29 de agosto de 2014
¡Flop! ¡Flop! Es el sonido de los tapones para los oídos terminando su turno de noche tras un trabajo bien hecho. Son algo menos de las 6:00 cuando encendemos la lámpara de la cabaña y nos preparamos para un nuevo día. Mientras esperamos a que se haga la luz en el exterior para dar inicio a una mañana ya lejos de amenazas de tormenta, escribo la etapa del día anterior volviendo a saborear mentalmente las maravillas del Cañón de Yellowstone.
En cuanto hay suficiente luz como para que no sea necesaria linterna, nos ponemos en marcha hacia el oeste tras una breve parada en la máquina de hielo en el otro extremo de la "calle", gracias a la cual rellenar el fondo de nuestra nevera desechable. Nos queda por delante una agradable media hora bordeando el Lago Yellowstone, viendo y acercándonos poco a poco a las columnas de vapor que ya han despertado en la zona del West Thumb Basin, un pequeño saliente del lago con su propia región de piscinas y fenómenos geotermales.

Nos cuesta más de lo deseado localizar el Grant Village Restaurant, decidido por consenso como nuestro servicio de desayuno en el día de hoy. Finalmente encontramos su acceso, pobremente señalizado, junto a la oficina de correos de la zona. Debemos escoger entre alguna de las opciones de la carta o un buffet libre que incluye una bebida fría (como zumo) y una caliente (como café o chocolate) por 12,75 dólares más tasas. No tenemos tanta hambre matutina como en otras ocasiones, así que dejamos el buffet para otra ocasión.
Una vez sentados en el luminoso y rústico comedor y tras recibir agua y la carta de una camarera latina, llega el que va a ser nuestro camarero principal: un personaje con barba, ojos saltones y más conversación que Robin Williams que se hace llamar Casey. Tras pedir la tortilla con patatas de L y mis dos bollos ingleses con puré de salchichas acompañados igualmente de patatas, nos pregunta si nos hemos dado cuenta de que el ser humano es el único animal que toma leche de otros animales. Menudo personaje, el tal Casey.
El servicio del Grant Village Restaurant es más lento de lo que esperábamos, cosa a la que no ayuda que Casey se pase medio turno sentado en las mesas de los comensales entablando conversación. El amplio margen con el que habíamos arrancado el día empieza a disiparse poco a poco, y casi empiezo a lamentar no haber elegido el buffet cuando al fin llegan nuestros platos. La tortilla de L está correcta, y mis bollos ingleses son a todas unas luces un exceso cuando vienen acompañados de algo que más que puré parece una bechamel, con todo el empacho que ello supone. Lo cual no significa que esté malo... pero pasarán un buen puñado de horas hasta que vuelta a tener hambre.

Nos toca pagar 27 dólares tras incluir la propina, en lo que se convierte probablemente en uno de los desayunos más caros del viaje. Sumado a que tampoco ha sido el mejor almuerzo de nuestra vida, salimos con una sensación agridulce y pocas ganas de volver a este lugar para la cena. Aprovechamos el cajero automático del vestíbulo para sacar otra vez el máximo de 200 dólares, sumándole en esta ocasión una comisión de tres dólares a aplicar en cualquier cajero del parque.
Tras diseñar el orden más óptimo para recorrer los puntos de la agenda de hoy, nos marchamos rumbo al norte a la búsqueda del Old Faithful Geyser. En el camino, y aprovechando que en estos momentos no hay apenas tráfico y mucho menos gente estacionada en los apartaderos, nos detenemos dos minutos en la señal del Continental Divide. Este es el lugar en el que, tomando como analogía el tejado en pico de una casa si le tirásemos un cubo de agua encima, la mitad del líquido se iría en una dirección hasta el Océano Pacífico mientras que la otra mitad tomaría el camino opuesto para llegar hasta el Océano Atlántico. Es por tanto la frontera hidrológica que separa las cuencas que dividen el país. Conviene mantener este simbolismo en mente para disfrutar de un emplazamiento que al fin y al cabo no es más que un cartel de madera a un lado de la carretera.


