DÍA 7.
Este es uno de los pocos días en que el recorrido compelto coincide con la etapa del diario.
Recorrido:
Rocamadour – Goufre de Padirac – Cabrerets – Saint Cirq Lapopie.
Distancia: 82 Km. Tiempo en coche: 1 hora y 36 minutos.
Perfil en Google-maps:
ROCAMADOUR.
Según las estadísticas, es el tercer lugar más visitado de Francia, después de París y Le Mont Saint Michel. El motivo de este éxito hay que buscarlo en una mezcla de factores. Por un lado, su pintoresca ubicación, ya que se haya literalmente colgado en un acantilado, sobre un estrecho valle abierto por el río Alzue en la montaña caliza del Causse, y la particular arquitectura de sus edificios, muchos de ellos encastrados en las rocas. Por otra parte, está el componente religioso. Ya desde el siglo X existía aquí un santuario dedicado a la Virgen María, con la imagen de Virgen Negra. Pero fue en 1166, con la aparición del cuerpo incorrupto de San Amador (Saint Amadour), cuando se convirtió en un importante centro de peregrinación. Según las teorías más creíbles, el nombre de Rocamadour deriva precisamente de este santo. Pero independientemente de la cuestión religiosa, lo cierto es que Rocamadour se ha convertido en un fenómeno turístico de primer orden, con lo que eso implica a nivel económico.
En vez de alojarnos en el mismo Rocamadour (muy complicado por el aparcamiento, y carísimo), decidimos quedarnos en el vecino L’Hospitalet. En realidad, había oído comentar que la mejor vista de Rocamadour se obtiene desde la terraza del hotel Logis Belvedere de esta localidad, a un par de kilómetros del pueblo-santuario. Consultando los datos del hotel, me di cuenta de que tenía un precio razonable: 72 euros, una noche en habitación doble superior (muy cuca, por cierto) con vistas a Rocamadour, aparcamiento incluido. El hotel tiene dos estrellas y tampoco es nada del otro mundo, aunque cuenta con piscina que no nos dio tiempo de utilizar. Lo mejor es que se encuentra a unos quince minutos andando de Rocamadour.
Confieso que me llevé una sorpresa al contemplar Rocamadour por primera vez. No sé por qué me había hecho a la idea de que me encontraría frente a un pueblo colgado de una alta montaña y, por tanto, necesitaría levantar la mirada para verlo. Por eso, mientras íbamos en el coche, no entendía que estuviésemos llegando a L´Hospitalet sin ver ninguna elevación del terreno por ninguna parte, sino todo plano alrededor. Cuando estuvimos frente al hotel, me quedé pasmada al ver Rocamadour hacia abajo en vez de hacia arriba. El caso es que, aunque la vista resultaba igualmente espectacular, se me cayeron un tanto los esquemas y ya no volvieron a ponerse en su sitio.
Vista de Rocamadour desde L’Hospitalet.
Aunque todavía era temprano, como habíamos comido de bocata y la marchita hasta la cascada de Autoire nos había dado hambre, nos quedamos a cenar en el hotel. Dados los horarios franceses y el gentío que debía haber, Rocamadour no parecía el lugar más aconsejable para buscar restaurante con prisas. Así que cenamos en la terraza del hotel, contemplando como caía la tarde sobre el pueblo. El restaurante, con aspiraciones de “fisneza”, resultaba romántico por las vistas y el ambiente. Sin embargo, el exagerado deseo de agradar de los camareros no nos evitó un buen rato de espera entre plato y plato. Servicio amable, pero lento. La comida, buena sin más. El cordero, tierno, jugoso y bien presentado, pero el magret de pato que me pusieron en Le Roger Comte de Carcasona le daba mil vueltas al de aquí. La verdad es que no recuerdo lo que nos costó la cena (un entrante, dos platos principales y un postre, con copas de vino) (quizás unos 50 euros), pero aunque no fue barata aunque tampoco recuerdo que fuese un “sablazo”.
