Teníamos dos opciones para llegar a Kubu Island: una era rehacer el camino que habíamos hecho la tarde anterior, y llegar atravesando la Pan como cuenta flotas en su diario, y la otra era seguir por la A3 en dirección a Nata y coger un desvío hacia el sur justo antes de llegar a Nata. Estuvimos dudando y hablándolo con el guía la noche anterior, que nos dijo que no tendríamos problema en ir por la Pan si llevábamos GPS y no nos salíamos del camino marcado, pero el tramo entre Gweta y el salar se nos había hecho tan pesado las dos veces que lo habíamos recorrido que nos dio mucha pereza repetirlo y decidimos ir por la A3. En lugar de llegar casi hasta Nata y coger allí el desvío, nos desviamos en Zoroga, donde ya hay indicaciones de “Kubu Island” y el GPS nos decía que adelante. En Zoroga intentamos comprar madera para poder hacer fuego esa noche porque nos dimos cuenta de que no teníamos, y paramos a preguntar en una tiendecita regentada por dos chicas que nos miraron como si viniéramos de Marte cuando les dijimos que queríamos leña. No tenían para vendernos, pero se ofrecieron a darnos de la suya que tenían en una cabaña detrás de la tienda. Nos ofrecieron el hacha para cortarla nosotros mismos y se rieron con ganas cuando vieron nuestro estilo leñador patoso que nos gastábamos. Al final nos la cortaron ellas y no querían dinero a cambio sino camisetas, así que rescatamos un par de camisetas de las mochilas y todos tan contentos.
El camino desde Zoroga hasta Kubu no es fácil, no os voy a engañar. Había indicaciones de vez en cuando, pero los caminos se bifurcaban cada poco y era difícil no perderse. Y para colmo el gps nos mandaba meternos por granjas privadas valladas como si fueran el camino principal, así que fue un poco desesperante. Por lo menos el camino no era malo del todo, pero creo que fue uno de los días que más polvo levantamos. Unas cuatro horas después de salir de Planet Baobab llegamos a una valla veterinaria, y poco más de media hora después estábamos en Kubu.
El camping de Kubu Island es uno de los más remotos que vimos en todo el viaje, y también de los más básicos: no hay ducha, no hay lavabos, sólo hay inodoros de esos de agujero en el suelo metidos dentro de casetas de plástico que acumulan tanto calor cuando les pega el sol que al final prefieres mear con la puerta abierta, y que sea lo que dios quiera. También es verdad que pasa poca gente por allí, así que no es para preocuparse. Llegamos a recepción y nos asignaron nuestra parcela. Todas las parcelas tienen al menos un enorme baobab, ya que la particularidad de Kubu es precisamente eso: es una “isla” rocosa en medio de la inmensidad blanquecina del salar, y está llena de baobabs. Es una visión magnífica:
Baobabs en Kubu Island
Aprovechamos que era pronto para comer, limpiar las toneladas de polvo que se habían metido en el coche durante el camino, dar una vuelta alrededor de la isla con el coche, y adentrarnos un poco en el salar:
Sua Pan y Kubu Island
Hay poco para hacer pero es un sitio precioso, muy tranquilo, súper aislado, con mucho encanto. Volvimos a tiempo de dejar el coche en su sitio y subir andando a lo más alto de la “isla” (que no es mucho) para ver la puesta de sol desde allí arriba. Esa noche tuvimos que pelear con infinidad de pequeñas polillas que revoloteaban a nuestro alrededor y parecían especialmente interesadas en la ropa que colgamos para secar. Fue una noche muy tranquila en un lugar único.
A la mañana siguiente aprovechamos para dar otra vuelta a la isla y disfrutar de la luz del amanecer, mucho más favorecedora para las fotos, y a las 7:40 abandonábamos Kubu. Había sido una visita muy cortita pero es un sitio casi mágico para pasar una noche y sentirse aislado del mundo.