28/06/19:
El vuelo de ida este año es un viernes por la tarde, así que, apurando hasta el último momento, el viernes por la mañana tanto Ester como yo cumplimos con nuestras obligaciones laborales. Al salir del trabajo, volando a casita, ducha rápida y ropa cómoda para el vuelo. Bocadillo para el camino hacia el aeropuerto y en marcha! Cada uno con su maleta de cabina y otra pieza de equipaje de mano (bolso, mochila...). Aparcamos en el párking de larga estancia gestionado por AENA en El Prat, y la lanzadera nos lleva hasta la terminal 1, desde dónde salen los vuelos de Level/Iberia. Como ya habíamos hecho el check-in on-line ayer por la tarde, no tenemos ni que ir a buscar las tarjetas de embarque, y pasamos directamente controles de seguridad. Sobradísimos de tiempo, pasamos el rato leyendo y jugando con el móvil hasta poco antes del embarque, en que hacemos una merienda rápida para intentar aguantar todo el vuelo sin comida.
El vuelo no va lleno, y nuestra sorpresa es muy grata cuando la azafata nos ofrece sentarnos en la fila normalmente reservada a familias con bebés, con cantidad de espacio para estirar las piernas. Empezamos muuuuuy bien. Con nuestros propios auriculares, disfrutamos del entretenimiento gratuito de a bordo, mientras empezamos a notar que la temperatura del aire acondicionado está terriblemente fría. Lo comentamos con alguna de las azafatas, pero no pueden hacer nada (dicen) por estar centralizado.

Al cabo de un rato, el frío es casi insoportable y tenemos que comprar una manta, al menos para Ada, que está tiritando. Supongo que la temperatura ambiental tan baja es una estratagema para vender mantas (6€). Dejamos a Ada con toda la primera fila para ella y emigramos a ambientes más cálidos, hacia la cola del avión, junto a la ventanilla, a otros asientos vacíos. El hambre puede más y tenemos que comprar unos tentempiés para acabar de pasar el viaje y entrar un poco en calor. Casi imposible conciliar el sueño...
Aterrizamos en Boston sobre las 9:30 pm (hora local), y tras control de inmigración, sorprendentemente rápido, nos dirigimos en la lanzadera del aeropuerto a las oficinas de alquiler de coches. Tenemos reservado un SUV con Avis/Budget. Acabado el papeleo y rechazados extras varios, nos dirigimos a nuestro flamante Toyota RAV-4. El coche viene equipado con el aparato para pagar los peajes (EZ-Pass), cuyo alquiler e importe de los peajes se cargará a la tarjeta de crédito dejada como depósito. Antes de salir del aeropuerto, comprobamos la presencia de arañazos o golpes sin detectar ninguno, pero vemos que el depósito de combustible apenas está a un cuarto de su capacidad, cuando lo habitual y lo contratado es que esté lleno. Como en las condiciones del contrato dice que hay que devolver el depósito lleno, le comentamos a la empleada de Avis que ponga una anotación conforme el depósito está a un cuarto y que podemos devolverlo igual.
Instalamos nuestro GPS (que ya tiene unos cuantos años), y nos dirigimos a nuestro primer alojamiento, situado a unos 15 minutos en coche del aeropuerto: una casa de 3 plantas situada en un barrio periférico al sur del centro de Boston. Como es zona residencial, debemos dejar el coche en el patio del domicilio, cuyo importe no queda incluído en el precio de la reserva con Airbnb. Le tendremos que pagar 20$ por noche a Maria, la propietaria (sólo 2 de las 3 noches, la de sábado a domingo se puede aparcar en la calle).
La habitación es muy grande, con 2 camas de matrimonio, en el tercer piso de una casa de estilo europeo. El baño, también muy grande, es compartido con otra habitación, aunque esta primera noche está libre. En el rellano de ambas habitaciones, hay un mueble con una cafetera y microondas, tazas...
Dejamos los trastos en la habitación, charlamos un par de minutos con María y salimos a pasear dando una vuelta para intentar encontrar algún lugar en que nos den algo de cenar. Son poco más de las 11 pm y el único local abierto que encontramos acaba de cerrar la cocina... Un poco más adelante vemos una gasolinera y nos acercamos a comprar leche y agua para la noche y el desayuno (no incluído). Bastante cansados ya, volvemos a la casa y nos ponemos a dormir a medianoche. Para información general de Boston, podéis consultar: www.boston.gov/visiting-boston.