Cae la tarde sobre Rocamadour:
Terminada la cena, fuimos caminando por la pequeña carretera que lleva a Rocamadour. Son un par de kilómetros que se hacen en unos quince minutos ya que todo el recorrido es hacia abajo, con una cuesta muy pronunciada. Lo malo era que a la vuelta habría que subir lo que estábamos bajando. Hay un trenecito lleva hasta allí, pero no sabíamos los horarios. Hicimos varias fotos resultonas. Cuando llegamos aún se veía bastante gente; por la mañana y a primera hora de la tarde aquello debió ser un hervidero..
Las puertas de Rocamadour: Figuier, Salmon y la ultima un arco, que no sé si tiene nombre.
Rocamadour está construido hacia arriba, como en tres niveles. La parte baja es una única calle con una puerta en cada extremo y otra en el centro, donde se encuentra el polo mundano del pueblo: tiendas, restaurantes, cafeterías… En cualquier caso, esta parte baja solo importa a nivel de comercio, porque inevitablemente todas las cabezas se levantan para ver lo que hay encima.
El segundo nivel, el religioso, donde se encuentran las iglesias y santuarios (siete en total), está unido al primero por una empinada escalinata, que recibe el nombre de “Gran escalera de los peregrinos”. Aunque hay quien se asusta al verla y prefiere tomar el ascensor (hay ascensores para llegar a cada nivel), lo cierto es que tampoco es para tanto. No es necesario subirla de un tirón, si te cansas, te paras un par de minutos a contemplar el panorama y continúas después. Sin duda ésta zona es la más imponente. No sabes si encaras edificios eclesiásticos o fortificaciones, especialmente frente al antiguo palacio episcopal. Se iba haciendo de noche y la tenue luz artificial le sentaba bien al entorno.
Entramos en la Basílica de Saint Saveur (encendieron el interior mientras estábamos allí para una visita nocturna guiada), y en la capilla de Notre Damme, con la milagrosa imagen de la Virgen Negra, una talla de madera del siglo XII. En el exterior de esta Capilla, clavada en la roca, hay una espada que, según la leyenda, es Durandal, la que Rolando arrojó desde Roncesvalles. Nos ofrecieron unirnos a la visita nocturna guiada (gratuita), pero la verdad es que estábamos un tanto cansados para semejante trote. Así que la dejamos pasar y seguimos tranquilamente, paseando por nuestra cuenta.
L’Hospitalet visto desde Rocamadour, que no siempre va a ser al revés, y calle comercial.
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En el tercer nivel, se asienta el fuerte o castillo, que no se puede visitar, pero cuyo entorno ofrece muy buenas vistas. Esta foto corresponde a la mañana siguiente.
El regreso por la empinada carretera, esta vez los dos kilómetros cuesta arriba, fue agotador. De golpe, se nos vino encima el cansancio de una jornada muy intensa.
Vista exterior de la capilla de L'Hospitalet.
A la mañana siguiente, regresamos a Rocamadour, esta vez en el coche. Aunque era temprano, empezaba a llegar mucha gente y ya resultaba difícil aparcar. Dimos otra vuelta por el pueblo y valoramos hacer el camino de las estaciones de la Cruz (se tarda sobre una hora y media, según nos dijeron), pero la verdad es que en ese momento no nos atraía demasiado la idea y decidimos continuar nuestro viaje.
Necesitábamos repostar urgentemente y paramos en una gasolinera de las que no son de centro comercial, en las que nos dieron el consiguiente sablazo, a razón de 1,62 euros el litro de gasolina 95. La habíamos estado poniendo entre 1,45 y 1,52 en las gasolineras de los supermercados. Aprovechamos para desayunar allí también. Pedimos dos bocadillos, pero eran tan enormes que dejamos la mitad de cada uno para almorzar. Nos costaron 12 euros con cafés con leche y zumo incluido. La gasolina era cara, pero el desayuno nos lo compensó.
GOUFFRE DE PADIRAC.
