El turístico pueblo de Pamukkale se encuentra junto a la montaña blanca más famosa del país. En ella se encuentran unas aguas termales que han teñido de color blanco la ladera de una montaña, dejando un paisaje de otro planeta. Junto a estas aguas se encuentra la ciudad romana de Hierápolis.
En la era de Instagram y Facebook, un lugar como Pamukkale no puede faltar en la ruta de cualquier víctima del postureo. Nosotros echamos unas risas viendo los modelitos que traen algunas parejas en busca de la foto que les de miles de likes en sus perfiles. A mí también me gusta esto de volver a casa con un fotón, pero el nivel de los asiáticos es otra historia, ellos juegan otra liga.
El lugar tiene dos caras según se quiera ver. La realidad es que el sito está hasta arriba de gente, no cabe ni un alfiler en algunos puntos.
La mayoría son chinos, japoneses y coreanos gritando como locos, que caminando con ese andar patoso que les caracteriza mientras siguen el banderín de su guía, terminan formando tapones que atascan a todo el mundo.
Pero por otra parte, si se tiene paciencia y os quedáis hasta última hora conseguiréis disfrutar, al menos en parte, de este lugar. Con el atardecer ya quedaba menos gente y la luz hizo que el paisaje de travertinos y roca caliza blanca mostrara todo su esplendor.
Al final nosotros también conseguimos alguna foto decente para nuestro diario.
Hierápolis ciudad de vacaciones. Algo así debió de ser esta ciudad balneario en su tiempo ya que fue creada para aprovechar las propiedades curativas de las aguas de pamukkale. Junto con la entrada para ver las preciosas piscinas también podemos visitar esta antigua ciudad.
De los lugares más interesantes nos quedamos con el imponente teatro del siglo II, que se encuentra casi perfecto gracias a que se reconstruyó hace unos años, y con el Decumanus, la calle principal en la que se encontraban los edificios más importantes de la ciudad.
LAODIKEIA
Entre Pamukkale y Denizli, a unos 5 km, se encuentra la grandiosa ciudad griega de Laodikeia. Llegamos tomando un Dolmus por 4 liras que nos dejó en un cruce de carretera cercano desde el que caminamos unos 10 minutos.
No sabíamos muy bien qué nos íbamos a encontrar en este lugar y nos quedamos asombrados. Ésta ciudad fue fundada en el siglo II a.C. En ella podemos encontrar dos teatros, 5 ágoras, iglesias, templos, fuentes y calles monumentales.
De los muchos puntos interesantes a lo largo de todo el recinto, sobresale la iglesia, me dejó alucinado. Resulta que hace nada, en 2010, se descubrió esta maravilla. La iglesia fue construida bajo el reinado de Constantino el Grande en torno al 337, justo en el período en el que el cristianismo pasaría a ser legitimado.
A partir del siglo IV la ciudad se convirtió en un lugar de peregrinación, ya que su iglesia aparecía en el libro del Apocalipsis de San Juan como una de las 7 iglesias más importantes de Asia Menor.
En el interior de las ruinas de la basílica se observan unos mosaicos muy bien conservados, pese a haber sufrido graves daños a lo largo de la historia debido a los terremotos.
El Ágora tiene un tamaño increíble, están reconstruyéndolo con sus mismos bloques de piedra, algo parecido a lo que se está haciendo en la Acrópolis de Atenas, un trabajo lento pero que devolverá parte de la gloria que un día tuvo esta ciudad.
En definitiva Laodikeia es un lugar con poco turismo y muy recomendable para todo el que le guste el mundo antiguo y este tipo de visitas.
Nos seguimos sorprendiendo para bien con el carácter de los turcos, siempre dispuestos a ayudarnos aunque no hablen ni inglés. Casi siempre son ellos los que se acercan a nosotros en cuanto nos ven un poco confusos. Esta noche en la estación de autobuses de Denizli hemos tenido una simpática anécdota con un camarero que no para de bromear con nosotros. Cuando se dio cuenta que éramos españoles se fue corriendo y puso flamenco por la megafonía a todo trapo, el tío era un artista.