Nos encontramos con un pequeño tramo en obras de camino a la zona de Old Faithful, lo cual nos retrasa alrededor de diez minutos. Cuando llegamos al colosal aparcamiento, nos cuesta ubicarnos y encontrar el centro de visitantes. Finalmente es en el mostrador de recepción del Old Faithful Inn, el alojamiento de la zona, donde vemos que la próxima erupción del géiser más predecible del parque está prevista para dentro de 20 minutos, con un margen de error de diez minutos arriba o abajo. Nos dirigimos hasta la zona de observación donde ya empieza a haber algo de gente, pero muy poca sentada debido a ser uno de los primeros "pases" del día y estar las gradas todavía empapadas por la condensación de la noche. Con un pañuelo de papel que resulta ser más absorbente de lo esperado, quitamos el agua de uno de los bancos y nos sentamos a esperar que empiece el espectáculo.


El géiser del Old Faithful, traducido como "El Viejo Fiel", es otro de los iconos de Yellowstone y una de las atracciones que más turistas atrae, gracias a que los agentes del parque pueden calcular con bastante exactitud el periodo de 90 minutos que transcurre entre erupción y erupción, momento en el que el agua y el vapor salen despedidos entre 30 y 60 metros de altura según la ocasión. Como luego aprenderemos a través de unos carteles informativos, debemos agradecer que sea tan previsible a lo que ocurre bajo la superficie: una serie de "depósitos" van llenándose con el agua hirviendo que llega empujada por la presión del supervolcán latente provocando que esta vaya en aumento. Cuando llega el punto crítico, el empujón final provoca que el contenido de esos depósitos salga disparado hacia el exterior, liberando tensión hasta quedar de nuevo vacíos y reiniciar el ciclo. Seguro que hay formas mucho más sofisticadas y completas de explicarlo, y es que Yellowstone debe ser algo así como el Disneyworld de los eruditos en geología.
Pasan los minutos y, cuando la expectación ya empieza a ser notable, el Old Faithful despierta. Sin embargo, y quizás fruto de ser una hora muy temprana, el potente chorro de agua a presión va acompañado de una muy densa columna de vapor que lo oculta casi por completo, dificultando así poder observar qué cotas alcanza. Quizás sea mejor verlo en un pase posterior.




Tras un paso por el centro de visitantes en cuya fachada debería estar -pero no conseguimos ver- la webcam que hemos visto decenas de veces desde casa, nos disponemos a iniciar el recorrido del Upper Geyser Basin. Se trata de una de las mayores concentraciones de fenómenos geotermales junto a la de Norris, y traza un recorrido que puede llevar desde un par de horas hasta tantas como se quiera, según los minutos que dediques a cada uno de los múltiples géiseres y piscinas termales que te esperan en él. El recorrido "normal" se inicia por la derecha a través de pasarelas, para luego regresar por una vía de asfalto más rápida y directa. Sin embargo, decidimos hacerlo a la inversa por varios motivos. El primero es que así hacemos el tramo con menos paradas al principio, para luego ir compensando el cansancio deteniéndonos más a menudo en las pasarelas. El segundo es que de este modo es más probable que nuestro paso por la colina elevada desde la que observar el Old Faithful desde las alturas coincida con la próxima erupción.


Este ascenso por el asfalto del lateral izquierdo tiene su primer punto de interés en Castle Geyser, un montículo de piedra grisácea que emana constantemente agua y una densa columna de vapor visible desde muchos metros atrás. Algo más adelante nos espera el Grotto Geyser, otro fenómeno similar también en plena actividad. Entre uno y otro, una serie de piscinas en calma con dispares colores adornando sus aguas y orillas.





Tomamos un pequeño desvío que pasa junto a Riverside Geyser, otro punto de erupción en estos momentos inactivo cuya característica principal es que se encuentra justo a la orilla del Río Firehole. Aquí, como en otros puntos de actividad periódica que el personal del parque puede predecir con mayor o menor previsión, un cartel informa de la horquilla en la que puede -no lo garantizan- que pueda retomarse la actividad. En el caso del Riverside, frente al que ya hay acumulados bastantes turistas, esa horquilla empieza ahora mismo y se extiende durante una hora, por lo que descartamos esperar a riesgo de que perdamos mucho tiempo.