Esta visita no la hicimos cuando estaba planificada, lo que nos costó esperar una cola de más de una hora antes de entrar. En principio, teníamos que haber ido el día anterior por la tarde (en verano la gruta está abierta hasta las siete y a última hora va muy poca gente), pero lo cambiamos por la caminata a la cascada en Autoire. Hubiera sido mejor atenernos al plan inicial, yendo la tarde anterior al Gouffre y durante esta mañana a la cascada, donde no hay aglomeraciones. Este es uno de los pocos lugares del recorrido donde vimos colas semejantes, así que en verano, si es posible, madrugad mucho o id después las cinco de la tarde. Otra opción muy recomendable es reservar anticipadamente por internet, pero en este caso hay que tener muy clarito el día y la hora en que se va a ir, lo cual no siempre resulta posible determinar si se hace un viaje como el nuestro. La entrada de adultos cuesta 10,50 euros y la visita dura en torno a una hora y media.
En torno a este lugar hay todo un entramado de merenderos, tiendas, restaurante y demás. Se nota que es uno de los lugares más turísticos de la zona: la visita de una gruta en una sima, a 100 metros de profundidad, con paseo en barca por un lago subterráneo resulta de lo más atractivo para todo tipo de público Y, aunque sea verano, hay que acordarse de llevar una chaqueta o chubasquero, ya que hace fresquito dentro (unos 12ºC).
Lo primero que llama la atención es el enorme agujero en la tierra que conduce a la boca de la gruta. Da para entretenerse un rato mientras se espera. La verdad es que tanto desde fuera como desde dentro impresiona el "agujero".
Se puede descender a patita o bien tomando hasta tres ascensores. Nosotros bajamos el primer tramo en el ascensor (el más largo) y los otros dos por las escaleras. Pese a los ascensores (que salvan la parte inicial de escaleras), hay que andar casi kilómetro y medio por una cueva, con escalones, subidas y bajadas.
Ya dentro de la gruta, se camina un tramo por libre hasta el embarcadero, donde empieza la visita guiada, es decir, lo más interesante. En las barcas pueden ir hasta 8 personas (creo recordar) y los barqueros van dando explicaciones (en francés o inglés), pero no pasa nada si no los entiendes, porque el lugar se expresa por sí mismo: es realmente espectacular.
Llegamos a un segundo embarcadero, donde descendimos y nos unimos al grupo que estaba esperando para iniciar la visita guiada a pie por la gruta, también en francés. Igual que antes, no echamos en falta entender completamente los comentarios, teníamos bastante con contemplar el lago de la lluvia, el lago des Gours (vistas alta y baja), el Gran Domme, el Lago Superior, la estalactita de 60 metros…
Todo impresionante, al menos diferente a lo que estamos acostumbrados a ver en las cuevas, incluso de las que hemos visitado en barca, con río subterráneo. Supongo que también tienen la culpa los excelentes juegos de luces que preparan los franceses.
Respecto al tema de las fotos, todas las que pongo aquí están hechas por mi. Había leído que estaba prohibido hacer fotos en toda la visita con guía. El barquero dijo que no se podía fotografiar ni grabar, pero durante recorrido guiado a pie por la gruta, la gente se puso a hacer fotos delante del guía (era uno diferente) con toda tranquilidad y sin que éste dijese nada en contra. No pude entender si él comentó algo al respecto, pero como “donde fueres haz lo que vieres”, saqué mi cámara y, como es lógico, la utilicé igual que los demás. Ignoro si es siempre así o si estaban especialmente permisivos ese día, pero pudimos hacer todas las fotos que quisimos excepto en la barca.
Edito para poner lo siguiente: como consecuencia de mi párrafo anterior, el Gouffre publicó un comentario en el foro, aclarando que ya se permite hacer fotos sin flash durante todo el recorrido a pie (guiado y no guiado), pero que como había sido poco antes, todavía no habían tenido tiempo de anunciarlo en indicadores e internet. Hoy (17/10/2015) lo he mirado en su web y ya lo pone. Sin embargo, ya se sabe que esto siempre puede cambiar.
Edito para poner lo siguiente: como consecuencia de mi párrafo anterior, el Gouffre publicó un comentario en el foro, aclarando que ya se permite hacer fotos sin flash durante todo el recorrido a pie (guiado y no guiado), pero que como había sido poco antes, todavía no habían tenido tiempo de anunciarlo en indicadores e internet. Hoy (17/10/2015) lo he mirado en su web y ya lo pone. Sin embargo, ya se sabe que esto siempre puede cambiar.
