Viernes 14 de abril de 2017: Llegada a El Cairo + Saqqara (parte 1) + Dashur + Tienda de Papiro + Manshiyat Naser
En comparación con el vuelo anterior, este había sido un suspiro: en poco más de dos horas, a las 02.00 am aterrizamos en El Cairo.
En el aeropuerto vimos a un señor de traje con un cartel que rezaba “Galaxia Tours” y “Piamonte”: era Ahmed, el coordinador de Galaxia. Nos acercamos, esperamos a un matrimonio que venía en el mismo vuelo que nosotros e iba a ser parte del grupo y fuimos a hacer fila al sector de Migraciones. En ese momento Ahmed nos pidió los pasaportes para pegarnos el visado (que teníamos pago desde Argentina) y aprovechamos para cambiar dólares a libras egipcias en uno de los mostradores que había cerca del control de pasaportes, que también ofrecían la visa (USD 25).
En el control migratorio presentamos el pasaporte con el visado y entregamos un formulario que nos habían dado en el avión y que había que completar con algunos datos. Por las dudas, le mostramos al oficial los certificados de vacunación contra la fiebre amarilla y nos dijo que no era necesario para entrar al país. Pasados los controles, retiramos el equipaje, salimos del aeropuerto y fuimos con Ahmed a una van de la empresa que nos esperaba en el estacionamiento. Las otras dos personas subieron a otra van porque se alojaban en un hotel diferente, cerca de las pirámides.
Por la hora en que llegamos, El Cairo nos recibió a oscuras, con muy poca gente en el aeropuerto y en la calle, pero con algo de humedad y una brisa que nos envolvió y nos hizo sentir acompañados
En el camino, Ahmed nos iba contando algunas cosas sobre el país y nos señalaba determinados lugares por donde pasábamos; también nos habló sobre las visitas del día siguiente (hoy lo teníamos libre) y nos ofreció una excursión opcional al espectáculo de luz y sonido en las pirámides (USD 40 por persona), que no aceptamos.
Después de casi una hora de viaje, llegamos al hotel Fairmont Nile City, ubicado en el centro de la ciudad y conectado a un centro comercial que había al lado. El hotel nos gustó mucho, nos pareció elegante y acogedor.
Nuestra habitación estaba en una planta alta, la 16; tenía dos camas individuales grandes y súper cómodas, frigobar, caja de seguridad, televisor, plancha, escritorio, máquina de café y un baño completo con muchos elementos de aseo personal. Todos los días dejaban botellas de agua como cortesía.
El comedor era amplio, con vistas al Nilo, y para el desayuno (buffet) había de todo para elegir: panes, facturas, fiambres, comida caliente, platos árabes, etc.
La atención del personal fue muy cordial, pero no hablaban español. Además de cajeros automáticos, en el hotel había unas máquinas donde se podía conseguir cambio en libras egipcias.
Antes de entrar, pasamos unos detectores de metales (los primeros de tantos que habría en todo el viaje), Ahmed nos ayudó con el check-in, nos dejó su teléfono de contacto por cualquier cosa y se despidió. Con las tarjetas de ingreso en mano subimos a la habitación, acomodamos algunas cosas y, cansados por el viaje largo, nos fuimos a dormir cerca de las 04.30 am.
El sueño duró poco porque a las dos horas y media nos levantamos a desayunar. Ahora sí estábamos listos para afrontar el resto del día: a las 09.00 am nos encontramos en la puerta del hotel con Jorge, un guía con auto que habíamos contratado dos semanas antes por Whatsapp, según recomendaciones que leímos en este foro. Con él habíamos quedado en hacer Saqqara y Dashur y a la tarde analizaríamos las opciones. El costo: 30 euros por persona por 8 horas, entradas aparte.
