Shiraz ✏️ Diarios de Viajes de IranEncontrar el hotel en Shiraz fue algo complicado. Estaba reservado en la agencia de Yadz donde contraté el traslado. El hotel Anahíta está en un sitio horroroso con un excalextric justo delante y en una calle de mucho tráfico y ruidosa. No soporto...Diario: IRÁN, PERO NO VOLVERÁN⭐ Puntos: 4.8 (37 Votos) Etapas: 7 Localización: IranEncontrar el hotel en Shiraz fue algo complicado. Estaba reservado en la agencia de Yadz donde contraté el traslado. El hotel Anahíta está en un sitio horroroso con un excalextric justo delante y en una calle de mucho tráfico y ruidosa. No soporto escuchar los coches desde la habitación y me temí lo peor. Pero hubo otro problema antes, la tipa de recepción, que apenas hablaba inglés ni falta que le hacía, pero a mí sí me habría venido muy bien, dice que no hay ninguna habitación reservada a mi nombre. Ya había yo tenido pocos problemas con los alojamientos como para seguir añadiendo más. Tras un buen rato, le pregunto si no hay ni una habitación libre y me dice que sí y me doy cuenta de que la susodicha confunde el término “booked” como si significara “reservado y pagado”. Cuando le aclaro que no está pagado, que lo voy a pagar, entonces todo se soluciona y me dice que sí tienen una para mí. Menos mal, y además, tiene un magnífico aislamiento con doble ventana, una alegría ver sucios los cristales, que la porquería también es un buen aislante acústico. El espacio es amplio, cuesta 41 €; la zona es céntrica, está bien situado en ese sentido, ya que se puede ir en un corto paseo a bastantes puntos de interés. Tras descansar un rato en la habitación y hacer varias cosas que no voy a relatar porque no me gusta hablar de mi vida privada, salvo que me paguen, decido, porque soy humano, salir a cenar, actividad que realizo todos los días, generalmente al atardecer. No me atrae lo que tienen en el bar del hotel, el pollo con arroz de siempre, y busco en los alrededores un restaurante. No pretendo encontrar un bar de tapas con callos, calamares a la romana, patatas bravas o tortilla, ya me gustaría, para poder variar un poco. Lo de los callos lo pongo porque es muy típico, no de Irán, sino de Madrid, y queda aquí muy bien porque hace un fuerte contraste con el mundo islámico, que es muy escrupuloso con las diferentes partes del cuerpo humano y los callos ni siquiera los muestran por la calle, únicamente en la intimidad del hogar. Pero en realidad nunca los como porque su aspecto me atrae poco, como los caracoles o los gusanos que fríen en algunos países. Yo no soy muy de gusanos, soy de guiso de pollo con patatas, lentejas y hasta alubias con chorizo, pero de gusanos no soy, no. Bueno, el caso es que no hay ningún sitio donde cenar y pregunto a dos tipos que hay en una esquina. Eran dos tipos requetefinos, eran dos tipos medio chiflaos...No hablan inglés, claro. Español, italiano, portugués, francés o gallego ya ni les pregunto. Al menos, la palabra restaurant es internacional y me indican que por esa zona no. Entonces, como son tan amables, tan buena gente estos iraníes, uno me indica que le siga, tiene allí mismo su coche y que me suba. Yo empiezo a pensar que esto se complica. Arranca y venga una calle para aquí, otra para allá, nos alejamos del sitio y ya me preocupo. Me puede llevar donde quiera, a un callejón oscuro, sacar un cuchillo y ...Y yo con unos 1.000 euros encima, todo lo que tengo, que en ese país no queda otra. Pero no, sé que no me va a atracar, asesinar, descuartizar o violar (de tener que elegir una, me quedaría con esta última), lo que me inquieta es que me doy cuenta de que no sé ni el nombre del hotel, ni la calle ni nada, y si me llevan a otra zona, lo tengo crudo. Y que además, ni puedo explicárselo a él. Trato de que me entienda y creo que lo consigo porque hace gestos como de que no hay problema, que confíe en él, que es un buen hombre incapaz de matar a una mosca y menos a un pobre guiri. Ni siquiera dejar que se pierda. Tras unos cuantos quiebros, llegamos a una avenida amplia que, con gestos, era muy bueno gesticulando, me hace ver es la misma donde yo estaba cuando los encontré, solo que mucho más arriba y que como estaba cortada tuvo que dar unas cuantas vueltas. Que luego siguiera hacia abajo directamente y ya estaba situado. Alucinante, ¿quién dijo que los idiomas son barreras? Toda esta conversación fue con gestos, bastante me explicó y le entendí; si se pone, me cuenta el Quijote. Me señala el restaurante, le doy las gracias y la mano por su amabilidad. No me atreví a darle un par de besos por si pensaba que yo quería algo con él, pero le quedé agradecido porque la verdad que resolvió muy bien el tema. Y es que me llevó a uno de los mejores restaurantes de Shiraz, el Sharzeh, junto a la mezquita Vakil. Tuve que esperar, estaba abarrotado y eso que es grande, con dos plantas, músicos actuando y lleno de turistas. No me gusta toda esa parafernalia, pero está bien para