En cualquier caso, con o sin fotos (que no responden ni mucho menos a lo que se ve allí), la visita es totalmente recomendable. Creo que gustará a todo el mundo.
Compramos bebidas y tomamos los bocadillos que llevábamos en uno de los merenderos del Gouffre.
CABRERETS
Hay 54 Kilómetros desde el Gouffre de Padirac hasta Cabrerets, que se hacen en una hora. Como ya venía siendo costumbre, nuestro navegador nos llevó por un buen surtido de carreteras estrechas y pintorescas, disfrutando de hermosos bosques y “maravillosas” curvas, en las que, salvo en algunos tramos, apenas se llega a circular a 40 kilómetros por hora. Habíamos pasado por Cabrerets anteriormente, cuando fuimos a ver la cueva de Pech Merlé, pero ahora queríamos conocer la zona un poquito mejor. Lo primero que nos llamó la atención fueron las hojas marrones de muchos de los árboles, que concedían al paisaje el tinte de un otoño anticipado.
Paramos a descansar un poco en este pueblo, a orillas del río Celé, afluente del Lot. Estando allí vimos que se podía ir hasta la Grotte de Pech Merlé caminando por un sendero de 1 Km. Lástima no haberlo sabido cuando la visitamos. Hacía un día estupendo, que muchos aprovechaban para darse un baño o hacer un recorrido en canoa. Este pequeño pueblo tiene rincones muy bonitos y está junto al río y al borde de la carretera, así que nos pareció un buen sitio para quedarse unos días y visitar esta preciosa zona del Celé y la del Lot. Lo tendremos presente para una próxima ocasión.
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Cabrerets también cuenta con molinos de agua, un castillo muy aparente y pintorescas casas trogloditas, entre las más vistosas está uno de los llamados “castillos ingleses”, apenas a un kilómetro caminando.
SAINT-CIRQ-LAPOPIE.
Desde Cabrerets hay unos 10 Km hasta Saint-Cirq-Lapopie, se tarda un cuarto de hora más o menos, dependiendo de la carretera por la que se vaya, pues hay un par de opciones. Pasamos por el mirador, que está junto a la carretera, en todo lo alto. Allí hay un aparcamiento muy grande, "payant" naturalmente, ya que no hay ni que decir que en el pueblo es prácticamente imposible aparcar en fechas muy turísticas.
Vista de Saint-Cirq-Lapopie desde la carretera.
Vistas panorámicas desde el mirador.
Seguimos hasta el Camping de la Plage, junto al puente que cruza el Lot, hacia Saint-Cirq. Allí hay una playa fluvial, que estaba muy concurrida ese día, y también se encuentra el embarcadero que utilizan los barcos que recorren el río. Se puede alquilar un barco para navegación particular sin necesidad de ninguna licencia o también hacer un mini-crucero.
Zona en torno al puente y "la playa".
Caminata: Chemin de Halage o Camino de Sirga.
En la página web de la oficina de turismo habíamos visto la posibilidad de hacer una caminata de unos 15 kilómetros y 3 horas de duración total, ida y vuelta, que va desde el embarcadero de Saint-Cirq-Lapopie hasta la población de Bouzies. Resulta interesante porque se trata de un sendero paralelo al río y en la zona más cercana a Bouzies enlaza con el llamado “Camino de Sirga” o “Chemin de Halage”. Se trata de un camino excavado en la roca, que se construyó a mediados del siglo XIX para que los caballos o incluso las personas pudieran remolcar río arriba los barcos que transportaban las mercancías (principalmente el vino de Cahors) hasta Burdeos. Posteriormente, la llegada del ferrocarril y la mejora en las carreteras hizo que en 1926 se cerrase la navegación en el Lot, hasta que en 1989 se habilitó nuevamente para barcos de recreo.
