Desayunábamos con mermelada de saúco y de rosa mosqueta mientras la lluvia no daba tregua sobre el Parque Nacional Los Alerces.
Contábamos con lluvia en Chile, pero no en Argentina.
Lluvia, derrumbes en la carretera, senderos cerrados, el Hanta virus pululando por ahí………..todo indica que no es nuestro sitio en estos momentos………..todos los elementos confabulados en contra.
Pues, no nos quedaremos más tiempo, nos marchamos antes de lo previsto.
El lago Menéndez, el glaciar Torrecillas, y compañía, tendrán que quedar pendientes para otra ocasión. Hay que pensar en la parte buena……….al coche le ha sentado muy bien la limpieza…..se había convertido en un artefacto rodante cubierto de tierra.
Nos han informado extraoficialmente que se puede pasar por el tramo del derrumbe en la carretera que recorre el interior del parque. En realidad, está oficialmente cerrado, pero no hay nadie trabajando y se puede transitar, parece que no hay riesgo.
Recorríamos esta carretera bajo el diluvio. El bosque valdiviano está presente durante el trayecto. Se supone que a nuestra izquierda vamos bordeando lagos…………. se supone, porque no vemos prácticamente nada.
Paramos en la pasarela que cruza el río Arrayanes. Aquí nos enfundamos de goretex y nos atrevemos a bajar, aunque sólo podemos cruzar la pasarela sobre el río. El sendero a Puerto Chucao está cerrado por riesgo de Hanta virus.
Los arrayanes en flor pueblan las orillas del río.
Parece que se abre algún claro.
Continuando hacia el norte, nos acercamos hasta la orilla del bellísimo Lago Verde, bajando por una pista sinuosa que lleva hasta el camping y hostería. Este camping, al igual que todos los del parque, está clausurado por el dichoso virus. Y es que se ha desatado el pánico. Aunque el riesgo de contagio es mínimo, han adoptado las máximas medidas preventivas. No hay ningún alma en ningún sitio.
El lago Rivadavia también presentaba un aspecto desolador. Un día gris, las playas cerradas, navegaciones por el lago cerradas, lluvia sobre el lago………Aunque los peces parecían contentos, brincando de lo lindo.
Solo un argentino seguía nuestros pasos. Se venía de recorrer la costa atlántica, y seguía camino sin rumbo fijo, buscando un rincón donde poder pescar.
El valle del río Carrileufú se abre en cuanto salimos del parque nacional. El bosque, prácticamente desaparece, enormes extensiones de matas silvestres de rosa mosqueta……..me imaginaba la gran explosión floral en primavera. La Cordillera al poniente, pequeños cerros al levante.
Sueño con helados cada vez que entro en Argentina. Y en Cholila cayó el primero…..¡enorme!.......que saboreábamos mientras unas aves patagónicas paseaban tranquilamente por el pueblo, unos niños jugaban, y la gente vivía sencillamente con calma. Unos carteles anunciaban la Fiesta nacional del Asado para los próximos días, en Cholila.
La carretera asfaltada nos lleva en volandas hasta Epuyén por la inhóspita estepa patagónica de inmensas llanuras. ¡incluso con señales de tráfico!
Al oeste, las cumbres de la Cordillera jugando con las nubes, asoman y desaparecen.
Superado el pueblo de Epuyén, nos acercamos al lago Epuyén, donde pudimos dar un corto paseo a orillas del lago, entre un juego de luces y sombras, que iban formando las nubes al chocar contra las cumbres, ¡cuánta belleza!.
Pasado este lago, el paisaje vuelve a ganar relieve, cruzando el estrecho valle del río Epuyén, que sirve de desagüe al lago y desemboca en el Lago Puelo. Este entorno forma parte de la Reserva Forestal Cerro Curumahuida.
En Las Golondrinas, nos desviamos a Lago Puelo, y aquí decidimos quedarnos, de forma improvisada. Resultó fácil encontrar una hostería de nuestro gusto, simplemente preguntamos en la oficina de información turística, donde, además, nos dieron un mapa y nos explicaron los senderos del Parque Nacional.
La hostería nos gustó al instante, y la propietaria, amabilísima.
Y ya dispuestos, con una temperatura perfecta, con el sol brillando, estábamos preparados para conocer el Lago Puelo. Un Parque Nacional para el que nos servía el pase por 15 días que compramos para visitar 5 parques nacionales argentinos.
Muy bonito el lago, de origen glaciar, rodeado de montañas, argentinas y chilenas, con playas, puerto, bosques. Bastantes visitantes, algunos hacen excursiones en barco por el lago, otros descansan en sus playas, otros recorren sus senderos. Y allá vamos nosotros, a recorrer los senderos.
Enlazamos varios senderos cortos…….el del Pitranto Grande, el del Mirador del Lago, un tramo del Faldeo, el mirador Lechuzas, el Bosque de las Sombras.
Por el sendero del Pitranto conocimos estos árboles, los pitrantos, muy escasos y extraños. ¡Cómo un bosque de duendecillos!.
Desde el mirador del lago, podíamos disfrutar de bonitas vistas sobre el lago Puelo y las cumbres que lo circundan, algunas de más de 2000 m. Al otro lado del lago está Chile.
Desde el sendero del Faldeo, llegamos a un ciprés gigante, el abuelo del bosque, aunque no era muy mayor, no llegaba ni a 200 años (nacido en 1850).
Llegar al mirador Lechuzas fue un poco más complicado, trepando por rocas en las escarpadas laderas.
Finalmente, el Bosque de las Sombras nos transportó de nuevo a un lugar de seres misteriosos, y conocimos la historia de los pitrantos, estos árboles tan curiosos que viven en zonas encharcadas, y sus troncos y ramas adquieren las más enrevesadas formas.
Y además, el atardecer nos regalaba unos bonitos colores en el cielo
Para dormir: Hostería Valle Puelo
Para cenar: Restaurante Casa Puelo, donde cayó el primer bife de chorizo de este viaje.
Lago Puelo me ha parecido un pueblo tranquilo y animado a la vez. Hemos visto que dispone de todo tipo de servicios para los visitantes: restaurantes, cafeterías, heladerías, y diversas actividades: pesca, playa, navegación, kayak, rafting, trekking, cabalgatas……….
Un día improvisado y que no presagiaba demasiado interés, ha terminado genial, conociendo otro bonito sitio. Y finalizando con un atardecer hermoso.
Y además, hemos tenido un día patagónico de verdad, con varias estaciones: lluvia, nubes, viento, sol.