escuchar algo de música tradicional iraní. Amplia carta, al fin, pude variar, y pagué 8€ por una buena cena en un local casi de lujo. Al día siguiente volví a pie a ese mismo sitio por el boulevar Karimkhan y aun más arriba donde eché un vistazo por fuera al parque y pabellón del museo Pars (150.000), con bonitos azulejos en el exterior; a la ciudadela (200.000), también por fuera, recinto amurallado y almenado todo con ladrillos. No entré porque estoy absolutamente convencido de que no vale los 5 € que cuesta la entrada, como en muchos otros sitios. Recorrí varias agencias en esa zona, hay unas cuantas, para reservar vuelos y hotel en la isla de Kish. Fue imposible, no me dejaban reservar el vuelo con una sola noche y yo no me fiaba de que el hotel me fuera a gustar, así que cogí solo el vuelo de ida para el día siguiente y me costó solo 29 €. Bajé por la avenida para ver la mezquita Vakil, de bonita portada con mucho mocárabe pintado, pero estaba harto de pagar y me conformé con un vistazo desde la caseta donde cobran la entrada, se ve bien. Seguí con el bazar, probablemente el más atractivo de Irán, sin duda vale la pena recorrerlo, y me dirigí al palacio Naranjestán, entrada 200.000, donde hay unos detalles decorativos, jardines, un par de salas...en fin que se queda uno, bueno, no está mal. Pero tampoco es para tirar cohetes. Animan la cosas tres bellas jóvenes ataviadas con trajes de lo más típico en el medio del jardín para que se les hagan fotos, supongo. Yo se las hice, claro. Visité a continuación la llamada mezquita Rosa, que ellos se empeñan en denominar Nassir-ol Molk, original, con magníficos azulejos, buenos adornos de mocárabes y la especial sala de oración con vidrios de colores, muy bonita, la recomiendo. También los 200.000. Y ya luego, para terminar la jornada y con Shiraz, la guinda, el mausoleo Sha e Cheragh, uno de los más sagrados del país y una visita imprescindible. Me retuvieron la cámara de fotos en la entrada, no permiten entrar con ella, pero en aquel acceso, que no es el principal, no hay caseta, solo un fulano sentado en una silla. Pero no tomen esto como referencia, porque a veces se levanta y ya parece otro sitio; no, es el mismo. Yo lo miré intentando preguntarle, ¿pero dónde la dejo? ¿no me da un resguardo? Esto vale casi 500 euros, ¿qué pasa si cuando salga no están usted ni la cámara?” En realidad poco me habría importado que el hombre se hubiera marchado mientras la cámara siguiera allí. Pero quise demostrarle que también me preocupaba por él… Me bastó una simple mirada suya para darme a entender con sus bondadosos ojos algo así cmo: “no te preocupes, extranjero, la honradez corre por mis venas de generación en generación, llevo 30 años en esta silla guardando de todo y jamás me he quedado con nada. Contempla tranquilo el mausoleo, que la cámara estará bien custodiada por mí” Y señalando con el dedo la puerta, añadió: “entra por Allah”. Esto me hizo gracia. No muy tranquilo, me fui para dentro. Allí se quedó el fulano, que se levantó y depositó la cámara en la silla como dándome a entender que era más importante que él mismo. Se pudo haber largado con ella, vete tú a saber quién era ese hombre… Y toda esa conversación transcurrió en un par de segundos y sin una sola palabra… Pero allí seguían los dos cuando salí. Me alegró mucho verle todavía allí y, sobre todo, ver la cámara de nuevo. La mezquita está muy bien, en un gran espacio cerrado y porticado, con mucho lujerío en la decoración, a base de esos espejos plateados que tanto les gustan. Pese a ser un mausoleo, el ambiente en el patio es como de fiesta o reunión, con cientos de peregrinos venidos de todos los rincones del país y el punto turístico, incluso para ellos, que se hacen fotos con los móviles, es evidente. El atardecer allí es mágico y poco antes del ocaso, comenzó una ceremonia que me resultó muy emocionante. Desde lo más alto del alminar iluminado, suenan de repente unos timbales un tanto primitivos, que pronto son acompañados por unas cornetas como de cristal verde, con un sonido muy peculiar. Si bien la coordinación entre la percusión y el viento no siempre fue perfecta y la afinación de aquellas sorprendentes cornetas era difícil de lograr, el conjunto musical en esa mágica hora del anochecer, con la iluminación colorista de los edificios, en aquel entorno arquitectónico y ante aquella muchedumbre entregada al misticismo, hizo que sintiera una profunda emoción. Me entraron serias dudas sobre mi agnosticismo, pensé que seguramente estaba equivocado y que había Algo en otra dimensión. Más aun, ese Algo no sería Dios, sino Allah. Me empecé a preocupar un poco, así que cuando terminó aquella solemne y emotiva ceremonia, me fui rápidamente de la mezquita y de toda aquella mística parafernalia. Hay que tener mucho cuidado, que a las religiones las carga el diablo... 📊 Estadísticas de Etapa ⭐ 5 (4 Votos)
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