Subimos al auto y nos dirigimos a Saqqara. En el camino, Jorge nos iba contando detalles interesantes de la ciudad (vida cotidiana, educación, actualidad) y, mientras tanto, nosotros experimentábamos el caos organizado de tránsito: autos en todas las direcciones, mucha velocidad, pocos semáforos y, en especial, las bocinas que no paraban de sonar para advertir al resto sobre cualquier maniobra
Llegamos y sacamos la entrada al recinto (EGP 80), al Serapeum (EGP 100), a la tumba de Mereruka (EGP 50) y a las tumbas del Imperio nuevo (EGP 40). Por las dudas, compramos un permiso para tomar fotografías en el interior de las tumbas (EGP 300). Como la zona era tan grande, nos vino bien contar con un transporte para movernos de un lugar a otro.
Después de atravesar la enorme fachada y la hilera de columnas, nos encontramos frente a frente con la pirámide escalonada de Djoser. Sacamos algunas fotos, pero no nos detuvimos mucho en esta zona, porque al día siguiente volveríamos con la agencia.
Caminamos hacia la pirámide de Unas; para ello, atravesamos el patio por abajo (también se podía usar una escalera) y subimos por una especie de rampa. En esta zona me esperaba un camello, ¡ja, ja! Por EGP 10 lo pude montar y sacarme una foto. Tuve que hacer mucha fuerza para sostenerme cuando se levantó y cuando se agachó porque si no me caía y estaba muy alto… No me atrevía a andar, así que un par de fotos y abajo
Ahora sí llegamos a la pirámide de Unas y descendimos agachados por el pasadizo hasta llegar a la cámara con el sarcófago de basalto. Impresionantes los textos de las paredes, me quedé embobada con los dibujos y grabados (en realidad, siempre me quedaba embobada con todas las paredes y columnas, no podía creer el nivel de detalle, los colores, la precisión, el trabajo, en fin…)
A continuación, pasamos por un pasillo con tres mastabas, la primera estaba cerrada. En realidad, cerrada era un decir; nuestro guía corrió el pestillo de la puerta y entramos… Era la mastaba de Inefert, en la que vimos algunas escenas de ofrendas.
La segunda era la de Unas Ankh, que tenía muchas escenas con animales. La vimos rápido porque no era muy grande.
La última de la tanda era la de Idut, donde vimos escenas de pesca y caza con muchos detalles y relieves y colores bien conservados. En una de las salas me llamó la atención una estructura con inscripciones (vi más en otras tumbas, pero esta me resultaba novedosa); era una estela de falsa puerta.
La siguiente visita fue el Serapeum, al que fuimos en auto porque se encontraba más alejado del lugar donde estábamos. Cuando llegamos, el guardia nos pidió la entrada, abrió la puerta y prendió las luces. Estábamos completamente solos ante tanta inmensidad, ante lo que parecía una ciudad subterránea...
Al caminar por las galerías se veían unas cámaras a ambos lados en las que se alojaban sarcófagos de bueyes. Algunas tenían armazones de hierro y una de ellas estaba vacía (me preguntaba dónde estaría el sarcófago ).
Los sarcófagos eran inmensos, algunos elevados del piso, otros con inscripciones; ¡pensar que estaban hechos de granito o basalto y pesaban toneladas! No me explicaba cómo fueron a parar ahí, cómo los trasladaron, porque eran enooooormes. Y lo curioso es que se encontraron vacíos, completamente saqueados.
La próxima visita fue la tumba de Ptahhotep y Akhethotep. Aquí también llegué a ver algunas estelas de falsa puerta y me impresionó esta imagen por sus colores y relieves:
A continuación, entramos a la tumba de Mereruka. Parecía un laberinto, tenía muchas cámaras, aunque no las recorrimos todas. En una sala se veía la estatua de Mereruka, daba la impresión que salía de una puerta.
Los relieves eran alucinantes. Nuestro guía intentó negociar con un guardia para que nos dejara bajar por EGP 20 a un lugar que estaba cerrado, donde aparentemente había un sarcófago, pero no lo logró. El guardia quería EGP 50 (un poco más de lo que habíamos pagado por entrar), así que no hubo trato.