Mirando en internet, descubrí que había una forma combinada de hacer la caminata, en la que se hacía en barco el camino de ida y andando el de vuelta. En verano hay dos salidas diarias, a las 10:00 desde Bouzies y a las 17:30 desde el embarcadero de Saint-Cirq, que se encuentra a un par de kilómetros del propio pueblo. Pensé que podía ser agradable la combinación de mini-crucero y senderismo e hice la reserva por internet, ya que no hay que hacer ningún desembolso previo y guardan la reserva hasta 15 minutos antes de la salida. Y menos mal, porque no quedaba ni una plaza libre cuando llegamos. Cuesta 11 euros (adulto) con audio guía en el idioma de cada cual, ya que las explicaciones en el barco las dan en francés. Comentar que el trayecto en barco es prescindible, resulta agradable y ahorra el tramo de ida (o de vuelta) a pie, pero no añade nada esencial, ya que va paralelo al sendero. .
Imágenes del crucero por el río.
La travesía en barco dura 1 hora y 10 minutos, pasa junto a molinos de agua y proporciona una vista muy chula de Saint-Cirq-Lapopie, desde el mismo pie del acantilado sobre el que se aposenta el pueblo. Lo malo fue que nos daba el sol de cara, lo que molestaba bastante. Hay que sortear dos esclusas y permite ver casi todo el tiempo el sendero por el que luego deberíamos volver, y el camino excavado en la roca. En Bouzies, cruzamos por debajo del puente y llegamos hasta donde se encuentra el llamado “chateau des anglais”, con su pintoresca fachada esculpida en una enorme roca, por entre la cual se ha perforado un túnel por donde pasa la carretera.
Ya a pie, seguimos el “Chemin de Halage”, donde también se pueden ver unas figuras esculpidas en la roca por Daniel Monnier. El sendero sigue paralelo al río, por el campo, con un bonito paisaje entre maizales, las rocas y el agua.
Llegamos a una bifurcación y escogimos la más corta, pero también la más dura, ya que iba a Saint-Cirq-Lapopie por un sendero que trepaba por las laderas rocosas, en el bosque. Fueron 900 metros de dura subida (o eso nos pareció), que nos condujo a lo que se conoce como “La Roca de Saint-Cirq”, en lo alto de la cual existe un mirador con vistas espectaculares de todo el entorno, el curso del río Lot, el valle y el propio pueblo, coronado por su iglesia fortificada
Luego visitamos el pueblo, que es realmente encantador, uno de los más bonitos que hemos visto en estas vacaciones sin duda alguna, por su trazado, su bella arquitectura medieval y su emplazamiento parece la guinda del pastel de un entorno precioso.
Pensamos en quedarnos a cenar, pero al final desistimos porque los restaurantes ofrecían lo de siempre, y ya estábamos un tanto hartos de tanto “pato”. Así que fuimos hasta la zona de la playa fluvial, donde teníamos aparcado el coche, y entramos en un restaurante italiano. Tomamos una pizza enorme, espagueti boloñesa y dos refrescos por 18 euros.
Ya de noche, fuimos hasta nuestro alojamiento de la jornada, el Hotel Saint-Cirq. Pese a su nombre y a las preciosas vistas que ofrece del pueblo, está a más de 3 kilómetros, que de noche y por esa carretera nos parecieron muchos más, con lo cual no nos quedaron ganas de volver a coger el coche para ir a ver el pueblo iluminado. El emplazamiento es muy bonito, entre viñedos, las habitaciones se encuentran en casitas y tienen una decoración diferente cada una, de cuidado estilo rústico y un gran cuarto de baño de diseño. El personal que nos atendió, muy amable. Sin embargo, me equivoqué al elegirlo porque no era lo que hubiésemos necesitado simplemente para pasar una noche y fue muy caro, 120 euros. Y no digo que no lo valga, pero está en medio del campo y alejado de todo. Es un buen lugar para olvidarse del mundanal ruido y relajarse, ya que no hay ni televisión, ni wifi, por lo tanto, con descanso garantizado; sin embargo, ése no era nuestro tipo de viaje. Claro que en las proximidades de Saint-Cirq no había demasiada oferta de alojamiento.
Detalle de la habitación y vistas desde el hotel.