El desayuno en este hotel se realiza en el último piso y las vistas desde el mismo son una gozada, tienes la vista del cementerio judío, las murallas y la cúpula de la roca justo en frente.
La idea de hoy es comenzar por el Monte de los Olivos. La localización de nuestro hotel es ideal para esta visita, ya que solo tenemos que subir un poco el monte. Realmente deberíamos haber subido a través de la calle, pero en lugar de eso fuimos cruzando el cementerio y conseguimos llegar arriba, desde donde las vistas de la ciudad vieja son fantásticas.
La verdad es que el monte da para toda una mañana ya que hay un montón de sitios y lugares sagrados para ver.
Fuimos siguiendo la ruta del mapa y parando en cada uno de los lugares marcados:
- Capilla de la ascensión
- Iglesia rusa de Sta. María Magdalena
- Jardín del Getsemaní
- Iglesia de las Naciones
- Tumba de la Virgen: aquí el mogollón de gente era insoportable y decidimos no entrar.
Desde aquí ya nos dirigimos al casco viejo, y de manera natural entramos a través de la Puerta del León para continuar con la ruta que teníamos prevista, seguir el Via Crucis de Jesús. La guía Lonely Plante marca el camino de las estaciones de forma muy fácil. Todas las estaciones están marcadas en las calles con una señal con el número que corresponda.
El fin es la Iglesia del Santo Sepulcro. Y esto era como el primer día de rebajas en El Corte Inglés; la verdad es que ya en el monte de los Olivos habíamos visto muchísimos turistas, la mayoría en grupos que bajaban de autobuses y que llenaban los sitios en unos minutos, pero en el momento que nos metimos en la zona vieja, como las calles son más estrechas, el mogollón de gente a veces se hacía agobiante. Es una pena, pero claro, todos queremos ver los mismo...
Dentro de la Iglesia intentamos seguir las estaciones, difícil tarea. Y nos pusimos a la cola para ver la losa donde estuvo el cuerpo de Jesús: 2h de cola!!!
De ahí nos fuimos a comer y después a dar una vuelta por el mercado, callejeando con el fin de llegar hasta el barrio Armenio. Pero como ya estaba anocheciendo cuando llegamos, ya habían cerrado la Catedral de Santiago así que sólo nos dejaron echar un ojo desde fuera y nada más.
Seguimos caminando y llegamos al barrio Judío. Menuda sorpresa. Es como entrar en otra ciudad. Todo está restaurado, nuevo, cuidado... la verdad es que nos dio por pensar que estuviera hecho adrede como para marcar la diferencia con los palestinos; no sé, quizá somos mal pensados...
Como ya era de noche y todo cerraba pronto acabamos callejeando y nos fuimos pronto a cenar y a la cama.