Este camino de asfalto llega a su fin cuando pasa por encima del Firehole River y, como colofón, alcanza otro de los escenarios más peculiares de la zona y la que terminará siendo nuestra parada favorita del Upper Geyser Basin. La Morning Glory Pool es una piscina de agua caliente que, gracias a los distintos tipos de bacteria que conviven en su orilla, ofrece una paleta de colores que parece casi irreal cuando la observas con el ojo desnudo, a sabiendas de que ningún filtro ni retoque le está dando ese contraste. Además resulta ser mucho más grande de lo que creíamos tras estudiarla desde casa, y es hipnótico quedarse mirando esa ventana a las entrañas del volcán que baja y baja hasta desaparecer, intuyendo una profundidad notable.

Pasan aquí volando fácilmente 30 minutos mirando la piscina y sus colores desde todos los ángulos posibles, intercambiando fotografías con un grupo de asiáticos y leyendo los carteles colindantes. Carteles que advierten del riesgo de que la Morning Glory pueda ir perdiendo sus tan característicos colores en favor de un poco atractivo marrón por culpa de las rocas, monedas y otros objetos que la gente tira a su interior. A alguno habría que prohibirle salir de casa, e incluso entonces mantenerlo vigilado.

Damos media vuelta y empezamos el recorrido por las pasarelas que franquean la mayoría de puntos marcados en el mapa. Volvemos a pasar junto al Grotto Geyser, que sigue suplicando por la atención de los turistas a base de pequeñas explosiones acompañadas de agua y vapor. Tras unos pocos pasos alcanzamos el balcón que se asoma al Giant Geyser y sus vecinos. El Giant es uno de los mayores géiseres del mundo, registrando erupciones que alcanzan hasta los 300 pies. Sin embargo, coincidir con una de ellas es una lotería solo al alcance de la gente más insistente, ya que además de ser impredecible pueden pasar años entre una explosión y la siguiente.



Seguimos recorriendo la pasarela y parando en más y más piscinas, unas más vistosas que otras. La Chromatic Pool se presenta como una versión más modesta y reducida de la Morning Glory, compartiendo esa paleta de colores vivos. Belgian Pool, Spasmodic Pool... cada una única a su manera. El Grand Geyser tiene su propia grada para cuando decide iniciar su espectáculo, pero no será con nosotros presentes.







Nos encontramos ya en el tramo final del recorrido, superando la Geyser Hill (Colina Geyser) en la cual se concentran nuevos fenómenos sobre una elevación del terreno. Es al finalizarlo donde se inicia el ascenso de unos 15 minutos hasta el Observation Point, un punto en el que, tras superar el desnivel, se tiene una visión directa del Old Faithful Geyser desde las alturas. Sin embargo, el hecho de que la primera de las erupciones del Viejo Fiel nos haya decepcionado levemente, y que yo no venga equipado con ningún teleobjetivo que me permita retratar con detalle la erupción desde esa distancia, nos lleva a pasar de largo en favor de presenciar un nuevo pase desde la proximidad de las gradas.

Un poco más escorados a la derecha que hace unas horas, estamos listos para el espectáculo veinte minutos antes de las 12:55, hora programada para la próxima erupción. Con mucho más público esta vez, un Ranger va paseándose entre las gradas para responder a las preguntas de los turistas, y algunas son tan rebuscadas que parece que le estén pasando un examen. Nada puede derrotar a sus conocimientos, que responden satisfactoriamente a todas y cada una de las preguntes que le plantean. El turno de las 12:55 parece que ha perdido el tren y se hace de rogar, no siendo hasta pasadas las 13:35 cuando el agua vuelve a emerger del orificio en el suelo. Con algo menos de vapor que en la ocasión anterior, sigue pareciéndome algo decepcionante respecto a las expectativas que traía. Pero sí, es algo que merece la pena ver a tu paso por Yellowstone.


