El amanecer nos sorprendió arrebujados en la manta masai con la bolsa de agua caliente. No olvidemos que estamos en el invierno de Kenia y que Masai Mara se encuentra por encima de los 1.500 m. de altitud.
Es nuestro primer amanecer en el Mara.

La noche pasada ha sido inquietante. Dos hienas a dúo, aullando por turnos. No era su risa. Era un uuuuhhúú, uuuuuhhúúú que te ponía los pelos de punta.
Nos dicen que los chicos habían matado un cabrito y que habían acudido al olor. Pero que se chinchen, que se habían quedado sin banquete.
Vamos hacia una zona boscosa en la ladera de una colina, no muy lejana del campamento. En ella se refugian algunos rinocerontes negros porque es uno de sus hábitats favoritos. Con mucha arboleda y arbustos para ocultarse.
Salen fuera de los arbustos por la noche y al amanecer pero en cuanto ven luz tienden a esconderse en la espesura. Son animales huidizos y solitarios.
Alcanzamos a ver su enorme trasero adentrándose en los primeros árboles de la colina. Mecachis… , que poquito nos ha faltado.
La diosa fortuna tenía que estar aún dormida y no nos ha favorecido en esta ocasión.
La mañana ha comenzado con traseros grandes. Otro trasero enorme que vemos corresponde a un hipopótamo que regresa rápidamente a su charca.
Tras la fallida intentona de ver un rinoceronte negro, nos trasladamos en busca de nuevas aventuras.
Y no tardamos en encontrarlas.
Un magnífico ejemplar de león macho adulto, con su melena dorada ondeando al viento, camina entre la abundante hierba y algunos arbustos. Se acerca a un compañero que se encuentra totalmente dormido y apenas si se distingue, casi camuflado entre la alta hierba.


Se sienta cerca de él sin despertarlo. Estuvo todo el rato mirando a su alrededor. Por momentos sentía que nos estaba mirando a nosotros, que me estaba mirando a mí. La nobleza de sus ojos dorados no hacen imaginar de todo lo que son capaces de hacer estos felinos.


Estábamos enfrente de ellos, a dos metros escasos.
Estos dos leones machos es un ejemplo de coalición de machos para intentar sobrevivir en el Mara. Pertenecían a la manada de Sopa Valley en aquellos días. El que nos mira con ojos nobles es Osahabu y el que permanece dormido es Earless.
Una coalición bastante rara teniendo en cuenta que no son hermanos y que Earless, en su día, mató al cachorro de Osahabu.

Earless tenía, no hace mucho, otra coalición con otro león llamado Boxernose. Los dos leones fundaron su propia familia con una coalición de cuatro hembras. Tuvieron once cachorros. Una familia de 17 miembros.
Earless tiene este nombre porque nació con una oreja doblada y alguien le puso ese nombre. Y tiene un gran historial en su familia y en sus genes.
La manada de los Pantanos, Marsh Pride, se hizo famosa por su aparición en documentales de la BBC, los Big Cat.
Notch era una de las estrellas de Big Cat Week y Big Cat Live y fue el rey de Marsh Pride de 2004 a 2007.
Notch fue desterrado de Marsh Pride y se refugió en Mara North en compañía de sus cinco hijos y algunos de ellos entonces tenían dos años. Pero en un año crecieron y formaron la coalición más fuerte que se recuerda. Cinco adultos machos, más el papá, en la plenitud de sus facultades que tuvieron atemorizadas al resto de manadas de Masai Mara. Se especializaron en la caza de búfalos, alcanzando con ello gran éxito, pero tampoco se le resistían los hipopótamos, elefantes jóvenes y jirafas.
Con sus hijos intervino en un episodio de Big Cat Live en 2008
Esta coalición abrió una nueva página en la historia local de los leones. La coalición más fuerte y poderosa jamás conocida.
Durante su reinado fueron muchos los cachorros que engendraron, dejando una gran estela de su herencia genética.
Earless, el león que permaneció dormido y que no nos dejó ver su oreja doblada, es heredero directo del legendario Notch. Nació en 2011.
Notch murió a los 14 años, tras haber gobernado durante 10. Le siguieron dos hijos. Los otros tres hijos siguieron gobernando durante otro año y medio y luego fueron desapareciendo.
El día no ha hecho más que comenzar.
Vamos en busca del algo que no terminaba de enterarme pues estaba ensimismada con el paisaje, con las bonitas euphorbias que se alzan en las praderas de Masai Mara. Con las distintas agrupaciones de arbustos y arboleda, casi siempre, en medio de algún oasis o al margen de algún riachuelo.


