Domingo 20/10
Nos levantamos temprano. Este día íbamos hacia Oamaru. Mientras desayunábamos vimos cómo llegaba un todoterreno con el logotipo del DOC. Pensaba que no controlaban el registro de los campings, pero ese día comprobé que sí. Una mujer recogió del buzón todos los sobres y, uno por uno, fue comprobando si todo el mundo que se encontraba allí había pagado. Por nuestra campervan pasó, se paró, comprobó que sí habíamos pagado y siguió la marcha. Hubo un par de campervans que tuvieron que pagar directamente a la mujer.
Antes de despedirnos de la zona del Mt Cook nos desviamos para visitar el Tasman Lake para ver los icebergs que hay en sus aguas. Es una carretera de gravilla de seis kilómetros, en la que dejas aparcado el vehículo en un parking habilitado y tienes que caminar unos veinte minutos hasta llegar al mirador del lago. Hay otro sendero que te lleva hasta un pantalán en la orilla del lago, desde el que salen las excursiones en unas barcas hinchables que te pasean junto a los icebergs.
Iceberg en Tasman Lake
A la hora de comer llegamos a Oamaru, en la costa este. Una bonita ciudad en la que, en su casco histórico se pueden ver edificios antiguos construidos con piedra caliza. Primero fuimos al i-site y compramos las entradas para ver, al anochecer, una colonia de pingüinos azules. En la misma calle comimos pizza en el restaurante Filadelfios. Dimos un paseo, hicimos la compra en el Countdown y nos fuimos a registrar al camping Top 10 de Oamaru. Hasta las ocho no comenzaba la visita a la colonia de pingüinos azules, así que sobre las seis, salimos del camping y nos fuimos a las afueras de Oamaru, concretamente por la Bushy Beach Road llegamos hasta la playa del mismo nombre. Allí había un mirador desde donde se podía ver pingüinos de ojos amarillos llegaban a la orilla después de haber estado todo el día en el mar alimentándose, para dirigirse hacia sus nidos en la ladera. El mirador está un poco alto, así que es recomendable llevar unos prismáticos. A partir de las tres de la tarde no dejan bajar a la playa para no molestar la llegada de estos pingüinos.
Hasta que nos marchamos del lugar pudimos ver seis pingüinos llegar a la playa, y caminar unos minutos, antes de dirigirse hacia sus nidos. Nos dirigimos al centro de visitantes donde está la colonia de pingüinos azules, que es una zona protegida desde el año 1992. En este lugar se hace un seguimiento científico de los nidos de los pingüinos, la puesta de huevos, el número de polluelos, etc. Durante el día hay dos tipos de visitas enfocadas a explicar cómo es la vida de los pingüinos en los nidos que tienen allí en la colonia. Nosotros queríamos verlos llegar, que coincide con la puesta de sol. Ese día tocaba a las ocho de la tarde. Aquello está preparado para que los asistentes puedan ver cómo los pingüinos llegan desde el mar, salvan una zona rocosa y cruzan por un llano hasta los nidos que están a unos diez metros repartidos por un jardín. A ambos lados de la zona por donde pasan hay colocadas dos gradas: una más alejada, que es la de la entrada más barata y la grada Premium, más cara porque el paso de los pingüinos es a escasos metros. Nosotros elegimos la Premium. A las ocho ya estábamos todos sentados y en silencio. A los quince minutos se ve un grupo de unos siete u ocho llegar nadando y saltando hacia las rocas. Poco a poco comienzan a subir, muy lentamente. Parecían desconfiados. Se esperaban unos a otros para llegar a la parte alta, juntitos, hasta que el más decidido avanza hacia los nidos, siguiéndole el resto. Es un puntazo ver cómo cruzan delante de ti y se van dispersando cada uno para su casa. A continuación otro grupo y después otro. Van llegando oleadas. Yo llegué a contar, en los noventa minutos que estuvimos, 106 pingüinos. Vimos incluso algunos despistados que se volvían para atrás. Otro se confundió y se metió en nuestra grada, pero nos habían dado instrucciones de no movernos y estar en silencio, y a los dos minutos se marchó. La pena es que estaba prohibido hacer fotos y vídeo, porque era para haberlo grabado. Nos encantó la experiencia. Luego, cuando sales del recinto, pasas por un camino entre los nidos y tienen una escandalera montada de aúpa. Incluso cuando salíamos del aparcamiento con la campervan, de vuelta al camping, nos encontramos con dos que andaban algo desorientados cruzando por la carretera. De ahí una señal de tráfico en la zona de color amarillo con la figura del pingüino señalando precaución. Disfrutamos de lo lindo.