Por último, visitamos la tumba de Niankhkhnum y Khnumhotep. Quedé fascinada por los dibujos, los colores y los recovecos, pero también quedé abrumada porque el guardia de adentro quería mostrarnos cosas y no nos dejaba tranquilos. Alcancé a fotografiar una escena de la tumba de la que había leído, era una representación de ambos hermanos abrazados, con sus hijos alrededor:
Lo que vimos de Saqqara nos gustó, yo me hubiera quedado horas y horas para explorar todo el recinto con más detenimiento. De las tantas cosas pendientes hubiera querido entrar al Museo de Imothep, la verdad es que se nos pasó. En fin, la intención de esta visita era recorrer la zona y conocerla un poco más en profundidad, porque sospechábamos que en la excursión con la agencia íbamos a ver muy poco (y no nos equivocamos).
Siguiente destino: Dashur, a pocos kilómetros de Saqqara.
Sacamos la entrada al recinto de Dashur (EGP 40) y pagamos EGP 5 por el auto. Este lugar no estaba tan masificado como el anterior, era más tranquilo. Vimos las pirámides negra y acodada desde lejos y nos detuvimos al pie de la pirámide roja, dispuestos a entrar. El guía se quedó afuera, no se le permitía el ingreso.
Para llegar a la entrada de la pirámide había que subir unas escaleras que parecían inofensivas, pero no lo eran. El pasadizo no era muy largo, pero tenía poca iluminación y era cuesta abajo. Linterna en mano, descendí el primer tramo de espaldas, pero después me di vuelta porque quería agilizar la marcha. La bajada era cansadora y había que estar agachado en todo el trayecto, pero valía la pena.
En la primera cámara vimos las paredes internas que formaban una especie de bóveda escalonada. Me sorprendió la perfección del trabajo y me llamó la atención que el interior no coincidiera con lo que se veía desde afuera. Casi no había turistas en esta pirámide; se disfrutaba mejor, sin agobios. Lo que se vive dentro es indescriptible, es como estar en el mismísimo centro de la Tierra.
En la segunda cámara, similar a la anterior, subimos unas escaleras por las que se accedía a la cámara mortuoria. Hacía un calor sofocante y se sentía un fuerte olor a amoníaco, pero qué más daba, ¡estaba adentro de la pirámide!
Emprendimos el regreso a El Cairo y sentía que el sueño me iba venciendo. No habíamos parado un minuto desde que llegamos y descansamos muy poco. Por un momento dejé de escuchar las explicaciones de Jorge en el auto… se ve que el sueño se apoderó de mí . Menos mal que por lo menos pudo hablar con mi novio, que iba sentado adelante, ¡ja, ja!
Sin habérselo pedido, el guía nos llevó a una tienda de papiros. Nos pareció bien porque en definitiva queríamos comprar, aunque sabíamos que la agencia también nos iba a llevar a uno de estos lugares. Entramos y nos mostraron el proceso de fabricación del papiro, nos explicaron la historia y el significado de algunos de ellos (“el juicio de los muertos”, “el calendario”, "la carta de amor" y "el árbol de la vida") y nos dieron tiempo para recorrer el lugar.
Había de todo, incluso algunos papiros tenían un segundo dibujo que se podía ver cuando se apagaban las luces. ¡Increíble! Cada uno tenía un precio, pero hacían un descuento (y, lógicamente, el guía se llevaba su comisión). Nos pareció uno más lindo que el otro… Compramos papiros para nosotros y para regalar, y como atención nos obsequiaron uno pequeño (“la carta de amor”) y grabaron nuestros nombres en jeroglífico en uno de ellos.