Alojamiento: “Cozy Room”, 3 noches sin desayuno. Airbnb.com, 264€ +40$ por aparcamiento de 2 noches.
Distancia recorrida: 10 millas.
29/6/19:
El cambio horario nos echa de la cama sobre las 7 am, y tras asearnos, nos ponemos en marcha. Primer objetivo del día: encontrar algún sitio (preferiblemente Starbucks) para desayunar. Ya estaba previsto y tenía la dirección del más cercano guardada en el GPS. Al llegar allí, vemos al lado un “Panera Bread”, y decidimos probar a ver qué tal. Por un precio similar, peor café, y mayor variedad de bollería, aunque nos decidimos por unos bagels con queso para untar. Mañana Starbucks fijo.
Con la panza llena y habiendo aprovechado el desayuno para llamar a casa y decir que hemos llegado de una pieza y bla, bla, bla... nos dirigimos al centro de Boston. Aparcar en Boston no es tarea fácil (ni barata), y aunque somos muy partidarios de movernos siempre en medios propios, si repitiera, quizás nos decantaríamos por el transporte público. Así pues, tenía el Boston Common Garage en el GPS y nos vamos allí sin dudar. Es muy céntrico y el lugar en el que empieza el Freedom Trail (www.thefreedomtrail.org/about), recorrido típico en Boston que enlaza varios puntos de interés histórico de la ciudad. Acaba en Bunker Hill Monument, tras zigzaguear 2.5 millas por la ciudad.




Obviamente, al poco rato, ya estábamos hartos de seguirlo y nos despistamos: creo que vimos los 4 primeros puntos del recorrido (Boston Common, State House, Park Street Church y Granary Cemetery).
Callejeando, nos dirigimos hacia Faneuil Hall y Quincy Market (el primero también pertenece al Freedom Trail), pues ya se nos ha abierto el apetito, aunque apenas es mediodía. Quincy Market es un edificio abarrotado de puestos de comida de todo tipo: desde fruta fresca, helados, burgers, sushi, y el plato estrella de Nueva Inglaterra, el Lobster Roll (bocata de langosta). Consideramos que aún es demasiado temprano para sentarnos a comer, así que cogemos un poco de fruta fresca y troceada y vamos picando mientras nos dirigimos a la zona del puerto, siguiendo los muelles hacia el norte.

Nos adentramos en Little Italy, y a pesar de que seguimos teniendo hambre, y de que los platos que se ven en las decenas de restaurantes tienen una pinta muy apetitosa, conseguimos llegar de nuevo a Quincy Market para comer. Escoger comida es complicado por la gran variedad que hay, pero lo que es casi imposible es hallar un lugar para sentarse a comer, pues sólo hay una zona central con mesas y bancos, las tiendas sólo venden comida, no puedes comerla en la misma tienda/garito. Una breve espera de 5 minutos observando a los centenares de turistas, a la espera de que alguien se levante, y al final damos con un hueco para los 3. Música en vivo para amenizar la espera y la comida, eso sí.
Además de chiringuitos de comida, hay muchas tiendas en las que comprar todo tipo de souvenirs: gafas, gorras, camisetas... Algo cae ya (camiseta para mi y gafas de sol para Ada), y apenas llevamos 15 horas en Boston...




Para hacer la digestión, vamos dando un paseo a la Paul Revere’s House, a unos 15 minutos a pie desde Quincy Market. Es la casa en la que vivía el héroe de la ciudad (www.paulreverehouse.org/), famoso por una cabalgata a medianoche en 1775, para informar de las intenciones de las tropas inglesas de arrestar a uno de los líderes de la revolución que estaba en ciernes.


La entrada vale 5$ por adulto y 1$ por niños hasta 17 (sólo en efectivo). La visita dura poco más de media hora y no se pueden sacar fotos en el interior.
Otro paseo nos lleva hasta Beacon Hill, dónde tenemos que parar a reponer líquidos, pues el calor aprieta de lo lindo (y el jet lag no ayuda). Desde Beacon Hill, volvemos a la zona del Boston Common, y nos topamos con el bar de “Cheers”, al que, como no, entramos a sacar unas fotos. Decepcionante, la verdad. Además, mientras estamos dentro, se ha roto algo en el cielo y está diluviando, con lo que el local se abarrota aún más de lo que está habitualmente (supongo).


Por suerte, la entrada al párking en el que dejamos el coche está a menos de 200 metros de Cheers, y a la que vemos una tregua en la tromba de agua, salimos pitando para ir al párking, no sin antes parar en un tenderete a comprar una gorra de los Red Sox. Pagamos el párking (18$ por unas 5 horas) y conducimos bajo la lluvia hacia Harvard, en la población vecina de Cambridge, al otro lado del río Charles. Vuelve a lucir el sol cuando aparcamos en zona azul, poniendo 1$ en el parquímetro, suponiendo inocentemente que la visita no nos llevará más de 15 minutos. Dando solamente un pequeño paseo por el campus, y sacando unas fotos a la estatua del fundador, se nos van más de 40 minutos y 25$ de multa que debo pagar por internet al llegar a casa de María.