Son las dos del mediodía y, tras un vistazo a lo que queda pendiente en la agenda del día, decidimos pasar de largo por ahora las pasarelas de Black Sand y Biscuit Basin, las cuales podemos visitar en el camino de vuelta si tenemos el tiempo necesario. Ahora manda otra de las estrellas del día, y para alcanzarla nos dirigimos hasta el aparcamiento donde se inicia el trail a las Fairy Falls. Aunque no es eso lo que pretendemos ver.
Según nos acercamos, la presencia de coches parados en el arcén nos pone en aviso de lo peor: el aparcamiento está abarrotado. O bien las Fairy Falls son un auténtico espectáculo, o mucha gente conoce el mismo secreto que nosotros venimos a disfrutar. Dejamos el coche en el arcén y caminamos hasta el inicio del sendero, si bien nuestro destino final no es ni mucho menos las anunciadas cataratas.
Tras entre 10 y 15 minutos de paseo, un pequeño surco en la tierra a mano izquierda nos avisa del inicio para ascender a una colina que desde aquí no parece intimidar demasiado. Pero amigo, las apariencias engañan, y no tardamos en vernos buscando a cada paso un lugar al que aferrarse para que la fuerte pendiente y un terreno cubierto de inestables rocas no nos provoque un resbalón que nos lleve de vuelta al principio. Las fuerzas empiezan a flaquear, las piernas empiezan a temblar... pero cuando consideramos haber subido lo suficiente, nos damos la vuelta y lo que vemos compensa todo el esfuerzo.



La Grand Prismatic Spring es, junto al Old Faithful Geyser y el Artist Point, la Fotografía en mayúsculas del Parque Nacional de Yellowstone. Pero solo cuando se divisa desde esta colina: se trata de una piscina termal de tales dimensiones, que desde el nivel del suelo apenas se perciben sus atractivos. Es desde aquí donde, además de su tamaño, se puede distinguir el festival de colores y formas de su perímetro, además del contexto perfecto que le dan las pasarelas de observación y el Excelsior Geyser un poco más allá.



Embobados con la vista puesta en esta maravilla, nos sentamos en un tronco para comer unos sándwiches antes de afrontar el temido descenso. Mientras tanto, vienen a hacernos compañía turistas más o menos preparados, siendo los más graves aquellos que llevan cogido de la mano a un niño que apenas levanta dos palmos del suelo, o una mujer asiática que apenas vigila a su hijo-mono que se va encaramando a los árboles caídos. Un ejercicio de absoluta irresponsabilidad, de esos que provocan los titulares que tanto gustan a Pedro Piqueras. En el otro extremo, una pareja de franceses sube y baja a toda velocidad dejando en evidencia que con tiempo, dedicación y conocimiento, colinas que parecen inaccesibles no son más que un paseo por el campo.
El descenso no es tan dramático como cabía esperar, basta con ir asegurando cada paso y colocar los pies en perpendicular a la pendiente para evitar resbalones. Regresamos a nuestro lejano coche y seguimos la marcha, esta vez para caminar sobre el Midway Geyser Basin que hemos podido disfrutar desde las alturas.

El aparcamiento también parece completo, pero nada más lejos de la realidad. Lo que ocurre es que los coches se quedan parados a la entrada, esperando ver quedar libre un hueco visible desde ahí, e ignoran la cantidad de aparcamientos que han quedado libres al fondo mientras esperan. Nosotros lo deducimos del hecho de que por cada coche que entra, otros cinco o diez salen en dirección contraria. Cuando llega nuestro turno nos metemos directamente y, en efecto, al final nos esperan sitios suficientes como para recibir a cuatro familias numerosas.
Cruzamos mediante un puente el Firehole River e iniciamos el recorrido. Efectivamente, la Grand Prismatic Spring es tan colosal que apenas se puede distinguir a tan corta distancia, quedándose en una amplia superficie humeante con algunos tonos rojizos en la orilla. Sí luce algo más en las distancias cortas el Excelsior Geyser, que desde las alturas parecía pequeño en comparación a su vecino pero en absoluto lo es. Además sus tonos azules, cuando el vapor permite verlos, se asemejan a los de una playa paradisiaca. Nos queda solo ver desde aquí esa maldita colina que hemos ascendido, y volver al coche para refugiarnos de un sol que sigue apretando con fuerza.








Con esto quedan cubiertos todos los "Prioridad 1" de nuestro plan para hoy. Con todavía entre dos y tres horas de sol por delante, vamos a poder detenernos en el camino de vuelta en algunos puntos de "Prioridad 2" que habíamos decidido aplazar. La primera de las paradas es Biscuit Basin, otra concentración de piscinas ligeramente al norte del Old Faithful. Destacamos aquí la Black Opal, una piscina de color azul mate e intenso que parece sacada de un experimento de laboratorio y la Shappire Pool, otro gran estanque cuyo tamaño también es mayor de lo esperado y que deja entrever su profundidad en un agua de color azul turquesa.