Ya eran pasadas las 15:00 pm y había hambre. Jorge nos llevó a un lugar donde comían los egipcios, no vimos ningún turista (el nombre, según entendimos por la pronunciación, era algo así como “Heian el Mandi”). Ahí comimos paloma rellena con arroz, kebabs de ternera, pollo a la parrilla, ensalada de tomate, pepino y cebolla y un pan típico acompañado por una salsa de sésamo picante. De postre, arroz con leche. Nos gustó el lugar, nos atendieron y sirvieron rápido y era barato. Y un pequeño detalle… ¡comimos con la mano! Fue una buena experiencia porque en cierta forma uno se mimetiza con la gente local, pero para nuestra cultura es un poco incómodo, no estamos acostumbrados a comer ciertas cosas con la mano.
Después de comer no estábamos muy seguros de qué hacer, así que Jorge sugirió llevarnos a ver dos iglesias incrustadas en piedra en el barrio Manshiyat Naser, conocido como “la Ciudad de la Basura”. En este barrio la gente se dedica a recolectar basura, las calles son de tierra y las casas están a medio construir. Hay basura en el piso, en el interior de las casas e incluso en los techos. El guía nos contaba que la mayoría de las personas que vivían ahí eran cristianos. Lógicamente, el olor que había era nauseabundo, pero al cabo de un tiempo uno ya se acostumbraba.
El auto quedó en un estacionamiento y emprendimos el camino a pie cuesta arriba. Al llegar al último tramo, vimos mucha gente descendiendo; aparentemente había terminado alguna ceremonia religiosa y la gente volvía a sus hogares. Al principio no nos dejaron pasar (querían cerrar las puertas), pero con una breve escena teatral le dijimos al policía/guardia que era nuestro último día en El Cairo y que solo queríamos ver la iglesia unos minutos . La escena convenció, nos hicieron pasar por un detector de metales y llegamos a la cima, donde vimos la Iglesia de San Simón el Curtidor. La iglesia era atractiva porque tenía sus particularidades. Estaba excavada en la ladera de la montaña, donde también se veían imágenes religiosas talladas en la piedra, y contaba con un anfiteatro con una capacidad de hasta 20.000 personas.
Subimos hasta la última hilera de asientos del anfiteatro y vimos que empezaba a atardecer. El paisaje definitivamente no era el mejor, pero fue una experiencia diferente.
Luego fuimos a la Iglesia de San Marcos, cuyas puertas de acceso estaban cerradas, pero pudimos entrar dando propina al que tenía las llaves. Era pintoresca; adentro había figuras talladas en la piedra, un ventanal grande y una linda cúpula.
Y así terminó nuestro primer día en El Cairo. Hubiésemos seguido con las visitas (todavía quedaba tiempo para alguna) si no fuera porque estábamos cansados del viaje y necesitábamos recuperar el sueño. Despedimos a Jorge, quien nos dejó en la puerta del hotel, y subimos a la habitación a dormir. Al día siguiente tocaba madrugar para empezar con las visitas de la agencia.
Conclusiones sobre Jorge, el guía: nos sentimos muy cómodos con él, nos pareció simpático y honesto. Estudió Egiptología y tenía carnet de guía. Cumplió con lo pactado y consideramos que se merecía más dinero del acordado, así que se lo dimos. Nos gustó el recorrido que hicimos con él porque es diferente al que uno suele hacer con las agencias. En Saqqara nos sacaba de encima a todos los guardias que venían a pedirnos propinas. Sí voy a aclarar que, a mi criterio, no tenía muy estudiado todo el complejo de Saqqara, porque quizá no suele hacerlo a menudo (nosotros le dijimos que no queríamos la visita típica de agencia sino entrar a lugares puntuales). Si yo hubiera tenido más conocimiento de lo que se podía visitar (por ejemplo, cuáles eran las Tumbas del Imperio Nuevo) y se lo hubiera planteado, no dudo que nos hubiera llevado, porque siempre fue muy predispuesto.
Sé que no puedo dejar emails en el foro, pero su teléfono es +20 111 823 3535. Trabaja con otros guías (en El Cairo son dos), así que puede que en ese número conteste otra persona. Tiene un contacto en Luxor, al que no llegamos a escribirle por falta de tiempo. Nosotros lo contratamos en forma privada, para que fuéramos solo dos en el grupo, pero también da la opción de incluir más gente.
