Llegamos el domingo a las 9:45 de la mañana. Para recoger el coche hay que coger unos minibuses gratuitos de la terminal del aeropuerto a la terminal de alquiler de coches. Salen de la misma puerta, pero no está señalizado, así que es un poco caótico. Igualmente, a pesar de una pequeña cola en Maggiore, no tardamos más de media hora en recoger el coche, informándonos bien de dónde teníamos que devolver las llaves, porque el domingo a la vuelta la oficina estaría cerrada.
Y hacia las 11 estábamos haciendo el check in en el hotel.
Para Palermo escogimos el Grand Hotel Des Palmes, céntrico pero tranquilo. Encontré una oferta por internet de 99€ la noche en habitación superior con parking gratuito, aunque al ser domingo nos “invitaron” a aparcar fuera, ya que no se pagaba la zona azul y tenían el parking cerrado hasta el lunes. No hubo problema porque había muchísimo sitio para aparcar. Es un hotel grande y señorial, lo encontramos perfecto en relación calidad precio.
Dejamos las cosas y en seguida nos fuimos a dar una vuelta por la ciudad. Fuimos al Duomo, recorrimos los alrededores, la Piazza Quattro Canti, la Fuente Pretoria... toda la parte señorial. Palermo es una ciudad muy majestuosa, pero un poco decadente. Me recordaba a partes de Florencia, que no están todo lo restauradas que deberían.
El Duomo de Palermo y la Piazza Quattro Canti
La fuente Pretoria
A primera hora de la tarde queríamos visitar las Catacumbas de los Capuchinos, que tanto nos habían recomendado. Decir que la zona cercana a las Catacumbas, al menos en verano, es una zona desértica. Cuidado si vais a la hora de comer, porque es difícil encontrar un restaurante, aunque sea para un triste bocadillo. Después de una enorme caminata, perdiéndonos porque la señalización es malísima, llegamos a las Catacumbas. Si volviera no dudaría ir en coche o coger un taxi, porque todo el camino hacia allí no merece la caminata.
Eso sí, las Catacumbas son espectaculares. Abstenerse claustrofóbicos y gente impresionable. Es un espectáculo escalofriante donde encontraréis miles de cadáveres del siglo XVI hasta el mismísimo siglo XX. Los monjes capuchinos descubrieron que los cadáveres, por las propiedades de esos túneles, se conservaban especialmente bien, y se dedicaron a embalsamar a todos los cadáveres que allí se enterraban. Ahora se pueden ver pasillos y pasillos, divididos por edades, oficios, sexos, etc... incluyendo un pasillo dedicado a los niños donde se puede ver a la famosa Niña Lombarda, una niña pequeña momificada en los años 20 que se conserva a la perfección... ¡escalofriante!
Las Catacumbas de los Capuchinos
La niña Lombarda
Tras la morbosa experiencia, volvimos a por el coche al hotel (en las mismas catacumbas nos pidieron un taxi para evitarnos la caminata) y salimos corriendo hacia Monreale para llegar antes de que nos cerraran el Duomo. Monreale es un pueblecito encantador a menos de 20 minutos de Palermo. El Duomo, su torre y el claustro son impresionantes. A mi me gustaron incluso más que el de Palermo... La entrada cuesta solo 2€.
El Duomo de Monreale
El claustro y las vistas desde la torre del Duomo
Volvimos a Palermo y tras una duchita en el hotel para recuperar fuerzas, dimos un paseo por el barrio de la Kalsa, el barrio árabe con su paseo marítimo. No sé si fue por ser agosto o por ser domingo, pero nosotros no tuvimos ningún problema en aparcar por Palermo, nos pudimos mover en coche cómodamente.
En vez de cenar el Palermo, nos dejamos convencer por la guía de National Geographic y nos fuimos al pueblecito cercano, playero y marinero de Mondello. No nos arrepentimos, porque es el típico pueblecito turístico donde los palermitanos van a pasar el día a la playa. Hay una avenida frente al mar llena de restaurantes. Más o menos todos ofrecen el mismo tipo de cocina marinera y pasta, así que escogimos el que más gracias nos hacía y por fin probé la Pasta a la Sarda, una de las más típicas de Sicilia. Son espaguetis con sardinas desmenuzadas. La verdad es que para mi era un sabor un poco fuerte y no era muy cómodo de comer por todas las espinas... ¡pero tenía que probarlos!
