Séptima etapa: Mashhad ✏️ Diarios de Viajes de IranEl aeropuerto de esta ciudad, la tercera del país, es muy grande y moderno. Sin embargo, como ya he dicho, no tiene oficina de cambio, algo que no sabía entonces y que no descubriría hasta el día siguiente cuando lo iba a necesitar. Lo que me...Diario: Irán a buen ritmo⭐ Puntos: 4.9 (14 Votos) Etapas: 9 Localización: IranEl aeropuerto de esta ciudad, la tercera del país, es muy grande y moderno. Sin embargo, como ya he dicho, no tiene oficina de cambio, algo que no sabía entonces y que no descubriría hasta el día siguiente cuando lo iba a necesitar. Lo que me llamó la atención, que yo no había visto antes y que me parece una buena idea, fue que no puedes sacar tu maleta del aeropuerto sin acreditar que el recibo del equipaje facturado que pegan en tu billete coincide con la etiqueta que acompaña a la maleta. En el aeropuerto funciona un servicio de taxis similar al de la estación de autobuses de Shiraz en donde hay una taquilla en que tú dices tu destino, pagas y te asignan un taxista. Llegar al hotel Iran me costó 15 tomans (unos 4 euros). El hotel Iran ha sido sin ningún género de dudas mi mejor hotel de Irán. Es un hotel de cuatro estrellas, muy próximo al mausoleo del imán Reza, ubicado en un edificio moderno de diez plantas. Mi habitación era una habitación muy amplia, con una cama doble y otra sencilla, con un baño también grande (el mayor de todos) y con vista lateral al mausoleo. Como ya he dicho, el hotel cuenta también con sauna, que se alternan mujeres por las mañanas y hombres por la tarde. Desgraciadamente, dada la hora a la que finalmente llegué ese día al hotel, no pude hacer uso de la sauna, con lo que no puedo valorar si merece la pena o no, aunque a esa altura del viaje una sauna relajante me habría venido en cualquier caso de miedo. Lo que sí puedo decir es que el desayuno me decepcionó un poco, no porque fuera malo, sino porque no era nada especial para un hotel de cuatro estrellas. Lo mismo puedo decir del personal, correcto, pero sin nada más, muy lejos de la amabilidad del personal del Setareh de Isfahan. De todos modos, he de decir que, al ser Mashhad una ciudad que recibe cinco millones al año de peregrinos, existen muchísimos hoteles. De hecho, el hotel Iran se encuentra rodeado de hoteles, probablemente por su proximidad al mausoleo. Sin embargo, no resultó ser un hotel caro (1.800.000 IRR, unos 45 euros), quizás porque no era la temporada alta para las peregrinaciones y ser pocos los turistas no religiosos que visitan la ciudad (aunque algunos circuitos la incluyan, no suele ser lo habitual). Pues bien, con toda la aventura del avión, al final llegué a mi hotel en torno a la medianoche. Mi idea era visitar el mausoleo de noche, para que, con la ayuda de la oscuridad, me resultara más fácil el colarme. Vista la hora a la que despegó mi avión, descarté la idea, pero gracias a que dormí algo en el avión y conseguí recuperar fuerzas, retomé la idea cuando llegué al hotel. Me abrigué bien, porque el frío que hacía en Mashhad era helador (a diferencia de la temperatura agradable que disfruté en el resto de mi viaje), y me fui rumbo al mausoleo. Una vez más, no tuve ningún problema para acceder al mausoleo, tras el cacheo de rigor. Allí recorrí todos los patios que componen el recinto, visité la tumba del imán Reza e hice fotos con mi móvil aquí y allá sin ningún problema. Me sorprendió la cantidad de gente que había en el mausoleo a esa hora pues parecía la Puerta del Sol a mediodía. El recinto es magnífico y justifica por sí solo el viaje a Mashhad. De hecho, ése era mi gran temor: volar hacia Mashhad, una ciudad que queda en medio de ningún sitio, pagarme dos aviones, uno para ir y otro para volver, y no poder ver el mausoleo. Pero afortunadamente no fue así. Tras dedicarle aproximadamente una hora, regresé al hotel, pero como había leído en algún foro que era muy posible, me perdí. Sencillamente no conseguí salir por donde había entrado y me costó dar con mi hotel, especialmente a esa hora de la madrugada y con todo a oscuras. Tras desayunar la mañana siguiente, regresé al mausoleo. Era prácticamente lo único interesante en Mashhad y merecía realmente la pena. Me abrigué bien de nuevo porque el frío seguía reinando y me dirigí al mausoleo. Una vez más pude entrar sin problema. Recorrí los mil y un patios que lo componen disfrutando de los azulejos de sus paredes, me interné de nuevo en la parte más sagrada en la que yace el imán Reza, inmensa y decorada toda ella y las salas adyacentes de mil y un cristales que la hacen relucir. Si en la madrugada me parecía que había gente, a esa hora eran multitudes. De hecho, a la tumba del imán que a medianoche me había acercado, aunque sin llegar a tocar por la gente, hoy ni siquiera me acerqué. Temía que la marea humana me llevara, tal