En comparación con el vuelo anterior, este había sido un suspiro: en poco más de dos horas, a las 02.00 am aterrizamos en El Cairo.
En el aeropuerto vimos a un señor de traje con un cartel que rezaba “Galaxia Tours” y “Piamonte”: era Ahmed, el coordinador de Galaxia. Nos acercamos, esperamos a un matrimonio que venía en el mismo vuelo que nosotros e iba a ser parte del grupo y fuimos a hacer fila al sector de Migraciones. En ese momento Ahmed nos pidió los pasaportes para pegarnos el visado (que teníamos pago desde Argentina) y aprovechamos para cambiar dólares a libras egipcias en uno de los mostradores que había cerca del control de pasaportes, que también ofrecían la visa (USD 25).
En el control migratorio presentamos el pasaporte con el visado y entregamos un formulario que nos habían dado en el avión y que había que completar con algunos datos. Por las dudas, le mostramos al oficial los certificados de vacunación contra la fiebre amarilla y nos dijo que no era necesario para entrar al país. Pasados los controles, retiramos el equipaje, salimos del aeropuerto y fuimos con Ahmed a una van de la empresa que nos esperaba en el estacionamiento. Las otras dos personas subieron a otra van porque se alojaban en un hotel diferente, cerca de las pirámides.
Por la hora en que llegamos, El Cairo nos recibió a oscuras, con muy poca gente en el aeropuerto y en la calle, pero con algo de humedad y una brisa que nos envolvió y nos hizo sentir acompañados
En el camino, Ahmed nos iba contando algunas cosas sobre el país y nos señalaba determinados lugares por donde pasábamos; también nos habló sobre las visitas del día siguiente (hoy lo teníamos libre) y nos ofreció una excursión opcional al espectáculo de luz y sonido en las pirámides (USD 40 por persona), que no aceptamos.
Después de casi una hora de viaje, llegamos al hotel Fairmont Nile City, ubicado en el centro de la ciudad y conectado a un centro comercial que había al lado. El hotel nos gustó mucho, nos pareció elegante y acogedor.
Nuestra habitación estaba en una planta alta, la 16; tenía dos camas individuales grandes y súper cómodas, frigobar, caja de seguridad, televisor, plancha, escritorio, máquina de café y un baño completo con muchos elementos de aseo personal. Todos los días dejaban botellas de agua como cortesía.
El comedor era amplio, con vistas al Nilo, y para el desayuno (buffet) había de todo para elegir: panes, facturas, fiambres, comida caliente, platos árabes, etc.
La atención del personal fue muy cordial, pero no hablaban español. Además de cajeros automáticos, en el hotel había unas máquinas donde se podía conseguir cambio en libras egipcias.
Antes de entrar, pasamos unos detectores de metales (los primeros de tantos que habría en todo el viaje), Ahmed nos ayudó con el check-in, nos dejó su teléfono de contacto por cualquier cosa y se despidió. Con las tarjetas de ingreso en mano subimos a la habitación, acomodamos algunas cosas y, cansados por el viaje largo, nos fuimos a dormir cerca de las 04.30 am.
El sueño duró poco porque a las dos horas y media nos levantamos a desayunar. Ahora sí estábamos listos para afrontar el resto del día: a las 09.00 am nos encontramos en la puerta del hotel con Jorge, un guía con auto que habíamos contratado dos semanas antes por Whatsapp, según recomendaciones que leímos en este foro. Con él habíamos quedado en hacer Saqqara y Dashur y a la tarde analizaríamos las opciones. El costo: 30 euros por persona por 8 horas, entradas aparte.
