En marzo de 2017 tuve que ir un par de días a Hamilton por trabajo y aprovechamos para convertirlo en una mini escapada, ya que teníamos ganas de visitar las cuevas de Waitomo y no quedan muy lejos de allí.
Durante mi estancia en Hamilton aproveché para visitar la que posiblemente sea la mayor (y única?) atracción turística de la ciudad: Hamilton Gardens, unos jardines preciosos y cuidados al milímetro por donde es un auténtico placer perderse. Hay distintas zonas y colecciones, con ejemplos de jardín japonés, indio, tudor, surrealista, de hierbas, maorí… La entrada es gratuita.
Hamilton Gardens
De camino entre Hamilton y Waitomo entramos a visitar Otorohanga Kiwi House, un centro de conservación de fauna, incluidos kiwis, aprovechando el 2x1 de la revista Arrival. Fue la primera vez que vimos un kiwi, y son unos bichos de lo más graciosos. En general no soy nada partidaria de ver animales en cautividad, pero la triste realidad de NZ es que la población de depredadores es tan grande que sin estos centros de conservación y sus programas de reproducción en cautividad (y posterior reintroducción en el bosque) es posible que los kiwis se hubieran extinguido ya. Además de kiwis, tienen varias aves endémicas (kea, tui, kereru, kaka, weka, whio, karearea, kakariki y varias especies de pato) y también reptiles como el tuatara.
Las cuevas de Waitomo son unas famosas cuevas calizas cuyo nombre maorí significa algo así como agua que fluye por el agujero. Se empezaron a explotar con fines turísticos a principios del siglo XX, y hoy en día son uno de los mayores reclamos turísticos de la isla norte. Lo que las hace especialmente llamativas es la presencia de glowworms, un bichito endémico de NZ que en su fase de larva emite una luz azulada para atraer otros insectos, con los que se alimenta. Al contrario de lo que mucha gente piensa (y lo que su nombre sugiere), no son gusanos sino una especie de mosquito. Las larvas tejen unos hilos de seda que cuelgan de la pared de la cueva y tienen gotitas de un fluido pegajoso. Cuando la luz que emiten atrae algún insecto y este se queda pegado en los hilos, las larvas simplemente tiran del hilo para arriba y se comen al incauto insecto… vivo. Esto que suena tan poco atractivo en realidad es bastante fascinante, y un espectáculo digno de ver, especialmente cuando en una cueva se juntas cientos de puntitos de luz. Waitomo no es el único lugar de NZ donde se pueden ver glowworms ni mucho menos, pero sí es el más famoso y más explotado. Las cuevas más famosas y más visitadas son Waitomo Glowworm Cave, Ruakuri Cave y Aranui Cave. Estas tres cuevas son gestionadas por el mismo operador, www.waitomo.com. Waitomo Glowworm Cave es la más famosa y la que incluye un tranquilo paseo en barca. Ruakuri se puede visitar andando pero también es donde se hacen los tours de Black Water Rafting. Lo del black water rafting es un deporte de aventura muy kiwi que consiste en recorrer las cuevas, a oscuras y generalmente llenas de agua, enfundado en un neopreno y con distintos niveles de dificultad/empapamiento, y puede incluir desde simplemente flotar tranquilamente en un donut gigante hinchable hasta rápel en cascadas dentro de la cueva. Personalmente, creo que esta es la mejor forma de visitar Waitomo, porque además de pasártelo genial con un grupo pequeño de gente haciendo el cabra dentro de las cuevas también podrás disfrutar de los glowworms. Yo, que soy muy muy friolera, no las tenía todas conmigo, pero tenía claro que quería probarlo. El agua en las cuevas tiene una temperatura más o menos constante todo el año de unos 12C, y por eso es necesario el neopreno. Lo bueno es que es de las pocas actividades en NZ que se pueden disfrutar exactamente igual si está lloviendo, a no ser que sea una lluvia torrencial que suba demasiado los niveles de agua en las cuevas (y por supuesto, esto es lo que nos pasó a nosotros).