Ya en el coche, damos una vuelta por Cambridge buscando el edificio del MIT sin éxito y ponemos rumbo a nuestro barrio. Nos paramos a hacer unas compras de productos de higiene y unas galletas en un Super Market Basket y, ya en la casa, aparcamos, hoy sí, en la calle residencial, ahorrándonos 20$ (que ya pagaremos con creces por la multa). Nos arrastramos como podemos hasta el local en el que ayer no nos dieron de cenar (estamos exhaustos), y cenamos bastante bien por menos de 50$. El local se llama Harp and Bard, y está a 4 manzanas de la casa, por suerte. El barrio es bastante tranquilo y no hay peligro en deambular por la noche en la zona.
Distancia recorrida: 19 millas.
30/6/19:
Ayer por la noche llegaron inquilinos a la habitación de al lado, o sea que ya no tenemos el baño para nosotros solos. Esta mañana nos han ganado la partida y lo ocupan antes que nosotros, o sea que tenemos que ganar tiempo antes de ducharnos. Una vez listos, nos subimos en el coche (que milagrosamente no ha sido multado), y nos dirigimos a desayunar al Starbucks planeado para ayer. Tras gastarnos unos 19$ en bagels, café y zumo, volvemos a Boston, dirigiéndonos a la zona en la que se encuentra el USS Constitution, el barco de guerra más antiguo del mundo que aún pertenece en activo a la flota de los USA. El acceso es gratuito, pero no el aparcamiento, por el que nos cobran 20$ para poco menos de hora y media de visita. El día está nublado, y nada más llegar a la pasarela de embarque, empieza a caer una tenue lluvia. El barco ha participado en varias guerras, operaciones navales contra piratas y como buque escuela. Fue botada en 1797 en Boston.



Embarcamos y damos una vuelta por la cubierta principal antes de adentrarnos en el interior de la fragata para examinar la zona de los cañones, los aposentos del capitán... Si lo visitáis y medís más de 1,60, ojo con la cabeza. Estoy seguro de que o todos los tripulantes eran gnomos, o acabaron todos con una especie de joroba adquirida por el hecho de ir con la cabeza agachada todo el día.
Al volver a la cubierta, nos asomamos por uno de los lados (nunca sé si babor o estribor), y a Ada se le caen las gafas al agua. No han llegado a las 24 horas en su poder...Esta cría es un desastre. Como no, para mostrar su disgusto, ataque de risa para los 3 durante un buen rato.






Saliendo del barco, pasamos por el dique seco en el que se arreglan o botan barcos, con paneles informativos de su funcionamiento, y llegamos al museo-tienda. Como el museo es de pago, nos quedamos en la tienda, esta vez sin hacer gasto.


Curioseamos un rato, y volvemos al coche para dirigirnos al Museo de la Ciencia, situado justo sobre el río Charles, como parte de un puente. La entrada no es para nada barata, pero como hay una exhibición (Bodies) que nos quedamos con ganas de ver en Las Vegas hace años, pagamos los billetes y empezamos a explorar el museo. Antes de adentrarnos en sus profundidades, tomamos un café con leche para matar el gusanillo hasta la hora de comer.
Evidentemente lo más interesante es la exhibición de Bodies (aprensivos abstenerse), y la zona de los dinosaurios. Hemos acabado de pasar la mañana y nos disponemos a comer en la misma cafetería del museo, que tiene gran variedad para escoger. Mientras estamos en el comedor, con grandes ventanales que dan al río, el cielo se oscurece y cae poco menos que el diluvio universal durante un buen rato. Por suerte nos ha pillado bajo techo, porque si llegamos a estar callejeando...
Cuando vemos que la lluvia disminuye de intensidad, pasamos por la tienda de souvenirs del museo (camiseta para Ester), y vamos al párking, previo pago de los 23$ de tarifa para las horas que hemos estado aquí.











Nuestro siguiente destino, nos lo venden en las guías de Boston como la calle y uno de los lugares más fotografiados de Boston. Es mono, pero no hay para tanto. Apenas hay gente y podemos sacar un par de fotos decentes sin alejarnos del coche, pues no hay sitio legal para aparcar, y hemos dejado el coche en mal lugar.



Yendo arriba y abajo por Boston y a nuestro alojamiento, hemos agotado la poca gasolina que venía en el coche cuando lo cogimos, así que nuestra prioridad ahora mismo es encontrar una gasolinera para llenar el depósito, en reserva ya. Tras un par de vueltas y consultas en google maps, al final damos con una en la que repostar 42$ para estar tranquilos un par de días.
Habiendo visto lo que creemos principal en Boston, optamos por volver a la zona de Quincy Market, aparcamos (20$ más por un par de horas), y damos una vuelta por la zona para finalmente entrar a cenar al Hard Rock situado al lado del popular mercado. Por lo menos, aquí podemos cenar sentados tranquilamente. Después de cenar, y aún cayendo cuatro gotas, volvemos a casa de María a pasar nuestra última noche en la ciudad. Hoy toca pagar por aparcar de noche otra vez. Mañana por la mañana, antes de salir, pasaremos cuentas con la propietaria.




Distancia recorrida: 26 millas.