Subimos al auto y nos dirigimos a Saqqara. En el camino, Jorge nos iba contando detalles interesantes de la ciudad (vida cotidiana, educación, actualidad) y, mientras tanto, nosotros experimentábamos el caos organizado de tránsito: autos en todas las direcciones, mucha velocidad, pocos semáforos y, en especial, las bocinas que no paraban de sonar para advertir al resto sobre cualquier maniobra
Llegamos y sacamos la entrada al recinto (EGP 80), al Serapeum (EGP 100), a la tumba de Mereruka (EGP 50) y a las tumbas del Imperio nuevo (EGP 40). Por las dudas, compramos un permiso para tomar fotografías en el interior de las tumbas (EGP 300). Como la zona era tan grande, nos vino bien contar con un transporte para movernos de un lugar a otro.
Después de atravesar la enorme fachada y la hilera de columnas, nos encontramos frente a frente con la pirámide escalonada de Djoser. Sacamos algunas fotos, pero no nos detuvimos mucho en esta zona, porque al día siguiente volveríamos con la agencia.
Caminamos hacia la pirámide de Unas; para ello, atravesamos el patio por abajo (también se podía usar una escalera) y subimos por una especie de rampa. En esta zona me esperaba un camello, ¡ja, ja! Por EGP 10 lo pude montar y sacarme una foto. Tuve que hacer mucha fuerza para sostenerme cuando se levantó y cuando se agachó porque si no me caía y estaba muy alto… No me atrevía a andar, así que un par de fotos y abajo
Ahora sí llegamos a la pirámide de Unas y descendimos agachados por el pasadizo hasta llegar a la cámara con el sarcófago de basalto. Impresionantes los textos de las paredes, me quedé embobada con los dibujos y grabados (en realidad, siempre me quedaba embobada con todas las paredes y columnas, no podía creer el nivel de detalle, los colores, la precisión, el trabajo, en fin…)
A continuación, pasamos por un pasillo con tres mastabas, la primera estaba cerrada. En realidad, cerrada era un decir; nuestro guía corrió el pestillo de la puerta y entramos… Era la mastaba de Inefert, en la que vimos algunas escenas de ofrendas.
La segunda era la de Unas Ankh, que tenía muchas escenas con animales. La vimos rápido porque no era muy grande.
La última de la tanda era la de Idut, donde vimos escenas de pesca y caza con muchos detalles y relieves y colores bien conservados. En una de las salas me llamó la atención una estructura con inscripciones (vi más en otras tumbas, pero esta me resultaba novedosa); era una estela de falsa puerta.
La siguiente visita fue el Serapeum, al que fuimos en auto porque se encontraba más alejado del lugar donde estábamos. Cuando llegamos, el guardia nos pidió la entrada, abrió la puerta y prendió las luces. Estábamos completamente solos ante tanta inmensidad, ante lo que parecía una ciudad subterránea...
Al caminar por las galerías se veían unas cámaras a ambos lados en las que se alojaban sarcófagos de bueyes. Algunas tenían armazones de hierro y una de ellas estaba vacía (me preguntaba dónde estaría el sarcófago ).
Los sarcófagos eran inmensos, algunos elevados del piso, otros con inscripciones; ¡pensar que estaban hechos de granito o basalto y pesaban toneladas! No me explicaba cómo fueron a parar ahí, cómo los trasladaron, porque eran enooooormes. Y lo curioso es que se encontraron vacíos, completamente saqueados.
La próxima visita fue la tumba de Ptahhotep y Akhethotep. Aquí también llegué a ver algunas estelas de falsa puerta y me impresionó esta imagen por sus colores y relieves:
A continuación, entramos a la tumba de Mereruka. Parecía un laberinto, tenía muchas cámaras, aunque no las recorrimos todas. En una sala se veía la estatua de Mereruka, daba la impresión que salía de una puerta.
Los relieves eran alucinantes. Nuestro guía intentó negociar con un guardia para que nos dejara bajar por EGP 20 a un lugar que estaba cerrado, donde aparentemente había un sarcófago, pero no lo logró. El guardia quería EGP 50 (un poco más de lo que habíamos pagado por entrar), así que no hubo trato.
