Increible pero cierto, Vueling cumple los horarios. Quizás porque el avión es pilotado por la comandante Gisela, el vuelo despega de BCN a las 6'55 y aterriza a las 9'05 o'clock. Empezamos bien, y tengo todo el día para bucear por la vieja ciudad fortificada.
Con mochila de cabina, voy directo a la salida y cambio 300 € a kunas (HRK), la moneda croata. Me dan unas 2100, o sea 7 kunas por euro, a día 17/10/16.
No hay transporte público que lleve a la ciudad, pero el shuttle bus espera en la puerta a la salida. El billete se adquiere en el mostrador que la compañía tiene en el vestíbulo, y vale 40 HRK, 5'7 €.
En media hora, el bus nos echa en la Vrata od Pile, que junto a la de Ploce, es una de las puertas históricas de la muralla con puente levadizo que daban a la ciudad. Me situo con un mapa que me regalan en la oficina de turismo de la esquina de esa entrada de la ciudad vieja, y como el hotel está un poco más alla de la playa de Banje, al otro lado de la old city, me voy paseando sin cruzarla, rodeando las murallas.
En poco más de un par de horas, después del paseo de ida y vuelta, el check in hotelero, y haber soltado los bultos en la habitación, entro por la Puerta de Ploce y empiezo a patear la ciudad vieja sin seguir ningún patrón de recorrido, y jugando a descubrir croatas.
Aparte de los puntos de interés de la ciudad fortificada, de cruzarla de puerta Pile en el oeste a puerta Ploce en el este por la calle principal, la Stradun o Placa, y de subir, previo pago de 120 HRK (17 €) la entrada normal adulta, a lo alto de sus murallas para dar la vuelta al ruedo de 2 kilómetros sobre su telaraña de tejados rojos, y poder gozar de las espléndidas vistas desde sus 25 metros de altura, o desde el punto más alto del sistema defensivo de la fortificación, la Torre Minceta, es un gozo perderse por los callejones casi laberínticos de las laderas situadas bajo las murallas del lado mar, en los que a veces incluso, entrando por puertas y pasillos de edificios abandonados, se accede a los jardines interiores traseros de las últimas viviendas pegadas a las murallas, en los que se pueden encontrar figuras talladas y fuentes, dignas de verse.
Tras unas cuantas horas, en las que se incluye la comida en una pizzería llamada Mirakul, -notable tanto por su tranquila ubicación en un callejón, como por el amable servicio y unas ricas pizzas y cervezas-, y una pequeña compra en un supermercado de la cadena Pemo, el día lo acabé de camino de regreso al hotel, tomándome una cerveza al anochecer en la playa de Banje, desde la que se pueden disfrutar de una bonitas vistas de las murallas del lado este de Ragusa, las que dan al viejo puerto.
La playa está situada al lado del actual complejo multicultural y de ocio y diversión de los edificios y patios del histórico Lazareto, donde quedaban en cuarentena los viajeros, marineros y mercaderías que procedían del Este, y confinados los leprosos, o aquellos que padecían enfermedades contagiosas como la tuberculosis o la peste.
Con mochila de cabina, voy directo a la salida y cambio 300 € a kunas (HRK), la moneda croata. Me dan unas 2100, o sea 7 kunas por euro, a día 17/10/16.
No hay transporte público que lleve a la ciudad, pero el shuttle bus espera en la puerta a la salida. El billete se adquiere en el mostrador que la compañía tiene en el vestíbulo, y vale 40 HRK, 5'7 €.
En media hora, el bus nos echa en la Vrata od Pile, que junto a la de Ploce, es una de las puertas históricas de la muralla con puente levadizo que daban a la ciudad. Me situo con un mapa que me regalan en la oficina de turismo de la esquina de esa entrada de la ciudad vieja, y como el hotel está un poco más alla de la playa de Banje, al otro lado de la old city, me voy paseando sin cruzarla, rodeando las murallas.
En poco más de un par de horas, después del paseo de ida y vuelta, el check in hotelero, y haber soltado los bultos en la habitación, entro por la Puerta de Ploce y empiezo a patear la ciudad vieja sin seguir ningún patrón de recorrido, y jugando a descubrir croatas.
Aparte de los puntos de interés de la ciudad fortificada, de cruzarla de puerta Pile en el oeste a puerta Ploce en el este por la calle principal, la Stradun o Placa, y de subir, previo pago de 120 HRK (17 €) la entrada normal adulta, a lo alto de sus murallas para dar la vuelta al ruedo de 2 kilómetros sobre su telaraña de tejados rojos, y poder gozar de las espléndidas vistas desde sus 25 metros de altura, o desde el punto más alto del sistema defensivo de la fortificación, la Torre Minceta, es un gozo perderse por los callejones casi laberínticos de las laderas situadas bajo las murallas del lado mar, en los que a veces incluso, entrando por puertas y pasillos de edificios abandonados, se accede a los jardines interiores traseros de las últimas viviendas pegadas a las murallas, en los que se pueden encontrar figuras talladas y fuentes, dignas de verse.
Tras unas cuantas horas, en las que se incluye la comida en una pizzería llamada Mirakul, -notable tanto por su tranquila ubicación en un callejón, como por el amable servicio y unas ricas pizzas y cervezas-, y una pequeña compra en un supermercado de la cadena Pemo, el día lo acabé de camino de regreso al hotel, tomándome una cerveza al anochecer en la playa de Banje, desde la que se pueden disfrutar de una bonitas vistas de las murallas del lado este de Ragusa, las que dan al viejo puerto.
La playa está situada al lado del actual complejo multicultural y de ocio y diversión de los edificios y patios del histórico Lazareto, donde quedaban en cuarentena los viajeros, marineros y mercaderías que procedían del Este, y confinados los leprosos, o aquellos que padecían enfermedades contagiosas como la tuberculosis o la peste.