Teníamos claro que queríamos explorar las cuevas con algún tour de black water rafting. Lo difícil era elegir. Además de los tours que ofrecen en la Legendary Black Water Rafting Co (el Black Abyss y el Black Labyrinth), hay otros operadores que se adentran en otras cuevas y tienen tours alternativos. Después de mucho mirar y comparar, el que más me llamaba la atención era el Lost World Epic All Day Adventure, cuyo título tan rimbombante en teoría hace justicia a una aventura que empieza con un rápel de nada menos que 100 metros para adentrarte en la cueva seguido de varias horas nadando, reptando y haciendo el cabra por dentro. Son entre 7 y 9 horas y el precio incluye comida, cena y fotos que te hacen los guías. No es para nada barato: $432 por persona hace 3 años (y veo que ahora ha subido a $535!! qué locura… mi sueldo no ha subido un 25% en estos 3 años!), pero se me metió entre ceja y ceja y nos dimos el capricho porque no íbamos a visitar ninguna otra cueva. Pero tuvimos la mala suerte de que nuestra visita coincidió con unas lluvias bastante fuertes y el nivel de agua en la cueva estaba demasiado alto para poder hacer el tour, y en esos casos lo que hacen es cambiarlo por dos tours de medio día: el Lost World Half Day más el Haggas Honking Holes. El primero es la versión corta del que habíamos contratado, que empieza con el mismo rápel de 100 metros y luego se adentra en la cueva para ver glowworms, estalactitas y estalagmitas, pero sin meterse en la zona de agua (este tour se considera “seco” y no necesita neopreno). La bajada en rápel fue increíble, suspendidos en ese agujero gigante en medio de la lluvia… creo que no se me va a olvidar nunca. Era la primera vez que hacíamos rápel y nos encantó. Da un poco de cosilla cuando te asomas desde arriba y no ves el suelo, y te dicen que te vas a descolgar por ahí tú solito, pero luego no es para tanto. Fue más dura la escalera de 30 metros que tuvimos que subir dentro de la cueva; 30 metros completamente verticales de peldaños de esos en los que necesitas tanta fuerza en los brazos como en las piernas. Y además no podíamos pararnos a descansar, había que intentar subirlo del tirón… Éramos un grupo pequeño de solo 4 personas y nos lo pasamos genial. Es un tour muy recomendable para quien quiera adrenalina pero prefiera no mojarse. El guía nos hizo fotos durante el recorrido que luego compartió en Dropbox, algunas de ellas muy chulas (fijaos en los glowworms):
Lost World Half Day
Nos dieron de comer y nos llevaron a la segunda actividad del día. El Haggas Honking Holes es una actividad de varias horas atravesando una cueva inundada, rapelando por cascadas y reptando por estrecheces, todo esto con un neopreno y un casco con lintera. El agua estaba fría, sí, pero sorprendentemente te acostumbras enseguida y no lo pasé tan mal como esperaba (y os repito que soy muy friolera y no me gusta nada el agua fría). Nos encantó la actividad. El rápel de por la mañana fue increíble por ser largo y el primero, pero hacerlo a oscuras y con un torrente de agua cayéndote en la cabeza, aunque sean solo unos metros, fue otra experiencia para no olvidar. Era como hacer barranquismo en una cueva, y se lo recomendaría a cualquiera que quiera adrenalina y que no tenga claustrofobia. Hubo un momento que apagamos las linternas y nos quedamos flotando en el agua observando los glowworms. En fin, aunque no pudimos hacer el Lost World Epic, estas dos actividades no nos defraudaron. Fue un día de 10.
Haggas Honking Holes
Al día siguiente teníamos que volver a Hamilton pero lo hicimos por el camino largo, desviándonos hacia la costa, aprovechando que había dejado de llover y hacía hasta buen tiempo. La primera parada del día fue el Mangapohue Natural Bridge, un corto paseo para ver un arco de piedra a 17 metros de altura que en realidad son los restos de una antigua cueva colapsada.
Mangapohue Natural Bridge
La segunda parada fue Marokopa Falls, una cascada de 35 metros de altura que en ese momento y gracias a las lluvias de los días anteriores iba bastante cargada de agua.
Marokopa Falls
La última parada del día fue en Kawhia Beach, una playa con la particularidad de que si escarbas un poco en la arena te encontrarás agua caliente. Es como la prima desconocida de Hot Water Beach en Coromandel, y poca gente la visita. Es una zona con mucha cultura maorí, y en febrero se celebra allí el Kawhia Kai Festival, con comida, cultura y bailes maoríes y considerado como uno de los “top 10 indigenous events in the world” por Lonely Planet. La playa en sí es grande y salvaje, con vegetación y dunas, parece más una playa para hacer surf que para bañarse, pero con el añadido del “spa casero háztelo tú mismo”. Y sin tener que pegarte con otras 10 personas por un hueco, como en Coromandel.
Kawhia Beach
De aquí ya fuimos directos a Hamilton para nuestro vuelo de vuelta a Wellington. Fue un fin de semana intenso y bien aprovechado.