Por último, visitamos la tumba de Niankhkhnum y Khnumhotep. Quedé fascinada por los dibujos, los colores y los recovecos, pero también quedé abrumada porque el guardia de adentro quería mostrarnos cosas y no nos dejaba tranquilos. Alcancé a fotografiar una escena de la tumba de la que había leído, era una representación de ambos hermanos abrazados, con sus hijos alrededor:
Lo que vimos de Saqqara nos gustó, yo me hubiera quedado horas y horas para explorar todo el recinto con más detenimiento. De las tantas cosas pendientes hubiera querido entrar al Museo de Imothep, la verdad es que se nos pasó. En fin, la intención de esta visita era recorrer la zona y conocerla un poco más en profundidad, porque sospechábamos que en la excursión con la agencia íbamos a ver muy poco (y no nos equivocamos).
Siguiente destino: Dashur, a pocos kilómetros de Saqqara.
Sacamos la entrada al recinto de Dashur (EGP 40) y pagamos EGP 5 por el auto. Este lugar no estaba tan masificado como el anterior, era más tranquilo. Vimos las pirámides negra y acodada desde lejos y nos detuvimos al pie de la pirámide roja, dispuestos a entrar. El guía se quedó afuera, no se le permitía el ingreso.
Para llegar a la entrada de la pirámide había que subir unas escaleras que parecían inofensivas, pero no lo eran. El pasadizo no era muy largo, pero tenía poca iluminación y era cuesta abajo. Linterna en mano, descendí el primer tramo de espaldas, pero después me di vuelta porque quería agilizar la marcha. La bajada era cansadora y había que estar agachado en todo el trayecto, pero valía la pena.
En la primera cámara vimos las paredes internas que formaban una especie de bóveda escalonada. Me sorprendió la perfección del trabajo y me llamó la atención que el interior no coincidiera con lo que se veía desde afuera. Casi no había turistas en esta pirámide; se disfrutaba mejor, sin agobios. Lo que se vive dentro es indescriptible, es como estar en el mismísimo centro de la Tierra.
En la segunda cámara, similar a la anterior, subimos unas escaleras por las que se accedía a la cámara mortuoria. Hacía un calor sofocante y se sentía un fuerte olor a amoníaco, pero qué más daba, ¡estaba adentro de la pirámide!
Emprendimos el regreso a El Cairo y sentía que el sueño me iba venciendo. No habíamos parado un minuto desde que llegamos y descansamos muy poco. Por un momento dejé de escuchar las explicaciones de Jorge en el auto… se ve que el sueño se apoderó de mí . Menos mal que por lo menos pudo hablar con mi novio, que iba sentado adelante, ¡ja, ja!
Sin habérselo pedido, el guía nos llevó a una tienda de papiros. Nos pareció bien porque en definitiva queríamos comprar, aunque sabíamos que la agencia también nos iba a llevar a uno de estos lugares. Entramos y nos mostraron el proceso de fabricación del papiro, nos explicaron la historia y el significado de algunos de ellos (“el juicio de los muertos”, “el calendario”, "la carta de amor" y "el árbol de la vida") y nos dieron tiempo para recorrer el lugar.
Había de todo, incluso algunos papiros tenían un segundo dibujo que se podía ver cuando se apagaban las luces. ¡Increíble! Cada uno tenía un precio, pero hacían un descuento (y, lógicamente, el guía se llevaba su comisión). Nos pareció uno más lindo que el otro… Compramos papiros para nosotros y para regalar, y como atención nos obsequiaron uno pequeño (“la carta de amor”) y grabaron nuestros nombres en jeroglífico en uno de ellos.
Ya eran pasadas las 15:00 pm y había hambre. Jorge nos llevó a un lugar donde comían los egipcios, no vimos ningún turista (el nombre, según entendimos por la pronunciación, era algo así como “Heian el Mandi”). Ahí comimos paloma rellena con arroz, kebabs de ternera, pollo a la parrilla, ensalada de tomate, pepino y cebolla y un pan típico acompañado por una salsa de sésamo picante. De postre, arroz con leche. Nos gustó el lugar, nos atendieron y sirvieron rápido y era barato. Y un pequeño detalle… ¡comimos con la mano! Fue una buena experiencia porque en cierta forma uno se mimetiza con la gente local, pero para nuestra cultura es un poco incómodo, no estamos acostumbrados a comer ciertas cosas con la mano.
