban cinco minutos para la puesta de sol, terminamos corriendo hacia el mirador porque no llegábamos. Estaba a tope de gente, y cada vez éramos más.
Pero es un lugar muy bello, un paisaje impresionante, con las cascadas de fondo, las formas de las montañas… y si te asomas al mirador se ven las tiendas y hasta la piscina del campamento. Lo que es muy curioso es el concepto tan distinto de puesta de sol que hay en ese lugar: en la puesta de sol nadie mira hacia el sol. Entiendo que la gracia es ver cómo cambia de color la montaña, como avanza la sombra, etc. Pero nada que ver con lo habitual “observar como desaparece el sol” tras el mar o las montañas. Mira, nos sorprendió.

Hicimos un picoteo a base de patatas, fruta, un sándwich… y estuvimos la mar de bien. Paseamos un poquito por allí pero empezó a caer la noche y decidimos volver para no hacer toda la carretera de curvas a oscuras. Seguía llegando gente, nos enteramos que venían a ver estrellas fugaces ya que esos miradores son un enclave ideal. Es una lástima no haber subido preparados para quedarnos un rato más, no teníamos linterna, ni manta… así que muy a mi pesar nos fuimos. Ya en el campamento de nuevo nos costó aparcar, pero por fin pudimos retiramos a nuestra tienda a descansar.
Gastos del día (53 $)
Desayuno en el hotel 13$
Almuerzo en Yosemite 33$
Tasas Curry Village 2,22$
Snacks 5$
EL HANTAVIRUS
Ya habiendo regresado del viaje, volviendo a engancharme al foro, me encontré la noticia de lo que sucedía en Yosemite: habían ardillas transmitiendo un virus peligroso. Suerte que no me fío un pelo de ningún animalico… Resulta que se metían en las cabañas a hacer sus cosillas. Entiendo que son cosas que pasan, pero me parece muy fuerte que estando allí no había ningún aviso a los usuarios del Curry Village sobre este tema, ocurriendo en el mes de Junio el primer caso de persona afectada. No fue hasta mitad de setiembre que se dignaron a ponerse en contacto conmigo para avisarme de lo sucedido, curiosamente una vez superado el tiempo en que podrían haber aparecido los síntomas, y recalcando que no nos habíamos alojado en las cabañas afectadas pero que creían oportuno informarnos... ya. Pues resulta que una ardillita podría haber husmeado en nuestra bolsa de patatas en un descuido ¡como vimos que les pasaba a algunos turistas! Ellos decían “qué graciosa”, seguro que de haber sabido lo del virus no hubiesen pensado igual, es más, seguro que hubiesen tirado la bolsa de patatas al momento. Las ardillas buscan a la gente para que les den comida y ¡están por todos lados! ¿Es mucho pedir que adviertan del tema estando allí para poder estar alerta? Bueno, superado el “momento indignación” solo puedo decir que por suerte no nos vimos afectados.