Y tiene que tener cierta importancia porque no nos paramos ni siquiera para ver una pequeña reunión de hienas, con algunos buitres esperando. Habíamos visto hienas, pero en solitario.
Una mamá guepardo había cazado una gacela para sus tres cachorros. Y andaban afanados desayunando hasta que llegó la hiena que pretendía quitarles la presa.
Cuando nosotros llegamos, alcanzamos a ver como la hiena se estaba retirando, con todo el hocico ensangrentado. Es decir, que les había quitado la presa y estaba dando buena cuenta de ella.
Hasta que llegó el coche de los compañeros y enseguida nosotros. Entonces comenzó a retirarse de la presa, pero no huyó. Se quedó en las cercanías a la espera de que nos retiráramos y volver a la carga.


Porqué dejó la presa de los guepardos cuando llegamos nosotros?
Porque no tenía su conciencia tranquila, sabía perfectamente que estaba robando una presa ajena.
Claro está que esos no serían los pensamientos de la hiena. Pero un jeep en movimiento puede llegar a ser muy persuasivo.
Las crías guepardo ya están algo crecidas. Ya pasaron su edad del destete que suele ser entre los tres y seis meses. Pero aún les queda restos de la cresta de pelo en el lomo con la cual nacen y van perdiendo al crecer.
Son Raisi y su segunda camada de la que han sobrevivido tres de cinco cachorros. Nacieron en el mes de diciembre último, así que pronto cumplirán los ocho meses.
Raisi es una mamá soltera, una super mamá guepardo pese a su corta edad, cuatro años y medio. Con dos años y medio ya tuvo su primera camada. Y todo lo ha hecho sola, sin ayuda de ningún macho. Como suele ser lo normal en esta especie.
Ella solita ha sabido resguardarlos de los muchos depredadores que los acechan. Sus crías son el plato favorito de hienas, leones, leopardos y hasta babuinos. El porcentaje de mortalidad infantil en esta especie es de los más altos.
Cazar exitosamente para tenerlos alimentados y procurar que sus presas no se las roben los primeros que pasen. Y ahora tiene que comenzar a enseñarles las habilidades y artes de la caza.
Estaba claro para dónde se tenía que inclinar la balanza.
Las crías se acercaron tímidamente hacia la gacela, que ya le faltaba un cuarto trasero completo, y comenzaron a comer. La madre se queda vigilando.


Nos quedamos largo rato contemplando la escena. Estamos solamente el coche de los compañeros y el nuestro. Solo se escuchan los sonidos de la sabana y los de la comida de los protagonistas. Nadie se empeña en conseguir un mejor ángulo de visión.

Cuando ya llevan un rato comiendo, se acerca la madre, como a dar un bocado. Levantando la cabeza y mirando en dirección a la hiena. Una de las crías se hace con la labor de vigilancia para que la madre pueda comer con más tranquilidad.


Posteriormente la hiena se cansó de esperar y se marchó.
Los cuatro pudieron seguir comiendo.

La gacela tiene aún los ojos abiertos. Su mirada es normal, sin mostrar sufrimiento o sorpresa.
Si alguna vez, no hace tanto, me hubieran dicho que iba a estar largo rato contemplando como comen un guepardo y sus crías, que iba a ver como desgarraban la carne ensangrentada de su presa y que no me iba a perder detalle...…. No lo hubiera creído.
Aquí la vida cobra otra dimensión. La vida salvaje te envuelve. La vida y la muerte conviven continuamente. Y te vas convenciendo que eso es lo normal.

Y por cierto. Estos felinos son de lo más limpio comiendo. Nada de hocicos ensangrentados. En cuanto se manchan se van limpiando con la lengua.
Nos retiramos contentos por las escenas que hemos vivido y porque, quizá, hemos contribuido a que por lo menos en esta ocasión la hiena no los haya dejado sin comida.
A los pocos minutos nos encontramos a una gran jirafa. En su postura cómica al agacharse a beber agua. En esa postura son totalmente vulnerables, pero no hay peligros a la vista. El animal más alto de la tierra y del que casi todo el mundo se enamora.
Este ejemplar tiene unos grandes cuernos y sus manchas tienen una coloración especial, son como más oscuras. Y ciertamente estas manchas están más oscuras porque se trata de un macho ya mayor. Conforme se hacen mayores las manchas del cuerpo oscurecen y las de la cara van perdiendo coloración. Sus cuernos son más grandes.
Su mirada refleja la nobleza y sabiduría que da la edad, pero también la nostalgia por el tiempo pasado.
No me puedo olvidar de aquella imagen.


Y en pocos minutos más estamos frente a una pareja de leonas adultas. Guapísimas. En su postura favorita, una tumbada y otra en posición de esfinge. Descansando en lo alto de uno de estos afloramientos rocosos, los kopje. Clásica estampa de leones. Con el abrevadero cerca.

Una de ellas, al menos, nos entretiene con su ritual de embellecimiento alternado con síntomas de duerme – vela. Hasta que se levanta, despierta a la amiga o hermana y se vuelven ambas a contemplar la infinita sabana, dándonos la espalda…. Pesados mirones ….



