Trakai fue la segunda capital de Lituania como tal, tras Kernavé, aunque la primera a efectos de importancia. Fue fundada por el rey Vitautas (héroe nacional), uno de los duque más importantes del ducado, tanto por mantener sus extensos territorios como por acogerse de manera implícita al cristianismo y ya de forma definitiva (de hecho fue bautizado).
Durante el siglo XV, la ciudad vivió su momento de prosperidad, acogiendo grupo de numerosos lugares: Polacos, rusos, judíos....caraítas.... Este último grupo proceden de la actual Crimea, de habla turca, y donde aún queda algún vestigio en la ciudad (ese dia comimos en un restaurante caraíta).
La estructura del castillo per se, quizá no fuese tan impactante, pero el que estuviese en medio de un lago rodeado de bosques lo hace único y original.
Paseamos por el cuidado pueblo de casitas encantadoras. Visitamos un par de iglesias, nos dimos un homenaje en una chocolatería, conocimos los alrededores del castillo y luego entramos al mismo. El patio de armas era irregular , y se veían las vigas de madera que sujetaban las plantas. A lo largo de diferentes salas había objetos de porcelana y otra vitrinas curiosas como la evolución de las pipas a lo largo de los siglos, armaduras, armas, cotas de malla...carteles explicativos también sobre la historia del castillo, y como fue su restauración. Era un castillo en ruinas que en el siglo XIX ya fue objeto de atención a raíz del movimiento romántico europeo. En el siglo XX, bajo el dominio del Imperio ruso, comenzó su restauración, paralizada a lo largo del siglo por las guerras mundiales y el dominio soviético (Trakai era un símbolo puramente lituano y al parecer no se quería dar alas a dicho sentimiento). Finalmente, entre los 80 y 90 se terminó por fin dichas obras.
Salimos del castillo y tras comprar unos souvenirs por encargo, miramos donde comer. De casualidad, vimos un restaurante que se llamaba Kybynlar, con comida caraíta y lituana. Entramos. La decoración tenía reminiscencias orientales aunque el lugar no era especialmente bonito. La comida estuvo bastante bien, tomamos berenjena gratinada (una suerte de Moussaka) y empanadillas típicas. La forma de cocinar no se parecía a la lituana con sus secos Cepelinai (para gustos colores...y ese plato no es para mi). Salimos a unos 30e entre los dos con bebidas incluidas y la Macarena de Los del Río sonando de fondo.
A las 19:10 salía nuestro bus de vuelta a Vilnius. Cenamos de lo que habíamos comprado en el supermercado el día que llegamos a Vilnius e nuestra segunda estancia, y contentos (yo y estaba casi bien