Seguimos hacia el sur para detenernos ahora en la Black Sand Basin, una nueva cuenca de la que cual solo tenemos apuntado un posible punto de interés pero que debido a lo corto de su recorrido decidimos realizar entera. La Emerald Pool nos espera al fondo, si bien con todo lo que ha pasado por nuestras retinas a lo largo de la jornada ya no resulta tan sorprendente.


Nos despedimos de la zona de Old Faithful, y en el camino hasta West Thumb paramos durante unos minutos en Kepler Cascades. Desde un mirador junto al aparcamiento, una serie de saltos de agua quedan deslucidos por la falta de una visión directa sin árboles que entorpezcan la fotografía.

La última parada del día será West Thumb Basin, la concentración de géiseres y piscinas en la orilla oeste del Lago Yellowstone. Es un paseo agradable, acompañado de una brisa fresca y con una cierva dándonos la bienvenida junto al aparcamiento.



Debido a su composición y forma, se sospecha que el West Thumb Basin se formó como consecuencia de una erupción del supervolcán hace miles de años. Solo de ese modo se darían las condiciones necesarias para llegar a lo que estamos pisando ahora. Hacemos el recorrido más exterior para pasar junto a los cráteres que emergen del agua y luego completar una pasarela que atraviesa la caldera de lado a lado antes de regresar al parking. Destacamos la Black Pool, otra enorme y profunda piscina de tonos azulados.



Las últimas millas del día nos deparan el momento "National Geographic" de la jornada. Divisamos en el arcén derecho a tres o cuatro personas equipados de potentes cámaras, y no tardamos en descubrir que están apuntando a un ciervo pastando a sus anchas en el arcén opuesto. Lo vemos a tiempo para aminorar la marcha y poder salir hasta un apartadero junto al lago, y allá que vamos para conseguir nuestra instantánea. Aún siendo el único pobre que no va equipado con un teleobjetivo, consigo retratar bastante bien a un animal que inevitablemente me recuerda a la serie Hannibal.

Llegamos ya al complejo junto al Lago, y antes de alcanzar nuestra cabaña nos detenemos en la "General Store". Tras comprar un poco de agua y un par de manzanas, descubrimos que aquí dentro hay un pequeño restaurante diner escondido con una carta muy similar a la del satisfactorio Soda Fountain del día anterior. Una información demasiado interesante como para haberla pasado por alto. Seguimos la marcha hasta el Lake Hotel, vecino "caro" de nuestras cabañas, en busca de más opciones para cenar. Lo que nos encontramos en su interior es un enorme vestíbulo muy formal, con servicio de botones y un piano de cola tocando "One More Day" de Los Miserables en un gran salón. Siento que mi cartera se está vaciando por el mero hecho de estar aquí plantado.
Llegamos a nuestro más modesto y económico Lake Lodge, en cuya cafetería nada de lo anunciado en la carta nos llama la atención ni por ingredientes ni por precio. Se nota que es viernes, ya que tanto el aparcamiento como el porche con vistas al lago están muchísimos más poblados que hace 24 horas. Decidimos que el plan para cenar será regresar hasta ese diner clandestino que hemos descubierto y pedir algo para llevar y disfrutar en el silencio y comodidad de nuestra cabaña. Procesan nuestro pedido una pareja de asiáticos tan lentos o más que sus compatriotas turistas, y cuando nos encontramos ya en "casa" descubrimos que se han equivocado y en lugar de un wrap para L y una hamburguesa para mí, nos han puesto dos ejemplares idénticos de la última. En realidad lo han hecho por el bien de L: el enrollado de pollo que había pedido tiene casi el triple de calorías que la hamburguesa.
Es hora de poner un poco de orden, cargar baterías, descargar fotografías, ducharse, etc. Toda una rutina que aplaza el momento de descansar, y durante la cual confirmo que el sol se ha cebado con mi cara y que cuando decidí echar mano de la protección solar ya debía ser demasiado tarde. Son las 22:15 cuando apagamos las luces de la cabaña y nos despedimos de nuestro penúltimo día en Yellowstone.