De estas leonas no tengo historia. Pero me la puedo inventar.
De seguro que tienen ya a su prole casi criada. La misma andará aprendiendo nuevas posturas de descanso y estiramientos en algún lugar soleado y fresco, no demasiado lejos. Ambas tienen unas horas de asueto y soledad hasta que tengan que volver a cazar cuando el resto de la manada vuelva. O el macho dominante venga con alguna exigencia…..
Sobre las ocho de la mañana llegamos a orillas del Sand River.
Cuando se madruga cunden las tareas.
El Sand River, río de arena, tiene muy bien puesto su nombre. En un cauce en el que circula poca agua y abundan los bancos de arena. También tiene otro nombre más complicado, Longaianiet. Es uno de los afluentes del río Mara con un curso de agua estacional y por esta zona hace a veces de frontera con Tanzania.
Este río lo vimos en varias ocasiones y siempre me gustaba la belleza de sus paisajes.
Es un decorado perfecto para tomarse un reparador desayuno. No todos los días puede uno contar que desayunó a orillas del Sand River.
Nuestros rastreadores y conductor preparan, con la rapidez que da la experiencia, las mesas y sillas, de madera, y enseguida tenemos a disposición un estupendo desayuno. No faltan los zumos, fruta cortada y envasada, huevos cocidos, tortitas, algún dulce, café…..

Mientras lo preparan me voy a explorar algo la orilla. No se puede ir muy lejos. Pero es muy buena la sensación de desentumecer las piernas con este decorado. Las escarpas del río tienen claras señales de paso de animales. Algunos cientos de ñus, cebras y gacelas habrán pasado en algún momento por aquí. Ahora están más adentrados en el Mara.


La temperatura ya ha subido y comienza a sobrarnos ropa. La bolsa de agua caliente ya no es necesaria pero la usamos para lavarnos las manos.
Hay un aviso atrasado de Jhonson que no se había oído por estar fuera del coche. Aviso de un leopardo con su presa en lo alto de un árbol.
A todo correr hacia el punto indicado. Pero el retraso nos pasa factura. Aquello ya está petado de coches y del leopardo no se ve casi nada. Está escondido en la espesura del árbol y es bastante lejano.
Así que nos retiramos y retomamos la idea inicial de acabar la mañana en el mercado del martes. Un mercado hecho por masais para gente masai. Un mercado doble, de ganado uno y de diversos géneros el otro. En el mismo poblado.
En la siguiente etapa cuento lo de este mercado.
De camino nos encontramos medio dormido, medio agazapado, un león joven. Su melena corta y dorada denota su juventud. Los machos más adultos señorean una melena más abundante y que, con la edad, se va volviendo más oscura.

El pobre tiene un futuro incierto. Se ha criado querido por su familia. Ha llegado a su juventud y se encuentra que es expulsado de su refugio natal por los machos dominantes de su misma familia. Los machos quieren seguir siendo los dominantes y temen que el joven llegue a ser una competencia para su reino y su corte de hembras.
Su propia aventura acaba de comenzar. Obligado a vagar sin rumbo fijo, a cazar por sí mismo
Tiene que enfrentarse a la vida y formar su propia manada. Tendrá que desafiar a otro león macho de otra manada diferente para ocupar el puesto de macho dominante. Es la única forma de que las hembras lo acepten y quieran tener descendencia con él. Creará su propia familia.
Si no encuentra pronto otro macho joven con el que hacer coalición, lo va a tener muy duro. No se sobrevive solo por estos lares.

En el camino hacia el poblado donde se celebra el mercado semanal pasamos por zonas menos conocidas, que no habíamos transitado con anterioridad.
Entre colinas se forma un valle en el que se concentran gran cantidad de animales, parece un jardín del Edén. Jirafas, ñus, cebras, gacelas, facóceros, antílopes, elefantes…. Es el valle de Olooloimutia. Un disfrute para nuestra vista.


Realizamos la visita al mercado) y volvimos al campamento para la comida.
Entre los matorrales y abundante vegetación vive feliz una familia de elefantes. La matriarca, algunas hembras y alguna que otra cría a la que no pierden de vista el resto del grupo.



Los elefantes son los animales terrestres más grandes del planeta. Son gregarios y viven en comunidad. Una especie de matriarcado porque una única hembra adulta es la que conduce el grupo.
La matriarca es la que mejor sabe encontrar agua y comida, defender a las crías.
Los machos son secundarios en esta comunidad. Están en la manada hasta que llegan a la edad adulta en la que se separan del grupo para vivir en solitario o hacer algún grupo de machos solteros. Se aparean con las hembras pero enseguida se retiran y no tienen nada que ver con la educación y mantenimiento de las crías. De estos sí que vimos pocos.
En varias ocasiones cruzamos un riachuelo (uno de tantos), que discurre entre rocas y genera vegetación en sus bordes. Entre estas rocas y tomando el sol se nos quedaba mirando un extraño lagarto vestido de azul y rojo, al igual que el traje de Spiderman. Es el lagarto Agama.