En la era de Instagram y Facebook, un lugar como Pamukkale no puede faltar en la ruta de cualquier víctima del postureo. Nosotros echamos unas risas viendo los modelitos que traen algunas parejas en busca de la foto que les de miles de likes en sus perfiles. A mí también me gusta esto de volver a casa con un fotón, pero el nivel de los asiáticos es otra historia, ellos juegan otra liga.
El lugar tiene dos caras según se quiera ver. La realidad es que el sito está hasta arriba de gente, no cabe ni un alfiler en algunos puntos.
La mayoría son chinos, japoneses y coreanos gritando como locos, que caminando con ese andar patoso que les caracteriza mientras siguen el banderín de su guía, terminan formando tapones que atascan a todo el mundo.
Pero por otra parte, si se tiene paciencia y os quedáis hasta última hora conseguiréis disfrutar, al menos en parte, de este lugar. Con el atardecer ya quedaba menos gente y la luz hizo que el paisaje de travertinos y roca caliza blanca mostrara todo su esplendor.
Al final nosotros también conseguimos alguna foto decente para nuestro diario.
Hierápolis ciudad de vacaciones. Algo así debió de ser esta ciudad balneario en su tiempo ya que fue creada para aprovechar las propiedades curativas de las aguas de pamukkale. Junto con la entrada para ver las preciosas piscinas también podemos visitar esta antigua ciudad.
De los lugares más interesantes nos quedamos con el imponente teatro del siglo II, que se encuentra casi perfecto gracias a que se reconstruyó hace unos años, y con el Decumanus, la calle principal en la que se encontraban los edificios más importantes de la ciudad.
LAODIKEIA
Entre Pamukkale y Denizli, a unos 5 km, se encuentra la grandiosa ciudad griega de Laodikeia. Llegamos tomando un Dolmus por 4 liras que nos dejó en un cruce de carretera cercano desde el que caminamos unos 10 minutos.
No sabíamos muy bien qué nos íbamos a encontrar en este lugar y nos quedamos asombrados. Ésta ciudad fue fundada en el siglo II a.C. En ella podemos encontrar dos teatros, 5 ágoras, iglesias, templos, fuentes y calles monumentales.
De los muchos puntos interesantes a lo largo de todo el recinto, sobresale la iglesia, me dejó alucinado. Resulta que hace nada, en 2010, se descubrió esta maravilla. La iglesia fue construida bajo el reinado de Constantino el Grande en torno al 337, justo en el período en el que el cristianismo pasaría a ser legitimado.
A partir del siglo IV la ciudad se convirtió en un lugar de peregrinación, ya que su iglesia aparecía en el libro del Apocalipsis de San Juan como una de las 7 iglesias más importantes de Asia Menor.
En el interior de las ruinas de la basílica se observan unos mosaicos muy bien conservados, pese a haber sufrido graves daños a lo largo de la historia debido a los terremotos.
El Ágora tiene un tamaño increíble, están reconstruyéndolo con sus mismos bloques de piedra, algo parecido a lo que se está haciendo en la Acrópolis de Atenas, un trabajo lento pero que devolverá parte de la gloria que un día tuvo esta ciudad.
En definitiva Laodikeia es un lugar con poco turismo y muy recomendable para todo el que le guste el mundo antiguo y este tipo de visitas.
Nos seguimos sorprendiendo para bien con el carácter de los turcos, siempre dispuestos a ayudarnos aunque no hablen ni inglés. Casi siempre son ellos los que se acercan a nosotros en cuanto nos ven un poco confusos. Esta noche en la estación de autobuses de Denizli hemos tenido una simpática anécdota con un camarero que no para de bromear con nosotros. Cuando se dio cuenta que éramos españoles se fue corriendo y puso flamenco por la megafonía a todo trapo, el tío era un artista.