era la fuerza de la corriente. En el exterior la gente iba de un sitio para otro, se sentaba en los patios a rezar, a comentar, a charlar. También vi procesiones como las de Semana Santa en la que sus miembros iban flagelándose y cofradías de pequeños grupos gritando alabanzas al tiempo que se mortificaban y se daban golpes en el pecho con tal intensidad que en cualquier momento podía darles un ataque cardíaco. Lo que vi allí en aquellas dos horas que permanecí en el recinto no lo he visto en ningún otro sitio y quedarán grabadas en mi mente para siempre. Después del mausoleo, me dirigí al bazar, que tampoco tiene nada de especial. Allí compré 5 gramos de azafrán (el azafrán de Mashhad tiene mucha fama, aunque tiene alguna relación con España que no me quedó muy clara), cada uno al precio de 10 tomans (unos 2,5 euros). Con no ser mucho dinero, en aquel momento me di cuenta de que necesitaba cambiar dinero porque me estaba quedando sin riales. Di varias vueltas en torno al bazar buscando una casa de cambio, sin éxito, así que regresé al hotel, en cuyas proximidades esa mañana había visto una casa de cambio, que esta vez no encontré. Probé con un banco, pero me dijeron que no cambiaban dinero y que debía acudir a una casa de cambio, que, sin embargo, a esa hora ya estaba cerrada y no abriría hasta las 4 de la tarde, hora en la que yo debía coger mi avión para Ahwaz. Traté de comer algo antes de irme al aeropuerto, pero para mi sorpresa, no pude encontrar ningún sitio en el que tomar un tentempié. Sólo había locales en los que se vendían zumos u hoteles con sus propios restaurantes, más o menos lujosos, como el de mi hotel, pero nada intermedio. Algo inconcebible, me pareció, en la tercera ciudad más importante de Irán, y con cinco millones anuales de peregrinos. Pensé que en el aeropuerto tendría más suerte con el cambio porque el aeropuerto de Mashhad me había parecido el más occidental de los que había visto en Irán, pero mi gozo en un pozo: en información me indicaron que en ese aeropuerto internacional tampoco hay oficinas de cambio; debía ir al centro. Y mis reservas de riales ya estaban bajo mínimos. El vuelo entre Mashhad y Ahwaz también salió con retraso. Yo me congratulaba de que en las pantallas del aeropuerto de Mashhad la información estuviese en inglés y no exclusivamente en farsi como había ocurrido, por ejemplo, en el aeropuerto de Mehrabad. Sin embargo, una vez pasados los controles, la información en inglés desapareció y las puertas de embarque sólo se anunciaban en farsi. Así pues, tuve que preguntar a unos y otros adónde tenía que dirigirme para embarcar. El vuelo, de la compañía Iran Air lo había reservado antes de partir a Irán, llamando al aeropuerto de Frankfurt. La ventaja de ser una compañía internacional es que tiene sucursales fuera de Irán en las que se pueden comprar los billetes domésticos. En concreto, la sucursal alemana me mandó un email con la reserva y me dio un plazo de dos días para realizar un ingreso o facilitar una tarjeta de crédito en la que hacer el cargo. El vuelo duraba unas dos horas y en él iba a atravesar todo el país, pues partía del noreste del país e iba a llegar al sudoeste. El precio del billete no llegó a los 70 euros. Desgraciadamente, a diferencia de con Iran Air, no pude reservar en Europa mis vuelos ni con Iran Air Tour, ni con Mahan Air ni habría podido hacerse con Aseman, en caso de que alguno de sus vuelos me hubiese interesado. Por eso tuve que cambiar ligeramente algunos de mis planes al no quedar ya plazas libres cuando reservé en Irán. Afortunadamente el vuelo de Iran Air lo tenía reservado porque era un vuelo que se realiza únicamente dos días a la semana y que debía tomar forzosamente porque mi avión de regreso a Europa partía de Ahwaz. De no haber quedado plazas (que no fue el caso), tendría que haber volado a Ahwaz vía Teherán, lo que me hubiese obligado a tomar un vuelo adicional. Pese a ser la compañía de bandera, el avión para Ahwaz era mucho más pequeño que el que me había traído desde Teherán. Para mi sorpresa, aunque hay muchísimos vuelos al día entre Teherán y Mashhad, el avión de la compañía Mahad Air en el que hice el trayecto tenía siete asientos por fila, de ésos que yo sólo había usado en vuelos transatlánticos. Y estaba lleno. El de Ahwaz, en cambio, era un avión pequeño, regional, y que, como he señalado, estaba lleno sólo a la mitad. La llegada al hotel desde el aeropuerto de Ahwaz fue sencilla. Junto a las cintas de recogida de equipaje hay una oficina que gestiona el servicio de taxis en la que me dijeron que llegar a mi hotel costaba 12 tomans (3 euros). Índice del Diario: Irán a buen ritmo
01: Generalidades
02: Primera etapa: Isfahan
03: Segunda etapa: Shiraz
04: Tercera etapa: Kerman
05: Cuarta etapa: Yazd
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