Nota: éste es nuestro segundo viaje por la zona, si quieres consultar el primero puedes visitar el anterior diario: www.losviajeros.com/ ...hp?b=16363
9 de septiembre de 2019
Dejà vu consumista es un buen título para lo que hoy corresponde narrar. Y es que no importa cuántas veces hayamos ido a centros comerciales de la franquicia Simon Premium Outlets (empezando por el de Woodbury cuando ni siquiera ese era su nombre allá por 2008), ni que en apenas un lapso de tres años esta sea la tercera vez que vamos a pasar por él: Seattle Premium Outlets, la gran superficie de tiendas de descuento de primeras marcas en el condado de Everett, espera una nueva visita por nuestra parte. Así que es previsible lo que viene a continuación: el cuento de cómo saltamos de una tienda a otra y vamos engordando el gasto del viaje con material para llenar unos armarios de casa que ya están muy por encima de su capacidad.
Antes de sacar la tarjeta, pongámonos en contexto. Nos despertamos alrededor de las 7:00 en este apartamento/granja en Duvall, a una hora del centro comercial. Mientras desayunamos sintonizamos las noticias, y deducimos que la tormenta que ayer caía sobre Seattle era cualquier cosa menos normal cuando se pasan una hora cubriendo la noticia y recorriendo los desperfectos e imprevistos que provocó por toda la zona. A las 8:40, sin lluvia pero con el cielo nublado y con las gallinas del corral de nuevo en silencio tras su misa de primera hora, nos ponemos en marcha. Apenas una hora después, a las 9:45, estamos estacionados en uno de los aparcamientos cubiertos del outlet, en previsión de las lluvia que siguen anunciando en el servicio meteorológico. A las 10:00 suenan las trompetas -metafóricamente, pero tampoco me sorprendería que fuese literal-, las tiendas abren sus puertas y nos lanzamos cual aves de presa a por las perchas y estanterías, no sin antes pasar por la oficina de atención al consumidor para conseguir un mapa. Esta vez no hace falta recoger el talonario de descuentos a cambio de inscribirnos gratuitamente como socios en la página web de la franqucia: tenemos todos los chollos a dos clics en su aplicación para móviles.

Preparados, listos...
Que la primera parada sea en Tommy Hilfiger es ya una tradición. Que yo no me lleve nada pero L arrase y la bolsa que te ofrecen a la entrada se le quede corta, también.

... ya
En Hot Topic ocurre lo de siempre: mucho merchandising de cultura pop que te esboza una sonrisa, pero salimos con las manos vacías. Llevarse un "Dundie" de los que Michael Scott repartía en Dundler Mifflin es toda una tentación, pero el tamaño de la estatuilla es excesivo para nuestro equipaje.
Con Aeropostale tengo una tímida reconciliación tras varias decepcionantes visitas. La oferta de tres camisetas por 30 dólares me tienta lo suficiente para volver a comprar algo tras no volver a ver esas camisas y sudaderas de la marca que tanto me gustaban.
En Skechers no había duda. No hay una sola vez en la que entrar en su tienda no haya conllevado salir de ella con varias cajas de calzado. Esta vez le sale un competidor a las palabras mágicas "Memory Foam". Algunos pares de zapatillas con la tecnología "Gogamat" parecen tan cómodas o más, así que contra la indecisión, nos llevamos modelos de ambos casos.
GAP siempre es sinónimo de encontrar cosas que nos entren por los ojos, aunque esta vez no desato tanta locura como en ocasiones anteriores. L en cambio, sí que bate un récord. Y es que concretamente en el GAP de este outlet la sección para mujeres es del orden de 2 o 3 veces más grande que la sección de hombre.
La oferta de dos tejanos por 80 dólares en Levis siempre resulta tentadora.
Con un buen puñado de la selección de tiendas que hemos planificado ya tachada de la lista, hacemos el primer viaje hasta el coche. Sufrimos de un diluvio universal en el camino hasta el aparcamiento, así que nos metemos en el vehículo y esperamos a que amaine antes de regresar a los pasillos al aire libre del centro comercial.
Pasan los minutos y la lluvia no parece amainar, así que hacemos de tripas corazón y corremos bajo el aguacero para regresar a la zona de tiendas arrimándose a cualquier toldo que se cruce por el camino. No quedan tantas paradas que hacer en este segundo asalto: un par de cosas en Calvin Klein -los precios de todo el género que no está de liquidación impide comprar mucho más- y una última parada en Abercrombie & Fitch, en la que siempre hay algo que nos llama la atención. A las 14:15 ya hemos terminado. Cuatro horas dedicadas al outlet es menos tiempo de lo habitual para nosotros, pero no tenemos armario suficiente para cargar con más.
Sabemos que ayer ya estuvimos en un Applebee's y con eso habríamos cubierto el cupo, pero... la cadena de comida americana tiene un local tan cerca de aquí que sería un pecado no repetir. Llegamos enseguida y, repasando la carta, hoy elegimos acogernos a la oferta de "2 for 27$" que nos incluye dos platos principales y un entrante para compartir. El entrante son unas alitas de pollo deshuesadas, y nos repartimos un pollo con gambas y unas costillas de cerdo a la barbacoa.