Después de comer no estábamos muy seguros de qué hacer, así que Jorge sugirió llevarnos a ver dos iglesias incrustadas en piedra en el barrio Manshiyat Naser, conocido como “la Ciudad de la Basura”. En este barrio la gente se dedica a recolectar basura, las calles son de tierra y las casas están a medio construir. Hay basura en el piso, en el interior de las casas e incluso en los techos. El guía nos contaba que la mayoría de las personas que vivían ahí eran cristianos. Lógicamente, el olor que había era nauseabundo, pero al cabo de un tiempo uno ya se acostumbraba.
El auto quedó en un estacionamiento y emprendimos el camino a pie cuesta arriba. Al llegar al último tramo, vimos mucha gente descendiendo; aparentemente había terminado alguna ceremonia religiosa y la gente volvía a sus hogares. Al principio no nos dejaron pasar (querían cerrar las puertas), pero con una breve escena teatral le dijimos al policía/guardia que era nuestro último día en El Cairo y que solo queríamos ver la iglesia unos minutos . La escena convenció, nos hicieron pasar por un detector de metales y llegamos a la cima, donde vimos la Iglesia de San Simón el Curtidor. La iglesia era atractiva porque tenía sus particularidades. Estaba excavada en la ladera de la montaña, donde también se veían imágenes religiosas talladas en la piedra, y contaba con un anfiteatro con una capacidad de hasta 20.000 personas.
Subimos hasta la última hilera de asientos del anfiteatro y vimos que empezaba a atardecer. El paisaje definitivamente no era el mejor, pero fue una experiencia diferente.
Luego fuimos a la Iglesia de San Marcos, cuyas puertas de acceso estaban cerradas, pero pudimos entrar dando propina al que tenía las llaves. Era pintoresca; adentro había figuras talladas en la piedra, un ventanal grande y una linda cúpula.
Y así terminó nuestro primer día en El Cairo. Hubiésemos seguido con las visitas (todavía quedaba tiempo para alguna) si no fuera porque estábamos cansados del viaje y necesitábamos recuperar el sueño. Despedimos a Jorge, quien nos dejó en la puerta del hotel, y subimos a la habitación a dormir. Al día siguiente tocaba madrugar para empezar con las visitas de la agencia.
Conclusiones sobre Jorge, el guía: nos sentimos muy cómodos con él, nos pareció simpático y honesto. Estudió Egiptología y tenía carnet de guía. Cumplió con lo pactado y consideramos que se merecía más dinero del acordado, así que se lo dimos. Nos gustó el recorrido que hicimos con él porque es diferente al que uno suele hacer con las agencias. En Saqqara nos sacaba de encima a todos los guardias que venían a pedirnos propinas. Sí voy a aclarar que, a mi criterio, no tenía muy estudiado todo el complejo de Saqqara, porque quizá no suele hacerlo a menudo (nosotros le dijimos que no queríamos la visita típica de agencia sino entrar a lugares puntuales). Si yo hubiera tenido más conocimiento de lo que se podía visitar (por ejemplo, cuáles eran las Tumbas del Imperio Nuevo) y se lo hubiera planteado, no dudo que nos hubiera llevado, porque siempre fue muy predispuesto.
Sé que no puedo dejar emails en el foro, pero su teléfono es +20 111 823 3535. Trabaja con otros guías (en El Cairo son dos), así que puede que en ese número conteste otra persona. Tiene un contacto en Luxor, al que no llegamos a escribirle por falta de tiempo. Nosotros lo contratamos en forma privada, para que fuéramos solo dos en el grupo, pero también da la opción de incluir más gente.