El jueves teníamos concretado ir a Chichén Itzá en taxi. Anteriomente, había llamado por teléfono al taxista (Arturo) y concretamos fecha y hora: estaríamos a las 6 de la mañana en el arco de entrada de la playa de Akumal.
Aquí tropezamos con la problemática de los taxis en México. Como cada zona tiene sus sindicatos y taxis exclusivos, resulta que a Arturo, esa semana, no le tocaba recoger en el Sirenis, vamos, que no podía entrar por nosotros.
¿La solución? Teníamos que coger cualquiera de los taxis del parking (sólo había uno ese día, a esa hora) y decirle que nos llevara a la entrada de la playa de Akumal. El importe se lo descontaríamos al propio Arturo (como nos dijo) de lo que le pagamos por la excursión (1.800 pesos).
Pero, volviendo al principio, el día amaneció con lluvia. Cuando salimos de la habitación lo vimos todo mojado, aunque en ese momento ya no llovía. ¿Se nos aguaría el día...?
Nos fuimos a desayunar a eso de las 5,30 al buffet. La comida fue de supervivencia: unos bollos del día antes, el café y algún zumo. Casi no tenían puesto nada más.
Tomé una magdalena para más adelante y una vez terminado, nos fuimos para el taxi que nos llevó a Akumal (100 pesos).
Allí disimulamos mientras este taxista se iba, pero ya estábamos viendo el taxi de Arturo aparcado allí, esperándonos en su Jetta automático.
Después de los saludos de rigor, etc, emprendemos el camino. El cielo estaba totalmente cubierto, pero confiábamos en que al menos, no nos lloviera...
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Camino a Chichén
Todo el trayecto lo encontré muy bonito, tanta selva, vegetación por todos lados, el aire olía estupendamente (no quisimos llevar el aire acondicionado puesto, porque se estaba muy bien). La carretera, más mala, pero más bonita que la de la costa. Paramos en Valladolid a tomar algo en una extraña cafetería situada en un aparcamiento directamente, y rápido a emprender camino a Chichén.
Cuando llegamos aún no había mucha gente, eran las 8,30. Se nos ofrecieron un par de guías, pero siguiendo mi táctica en este viaje, quería hacerlo a mi aire y por mi cuenta, así que entramos solos y nos fuimos para la Pirámide. A veces caía alguna gota de agua..., pero nada preocupante. Los puestos se estaban montando todavía...
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Pirámide de Kukulkán
Seguimos aproximadamente el recorrido sugerido en una de las guías de viaje, en la que se hace un itinerario por lo más destacado del Chichén nuevo y el viejo, pero lo cierto, es que en algún momento nos despistamos y llegamos a ver edificios, etc, que no entraban en nuestros planes y fue divertido, como cuando terminamos al lado del Cenote Xtoloc.
Pero como está mejor indicado que Tulúm, localizando en el mapa la zona o edificio donde estás, no es difícil volver al buen camino, y así nos fuimos al Grupo del Osario:
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Osario o Tumba del Gran Sacerdote
y el Grupo de las Monjas, que me encantó, por todos los mascarones estilo "puuc" tan evidentes en las esquinas de los edificios, .
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La Iglesia y Las Monjas
Desde esta zona, volvimos a las cercanías de la entrada, pasando por el Caracol, etc., a ver el Gran Juego de Pelota y la Plataforma de los Cráneos:
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Tzompantli
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Panorámica
Por todo el camino estuvimos viendo las cosas de los puestecillos, pero, sinceramente, a mí me decepcionaron. No era tan barato como esperábamos (apenas 20 pesos de ahorro en algunas cosas) y la verdad, me pareció que la gente no tenía la habilidad ni la gracia negociadora que en otras zonas (por ejemplo, los países musulmanes), así que no compramos NADA. ¿Sorprendente, no? Me alegré mucho de haber hecho las compras cómodamente en Cancún.
Salimos de Chichén a eso de las 10. En líneas generales debo decir que me gustó mucho, muchísimo y sobre todo, me gustó ver los edificios "Puuc", porque siempre planeé hacer la "Ruta Puuc" de Mérida y a falta de ello (que ha quedado para una próxima ocasión), bien estuvo esto.
El cielo aún no había despejado, es más, estaba comenzando a chispear, de manera que nos dirigimos a la zona de cenotes de Valladolid.
Puestos a elegir cenotes, yo quería ver cualquiera, menos el cercano a Chichén. Sí, es muy bonito, es muy fresco, pero..., es muy artificial, por lo que he visto, con el cemento y esa cascada "preparada" cayendo desde arriba.
En fin, que con la carretera mojada llegamos al cenote Samulá. Era el que me parecía más curioso, porque lo atravesaban las raíces de los árboles. Esto me parecía interesante y fuera de lo común.
Así que entramos en compañía de Arturo, la bajada estaba super peligrosa y resbaladiza y no pensábamos meternos porque el día estaba cerrado en agua..., había gente bañándose muy tranquilos...
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Cenote Samulá
Nos tomamos un coco de los niños que te los venden fuera, les compramos una postal y ¡para Ek Balám!
Aquí empezó lo malo y lo peor: a medida que nos acercábamos, la lluvia que comenzó suave fue transformándose en un verdadero chaparrón, pero persistente. La carretera apenas se veía por momentos y casi volando entre el agua, llegamos al parking de Ek Balám.
En ese momento, era imposible bajarse: llovía a cántaros. Decidimos esperar unos minutos a ver si pasaba todo...
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Arturo se entretenía haciéndonos fotos
y esto fue lo único que vimos de Ek Balám (a través de la cortina de agua):
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¡Lamentable fracaso y decepción tremenda!, pero... ¡al menos habíamos visto Chichén!
Y como todo tiene su lado bueno, decidimos tirar para Valladolid y almorzar en uno de mis lugares prefijados: el Mesón del Marqués.
Así que cuando llegamos, Arturo aparcó por la zona, y con él, nos fuimos directos al patio del Marqués. Todavía estaba cubierto el cielo, pero no llovía.
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Patio de El Mesón del Marqués.
Allí pedimos un plato surtido con los productos típicos de la zona, unas cervecitas, etc. Todo estupendo, ¡qué bueno estaba!
Y a hacer la digestión paseando por la plaza, haciendo fotos y viendo todas las tiendecitas.
En una de ellas, "La Antigua", encontré por casualidad lo que ha sido para mí la "joyita" de mis compras: un Belén o Nacimiento, super gracioso y colorido. Por 200 pesos (menos de 12 euros), ni me lo pensé. Si vais por allí, en esta tienda es donde más baratos los he visto (y después los he visto en el hotel, la tienda de Xel há, en Playa...).
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¡Ay, qué bonito!
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Catedral de Valladolid
En fin, el resto del tiempo estuvimos dando una vuelta por allí, viendo el Museo de la ciudad, y hasta preguntando en las farmacias, porque yo tenía molestias en un oído (creo que a raíz de mis baños en la piscina del Grand Oasis Cancún) y quería comprarme unos tapones de silicona.
Ya de ahí, vuelta a la carretera y al hotel, a ducharnos, cenar y ¡dormir!