Día 1, 23 de agosto: Madrid-Ámsterdam-Lima
Salimos de Madrid muy temprano, a las 7:50 h por lo que toca madrugar bastante. Hacemos escala cortita en Ámsterdam y luego a Lima.
El viaje se nos hizo eterno, ya que duró más de 12 horas desde Ámsterdam a Lima, más el trayecto desde Madrid a Ámsterdam. Al ser diurno no dormimos nada. Llegamos a la hora prevista y nos recogió en el aeropuerto un coche del hotel, cercano al aeropuerto, ya que al día siguiente seguíamos viaje. También habíamos contratado con el hotel que nos llevaran de nuevo al aeropuerto al día siguiente para salir hacia Brasil. Si bien el hotel es muy modesto, la cercanía al aeropuerto y la facilidad para este transporte privado, disponible a la hora que uno lo acuerda, lo hacen recomendable. El hotel es el
Manhattan Inn.
Nos habían dicho que la zona del hotel era poco segura, y de hecho vimos que todas las casas (incluso el propio hotel) tenían rejas, aunque más tarde descubrimos que es una costumbre que se repite por todo Perú, incluso en zonas mucho más tranquilas.
Así que le preguntamos al conductor de nuestro coche que dónde podíamos comprar alguna cosa para comer, ya que era tarde, y lo único que hicimos fue salir a una tiendita al lado a comprar unas cervezas y unas patatas que nos sirvieran de cena, para irnos pronto a la cama.
Día 2, 24 de agosto: Lima-Foz de Iguazú
Nos levantamos temprano porque nos afectó un poco el jet-lag. Ayer nos dimos cuenta de que las clavijas de los enchufes aquí son planas y no hemos traído convertidor, así que preguntamos dónde podemos comprar uno. Nos dicen que es peligrosísimo salir solos y que ellos se encargan de comprarlo. Nos quedamos un poco aplanados porque hasta la hora a la que nos tenían que llevar al aeropuerto quedaba mucho tiempo, así que, a pesar de las advertencias, decidimos salir a pasear.
La verdad es que es todo una exageración, siendo prudentes no tuvimos ninguna sensación de inseguridad. Este barrio cercano al hotel (El Callao) es un barrio humilde, con alguna zona peligrosa, pero de día no tiene ningún problema. Llegamos hasta un mercado (siempre nos gusta visitar los mercados para ver qué come la gente) e incluso vimos el sitio donde probablemente nos compraron el convertidor.
A las 13:30 salimos para Foz de Iguazú (nos vamos a ver las cataratas). El viaje es largo, dura unas 6 horas y nos vuelve a resultar pesado, mucho avión en pocas horas. Lo mejor, sobrevolamos el Titicaca, que está cerca, cerca del avión y es enorme. Esta experiencia de volar más bajo que en otros sitios se tiene muchas veces cuando te desplazas en avión sobre la zona del altiplano: tú vuelas a la misma altura, pero es que el suelo está a 4000 m y por tanto mucho más cerca.
En Foz nos recogen de la agencia que hemos contratado para visitar las cataratas. Tras mucho mirar, nos dimos cuenta de que la mejor forma de verlo todo era con una agencia, que nos recogiera y llevara a los sitios, ya que una vez en las cataratas, haces todo “empaquetado” (el tren, los paseos, los gomones, etc.). Además hay que tener en cuenta que había que cruzar la frontera, lo que siempre puede suponer algún contratiempo. Buscamos agencias tanto en Brasil (que es donde nos alojábamos) como en Argentina y al final la que más nos convenció fue una de Argentina,
Río Selva. Sin embargo, aunque ellos te ofrecían hoteles, nosotros lo reservamos por nuestra cuenta y nos alojamos en el
Rafain Centro.
Como llegamos ya tarde no podíamos ir a ningún sitio para cambiar dinero, así que el chico que nos recogió nos vendió reales y nos recomendó algunos restaurantes cerca del hotel. Fuimos a cenar a uno de ellos, pero no recuerdo el nombre y nos pusieron unos platos con una cantidad enorme de comida, de hecho los dos podríamos haber cenado con un único plato. Después de la cena una caipiriña ya que estamos en Brasil.
Conseguimos aguantar milagrosamente hasta las 12 y algo de la noche. Para que os hagáis una idea de nuestro cansancio, os pongo un mapita con la vuelta que nos pegamos por medio mundo.