Antes de despedirnos de la zona del Mt Cook nos desviamos para visitar el Tasman Lake para ver los icebergs que hay en sus aguas. Es una carretera de gravilla de seis kilómetros, en la que dejas aparcado el vehículo en un parking habilitado y tienes que caminar unos veinte minutos hasta llegar al mirador del lago. Hay otro sendero que te lleva hasta un pantalán en la orilla del lago, desde el que salen las excursiones en unas barcas hinchables que te pasean junto a los icebergs.
Iceberg en Tasman Lake
A la hora de comer llegamos a Oamaru, en la costa este. Una bonita ciudad en la que, en su casco histórico se pueden ver edificios antiguos construidos con piedra caliza. Primero fuimos al i-site y compramos las entradas para ver, al anochecer, una colonia de pingüinos azules. En la misma calle comimos pizza en el restaurante Filadelfios. Dimos un paseo, hicimos la compra en el Countdown y nos fuimos a registrar al camping Top 10 de Oamaru. Hasta las ocho no comenzaba la visita a la colonia de pingüinos azules, así que sobre las seis, salimos del camping y nos fuimos a las afueras de Oamaru, concretamente por la Bushy Beach Road llegamos hasta la playa del mismo nombre. Allí había un mirador desde donde se podía ver pingüinos de ojos amarillos llegaban a la orilla después de haber estado todo el día en el mar alimentándose, para dirigirse hacia sus nidos en la ladera. El mirador está un poco alto, así que es recomendable llevar unos prismáticos. A partir de las tres de la tarde no dejan bajar a la playa para no molestar la llegada de estos pingüinos.
Hasta que nos marchamos del lugar pudimos ver seis pingüinos llegar a la playa, y caminar unos minutos, antes de dirigirse hacia sus nidos. Nos dirigimos al centro de visitantes donde está la colonia de pingüinos azules, que es una zona protegida desde el año 1992. En este lugar se hace un seguimiento científico de los nidos de los pingüinos, la puesta de huevos, el número de polluelos, etc. Durante el día hay dos tipos de visitas enfocadas a explicar cómo es la vida de los pingüinos en los nidos que tienen allí en la colonia. Nosotros queríamos verlos llegar, que coincide con la puesta de sol. Ese día tocaba a las ocho de la tarde. Aquello está preparado para que los asistentes puedan ver cómo los pingüinos llegan desde el mar, salvan una zona rocosa y cruzan por un llano hasta los nidos que están a unos diez metros repartidos por un jardín. A ambos lados de la zona por donde pasan hay colocadas dos gradas: una más alejada, que es la de la entrada más barata y la grada Premium, más cara porque el paso de los pingüinos es a escasos metros. Nosotros elegimos la Premium. A las ocho ya estábamos todos sentados y en silencio. A los quince minutos se ve un grupo de unos siete u ocho llegar nadando y saltando hacia las rocas. Poco a poco comienzan a subir, muy lentamente. Parecían desconfiados. Se esperaban unos a otros para llegar a la parte alta, juntitos, hasta que el más decidido avanza hacia los nidos, siguiéndole el resto. Es un puntazo ver cómo cruzan delante de ti y se van dispersando cada uno para su casa. A continuación otro grupo y después otro. Van llegando oleadas. Yo llegué a contar, en los noventa minutos que estuvimos, 106 pingüinos. Vimos incluso algunos despistados que se volvían para atrás. Otro se confundió y se metió en nuestra grada, pero nos habían dado instrucciones de no movernos y estar en silencio, y a los dos minutos se marchó. La pena es que estaba prohibido hacer fotos y vídeo, porque era para haberlo grabado. Nos encantó la experiencia. Luego, cuando sales del recinto, pasas por un camino entre los nidos y tienen una escandalera montada de aúpa. Incluso cuando salíamos del aparcamiento con la campervan, de vuelta al camping, nos encontramos con dos que andaban algo desorientados cruzando por la carretera. De ahí una señal de tráfico en la zona de color amarillo con la figura del pingüino señalando precaución. Disfrutamos de lo lindo.
Pingüinos de ojos amarillos en Bushy Beach