Tras la jornada agotadora, nos fuimos a dormir al hotel. El siguiente día íbamos a pasar todo el día en ruta y necesitábamos reservar fuerzas.
Y hacia las 11 estábamos haciendo el check in en el hotel.
Para Palermo escogimos el Grand Hotel Des Palmes, céntrico pero tranquilo. Encontré una oferta por internet de 99€ la noche en habitación superior con parking gratuito, aunque al ser domingo nos “invitaron” a aparcar fuera, ya que no se pagaba la zona azul y tenían el parking cerrado hasta el lunes. No hubo problema porque había muchísimo sitio para aparcar. Es un hotel grande y señorial, lo encontramos perfecto en relación calidad precio.
Dejamos las cosas y en seguida nos fuimos a dar una vuelta por la ciudad. Fuimos al Duomo, recorrimos los alrededores, la Piazza Quattro Canti, la Fuente Pretoria... toda la parte señorial. Palermo es una ciudad muy majestuosa, pero un poco decadente. Me recordaba a partes de Florencia, que no están todo lo restauradas que deberían.
El Duomo de Palermo y la Piazza Quattro Canti
La fuente Pretoria
A primera hora de la tarde queríamos visitar las Catacumbas de los Capuchinos, que tanto nos habían recomendado. Decir que la zona cercana a las Catacumbas, al menos en verano, es una zona desértica. Cuidado si vais a la hora de comer, porque es difícil encontrar un restaurante, aunque sea para un triste bocadillo. Después de una enorme caminata, perdiéndonos porque la señalización es malísima, llegamos a las Catacumbas. Si volviera no dudaría ir en coche o coger un taxi, porque todo el camino hacia allí no merece la caminata.
Eso sí, las Catacumbas son espectaculares. Abstenerse claustrofóbicos y gente impresionable. Es un espectáculo escalofriante donde encontraréis miles de cadáveres del siglo XVI hasta el mismísimo siglo XX. Los monjes capuchinos descubrieron que los cadáveres, por las propiedades de esos túneles, se conservaban especialmente bien, y se dedicaron a embalsamar a todos los cadáveres que allí se enterraban. Ahora se pueden ver pasillos y pasillos, divididos por edades, oficios, sexos, etc... incluyendo un pasillo dedicado a los niños donde se puede ver a la famosa Niña Lombarda, una niña pequeña momificada en los años 20 que se conserva a la perfección... ¡escalofriante!
Las Catacumbas de los Capuchinos
La niña Lombarda
Tras la morbosa experiencia, volvimos a por el coche al hotel (en las mismas catacumbas nos pidieron un taxi para evitarnos la caminata) y salimos corriendo hacia Monreale para llegar antes de que nos cerraran el Duomo. Monreale es un pueblecito encantador a menos de 20 minutos de Palermo. El Duomo, su torre y el claustro son impresionantes. A mi me gustaron incluso más que el de Palermo... La entrada cuesta solo 2€.
El Duomo de Monreale
El claustro y las vistas desde la torre del Duomo
Volvimos a Palermo y tras una duchita en el hotel para recuperar fuerzas, dimos un paseo por el barrio de la Kalsa, el barrio árabe con su paseo marítimo. No sé si fue por ser agosto o por ser domingo, pero nosotros no tuvimos ningún problema en aparcar por Palermo, nos pudimos mover en coche cómodamente.
En vez de cenar el Palermo, nos dejamos convencer por la guía de National Geographic y nos fuimos al pueblecito cercano, playero y marinero de Mondello. No nos arrepentimos, porque es el típico pueblecito turístico donde los palermitanos van a pasar el día a la playa. Hay una avenida frente al mar llena de restaurantes. Más o menos todos ofrecen el mismo tipo de cocina marinera y pasta, así que escogimos el que más gracias nos hacía y por fin probé la Pasta a la Sarda, una de las más típicas de Sicilia. Son espaguetis con sardinas desmenuzadas. La verdad es que para mi era un sabor un poco fuerte y no era muy cómodo de comer por todas las espinas... ¡pero tenía que probarlos!
Tras la jornada agotadora, nos fuimos a dormir al hotel. El siguiente día íbamos a pasar todo el día en ruta y necesitábamos reservar fuerzas.