2...

... for 27$
Lo último que hacemos en Estados Unidos es llenar el depósito en una estación de servicio 7-Eleven. Nos dirigimos hacia el paso fronterizo con Canadá, y nos da la bienvenida con muchos menos vehículos aguardando su turno en comparación a cuando hace 3 años la cruzamos a primera hora del día. Tras solo un par de preguntas de control la barrera se levanta y los cielos se abren coincidiendo con nuestra despedida de los dominios del Sr. Trump. ¿Casualidad? Que cada uno juzgue por su cuenta. Tras superar un túnel con algo de congestión de tráfico y varios kilómetros más hacia el norte son las 18:00 cuando llegamos a nuestro nuevo alojamiento, una descomunal casa en Richmond, una ciudad de la Columbia Británica a escasos minutos del Aeropuerto de Vancouver en el que empezó y terminará nuestra aventura.
Ante la ausencia de nadie para recibirnos, utilizamos las instrucciones que el anfitrión nos ha hecho llegar a través de Airbnb para localizar la entrada lateral a nuestro pequeño apartamento anexo a la casa y abrir la puerta introduciendo el código proporcionado. Mientras descargamos nuestras cosas aparece: se trata de un hombre de rasgos asiáticos y alrededor de los 50 años, con una sonrisa en la cara y algunos apuros para comunicarse en inglés. Antes de que apareciera nos ha dado tiempo a descubrir que no tenemos forma de lavar y secar nuestras cosas, así que le preguntamos si habría posibilidad de utilizar su coladuría para no llevarnos en la maleta demasiada ropa sucia. No pone ningún problema, y cuando minutos después llamo al timbre de la puerta principal para entregarle el cesto, puedo ver tímidamente el interior de la vivienda con un descomunal salón con una sobrecargada escalera digna de Downton Abbey que sube hasta la planta superior.

Nuestro último hogar temporal

La cocina nada más entrar

El baño

Las últimas horas
El siguiente paso es otra tradición en nuestra estancia antes del día en el que regresamos a casa: reorganizar nuestro equipaje y comprobar el peso de cada maleta. La mía se queda a 5kg del límite de facturación y la de L a 7kg, así que tenemos margen de sobra en caso de que mañana queramos hacer alguna compra de última hora. Pasamos el rato descansando en la estancia principal de nuestro apartamento, un dormitorio con mesa anexa y una cama tan grande como era de esperar en una casa de este tamaño. Al cabo de un rato nuestro anfitrión regresa con la ropa limpia, seca... y hasta doblada. Terminamos el día con un nuevo capítulo de Orange Is The New Black mientras ingerimos una cena de emergencia a base de sobras que nos hace lamentar no haber comprado algo más por el camino. Son las 22:00 y sabemos que, con tal de despertar mañana lo más tarde posible, deberíamos aguantar un poco más. Pero estamos en reserva y los párpados se caen. Buenas noches por última vez, Canadá.

Resumen de la jornada